El golpe contra las instituciones democráticas de América Latina y la ausencia de la regulación de Medios como factor
El docente de 
Historia, primer diputado negro de Uruguay, y exviceministro de 
Industria, Energía y Minería, cartera que incluye nada más y nada menos 
que dos importantes pilares para entender cualquier contexto geopolítico
 latinoamericano como Comunicación y Petróleo, Edgardo Ortuño, quien 
trabajó codo a codo con el expresidente Mujica, expone su perspectiva 
sobre la grave situación que atraviesa hoy Brasil.
 - ¿Cuál es tu perspectiva sobre la situación actual de Brasil? 
 -De gran preocupación, porque Brasil vive un deterioro de sus 
instituciones democráticas, desde el proceso de destitución de la 
presidenta Dilma Rousseff, culminando con la prisión del expresidente 
Lula, el candidato con mayor adhesión ciudadana al día de hoy. 
 
Hay que aclarar que independientemente de la orientación, sea de derecha
 o de izquierda, lo que pasa en Brasil es muy preocupante desde una 
perspectiva de defensa de la democracia. 
 Los latinoamericanos 
no deberíamos olvidar la importancia de Brasil en la vigilancia del 
funcionamiento democrático en toda la región. El inicio del período de 
deterioro y posterior quiebre institucional democrático en América 
Latina comenzó en Brasil en 1964. Por eso, estamos todos los demócratas 
de América Latina muy preocupados con lo que está sucediendo en Brasil. 
 -¿Por qué usted considera lo que Brasil vive como un deterioro de las instituciones democráticas? 
 - En Brasil, el poder judicial aparece influyendo y determinando 
procesos políticos importantes, y el Poder Ejecutivo sufre fuerte 
presión de las cadenas de comunicación más importantes en el país, de 
las fuerzas conservadoras y ahora también la presión militar. Los 
militares en Brasil se pronuncian políticamente, con amenazas, generando
 un contexto de presión indebido, como por ejemplo cuando asistimos a 
pronunciamientos de generales con mando de tropa previo al dictamen del 
Supremo Tribunal Federal en el caso del expresidente Lula. 
 -¿Para usted la ausencia de una Ley de Medios en Brasil fue parte relevante para esa articulación? 
 - La ausencia de regulación en Brasil ha permitido una actuación 
decisiva de las grandes cadenas y de los grandes medios en el proceso 
político, que ha dejado a los ciudadanos rehenes de su perspectiva, en 
gran medida al no brindarles toda la información en su diversidade, 
buscando reforzar una única narrativa del momento, con noticias 
sesgadas, sin pluralismo ni opiniones divergentes. 
 Implementar 
la normativa de medios no ha sido fácil en toda la región 
latinoamericana. Si bien ha ingresado en la agenda de todos los 
gobiernos progresistas en la última década, ha tenido muchas 
resistencias y niveles dispares de aplicación en toda la región. 
 Uruguay, Argentina y Brasil asumieron la meta de construir una 
normativa para garantizar la libertad de pluralidad en los servicios de 
comunicación audiovisual, pero con contenidos y resultados dispares. En 
Argentina, con una aprobación y luego, con el gobierno de Macri hubo una
 desarticulación de los principales aspectos que contenía la “ley de 
medios”. En Brasil se dio la frustración del proceso, que nunca llegó a 
concretarse. 
 En Uruguay la Ley de Medios ha sido precedida de 
un proceso de consulta social a todos los involucrados, largo y 
profundo, incluyendo a los propios dueños de los medios de comunicación,
 periodistas, organizaciones de la sociedad civil y todos los partidos 
políticos, sin excepción, porque atravesó por una etapa de debate 
parlamentario larga y profunda, en un parlamento como el uruguayo, donde
 están representados todos los partidos políticos. Tuvo también una 
larga consideración del Poder Judicial que ratificó su 
constitucionalidad, por lo que está en optimas condiciones para su 
aplicación plena, lo que aún no se ha producido. 
 -Usted promovió esta lucha, ¿verdad? 
 - Fui un promotor decidido de la ley, entre otros, porque creo que la 
regulación democrática de los medios que garanticen tanto la libertad 
editorial, de opinión, de los medios, libres de la presión del gobierno 
de turno, como la garantía del acceso de los ciudadanos a informaciones 
plurales, diversas, son cuestiones absolutamente claves en una 
democracia. 
 La agenda de regulación y modernización de las 
telecomunicaciones y de los medios de comunicación masiva es aún una 
agenda pendiente en América Latina y en el caso de Argentina y Brasil, 
con los nuevos gobiernos, vimos un retroceso o mismo el aborto de esa 
reglamentación. 
 -¿Usted cree que Lula es víctima de una guerra jurídica?  
 - En Brasil se da un proceso donde se verifican actores judiciales que 
más parecen inquisidores que jueces imparciales, y al mismo tiempo 
campañas sistemáticas y tendenciosas de los medios masivos, por lo 
tanto, estamos sí frente a un caso de guerra jurídica o abuso de la ley 
con objetivos políticos y prejuzgamiento mediático. Tal vez sea el caso 
de Lula el más dramático. 
 Los medios no difunden ni de cerca 
con la misma intensidad y profundidad los argumentos o contraargumentos 
de la defensa de Lula. Ahí es donde uno verifica la toma de partido de 
los medios de comunicación alineados con un poder judicial que también 
toma partido y asume posiciones políticas, e incluso pronunciamientos 
políticos. 
 En Brasil se nota claramente un desmedido 
protagonismo de los poderes judiciales por sobre la propia voluntad de 
la ciudadanía y de la Constitución, asociado a un lobby conservador y 
campañas mediáticas muy importantes, donde se ve un uso abusivo de la 
ley en un proceso de apariencia legal, pero de esencia antidemocrática. 
 -¿Uruguay tiene como impedir una guerra jurídica? 
 - La judicialización de la política se está viendo en toda la región. 
Lo que es preocupante. La guerra jurídica surge como una estrategia para
 deslegitimar y desplazar las fuerzas progresistas cuando no se logra 
apoyo ciudadano para ello en las urnas. Es una tentación del bloque 
conservador en toda la región. 
 La Ley de Medios inhibe ese tipo
 de acciones tendenciosas de los medios masivos, que por suerte en 
Uruguay no se han vivenciado con la intensidad que vemos en Brasil. En 
nuestro caso, lo fundamental es que no hay puntos de apoyo en la 
realidad para eso. 
 -¿Ancap no sería el punto de apoyo en la realidad? ¿No ve una correlación entre las investigaciones en Petrobrás y en Ancap?  
 -No es casualidad en el contexto regional, que se tome a la empresa 
petrolera del Estado como objeto de estudio y de investigación. Pero, al
 momento no ha habido pruebas de procesos de corrupción que involucren 
al Poder Ejecutivo o al gobierno, sino que hay cuestionamientos 
puntuales a quienes ejercieron determinados cargos en Ancap en 
determinado período. 
 Ahora, se nota claramente que la derecha 
uruguaya está desesperada por asociar la situación en Uruguay con la 
política interna de Brasil y de Argentina, porque no hay un proyecto de 
la oposición alternativo o que sea confesable. 
 Porque el 
proyecto político y económico de la derecha en la región es un proyecto 
inconfesable. De ser confeso jamás tendrá el respaldo ciudadano: rebaja 
de salario, rebaja de derechos, desregulación laboral, disminución de 
garantías previsionales para la jubilación, distribución regresiva de la
 riqueza, radical reducción de la inversión en políticas sociales, en 
fin, un programa inconfesable e irrespaldable, ¿y quién votaría en eso? 
De ahí el atajo por el enchastre, la judicialización, para intentar 
aislar a las fuerzas políticas progresistas que cuentan con respaldo 
popular. 
 -¿Entonces, cual fue el punto de apoyo en la realidad para Dilma y Lula? 
 -Yo creo que el antecedente del “mensalão” fue dramático para la 
legitimidad del Partido de los Trabajadores, los procesos de compra de 
votos o de corrupción y juicios de referentes políticos históricos del 
PT, acusados de sobornos y de enriquecimiento personal ilícito, 
contribuyeron a la desestimación y claramente a la reducción del apoyo 
popular al partido gobernante, generando condiciones subjetivas para el 
avance de esta ofensiva judicial conservadora, agravado por un 
debilitamiento del apoyo ciudadano, ambientando un clima de agresión y 
finalmente de desplazamiento de Dilma del poder y ahora la prisión de 
Lula. 
 -Cuando dijeron “tirar esa basura al mar” al 
transportar Lula en un avión de la FAB para Curitiba, se nota una plena 
alusión al Plan Condor. ¿Usted cree que hay peligro que se repita lo de 
64? 
 -Por el protagonismo totalmente inadmisible que han 
tomado figuras representativas del Ejército, del poder militar, yo creo 
que hay un peligro objetivo de quiebre de la institucionalidad 
democrática de Brasil, con el respaldo del poder económico más 
tradicional y conservador de Brasil, contrario al desarrollo productivo y
 a la forma como el PT manejaba la redistribución de la renta y la 
economía, por ejemplo, con un salario mínimo por arriba de la inflación.
 
 Por todo eso es que voten a la derecha o a la izquierda, los 
demócratas de la región debemos estar preocupados y ser solidarios con 
el mantenimiento de la democracia en Brasil, que claramente está 
amenazada. 
 -Tuvo bajo su Ministerio tanto el petróleo como 
la comunicación, dos grandes poderes hoy. Teniendo este poder en las 
manos, ¿qué críticas tiene usted a hacer a la izquierda hoy? 
 - Lo que debemos asumir con autocrítica es que no hemos desarrollado en
 todo su potencial una estrategia de desarrollo productivo integrado. 
 El proyecto de la derecha es un proyecto radicalmente individualista, 
que no cree en la igualdad y, por lo tanto, no genera oportunidades de 
desarrollo para todos y todas. Pero tampoco genera un desarrollo 
soberano, independiente, porque no cree en ello. 
 No podemos 
olvidarnos que Brasil desplegó una estrategia geopolítica alternativa, 
rompiendo el esquema unipolar. Eso generó enorme oposición desde los 
centros de poder, porque el gobierno progresista del PT logró 
articulaciones económicas y de poder alternativas, como el caso del 
BRICS, del Mercosur y UNASUR, en una estrategia alineada con los países 
más emergentes y también con los países más carenciados. Lula tenía una 
apuesta claramente geopolítica alternativa a las lógicas de dominio 
unipolar occidental. 
 -¿Por eso importa tanto el destino y la orientación política de Brasil? 
 - Claro, porque perder el protagonismo de Brasil en el escenario 
mundial y regional, lo sufre toda América Latina. De no retornar Brasil a
 estos niveles de protagonismo, volveremos a la no existencia de 
incidencia de América Latina en el concierto del mundo. 
 
Aumentará la pobreza, aumentarán los niveles de dependencia económica y 
se retrocederá en el respeto de los derechos en general, en particular 
de los más desfavorecidos. 
 -¿Estamos ante un ataque conservador a nivel regional?  
 - Creo que sí, que asistimos a una contrarreforma conservadora, en toda
 América. Y esa contrarreforma busca el retorno a lo peor de la cultura 
conservadora de nuestras sociedades. Me refiero a que hay una oposición 
radical a la redistribución de la riqueza, a la salida de la pobreza de 
un porcentaje significativo de la población, pero también a la nueva 
sensibilidad cultural que supone “la agenda de derechos” que ha 
impulsado la izquierda. 
 Esa oposición también se nota en 
Uruguay. La redistribución de la riqueza irrita principalmente a las 
elites de nuestros países. También hay un rechazo ideológico y cultural,
 de contenido reaccionario, a las políticas de derechos implementadas 
por los gobiernos progresistas, contrarios a los derechos de la mujer, a
 las cuotas, a las políticas de equidad racial, a la diversidad de 
género. Lo que ahora se expresa en campañas explícitas contra lo que 
llaman ideología de género. Asistimos al impulso de una contrarreforma 
de las derechas, a una reacción conservadora. 
 Creo que acierta 
Lula en su discurso cuando dice que el problema no es Lula, sino la 
continuidad y el avance de esas conquistas. 
 Lo grave es si 
imponen los cambios sin aprobación ciudadana. La soberanía popular de 
Brasil no fue respetada, porque se votó un programa de gobierno 
propuesto por la Presidenta Dilma y con su destitución se procesó un 
cambio radical en las políticas públicas, con la reforma del sistema 
previsional, los cambios en la política laboral, en el modelo de 
desarrollo, con la intención de favorecer a los intereses económicos 
tradicionales, debilitando el desarrollo económico de mediano y largo 
plazo de Brasil y de toda América Latina. Un cambio de programa sin 
mediar la decisión soberana, que ahora se pretende reiterar impidiendo 
la elección de Lula. 
 -¿Cuál sería entonces el gran desafío de los partidos progresistas hoy?  
 - El gran y mayor desafío quizá sea la concientización del pueblo de lo
 que está en juego y reivindicar el contenido ético de nuestro proyecto.
 Hay que concientizar al pueblo sobre el peligro de un retorno a las 
políticas más conservadoras y de elite pudiente. 
 Lograr hacer 
despertar a la militancia sobre los proyectos en juego y su papel para 
definir el futuro. La concepción de la izquierda es una concepción 
humanista, solidaria, que no concibe el desarrollo personal si no es en 
una convivencia armónica con los otros. 
 La única manera de 
prevenir los procesos de amenaza a la democracia es con una 
participación ciudadana activa y militante en la defensa de la 
democracia, no aceptando en hipótesis alguna que se viole la 
Constitución y las garantías de los derechos fundamentales. Para eso, 
las personas precisan estar bien informadas, y por eso la importancia de
 los medios de comunicación. 
-¿Lula es o no preso político?
 - Mi convicción personal es de una prisión de carácter político. 
Porque– sin elementos probatorios –se está privando el pueblo brasileño 
de contar con un candidato que posiblemente resultaría electo. Entonces,
 es grave, porque se está incidiendo en el futuro electoral y, por lo 
tanto, en la orientación política del país. En dos años sacaron a Dilma y
 a Lula. No podemos más que calificar de político ese proceso judicial. 
Pero, no es un proceso terminado, no está resuelto su final. 
 No
 olvidemos que Lula puede ser precandidato hasta avanzado el mes de 
setiembre. Es decir que él puede ser un candidato o factor de triunfo 
presidencial en Brasil desde la prisión. Nosotros lo sabemos porque 
tenemos como líder histórico fundamental de la creación y del 
crecimiento del Frente Amplio a un referente que estuvo más de diez años
 preso, como fue el general Líber Seregni, que desde la cárcel fue un 
factor fundamental para recuperar la democracia y luego lograr cambiar 
la realidad electoral. 
 La prisión de las personas no es la 
prisión de sus ideas. Muchas veces la multiplican. Porque refuerza la 
impronta ética que la prisión da a su lucha, que el sacrificio personal 
desde la prisión da a su lucha. Y ese contenido ético jamás podrá tener 
la derecha, incapaz de estos sacrificios personales en función de 
proyectos colectivos. 
 Luciana Gaffrée. Licenciada en Ciencias de la Comunicación – Facultad de Información y Comunicación FIC – UdelaR.
 

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