En
 una rigurosa investigación de los documentos militares y de 
inteligencia estadounidense obtenida bajo la Ley de Libertad de 
Información Tom Secker y Matthew Alford revelan la vasta escala de 
control del gobierno de los Estados Unidos en Hollywood. El libro Seguridad nacional del cine. La perturbadora nueva evidencia del control gubernamental en Hollywood
 de Secker y Alford incluye la capacidad de censura, manipulación y 
producción de guiones en estricta correspondencia con los objetivos de 
la Estrategia de Seguridad y Defensa de los Estados Unidos.
La
 liberal, creativa y autónoma industria del entretenimiento que tiene su
 centro productor más importante en Hollywood revela su lado oculto en 
la producción, configuración y manipulación de realidades globales. Este
 hallazgo plantea interrogantes fundamentales sobre viejos temas de la 
industria del entretenimiento en tanto máquina de guerra del Pentágono.
 La relación entre cine, televisión y política reúne tres señales 
distintivas de la materialidad de la cultura en cuanto vincula la 
producción estética, las innovaciones tecnológicas y la institución 
social. Y es esta relación donde se sintetizan las verdades secretas en cuanto síntoma de lo que Jean Paul Sartre habría llamado la neurosis objetiva.
El
 flujo total sin interrupción de contenidos que tiene como operadores 
anafóricos al cine, la televisión, el ordenador y el teléfono condena a 
la obsolescencia, la distancia crítica. En términos de Greg Lukács, la 
objetualización del mundo bloquea su propia teorización al convertirse 
en teoría por derecho propio.
La estrategia mediática 
contra el aburrimiento como patología urbana de la modernidad supone 
enfrentar las situaciones de parálisis de las audiencias mediante la 
espectacularización de la vida en un flujo sin fin de anuncios, 
contenidos y situaciones. El tiempo se compartimenta en ciclos cortos 
donde la experiencia humana se reduce a las pequeñas historias de los 
video-clips, las propagandas y los tweets que condensan con toda su 
sobrecarga informativa la característica medular del capitalismo cognitivo.
 Este desafío crítico supone movilizar los instrumentos conceptuales 
para asimilar la ampliación imperialista de está triada cultural.
Entre
 los notables hallazgos del libro de Tom Secker y Matthew Alford tenemos
 la participación directa del gobierno de los Estados Unidos en la 
reescritura de guiones, la producción cinematográfica y televisiva y la 
censura de películas críticas en los últimos veinte años ([1]). Posiblemente, las películas Wag the dog de Robert De Niro y Dustin Hoffman y Burworth
 de Warren Beatty sean por su realismo los acercamientos más precisos 
sobre la relación entre política y cine en la contemporaneidad reciente.
 La película de Stanley Kubrick Dr. Strangelove or: How I learned to stop worrying and love the bomb
 con Peter Sellers y George C Scott denunciaba la presencia del complejo
 militar en la política desde una irónica parodia acerca de la 
destrucción mutua garantizada. Inclusive, el cine político de la década 
de los setenta apunta a visibilizar esta relación sin problematizar la 
presencia de los servicios de inteligencia como garantes del espacio de 
lo pensable en las grandes producciones cinematográficas. 
Indudablemente, el espacio de lo pensable en tanto construcción
 de grandes problemáticas humanas se encuentra transversalizado por las 
verdades secretas de la neurosis objetiva del Pentágono desde la Segunda
 Posguerra. Las persecuciones del macartismo ejemplificadas en Guilty by Suspicion
 de Robert De Niro y Anette Bening muestran la presencia de las llamadas
 listas negras que se convirtieron en la cacería de brujas más famosas 
de la cinematografía del siglo XX. Esta presencia-ausencia de los 
servicios secretos en Hollywood es una tarea pendiente del pensamiento 
crítico en su deconstrucción de esta triada cultural. Los trabajos de 
Guy Debord, Fredric Jameson y Slavoj Zizek representan la arquitectura 
teórico-epistemológica para iniciar la demolición de la sociedad 
administrada como la teorizó tempranamente Theodor Adorno.
Al observar, desde una mirada rasante los deslizamientos políticos producidos en la década de los setenta, películas como Fiebre del Sábado por la Noche y la Guerra de las Galaxias
 se convirtieron en iconos vanguardistas de una generación de jóvenes en
 el mundo al construir una nueva sensibilidad epocal. En la primera 
encontramos un desplazamiento en los valores de la juventud obrera hacia
 los temas del baile, la discoteca y el fin de semana en contraste con 
los grandes temas de la juventud de los sesenta como la lucha contra la 
Guerra de Vietnam, por los derechos civiles y por transformar el mundo.
La
 política como espacio de resistencia, contra-hegemonía y emancipación 
cede ante los temas de la frivolidad, la estética del sí mismo y la 
mirada cortoplacista. Un desplazamiento de la utopía al equipamiento 
tipo del neoliberalismo posmoderno. En la segunda tenemos la emergencia 
del debate sobre el multiculturalismo en el contexto de la emergencia 
unipolar del mundo con su lenguaje sobre el Imperio, las verdades 
atávicas y el derecho natural. Más allá de la escenografía que implicó 
la introducción de los efectos especiales en el cine la historia se 
mueve en las coordenadas de las luchas entre el bien y el mal.
El
 realismo político configura las grandes búsquedas intergalácticas 
desplazando los temas de los enemigos hacia nuevos horizontes en cuanto 
nuevas fronteras en un lenguaje transido por el cálculo racional. Una 
condensación conceptual, audiovisual y simbólica anticipatoria del 
Proyecto para un Nuevo Siglo Americano que se convirtió en la nueva 
agenda política de los Estados Unidos en el siglo XXI. Por un lado, la 
política del sí mismo que anunciaba Fiebre del Sábado por la 
Noche se ha profundizado con la sensibilidad neoliberal, meritocrática y
 posmoderna, por el otro, los debates sobre el multiculturalismo que 
presentaba la Guerra de las Galaxias nos conducen a una ética estrictamente comprometida con un nuevo refugio narcisista en clave imperial.
Las
 películas del género de espionaje con sus iconos centrales representan 
con más claridad el lenguaje de la geopolítica global con sus nuevas 
problemáticas. Figuras como James Bond (Ian Fleming) y Jack Ryan (Tom 
Clancy) se convierten en franquicias en tanto logran presentar las 
peligrosas fronteras que se entretejen entre los servicios secretos, los
 destinos del género humano y el mundo libre. El debate sobre las crisis financieras es representado por James Bond y Jack Ryan respectivamente en Golden Eye y Código Sombra
 como una trama que tiene como contexto de fondo la guerra de divisas, 
los centros financieros globales y los centros de producción de 
conocimiento de la globalización financiera. No es casual que la City de
 Londres y la Escuela de Economía de Londres (London School of 
Economics) sean parte del decorado fundamental de las películas de 
espionaje. Al mismo tiempo que se presenta al dólar constantemente 
amenazado por los sindicatos y el terrorismo como la moneda de la paz 
global. Los nuevos agentes del terrorismo incluyen a rusos, árabes y 
chinos.
En la película En la Caza del Octubre Rojo
 inspirada en el libro de Tom Clancy tiene mayores conflictos dramáticos
 en tanto logra presentar la posibilidad del conflicto nuclear en el 
marco de la decisión de desertar de un alto oficial soviético a los 
Estados Unidos a bordo del submarino nuclear más letal jamás creado. La 
deserción, el honor, la paz y el conocimiento sirven como pretexto para 
la aparición del nuevo héroe estadounidense. Un héroe del capitalismo 
cognitivo que anunciará en la década de los setenta el sociólogo 
estadounidense Daniel Bell con la idea de la información como la matriz 
fundamental de la nueva época. Jack Ryan compite con James Bond en el 
género de espionaje. Pero, sobre todo, las películas Skyfall y Spectre
 de la franquicia de James Bond representan las mutaciones globales del 
capitalismo cognitivo. En la primera película la trama se centra en la criptografía
 de las grandes computadoras que incluye las finanzas, la política y los
 servicios secretos como los nuevos derroteros del conflicto geopolítico
 global. En la segunda la agenda del servicio secreto es adentrarse en 
las sociedades secretas al servicio de intereses ajenos al mundo libre.
La presencia ausencia del Pentágono se manifiesta en películas tan disimiles como Contacto, Jurassic Park, El Día de la Independencia y Hulk,
 entre otras para conjurar los elementos subversivos incluidos en los 
guiones. La necesidad de privilegiar una mirada benevolente de los 
militares, los servicios secretos y el gobierno es una de las tantas 
tareas del Departamento de Defensa en enlace con Hollywood, que 
transfiere a la ciudadanía, al pueblo, a la gente común, el camino 
destructivo del capitalismo histórico como si fuera un informe del Banco
 Mundial. La realidad de los bombardeos a poblaciones civiles, los 
múltiples crímenes de guerra, la instrumentalización de la muerte quedan
 excluidos de los guiones, tramas y narrativas sobre la inmigración 
forzada, el tráfico de personas, la destrucción de naciones enteras. Las
 facticidades de los daños colaterales que invaden con sus 
consecuencias el mundo global no tienen espacio de representación en la 
industria del entretenimiento. Y obviamente, no puede tenerlo si la 
benevolencia de las actuaciones de los Estados Unidos en las guerras 
destructivas que ha instrumentado en las últimas décadas ha sido el 
elemento ausente.
 En realidad, esta censura blanda, 
construye nuevos derroteros para los servicios secretos en 
correspondencia con una agenda global que determina quienes son los 
enemigos, la irracionalidad de sus conductas, su presencia deshumanizada
 que destruye el sentido de la sociedad decente. La triada cultural 
construye realidades soportadas sobre miradas corporativas que precisan 
de las riquezas de un territorio determinado.
La estrecha 
interrelación que establecen Secker y Alford sobre los objetivos del 
Pentágono en cuanto directriz geopolítica con los contenidos de 
películas, series, anuncios, publicidades no podemos soslayarla cuando 
pensamos la crisis política, económica y social de Venezuela. Sobre 
todo, por la capacidad de dotar de una narrativa democrática las 
expresiones de odio, los deseos de venganza y el racismo en una trama 
que tiene como resultado práctico el Golpe de Estado. El debate sobre la
 posverdad encuentra nuevos asideros en los constructores de 
mundos, universos y cosmovisiones con esta rigurosa investigación de 
Secker y Alford. La capacidad imaginativa estrictamente limitada por los
 arquitectos de la imaginación representa el imperativo a deconstruir 
críticamente en tanto plantea una subversión de nuestra forma de pensar 
el mundo.
- Dr. Miguel Ángel Contreras Natera, Prof.
 Agregado del Departamento de Teoría Social, Escuela de Sociología, 
Facultad de Ciencias Económicas y Sociales FACES, Universidad Central de
 Venezuela.
[1]
  En esta dirección, la última palabra la tiene Phil Strub del 
Departamento de Defensa quien funciona como enlace entre el Pentágono y 
Hollywood desde 1989. Esta relación se remonta a 1910 fortaleciéndose en
 1947 con la creación de la CIA, supone la firma de contratos y 
compromisos con acuerdos de producción para la aprobación de una 
secuencia a lo interno de una producción cinematográfica y televisiva. 
Las referencias críticas a suicidios de militares como consecuencia de 
la Guerra contra el Terror está prohibida. Igualmente, las relativas a 
la actuación genocida de las fuerzas armadas estadounidense en la Guerra
 de Vietnam.
    http://www.alainet.org/es/articulo/187082  
 

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