Elecciones presidenciales en México
El candidato del 
partido Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), Andrés Manuel 
López Obrador (AMLO), no será presidente de México. No hacen falta 
muchos argumentos para pronosticar este resultado [1] [2]. Ya venimos 
verificando esta crónica de una muerte anunciada, sólo vamos a 
reconstruir los acontecimientos que la vehiculizarán, como en la célebre
 novela de García Márquez.  
 ¿Las razones? MORENA no representa el contrapeso de una fuerza social empatada
 con otra fuerza social. Es decir, la fuerza social que domina el 
destino del país es la del proyecto neoliberal dependiente y anclado al 
ciclo mundial de capital [3], de momento no hay otra fuerza capaz de oponer un proyecto alternativo, así sea uno moderado (como la fantasía de un capitalismo con rostro humano). 
 ¿Qué significa esta capacidad? Significa que el proyecto alternativo 
tenga una base social movilizada por intereses directos de las clases 
trabajadoras y/o populares, que bajo paros, huelgas, tomas, candidaturas
 independientes, luchas jurídicas, etc., logren poner en jaque los ejes 
de la acumulación neoliberal, tales como contener las privatizaciones, 
lograr mejoras salariales mediante luchas sindicales, luchas por 
derechos sociales y más batallas articuladas en torno a una alternativa hegemónica, opositora al régimen político y económico. 
 Sin articular las diversas luchas que recorren la geografía del país, 
el horizonte de MORENA es llegar al gobierno por medio de los votos, 
para que desde las alturas se impulsen medidas que logren un nuevo pacto
 social (pacto de clase) que conduzca a una reconciliación nacional y se
 moderen los agresivos ejes en la acumulación actual de capital 
sin proponerse recomponerlos. Las medidas consisten en lograr cierto 
acuerdo entre los polos sociales para repartir algunas migajas a los de 
abajo sin derrocar a los de arriba, al respecto MORENA nunca se ha 
propuesto una revolución anticapitalista, ni siquiera un reformismo [4].
 Con este horizonte ingenuo y optimista, que supone hacer 
más incluyente al neoliberalismo mexicano mediante una papeleta 
electoral, no sorprende su contraparte: figuras políticas oportunistas y realistas que
 se han incorporado al MORENA, carentes de principios de partido, 
equilibristas, chapulines y maromeros sin escrúpulos cuya única 
intención es enriquecerse a cualquier precio [5]. 
 Pero si 
MORENA no representa ninguna alternativa anticapitalista ni 
declaradamente antineoliberal ¿en qué radica que la oligarquía en el 
poder deteste a AMLO? Son diversos factores, el clasismo y el racismo es
 unos de sus ingredientes: no tragan a los plebeyos, a la prole, a la 
chusma, a los morenos, a los mulatos, a los campesinos y mucho menos a 
los indígenas; pero sobre todo, no están dispuestos a hacer ninguna 
concesión económica hacia los trabajadores, por mínima que sea, y MORENA
 busca pequeñas concesiones, pequeños pellizcos al botín de la renta 
petrolera, a los impuestos, a los salarios de la alta burocracia. 
 Ante esta situación ¿será que AMLO cree que el 1% de la población [6] 
se va a sentar civilizadamente a renegociar la dinámica de “desarrollo” 
nacional, con la cual han amasado sus grandes fortunas a costa de 
excluir y superexplotar a más del 60% de la población y dejar en la 
ruina a más del 90% de la micro, pequeña y mediana empresa (que 
representan la mayoría de empresas en el país)? 
 A pesar de esa 
fantasía, debido a la profunda desigualdad social y la catastrófica 
situación del país, la única “salida” que ve la mayoría de los votantes 
(que apenas ronda el 40% del total del padrón electoral) es elegir “al 
menos peor” de “ya saben quién”, pues del otro lado tenemos a los 
candidatos del Partido de la Revolución Institucional (PRI), del Partido
 Acción Nacional (PAN) o incluso del Partido de la Revolución 
Democrática (PRD), que la población identifica como los responsables de 
la situación desastrosa del país. Fue así que prácticamente desde que 
AMLO anunció que participaría en la contienda de 2018, ya se colocaba 
por encima de cualquier posible candidato [7]. 
 Desde entonces, 
la preferencia electoral ha aumentado estrepitosamente a favor de AMLO 
[8]. Si no se altera esa tendencia, con ya pocos meses para concluir las
 campañas, la cuestión no es si ganaría, sino que no le van a reconocer 
el triunfo electoral. 
 Sin embargo, el bloque en el poder 
(constituido por los fuertes poderes económicos y sus representantes en 
el aparato de Estado) aún no consolida la justificación oficial para 
imponer a su candidato, José Antonio Meade, y a menos que tenga un as 
bajo la manga, aún está lejos de construir una campaña que lo apuntale 
en la preferencia electoral y medianamente socave al candidato 
morenista. Aunado a este problema, los ríspidos conflictos con el 
candidato del PAN, Ricardo Anaya, constituyen otro obstáculo para la 
representación de los intereses del bloque en el poder en el aparato de 
Estado. 
 El conflicto entre PRI y PAN abre nuevos escenarios 
posibles, si uno de los dos no declina por el otro (por las buenas o por
 las malas, recordemos que el peñismo ha presionado para sacar a Anaya 
mediante un proceso judicial) es prácticamente imposible que se acerquen
 a AMLO. Si el bloque en el poder no consolida su representación 
unificada se requeriría un fraude electoral de dimensiones monumentales,
 aún mayores que los de 1988 y 2006 ¿será que se llegue a esos extremos?
 Esto muestra que los caminos de la legitimación oficial todavía son una
 moneda al aire. Mas no así los mecanismos extraoficiales, ahí las 
cartas ya están echadas: compra de votos, amenazas, represión, campaña 
contra AMLO por todos los medios posibles, trampas, imposiciones, 
fraudes, sobornos, gastos que exceden lo permitido, grupos de choque, 
etc. 
 Por lo que las preguntas que ya todos se vienen haciendo 
es si se podrá evitar un posible fraude o cómo contener la escalada de 
ataques contra MORENA. Un breve vistazo a la oleada progresista 
latinoamericana dará pistas de cómo se pudieron conformar los llamados 
gobiernos de izquierda, esquivando golpes, fraudes y ataques. 
 El fenómeno del lulismo en Brasil, por ejemplo, fue producto de las luchas sociales articuladas por el sindicalismo de clase, lo que propicio que un talentoso realpolitiker
 como Lula [9] llegara a la presidencia y desde esa posición contuviera 
la radicalización amenazante de las clases populares y a su vez 
beneficiara como nunca antes al bloque económicamente dominante [10]. El
 proceso boliviano es otra muestra de cómo las luchas sociales, que se 
aglutinaron en torno a la lucha por el agua, luego por el gas, 
hidrocarburos y demás demandas que comenzaron a emerger (democracia, 
asamblea constituyente, reconocimiento de los pueblos indígenas, etc.), 
se articularon en el indigenismo y la figura de Evo Morales [11].
 El proceso Venezolano se ha sostenido porque es mantenido por una 
fuerza social que rebasa la figura de Maduro, si no han podido deponerlo
 a pesar de todos los ataques, sanciones internacionales, intentonas de 
golpes militares, manipulación mediática desproporcionada, es porque hay
 un soporte social que lo impide (“cuando el bolivariano sale al balcón 
del Palacio de Miraflores tiene un millón de seguidores dispuestos a 
pelear por su gobierno y cuando Dilma abría el balcón del Palacio del 
Planalto en la plaza sólo estaba el jardinero haciendo su trabajo”[12]).
 
 En estos procesos se lograron ciertos “empates” entre los 
proyectos de las clases sociales, lo cual dificultó realizar fraudes o 
golpes electorales así como permitió que los grupos beneficiados por el 
neoliberalismo se sentaran a “renegociar” y a hacer ciertas concesiones 
de la única manera posible: por la fuerza. 
 Pero en nuestro país
 no existe dicho empate, el proyecto neoliberal aún es una locomotora a 
la cual no le hemos construido una fuerza social capaz de jalar el freno
 de mano. Aquí, a la crónica sólo le falta definir quién será el 
“bueno”: el candidato oficial del capital financiero y de los grupos 
exportadores neoliberales (Meade), o si el candidato del PAN, Ricardo 
Anaya, logrará quitarle ese puesto. 
 ¿Y qué pasará después de la
 imposición? Básicamente no más de lo que ya ha ocurrido, si se opta por
 recurrir al fraude no sería la primera vez, ni la primera que hay 
reclamos. En ausencia de una fuerza hegemónica capaz de articular las 
diversas luchas, las movilizaciones no van a lograr revertir la 
imposición de un candidato neoliberal. ¿Dudan de este pronóstico? Con 
más organización y movilización de la que tiene (o tendrá) MORENA, se 
dio el golpe de Estado contra Dilma en Brasil y quedo Temer con una 
aprobación que no rebasa ni el 10%; con mucho más resistencia ya 
metieron a Lula a la cárcel; con mucho más de lo que ha conseguido 
MORENA, a Rafael Correa ya le bloquearon el camino para que no pueda 
volver competir en las siguientes elecciones de Ecuador [13]. El poder 
político y económico de los neoliberales es muy fuerte, el Estado 
latinoamericano no ha dudado en echar mano de sus rasgos autoritarios 
para eliminar cualquier obstáculo a la violenta acumulación de capital 
[14], así quede con una débil o nula legitimidad y se active el Estado 
de excepción, en nuestro caso, respaldado con la reciente aprobación de 
la Ley de Seguridad Interior [15]. 
 Esto quiere decir que ni 
vigilando obsesivamente el proceso electoral el resultado se va a 
revertir, porque este no depende de una papeleta. 
 Sobre los 
cuentos de que al abstenernos de votar o de que al no votar por el 
“menos peor” le hacemos el juego a la derecha (como a los neozapatistas 
se les vienen acusando casi desde que surgieron) o de que una 
candidatura independiente como la de Marichuy legitimaría los procesos de dominación, son sólo eso: cuentos. Lo que aquí está en juego es la articulación de las luchas del trabajo contra la fuerza hegemónica del bloque en el poder. 
 Notas 
 [1] Almeyra, Guillermo, “2018: los escenarios posibles”, disponible en  http://www.jornada.unam.mx/
 [3] Ríos Vera, José Luis, México frente al globalismo neoliberal: Superexplotación, Despojo y Barbarie, 4 entregas, disponibles en:  https://www.lahaine.org/?s=
 [5] Hernández Navarro, Luis, “El tal Barbosa y raza que lo acompaña”, disponible en  http://www.jornada.unam.mx/
 [9] Lula da Silva, Luis Ignacio, Discurso del 7 de abril de 2018 antes de ir preso, disponible en  https://www.infobae.com/
 [10] Antunes, Ricardo, “Sindicalismo de clase contra sindicalismo negociador de Estado”, disponible en  http://www.rebelion.org/
 [11] García Linera, Álvaro, Las tensiones creativas de la revolución, disponible en  http://rebelion.org/docs/
 [12] Boron, Atilio, “La Revolución Rusa: Logros, derrotas, fracasos. Algunas lecciones para América Latina”, disponible en  http://www.atilioboron.com.ar/
 [13] Martínez, Néstor, "Los errores de la izquierda son no organizar ni
 politizar al pueblo", Entrevista a Frei Betto, disponible en  http://www.rebelion.org/
 [14] Marini, Ruy Mauro, “El Estado de contrainsurgencia”, disponible en  http://www.marini-escritos.
 [15] Ríos Vera, J. L., Montero Iván, Zepeda, Jesús, “La espiral de la crisis y el Estado de excepción en México” disponible en  https://cdamcheguevara.files.
 
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