A la luz del anuncio de
 la realización de elecciones presidenciales en Venezuela antes de abril
 próximo y con una oposición debilitada y desunida, el periplo de Rex 
Tillerson aparece como un nuevo capítulo de la opción intervencionista 
de la administración Trump, y apunta a dar continuidad a la estrategia 
de fortalecer la acción concertada del bloque de gobiernos de derecha 
con el objeto de bloquear toda posibilidad de integración regional no 
dependiente.
 La reciente gira demuestra que el segundo año de la 
administración Trump será de grandes peligros para Latinomérica y el 
Caribe, porque la Casa Blanca tiene dos objetivos que rayan en la 
obsesión: uno, descarrillar las relaciones económicas, políticas, de 
seguridad y defensa que China y Rusia están forjando en el continente; y
 la destrucción de la Revolución Bolivariana, con el propósito (no 
confeso) de apropiarse de las riquezas petroleras venezolanas.
 La reciente gira demuestra que el segundo año de la 
administración Trump será de grandes peligros para Latinomérica y el 
Caribe, porque la Casa Blanca tiene dos objetivos que rayan en la 
obsesión: uno, descarrillar las relaciones económicas, políticas, de 
seguridad y defensa que China y Rusia están forjando en el continente; y
 la destrucción de la Revolución Bolivariana, con el propósito (no 
confeso) de apropiarse de las riquezas petroleras venezolanas. 
 
En la Universidad de Texas el 1 de febrero definió a China y Rusia como 
“potenciales actores predadores que están apareciendo en el hemisferio”,
 “poderes lejanos que no representan los valores fundamentales de la 
región” y concluyó que “Latinoamérica no necesita nuevos poderes 
imperiales que sólo buscan el beneficio propio”. No es casual que la 
gira de Tillerson se produzca casi inmediatamente después del II Foro 
ministerial China-CELAC en Santiago de Chile con la presencia del 
canciller Wang Yi. 
 EEUU siente la necesidad de mostrar presencia
 en la región, frente a la propuesta de China a la CELAC de incorporar a
 la región al gigantesco proyecto de infraestructura conocido como la 
Nueva Ruta de la Seda. Poco antes y con muy escaso éxito, el 
vicepresidente Mike Pence pasó en agosto pasado por Colombia, Argentina,
 Chile y Panamá, recogiendo sólo rechazos ante la mención de una 
intervención armada. Washington enfrenta asimismo la inminente 
concreción del Tratado Transpacífico entre 11 países naciones de América
 Latina y Asia, a ser firmado en Chile en marzo próximo sin la 
participación de EEUU. 
 El otro gran eje del discurso de su gira 
fue la Revolución Bolivariana y la “restauración de la democracia” 
–¿será la que llevaron a Irak, Afganistán o Libia?- en Venezuela, misión
 para la cual cosechó apoyos en Argentina, Colombia y Perú, cuyos 
presidentes están dispuestos a embarcarse en la aventura con opciones 
que van desde las sanciones a la comercialización del petróleo 
venezolano o la creación de un supuesto “corredor humanitario” para 
enviar “ayuda” a Venezuela desde Colombia, hasta el aumento de la 
presión e injerencia diplomática del llamado Grupo de Lima. 
 Ya 
con Tillerson de regreso, el senador republicano Marco Rubio - quien 
tiene un papel clave en las políticas hacia Caracas y La Habana- se 
manifestó en favor de un golpe de las fuerzas armadas venezolanas para 
derrocar al gobierno: “El mundo apoyaría a las fuerzas armadas en 
Venezuela si decidieran proteger al pueblo y restaurar la democracia 
removiendo al dictador (…). Los soldados comen de la basura y sus 
familias pasan hambre en Venezuela, mientras Maduro y sus amigos viven 
como reyes y bloquean la ayuda humanitaria”, dijo en dos tuits. 
 
¿Coincidentemente? la Corte Penal Internacional (CPI), con sede en La 
Haya, anunció el jueves pasado un examen preliminar por presuntos 
crímenes atribuidos a cuerpos de seguridad estatales en el contexto de 
las protestas antigubernamentales entre abril y julio de 2017 dejando 
unos 120 muertos que, según el gobierno, son atribuibles a las acciones 
terroristas. 
 En cada una de sus visitas Tillerson habló de la 
Cumbre de las Américas de la OEA proyectada para a abril en Perú, donde 
EEUU espera lograr una “condena” contra Venezuela que incluya sanciones a
 nivel regional y recibió la inesperada noticia de que Nicolás Maduro 
asistirá a esa cita. 
 Todo expresa la perspectiva política, 
histórica e ideológica desde la cual Washington se plantea las 
relaciones interamericanas y el curso de sus inminentes acciones en la 
región. “El tiranosaurio Rex tiene apetito de petróleo y sufre la resaca
 de la vieja hegemonía en decadencia, está desbocado y carece de 
escrúpulos, lo que lo convierte en una amenaza todavía mayor. Sus 
bramidos que invocan la guerra han encontrado eco entre un puñado de 
presidentes y élites políticas latinoamericanas dispuestas a acelerar la
 intervención y radicalizar los métodos de lucha, con la opción militar 
como prioridad”, señala el catedrático tico Andrés Mora. 
 La 
estadía en Jamaica, un cercano cófrade de EEUU en el Caribe, perseguía 
el objetivo de atraer a los pequeños países que hasta ahora han 
resistido con firmeza y decisión amenazas de todo tipo provenientes de 
Wshington para que cesen su apoyo a Venezuela. Si en lo político, 
Jamaica era el país menos importante en la gira de Tillerson, en 
términos diplomáticos, fue el propósito más preciado del viaje del 
Secretario de Estado. Pero Colombia fue la parada más transcendental a 
fin de ultimar detalles para la agresión. 
 En Jamaica dijo que 
Estados Unidos, México y Canadá estudian cómo mitigar el impacto en el 
Caribe y las refinerías si Washington impone sanciones a la industria 
petrolera venezolana y agregó que cualquier acción contra el petróleo 
venezolano afectaría a los países caribeños, muchos de los cuales han 
disfrutado durante mucho tiempo de combustible subsidiado de la nación 
sudamericana. Las refinerías de la costa estadunidense del Golfo de 
México también se verían afectadas, destacó. 
 La nueva estrategia
 de EEUU sería estrechar lazos comerciales y militares con los países de
 Petrocaribe ante el peligro de contagio mimético de los ideales 
chavistas al depender en exclusiva de esta alianz a para su 
abastecimiento energético. Recientemete, el gobierno estadounidense 
celebró una Cumbre de Seguridad Energética en el Caribe en la que instó a
 los países de la subregión a diversificar sus fuentes de energía, 
confiar más en las inversiones privadas y reducir así su dependencia de 
Petrocaribe. 
 ¿Monroe vive? 
 No se sabe bien si fue
 Juan Manuel Santos o el mismo Tillerson, quien ordenó desde Colombia a 
la oposición venezolana que no firmara el acuerdo al que había llegado 
con el gobierno en Santo Domingo, ante el estupor del presidente 
dominicano Danilo Medina y al ex presidente español José Luis Rodríguez 
Zapatero. Cuando Santos, Mauricio Macri, PP Kuszynski y otros adláteres 
vociferan que no reconocerán los resultados de las elecciones 
venezolanas, le están diciendo a la oposición que aunque ellos ganaran, 
no serán reconocidos, porque el único camino que aceptarán es el de la 
guerra. 
 Venezuela está alerta. Colombia y Brasil están 
movilizando tropas a su cordón fronterizo que los une con este país. 
Santos creó un grupo especial de seguridad que operará en Cúcuta, y 
aprobó la movilización de casi 3 mil efectivos militares y de otros 
cuerpos de seguridad para reforzar la Operación Esparta. 
 
Mientras Tillerson andaba por el sur, desde Washington, la ministra 
argentina de Seguridad, Patricia Bullrich anunció la instalación en la 
norteña provincia de Misiones de una base militar estadounidense, con la
 excusa de combatir el narcotráfico, negociada con el presidente 
Mauricio Macri. 
 Muchos memoriosos analistas hablan del renacer 
de la funesta Doctrina Monroe - A mérica para los (norte) americanos- 
que tuvo como consecuencia las múltiples y continuas intervenciones 
militares de EEUU en México, Centroamérica y el Caribe a partir de la 
segunda mitad del siglo XIX y a través de toda Suramérica durante el 
siglo XX. Otros se preguntan qué puede ofrecer hoy Estados Unidos a su 
patio trasero, en momentos que China y Rusia entraron a jugar con fuerza
 en la región. 
 La Organización de Estados Americanos (OEA), en 
crisis de credibilidad, ha mostrado su impotencia para diseñar una 
salida a la crisis política venezolana, junto su indiferencia frente a 
la crisis política brasileña y hondureña. Lo cierto es que Washington, 
con éxito, se ha esforzado en bombardear todos los mecanismos de 
integración ltiomericano-caribeña. 
 Ahogó las posibilidades de 
que la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac), sin 
EEUU, pudiera responder a las urgencias de la región, con el apoyo del 
Grupo de Lima, mientras la Unión de Naciones del Suramérica (Unasur), 
sin dirección desde hace un año, perdura inoperante, por la acción 
decidid de los nuevos gobiernos neoliberales y la desaparición de 
líderes como Chávez, Lula, Kirchner e incluso Correa. 
 El canciller petrolero  
 El canciller Rex Wayne Tillerson, lleva más de 40 años en la petrolera 
ExxonMobil, y fue su presidente hasta el año pasado, cuando pasó a 
integrar el gabinete de empresarios-ministros de Donald Trump. Y, tan 
apegado a sus negocios que debieran facilitarse desde el poder, 
obviamente tiene al petróleo venezolano entre ceja y ceja, tras sus 
fracasos de los últimos 18 años. 
A
 la luz del anuncio de la realización de elecciones presidenciales en 
Venezuela antes de abril próximo y con una oposición debilitada y 
desunida, el periplo de Rex Tillerson aparece como un nuevo capítulo de 
la opción intervencionista de la administración Trump, y apunta a dar 
continuidad a la estrategia de fortalecer la acción concertada del 
bloque de gobiernos de derecha con el objeto de bloquear toda 
posibilidad de integración regional no dependiente.
 La reciente gira
 demuestra que el segundo año de la administración Trump será de grandes
 peligros para Latinomérica y el Caribe, porque la Casa Blanca tiene dos
 objetivos que rayan en la obsesión: uno, descarrillar las relaciones 
económicas, políticas, de seguridad y defensa que China y Rusia están 
forjando en el continente; y la destrucción de la Revolución 
Bolivariana, con el propósito (no confeso) de apropiarse de las riquezas
 petroleras venezolanas. 
 En la Universidad de Texas el 1 de 
febrero definió a China y Rusia como “potenciales actores predadores que
 están apareciendo en el hemisferio”, “poderes lejanos que no 
representan los valores fundamentales de la región” y concluyó que 
“Latinoamérica no necesita nuevos poderes imperiales que sólo buscan el 
beneficio propio”. No es casual que la gira de Tillerson se produzca 
casi inmediatamente después del II Foro ministerial China-CELAC en 
Santiago de Chile con la presencia del canciller Wang Yi. 
 EEUU 
siente la necesidad de mostrar presencia en la región, frente a la 
propuesta de China a la CELAC de incorporar a la región al gigantesco 
proyecto de infraestructura conocido como la Nueva Ruta de la Seda. Poco
 antes y con muy escaso éxito, el vicepresidente Mike Pence pasó en 
agosto pasado por Colombia, Argentina, Chile y Panamá, recogiendo sólo 
rechazos ante la mención de una intervención armada. W ashington e 
nfrenta asimismo la inminente concreción del Tratado Transpacífico entre
 11 países naciones de América Latina y Asia, a ser firmado en Chile en 
marzo próximo sin la participación de EEUU. 
 El otro gran eje del
 discurso de su gira fue la Revolución Bolivariana y la “restauración de
 la democracia” –¿ser á la que llevaron a Irak, Afganistán o Libia?- en 
Venezuela, misión para la cual cosechó apoyos en Argentina, Colombia y 
Perú, cuyos presidentes están dispuestos a embarcarse en la aventura con
 opciones que van desde las sanciones a la comercialización del petróleo
 venezolano o la creación de un supuesto “corredor humanitario” para 
enviar “ayuda” a Venezuela desde Colombia, hasta el aumento de la 
presión e injerencia diplomática del llamado Grupo de Lima. 
 Ya 
con Tillerson de regreso, el senador republicano Marco Rubio - quien 
tiene un papel clave en las políticas hacia Caracas y La Habana- se 
manifestó en favor de un golpe de las fuerzas armadas venezolanas para 
derrocar al gobierno: “El mundo apoyaría a las fuerzas armadas en 
Venezuela si decidieran proteger al pueblo y restaurar la democracia 
removiendo al dictador (…). Los soldados comen de la basura y sus 
familias pasan hambre en Venezuela, mientras Maduro y sus amigos viven 
como reyes y bloquean la ayuda humanitaria”, dijo en dos tuits. 
 
¿Coincidentemente? La Corte Penal Internacional (CPI), con sede en La 
Haya, anunció el jueves pasado un examen preliminar por presuntos 
crímenes atribuidos a cuerpos de seguridad estatales en el contexto de 
las protestas antigubernamentales entre abril y julio de 2017 dejando 
unos 120 muertos que, según el gobierno, son atribuibles a las acciones 
terroristas. 
 En cada una de sus visitas Tillerson habló de la 
Cumbre de las Américas de la OEA proyectada para a abril en Perú, donde 
EEUU espera lograr una “condena” contra Venezuela que incluya sanciones a
 nivel regional y recibió la inesperada noticia de que Nicolás Maduro 
asistirá a esa cita. 
 Todo expresa la perspectiva política, 
histórica e ideológica desde la cual Washington se plantea las 
relaciones interamericanas y el curso de sus inminentes acciones en la 
región. “El tiranosaurio Rex tiene apetito de petróleo y sufre la resaca
 de la vieja hegemonía en decadencia, está desbocado y carece de 
escrúpulos, lo que lo convierte en una amenaza todavía mayor. Sus 
bramidos que invocan la guerra han encontrado eco entre un puñado de 
presidentes y élites políticas latinoamericanas dispuestas a acelerar la
 intervención y radicalizar los métodos de lucha, con la opción militar 
como prioridad”, señala el catedrático tico Andrés Mora. 
 La 
estadía en Jamaica, un cercano cófrade de EEUU en el Caribe, perseguía 
el objetivo de atraer a los pequeños países que hasta ahora han 
resistido con firmeza y decisión amenazas de todo tipo provenientes de 
Wshington para que cesen su apoyo a Venezuela. Si en lo político, 
Jamaica era el país menos importante en la gira de Tillerson, en 
términos diplomáticos, fue el propósito más preciado del viaje del 
Secretario de Estado. Pero Colombia fue la parada más transcendental a 
fin de ultimar detalles para la agresión. 
 En Jamaica dijo que 
Estados Unidos, México y Canadá estudian cómo mitigar el impacto en el 
Caribe y las refinerías si Washington impone sanciones a la industria 
petrolera venezolana y agregó que cualquier acción contra el petróleo 
venezolano afectaría a los países caribeños, muchos de los cuales han 
disfrutado durante mucho tiempo de combustible subsidiado de la nación 
sudamericana. Las refinerías de la costa estadunidense del Golfo de 
México también se verían afectadas, destacó. 
 La nueva estrategia
 de EEUU sería estrechar lazos comerciales y militares con los países de
 Petrocaribe ante el peligro de contagio mimético de los ideales 
chavistas al depender en exclusiva de esta alianz a para su 
abastecimiento energético. Recientemete, el gobierno estadounidense 
celebró una Cumbre de Seguridad Energética en el Caribe en la que instó a
 los países de la subregión a diversificar sus fuentes de energía, 
confiar más en las inversiones privadas y reducir así su dependencia de 
Petrocaribe. 
 ¿Monroe vive? 
 No se sabe bien si fue
 Juan Manuel Santos o el mismo Tillerson, quien ordenó desde Colombia a 
la oposición venezolana que no firmara el acuerdo al que había llegado 
con el gobierno en Santo Domingo, ante el estupor del presidente 
dominicano Danilo Medina y al ex presidente español José Luis Rodríguez 
Zapatero. Cuando Santos, Mauricio Macri, PP Kuszynski y otros adláteres 
vociferan que no reconocerán los resultados de las elecciones 
venezolanas, le están diciendo a la oposición que aunque ellos ganaran, 
no serán reconocidos, porque el único camino que aceptarán es el de la 
guerra. 
 Venezuela está alerta. Colombia y Brasil están 
movilizando tropas a su cordón fronterizo que los une con este país. 
Santos creó un grupo especial de seguridad que operará en Cúcuta, y 
aprobó la movilización de casi 3 mil efectivos militares y de otros 
cuerpos de seguridad para reforzar la Operación Esparta. 
 
Mientras Tillerson andaba por el sur, desde Washington, la ministra 
argentina de Seguridad, Patricia Bullrich anunció la instalación en la 
norteña provincia de Misiones de una base militar estadounidense, con la
 excusa de combatir el narcotráfico, negociada con el presidente 
Mauricio Macri. 
 Muchos memoriosos analistas hablan del renacer 
de la funesta Doctrina Monroe - A mérica para los (norte) americanos- 
que tuvo como consecuencia las múltiples y continuas intervenciones 
militares de EEUU en México, Centroamérica y el Caribe a partir de la 
segunda mitad del siglo XIX y a través de toda Suramérica durante el 
siglo XX. Otros se preguntan qué puede ofrecer hoy Estados Unidos a su 
patio trasero, en momentos que China y Rusia entraron a jugar con fuerza
 en la región. 
 La Organización de Estados Americanos (OEA), en 
crisis de credibilidad, ha mostrado su impotencia para diseñar una 
salida a la crisis política venezolana, junto su indiferencia frente a 
la crisis política brasileña y hondureña. Lo cierto es que Washington, 
con éxito, se ha esforzado en bombardear todos los mecanismos de 
integración ltiomericano-caribeña. 
 Ahogó las posibilidades de 
que la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac), sin 
EEUU, pudiera responder a las urgencias de la región, con el apoyo del 
Grupo de Lima, mientras la Unión de Naciones del Suramérica (Unasur), 
sin dirección desde hace un año, perdura inoperante, por la acción 
decidid de los nuevos gobiernos neoliberales y la desaparición de 
líderes como Chávez, Lula, Kirchner e incluso Correa. 
 El canciller petrolero  
 El canciller Rex Wayne Tillerson, lleva más de 40 años en la petrolera 
ExxonMobil, y fue su presidente hasta el año pasado, cuando pasó a 
integrar el gabinete de empresarios-ministros de Donald Trump. Y, tan 
apegado a sus negocios que debieran facilitarse desde el poder, 
obviamente tiene al petróleo venezolano entre ceja y ceja, tras sus 
fracasos de los últimos 18 años. 
 ExxonMobil es la principal empresa a la cual el gobierno de la 
República Coopertiva de Guyana ha permitido la exploración ilegal, por 
violar el Acuerdo de Ginebra de 1966, de gas y petróleo en las aguas 
oceánicas adyacente o contiguas al territorio Esequibo, legítima e 
históricamente reclamado por Venezuela. Más grave aún, la referida 
compañía estadounidense ha pretendido realizar dichas exploraciones en 
nuestra indiscutida fachada atlántica, en la desembocadura de nuestro 
Río Orinoco. 
 ¿Coincidentemente? en el momento en que Tillerson 
realiza su gira injerencista, el Secretario General de Naciones Unidas 
Antonio Guterres, anuncia públicamente que enviará el diferendo entre 
Guyana y Venezuela a la Corte Internacional de Justicia, en La Haya, 
desestimando los mecanismos de negociación previstos en el Acuerdo de 
Ginebra de 1966, único instrumento legal que reconoce Venezuela para 
dirimir la controversia. 
 Lo cierto es que la industria petrolera
 necesita reemplazar 34.000 millones de barriles de crudo al año pero en
 el 2015 tan sólo se alcanzaron los 8.000 millones, por el drástico 
descenso de las inversiones en exploración y producción mundial (un 28% 
en el 2017 y se estima una nueva caída del 20% este año), por lo que 
EEUU intentará provocar un golpe de mano contra Maduro para apropiarse 
de las reservas petrolíferas venezolanas. 
 Las derrotas de Exxon y Tillerson 
 La primera derrota legal con el gobierno de Hugo Chávez fue en ocasión 
de la nacionalización de la Faja Petrolífera del Orinoco, el primero de 
mayo de 2007. Un año después, la Exxon Mobil intentó una acción judicial
 de confiscación de activos de la estatal petrolera Pdvsa en el exterior
 por 12 mil millones de dólares ante tribunales ingleses (llamada 
"Mareva Injuction") y también fue derrotada. 
 Más tarde llevó a 
Venezuela a juicios de arbitraje -acordados durante la Apertura 
Petrolera en l llamada Cuarta República (antes del 1999), primero ante 
la Cámara de Comercio Internacional, con una demanda mil millonaria. Y 
también fue derrotada. Y, en seguida, volvió demandar ante el CIADI 
(Centro de Arbitraje Internacional) en Washington, por 1.400 millones de
 dólares, para sumar otra derrota legal. 
 Venezuela apeló este 
fallo porque la sentencia tenía un problema de fondo y la última 
sentencia a favor de Venezuela, fue el año pasado… hecho que fue 
tímidamente difundido en Caracas. Cuando delegados de países productores
 de petróleo se reunieron en la ONU para analizar este triunfo, el 
exministro de Petróleo venezolano (hoy detenido) pidió al embajador en 
Naciones Unidas que "no hiciera o declarara nada" porque "se estaban 
tratando de llegar a acuerdos con ellos". 
 Lo explica (o 
denuncia) Rafael Ramírez, ministro de Petróleo y presidente de Pdvsa 
cuando Hugo Chávez, y entonces embajador en la ONU, hoy separado del 
cargo, quien afirma que dos ministros del gobierno, pidieron reunirse 
con la ExxonMobil en Nueva York "para negociar el regreso de la 
trasnacional al país, e incluso para que explotaran en conjunto con 
Pdvsa el campo que la Exxon se apropió en nuestras aguas territoriales 
en disputa con Guyana", lo que trataba de demostrar una especie de 
"iniciativa pragmática" de algunos personeros del gobierno . 
 EEUU, el petróleo y el  ahogo  a la región 
 EEUU es el país del mundo que más hidrocarburos consume a diario, unos 
20 millones de barriles, el doble que China, entre su parque industrial,
 la enorme cantidad de vehículos particulares y colectivos que movilizan
 y el gigantesco aparato militar de que dispone .  
 La 
producción de petróleo de forma convencional en EEUU alcanzó su máximo 
nivel en 1970 y después comenzó a declinar, teniendo que importar en el 
2005 casi el doble del total de crudo producido en dicho país hasta la 
aparición de la revolucionaria y controvertida técnica del fracking, que
 consiste en la extracción de gas natural no convencional mediante la 
fracturación de la roca madre (pizarras y esquistos) para la extracción 
de gas de esquisto (shale gas) y de petróleo ligero (shale oil. 
 
Según datos oficiales, EEUU se habría convertido ya en el principal 
exportador mundial de combustibles refinados (gasolina y diésel), 
pudiendo convertirse en el horizonte del 2018 en exportador neto de GNL,
 con una producción de crudo equivalente a 10 millones de barriles 
diarios provenientes de los campos tradicionales y de las nuevas 
explotaciones de petróleo en roca porosa (Cuenca Pérmica de Texas). 
 Pero seguirá siendo importador de crudos hasta 2035, con un consumo de 
entre 16 y 20 millones de barriles diarios, pero en el 2020 el petróleo 
importado representará tan sólo el 26% de su mercado interno. En la 
actualidad, el 45% de las importaciones de crudo de EEUU proceden de 
Oriente Medio y Norte de África pero la nueva geoestrategia energética 
pasaría por tener a Canadá como principal proveedor (con la construcción
 del oleoducto Keystone XL), lo que tendrá efectos colaterales como la 
progresiva disminución de importaciones de crudo procedentes de la OPEP,
 México, Colombia y Brasil. 
 Asimismo, hay una drástica reducción
 de sus compras a Venezuela con el objetivo de lograr la asfixia 
económica del gobierno bolivariano y fagocitar sus reservas de petróleo 
(hoy son sólo de 800.000 bpd diarios frente a los 1,7 millones de bpd 
vendidos en1998), lo que obligará a México y Venezuela a redireccionar 
sus exportaciones hacia China e India, con fletes prohibitivos. 
 
Por otra parte, Petrocaribe fue creado en 2005 por iniciativa de 
Venezuela con el objetivo de suministrar combustibles a los países de la
 cuenca del Caribe en condiciones ventajosas de pago, como créditos 
blandos y bajas tasas de interés para 18 países. Venezuela exporta 
100.000 barriles diarios a los países del bloque que generaban una 
factura de 4.000 millones de dólares, de la cual una parte se paga en 
efectivo. 
 En cada país que visitó Tillerson habló de petróleo. 
En A rgentin a quiso ech a rle mano a los ricos y a cimientos de litio 
del norte del pa ís y los de hidroca rburos de Vaca Muerta, pero se 
encontró con otro CEO- ministro como Juan A ranguren, directivo de la 
Shell. 
 Jeffrey Sachs, académico de la Universidad de Columbia 
que participó en las actividades preparatorias de la reunión del G20 – 
que Argentina organizará en noviembre-, dejó un par de mensajes que dejó
 atónitos a los funcionarios de la cancillería argentina: criticó la 
política de Vaca Muerta (producción de petróleo y gas por fracking, 
debido a su impacto ambiental) y también la decisión de Macri de reducir
 los impuestos de las grandes empresas, lo que hace aumentar la 
desigualdad, que es insustentable, dijo. 
 Quizá una nueva 
edición, para nada edulcorada de la doctrina Monroe, sirva para el 
despertar de un frente común de la región. Tillerson ha hecho su 
esfuerzo para que ello ocurra. No se auguran sino tiempos 
difíciles para Venezuela y toda América Latina y el Caribe, porque esta 
ofensiva imperial, que hace parte de la restauración neoliberal 
conservadora, encuentra a las izquierdas y a las fuerzas progresistas 
latinoamericanas y caribeñas viviendo su peor momento en los últimos 15 
años. 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario