La Jornada 
El domingo anterior 
 los ciudadanos guatemaltecos fueron convocados a las urnas para 
participar en una consulta acerca del diferendo territorial entre su 
país y el vecino Belice. Los gobiernos de ambas naciones acordaron 
someter al referendo de sus respectivas sociedades si están de acuerdo 
en dirimir el antiguo conflicto ante la Corte Internacional de Justicia 
de La Haya. No obstante que en el proceso imperó un alto índice de 
abstención, la gran mayoría de los votos fue por la aprobación de la 
propuesta. Las autoridades beliceñas, por su parte, deben decidir aún la
 fecha en la que llamarán a votar a sus ciudadanos.
El origen de las diferencias territoriales entre ambos países 
centroamericanos se remonta a las postrimerías del siglo XVIII, en plena
 era colonial, cuando España cedió a Inglaterra territorios que formaban
 parte geográfica de la península de Yucatán. Sin embargo, Londres fue 
extendiendo su control más allá de lo acordado.
Décadas más tarde, cuando culminaron los procesos independentistas, 
los territorios en cuestión formaban parte de la Capitanía General de 
Guatemala, integrada por esa nación más Honduras, El Salvador, Nicaragua
 y Costa Rica, así como por el actual estado mexicano de Chiapas. Este 
último optó por adherirse al México naciente y no a las Provincias 
Unidas del Centro de América, o Federación Centroamericana, una entidad 
política que tuvo vida corta y cuya desintegración dio origen a los 
actuales países de América Central.
México, en tanto, tras resolver en forma exitosa los problemas de 
delimitación entre su territorio y el guatemalteco, reconoció a la 
colonia británica y en acuerdos firmados entre 1893 y 1897 se fijó, de 
común acuerdo con Londres, la frontera definitiva. Para entonces, 
Guatemala e Inglaterra habían firmado un pacto en virtud del cual la 
primera nación renunciaba a sus derechos sobre Belice a cambio de que la
 segunda construyera una carretera entre la capital guatemalteca y el 
puerto caribeño de Puerto Barrios, una condición que la parte inglesa 
jamás cumplió, lo que dio pie a que Guatemala desconociera el tratado y 
reclamara la totalidad del territorio beliceño.
Tras la independencia de la antigua Honduras Británica (1973),
 las nuevas autoridades de Belmopán asumieron de manera directa las 
relaciones con el país vecino, las cuales no estuvieron exentas de 
momentos de tensión e incluso de movilizaciones militares en ambos lados
 de la frontera común.
Hace 10 años ambas partes alcanzaron finalmente un acuerdo para 
someter el diferendo –el reclamo guatemalteco se ha reducido a poco más 
de la mitad del territorio beliceño, el situado al sur del río Sibún– a 
la Corte Internacional de Justicia.
Pese a los desencuentros e incidentes fronterizos trágicos, ha 
prevalecido la voluntad de ambos estados por resolver el conflicto de 
manera pacífica. Tal comportamiento resulta ejemplar y digno de 
reconocimiento, y cabe esperar que las dos partes, Belice y Guatemala, 
logren llegar pronto a una solución definitiva y que esas naciones 
hermanas y vecinas de la nuestra puedan despejar de manera perdurable 
los obstáculos en su relación bilateral.
 

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