La llegada de Donald 
Trump a la presidencia de Estados Unidos expuso de manera dramática una 
tendencia de la vida política de ese país que ha crecido durante el 
pasado medio siglo y hoy constituye el fenómeno más importante y más 
preocupante al que se enfrentan los ciudadanos de la autodenominada 
mayor democracia del mundo: la toma del poder por la ultraderecha y el 
retroceso de todos los valores cívicos.
Esta derechización se manifiesta en dos grandes movimientos. Por una parte, la conformación de un cártel de multimillonarios con la deliberada intención de tomar
 el poder mediante una red de instituciones y programas que promueven su
 agenda en los grandes medios de comunicación, crean y financian 
expresiones de masas como el ultraconservador Tea Party, patrocinan a 
una escala hasta ahora desconocida las campañas electorales y posicionan
 a políticos afines en puestos clave, tanto a escala estatal como en 
ambas cámaras del Congreso, y en las áreas estratégicas del Poder 
Ejecutivo.
La segunda gran corriente es la encarnada en el resurgimiento y 
extensión descontrolada de la militancia extremista: grupos 
supremacistas, neonazis, antimigrantes, fundamentalistas cristianos, 
opositores a los derechos de las mujeres –de manera destacada, a sus 
derechos reproductivos–, y otros que enarbolan discursos de odio y 
realizan ataques, muchas veces letales, contra miembros de las minorías y
 contra cualquiera al que acusen de representar una 
amenazapara lo que definen como el “estilo de vida americano”.
El punto donde se encuentran la derecha electoral y los 
militantes extremistas es la caracterización del gobierno federal como 
el principal enemigo de la libertad y la consiguiente defensa de una 
agenda de gobierno mínimo, desregulación irrestricta de la actividad 
empresarial y reducción o eliminación de impuestos, considerados el 
mayor obstáculo al progreso y la iniciativa privada.
La democracia estadunidense nunca había encarado una amenaza como la 
que supone la confluencia de los dos fenómenos descritos. La defensa 
explícita que el magnate hizo de integrantes de grupos neonazis y de 
supremacismo racial, inédita en la historia reciente de la nación, 
disparó la conciencia acerca del peligro en que se encuentra la 
continuidad de algo parecido al orden republicano, mientras la 
integración del gabinete con el mayor número de millonarios hasta ahora 
es un elocuente recordatorio de que las instituciones públicas se 
encuentran secuestradas por la voluntad de un puñado de ultrarricos.
A menos que haya un viraje en la tendencia imperante desde la 
irrupción del neoliberalismo como avasalladora fuerza ideológica en la 
década de los 70, el mundo se en
camina
 a un sombrío destino, en el cual la mayor potencia militar será 
gobernada por una oligarquía belicista, insensible, practicante de un 
darwinismo social extremo, y totalmente ciega al sufrimiento que su 
modelo económico impone a las nueve décimas partes de la humanidad.
 

No hay comentarios:
Publicar un comentario