Alfredo Serrano Mancilla *
Siempre  igual.
 Después de un periodo de tormenta, se reordenan las piezas en el 
tablero global. Así ha sucedido en repetidas ocasiones a lo largo de la 
historia. En 1870, ante una crisis de sobreproducción del capitalismo 
central, la región latinoamericana quedó reinsertada de otra forma en la
 economía mundial; además de seguir proveyendo materias primas, debía 
servir a partir de entonces como zona consumidora. Después, a lo largo 
del siglo XX, nuevamente se sucedieron algunos clivajes económicos que 
reacomodaron las relaciones de la región con el mundo. La última fase 
histórica fue indudablemente la llegada del neoliberalismo, que supuso 
un patrón de subordinación en lo financiero, en lo tecnológico, en 
propiedad intelectual.
Iniciado el siglo XXI, la ola de procesos de cambio en la región puso
 freno a ese encaje. Las políticas económicas llevadas a cabo por los 
gobiernos posneoliberales fueron claves para resituar geoeconómicamente 
al bloque latinoamericano. Si bien es cierto que muchos países 
continuaron exportando materias primas, esto se hizo de otra forma, bajo
 nuevas condiciones de soberanía y con relaciones más diversificadas 
(China, India, Rusia). Nacieron nuevos espacios de integración. 
Disminuyeron los acuerdos de libre comercio. Se redujeron en gran medida
 los tratados bilaterales de inversión y los acuerdos sobre los aspectos
 de los derechos de propiedad intelectual relacionados con el comercio. 
En lo financiero se puso algún límite a los mecanismos especulativos, 
aunque con un impacto mucho menor a lo que se logró en otros ámbitos. En
 suma, el cambio se notó también en lo exterior. El Sur latinoamericano 
recuperó en cierta medida un espacio geoeconómico en el mundo. El Norte 
seguía mandando, pero mucho menos de lo que estaba acostumbrado.
Y entonces llegó la explosión financiera del 2007-2008, y supuso un 
punto de quiebre en el orden geoeconómico dominante. La gran debacle 
económica, que lleva ya casi una década, ha provocado que todo se mueva.
 Estamos en un ciclo de estancamiento, en el que la economía real sale 
como gran perdedora. La contracción es duradera. El consumo sigue sin 
recuperarse. Los precios de los commodities se han reducido 
significativamente. La productividad sigue a la baja. La expansión 
cuantitativa monetaria no da sus frutos porque el dinero creado no va a 
parar a la actividad económica. Los nuevos dólares y euros se dirigieron
 únicamente a sanear finanzas que están absolutamente desligadas de la 
inversión productiva. Así, la economía mundial no repunta, la tasa de 
ganancia tampoco y lo único que sigue siendo altamente rentable es el 
mundo financiero. La financiarización se propaga sin barreras. La deuda 
mundial continúa siendo el asidero perfecto para ganar dinero sin 
trabajar. La cifra asusta: el mundo adeuda 3.3 veces su PIB. La 
concentración del capital continúa a pasos agigantados. Los países 
centrales buscan nuevas fórmulas para expandirse. Las cadenas globales 
de valor son cada vez más difusas.
Y América Latina no está ajena a este proceso.
1. Al interior de la región se ha producido un acelerado proceso de 
fusión y absorción empresarial. Las grandes han fagocitado a las más 
pequeñas. El mercado transaccional de América Latina ha crecido 89.42 
por ciento en lo que llevamos del año. Las multilatinas son ya un hecho 
económico consolidado que condiciona la matriz de intercambio regional. 
Son agentes económicos centrales en las economías en los países donde 
están presentes. Y además tienen tanto interés adentro como afuera. La 
transnacionalización ha llegado también al interior de la región.
2. Otro asunto no menor es el desembarco de las medianas 
empresas de los países centrales. La crisis de demanda interna se 
compensa saliendo afuera. Las medianas empresas europeas o 
estadunidenses buscan mercados afuera y procuran instalarse en países 
latinoamericanos para garantizar un plan de negocios sostenible a escala
 global. Esto, indudablemente, condiciona a las economías locales, 
porque desplaza la producción nacional.
3. La balcanización amenaza seriamente la integración económica regional. Se impone un 
sálvese quien puedaen la medida en que las cosas se ponen muy complicadas. Cada uno acuerda con quién y cómo puede. Cada vez hay menor homogeneidad en la forma en que los miembros de un bloque se relacionan con países del exterior, lo que debilita el proyecto común a lo interior.
4. La salida asiática es cada vez más deseada. Son muchos los países 
que han priorizado las relaciones económicas con ese espacio 
geoeconómico. Y da igual el corte ideológico del gobierno de turno. Por 
ejemplo, Venezuela, Brasil, Perú, Chile, Bolivia y Argentina han estado 
presentes en la última reunión del Banco Asiático en Inversiones e 
Infraestructura. Por otra parte, los datos de China abruman: en menos de
 10 años la inversión extranjera directa en América Latina desde China 
se ha multiplicado por más de 10. El Consenso de Beijing está más 
omnipresente que nunca.
5. Si el Mercosur se alinea con la Unión Europea esto significará un 
importante movimiento en el orden geoeconómico global, porque se trata 
de dos espacios de grandes dimensiones. No es fácil que lleguen a un 
acuerdo rápidamente, a pesar de la presión de los grandes grupos 
económicos. Todavía hay mucha tela que cortar para sintonizar tantos 
intereses contrapuestos. Todo dependerá de cuánto dure la restauración 
conservadora en Argentina y Brasil.
6. Mientras continúe la tasa de interés tan baja en los países 
centrales, los flujos financieros buscarán resguardo en la región 
gracias a su alta rentabilidad de la deuda externa. La inversión 
extranjera en América Latina ha caído al mismo tiempo que crecen las 
emisiones de bonos. La fábrica de la deuda externa está más activa que 
cualquier otra actividad económica.
7. En la medida en que crece la fragmentación geográfica de la 
producción mundial, se reducen las posibilidades de que proliferen las 
cadenas regionales de valor. Se importa mucho valor agregado. La visión 
cepalina de industrializarse por la sustitución de importaciones ha de 
adaptarse a los nuevos tiempos. Hoy día es más importante generar un 
insumo intermedio demandado globalmente que procurar producir un buen 
final si no se cuenta con todos los insumos.
La región no camina sola. Lo hace siempre de la mano de lo que sucede
 a escala global. Creer que todo ocurre sin que el entorno exterior 
cambie es más propio de la economía hegemónica neoclásica, que es 
incapaz de explicar casi nada de lo que nos acontece. La nueva economía 
latinoamericana (Nel) debe estar muy atenta al cambio de época 
geoeconómico al que estamos asistiendo.
* Director de Celag, doctor en economía.
Twitter: @alfreserramanci
 

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