Entrevista a Victoria Sandino, excomandante de las FARC y candidata al Senado en las elecciones colombianas
En el contexto de la
 violencia política contra la Unión Patriótica (5.000 asesinados en la 
década de los 80 y 90 del siglo XX), Victoria Sandino Simanca 
(Tierralta, Córdoba, 1965) se unió a la lucha de las FARC-EP. Fue en 
diciembre de 1992. Mucho antes, en 1964, unos 50 campesinos de la región
 de la Marquetalia fundaron el movimiento guerrillero que dirigieron 
Manuel Marulanda y Jacobo Arenas. Victoria Sandino había militado en el 
Partido Comunista de Colombia y en la Unión Patriótica. En las FARC-EP, 
la guerrilla más antigua de América Latina, desarrolló múltiples 
actividades: trabajo político de relación con las comunidades, 
organizaciones sociales de los territorios y mujeres; tareas de 
educación, alfabetización y comunicación con los compañeros, entre 
otras. Ya en una etapa posterior –las negociaciones de paz con el 
gobierno de Santos- la excomandante guerrillera coordinó la Subcomisión 
de Género por parte de las FARC-EP y fue plenipotenciaria de la Mesa de 
Negociaciones de La Habana. Actualmente Victoria Sandino forma parte del
 Consejo Político Nacional del partido Fuerza Alternativa Revolucionaria
 del Común (la antigua guerrilla marxista-leninista de las FARC), en 
cuyas listas se presenta como candidata al Senado en las elecciones 
presidenciales del 27 de mayo. La entrevista tuvo lugar el pasado cinco 
de diciembre, día siguiente a la presentación en Valencia del documental
 “Amanecerá y veremos. Mujeres protagonistas de paz en Colombia”, obra 
del periodista Sergi Tarín y producido por la ONG Atelier.
-A
 finales de noviembre 142 organizaciones de víctimas y derechos humanos 
denunciaron ante la Corte Penal Internacional que el Estado colombiano 
ha modificado, en el último año, el Acuerdo de Paz de La Habana de 
acuerdo con los intereses de los sectores políticos, económicos y 
militares “de alto rango”. El documento critica el “manto de impunidad” 
para los máximos responsables de crímenes de lesa humanidad, entre otras
 razones por las modificaciones en la Jurisdicción Especial para la Paz 
(JEP). Acordado por el Gobierno y las FARC en septiembre de 2015, este 
mecanismo incluye un Tribunal para la Paz, Salas de Justicia y establece
 como principio “una paz sin impunidad”.
 Lo que se buscaba
 con la JEP era la Justicia, Verdad, Reparación y no Repetición para las
 víctimas. A la JEP tenían que comparecer en principio todas las 
personas que, de una u otra manera, habían causado grave daño en el 
contexto del conflicto armado. Hablamos de la insurgencia, los 
militares, el Estado en su conjunto y los particulares o “terceros”. 
Establecer esta Jurisdicción era obligatorio, porque la Justicia en 
Colombia no funciona: es muy corrupta y está muy politizada. Por esta 
razón se buscó un mecanismo especial para elegir a los magistrados del 
Tribunal para la Paz y de las Salas. Pero la Ley de Reglamentación de la
 JEP aprobada por el Congreso el 28 de noviembre se crea sólo para los 
militares y, particularmente, la insurgencia. Fuera de la Jurisdicción 
quedan el Estado en su conjunto y los “terceros” –como paramilitares o 
grupos terratenientes que han financiado el paramilitarismo-, que sólo 
comparecerán de manera voluntaria. 
 -A primeros de noviembre 
fue detenido por orden de la Fiscalía General de la Nación el hacendado 
Jaime Alberto de Jesús Angulo Osorio en Santa Rosa de Osos (norte de 
Antioquía). El motivo, su presunta participación en la masacre del Aro, 
perpetrada en el municipio antioqueño de Ituango por paramilitares de 
las ACCU; ocurrió en octubre de 1997: fueron asesinados 17 campesinos y 
1.200 personas resultaron desplazadas. ¿Es un ejemplo de la impunidad 
paramilitar?
 Las grandes masacres que se produjeron en la 
década de los 80 y 90 del siglo pasado, por ejemplo contra las 
comunidades rurales, con 20, 30 y más de 50 muertos en una sóla acción, 
no han sido judicializadas. Obra de fuerzas paramilitares, las matanzas 
estuvieron ordenadas, financiadas y promovidas prinicipalmente por 
terratenientes. No están en la cárcel ni se ha hecho justicia, que es lo
 que se buscaba precisamente con la Jurisdiscción Especial para la Paz.
 -El
 periódico Semana se hace eco de una lista global sobre la concentración
 de riqueza en relación con el PIB, publicada por el periódico alemán 
Die Welt con datos de Bloomberg. En Colombia la fortuna de las cinco 
personas más ricas equivale al 12,5% del PIB, lo que sitúa a este país 
en el quinto del mundo respecto a la acaparación de la riqueza. Además, 
según el Banco Mundial, Colombia es el segundo país más desigual de 
América Latina y el séptimo a escala mundial. ¿Es un contexto poco 
propicio para que se imparta justicia?
 Pero es que además 
hay una realidad en Colombia… Los congresistas son los mismos 
terratenientes y gamonales de los territorios, quienes se han 
beneficiado de todos los despojos de las tierras a las comunidades 
campesinas. Algunos se han ido a la cárcel ahora por la “parapolítica”, 
pero porque es evidente su participación, la forma de asesinar a la 
gente y a los líderes en particular. Ellos están legislando en beneficio
 propio.
 -¿Es el presidente Santos un integrante más de las 
clases dominantes o, por el contrario, consideras que hay poderes que le
 trascienden?
 Santos es parte de la oligarquía nacional. Y 
esos “otros” poderes a los que me refiero son regionales y de los 
departamentos. En la Cámara son muchos los representantes que vienen de 
los territorios, donde se les ha elegido, y por supuesto no van a 
legislar contra lo que ha sido su práctica. Por esta razón han decidido 
que sea voluntaria la declaración en la JEP, ya que de lo contrario 
tendrían que comparecer muchos de los que están sentados en el Congreso.
 No digo que todos, pero sí muchos de ellos. Además la Reforma Política,
 que era fundamental para la participación de sectores democráticos, no 
salió adelante (El pasado 29 de noviembre el Senado votó a favor de 
archivar el proyecto de Reforma Política; tres días antes la FARC 
calificó en un comunicado la reforma como “frankenstein irreconocible 
que no refleja el espíritu del acuerdo de paz; han desaparecido 
contenidos como el control del dinero privado en las campañas, los 
recursos judiciales para la celeridad en las decisiones electorales, las
 medidas de democratización interna de los partidos y las listas 
cerradas”. Nota del entrevistador). 
 -La Defensoría del 
Pueblo de Colombia ha informado que entre enero de 2016 y marzo de 2017 
se produjeron 156 homicidios, cinco desapariciones forzadas y 33 casos 
de atentado contra líderes sociales y defensores de los derechos 
humanos. Atribuye en parte el fenómeno a la presencia de grupos armados 
que intentan implantarse en las zonas abandonadas por las FARC. También 
Naciones Unidas ha reportado durante 2017 un total de 105 homicidios de 
defensores y líderes de movimientos sociales en Colombia, en un 59% de 
los casos ejecutados por sicarios.
 Ocurre que la política no
 ha cambiado. El Estado y el Gobierno, empezando por el presidente 
Santos, tienen que elaborar unos planes específicos –a partir de los 
acuerdos de La Habana- para el ataque y desmantelamiento del 
paramilitarismo; y esto no se ha hecho. Por ejemplo, desde principios de
 año había que designar a la directora de la Unidad Especial de 
Investigación constituida en la Fiscalía para desmantelar las 
organizaciones responsables de masacres y el paramilitarismo; y fue a 
finales de noviembre cuando el Fiscal General nombró a la nueva 
directora de la Unidad de Desmantelamiento de Organizaciones Criminales,
 Martha Jeaneth Mancera. Además la Fiscalía dispone de documentación 
sobre 15.000 casos relacionados con la acción de civiles durante el 
conflicto armado, pero judicialmente no se ha avanzado. ¿Qué ocurre? El 
Fiscal General de la Nación, Néstor Humberto Martínez, ha sido abogado 
de multinacionales y ha estado vinculado a empresas que financiaron el 
paramilitarismo; sería como atacar a sus amigos…
 -En tu 
cuenta de twitter te defines como fariana, feminista y luchadora por la 
paz con justicia social para Colombia. ¿Qué peso tiene el feminismo en 
la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, partido que desde el 
pasado mes de septiembre sustituye a la guerrilla de las FARC?
 En la dirección nacional del partido –el Consejo Nacional de los 
Comunes- participamos 111 personas, de las que 26 somos mujeres. Y entre
 los 15 miembros del Comité Ejecutivo de la FARC, estamos presentes 
cuatro mujeres. Esto no es realmente tan grave, ya que formamos parte de
 un partido político en transición de la vida guerrillera a la vida 
civil. La presencia de la mujer en la Fuerza Alternativa Revolucionaria 
del Común es mayor que en los partidos tradicionales. Por otro lado 
nosotros venimos de una estructura jerárquica político-militar –que en 
la práctica fue muy militar-, y hemos venido realizando un trabajo muy 
duro desde el inicio de las negociaciones de paz, en septiembre de 2012,
 para abrir espacios a la participación de las mujeres y por el 
reconocimiento de nuestro papel en el conflicto. Obviamente nosotras 
continuamos luchando por lograr una mayor representación, y eso 
significa también formación política así como ganar confianza en la vida
 pública. Todavía el ejercicio público y político no lo hemos tenido 
como una práctica. Estamos en ese proceso.
 -El próximo 27 de 
mayo se celebrarán elecciones presidenciales en Colombia, en las que 
participas como candidata al Senado por la FARC junto a Iván Márquez, 
Pablo Catatumbo o Griselda Lobo. ¿Cómo se afrontan?
 Con la 
esperanza de la participación, y con una gran preocupación. Aspirábamos a
 que no sólo nosotros, sino también los demás partidos y movimientos 
sociales con aspiraciones a participar en la vida política lo hicieran. 
Pero no va a ser posible, porque no se aprobó la Reforma Política. 
Además tenemos que competir el voto con unas prácticas muy complicadas; 
el sufragio en Colombia no es obligatorio, y a la gente le ofrecen 
cualquier cosa: un almuerzo, materiales de construcción, zinc, cemento, 
un rollo de alambre para la parcela… Mucha gente da su voto a cambio de 
esto, no se trata de una elección consciente. 
 -El Alto 
Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Colombia
 recuerda que altos funcionarios del Estado han declarado, ante los 
medios informativos, que asesinatos de líderes comunitarios y defensores
 de derechos humanos “son debidos a líos de faldas, peleas con vecinos y
 rentas ilícitas”. Según Naciones Unidas, “esto es muy peligroso ya que 
se parece querer justificar los asesinatos”. Por otra parte, las mujeres
 de la FARC denunciaron en un comunicado (“No jueguen con el honor de 
las farianas”) la utilización mediática de la violencia sexual “como 
arma contra nuestros compañeros”.
 Están sacando todo esto y 
más cosas. Algunos delitos han quedado fuera de la JEP, por ejemplo los 
de carácter sexual cometidos durante el conflicto armado. Nosotros 
pedíamos que estos delitos no fueran indultables ni amnistiables, y no 
sólo para los nuestros que hayan podidos cometerlos, sino para 
cualquiera. Queríamos, por tanto, que estos delitos se mantuvieran en la
 JEP, ya que nunca fueron juzgados por la justicia ordinaria; De hecho, 
en Colombia a las mujeres se las viola diariamente, cada tres días una 
mujer es asesinada en el país y diariamente se producen 55 abusos 
sexuales. Ahora que el Congreso aprobó que las violaciones salgan de la 
Jurisdicción Especial y vayan por la justicia ordinaria, se ha empezado a
 decir que algunas personas nuestras están implicadas en delitos 
sexuales. 
 -Según el Centro Nacional de Memoria Histórica, 
15.076 personas –en más de un 90% de los casos, mujeres adultas, niñas y
 adolescentes- sufrieron la violencia sexual durante 60 años de 
conflicto armado. ¿Se utilizó el cuerpo de la mujer como arma de guerra?
 Yo creo que sí, fundamentalmente por los paramilitares y también por la
 fuerza pública. En los territorios donde llegaba el paramilitarismo se 
perpetraban masacres y también se violaba a las mujeres; es lo que hoy 
en día queremos que salga en la Comisión de la Verdad, ya que nunca se 
investigó. Simplemente se dijo que se produjeron masacres, pero no se 
indagó en lo que ocurrió antes y durante los crímenes. Actualmente 
partidos como el Centro Democrático y la ultraderecha pretenden 
“empapelar” a todo nuestro personal, sobre todo a los hombres, afirmando
 que están implicados en delitos sexuales o de narcotráfico. 
 -¿Qué define a las farianas?
 Las mujeres de las FARC somos un colectivo que ganamos cotas 
importantes de igualdad al interior de la organización; nuestra práctica
 de lucha no ha sido sólo por los derechos de la mujer, sino del pueblo 
colombiano. Y ello en un país tan conservador como el nuestro, donde las
 mujeres han sido relegadas al mundo exclusivamente privado. De manera 
colectiva las mujeres de las FARC hemos construido unas propuestas o 
lineamientos –no digo teoría, no soy tan pretenciosa- en torno a un 
feminismo que llamamos “insurgente”, en el que planteamos la 
emancipación de las mujeres y del conjunto de la sociedad. Recogemos 
para ello elementos de nuestra práctica insurgente, cuando éramos 
iguales mujeres y hombres, y en la práctica revolucionaria se rompieron 
los roles establecidos. 
 -¿Y cómo caracterizaría al partido 
Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común? ¿Sirven las tradicionales 
etiquetas de “marxista-leninista” o “socialdemócrata”?
 Creo 
que en la parte teórica hemos aprendido muchas lecciones del contexto 
internacional. Aquí no se trata de que nuestra línea político-ideológica
 tenga que ser el socialismo marxista-leninista, socialdemócrata, 
trotskista o maoísta, no. Primero defendemos la autodeterminación de los
 pueblos. Entre todos los colombianos nos hemos de poner de acuerdo en 
qué tipo de país queremos. Promovemos además algunos principios como el 
“buen vivir” y garantías sociales para la población. Es decir, una 
sociedad más justa, se llame socialismo o del modo que se quiera. Pero 
que sea más justa y “a la colombiana”, por eso trabajamos. 
 -Desde
 que las FARC-EP nacieran en 1964 en las montañas del sur del 
departamento del Tolima, hasta la rúbrica de los Acuerdos de La Habana 
en 2016, ¿cuál fue el principal logro del movimiento guerrillero?
 El Acuerdo de Paz, porque sienta las bases para una sociedad distinta y
 los elementos del “buen vivir”. En los Acuerdos se aborda la cuestión 
de las víctimas, la tierra, la democracia y la participación. Colombia 
es un país donde a la gente se la asesina por pensar distinto.
 -Por
 último, ¿qué recuerdos te marcaron especialmente durante la guerra como
 dirigente de las FARC, organización en la que te enrolaste en diciembre
 de 1992?
 Hay experiencias muy duras, por ejemplo la pérdida
 de las vidas humanas. Compañeros que se perdieron en la guerra… Gente 
como Alfonso Cano: yo estuve en su unidad y fue mi jefe durante muchos 
años; era una relación muy de confianza, cercana, muy humanista. Su 
pérdida me dolió mucho. También la muerte de muchos compañeros y 
compañeras que estuvieron conmigo, bajo mi mando. Recuerdo a Laura 
González, que me marcó mucho. Pero también hubo cosas muy bonitas, como 
la colectividad; la manera colectiva como vivíamos y nos relacionábamos.
 Era no tener nada, pero saber que lo poco que teníamos lo compartíamos.
 Ahora estamos más dispersos, cada cual tiene su casita en los 
territorios y comunidades… Y hay más privacidad.  
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
 
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