Alfredo Serrano Mancilla *
Sobrevolar la realidad se   
 ha convertido en el deporte preferido de muchos analistas. En esta 
nueva época de lo exprés, cada vez son más frecuentes los exámenes 
aéreos. Sorprende que cualquiera pueda escribir al mismo tiempo de 
Venezuela, Ecuador, Paraguay o Brasil como si conociera cada casuística a
 profundidad. Cada vez que asoma una coyuntura atractiva surgen 
venezolanólogos, ecuatorianólogos, paraguayólogos, brasileñólogos... Con
 Google bajo el brazo, se atreven a pontificar y sentenciar sin leer la 
letra pequeña de cada caso.
Hoy día vale todo. Se pasa de país a país sólo con un simple salto de página. Tan sencillos como superficiales son los análisis low cost
 que comienzan a proliferar para dictar cátedra sobre cuestiones 
realmente delicadas. Así se crean matrices de opinión desde los medios 
hegemónicos conservadores. Un buen titular, una gran campaña de 
publicidad, una buena red de medios orquestados y, con todo ello, vale 
todo. Dictadura en Venezuela, fraude en Ecuador, corrupción del 
kirchnerismo. Así de fácil para construir eso que ahora llaman 
posverdad.
No obstante, este quehacer no debería extrañar a nadie. Los medios 
dominantes no necesitan apenas rigor para ratificar lo que su línea 
editorial previamente ha determinado. Sin embargo, lo verdaderamente 
sorprendente es la aparición, cada vez con más fuerza, de una suerte de 
neoprogresismo desencantado-resentido que se suma a la fiesta de lo 
aéreo. Miran desde afuera, con gran distancia, sin embarrarse lo más 
mínimo y con escaso conocimiento de lo que sucede puertas adentro. Aun 
así, su condición de intelectualidad les da licencia para 
autoconsiderarse 
los inspectores de las revoluciones ajenas(tal como lo escribía Rodolfo Puiggrós).
Se animan a escribir cualquier cosa sobre cualquier país. No les 
importa el contexto ni la historia; ni la correlación de fuerzas 
políticas y económicas; ni los entresijos jurídicos de cada conflicto; 
ni siquiera les importan los intereses que persiguen esos medios 
concentrados por los cuales precisamente se informan. Boaventura de 
Sousa Santos consideró el epistemicidio como fórmula de destrucción del 
conocimiento causada por el colonialismo europeo. Y bien podría 
extenderse este término a lo que hacen muchos analistas desde su 
contemplación aérea.
Seguramente, Venezuela es el país que más atrae la atención de 
propios y extraños. Es desorbitante el número de textos que cada día se 
vierten sobre lo que ocurre con la revolución bolivariana. Nicolás 
Maduro se ha convertido en trending topic permanente. Los 
francotiradores de los grandes medios hacen su trabajo y centran el 
foco. Y la izquierda infantil cae rápidamente en la trampa, cautivada 
por la necesidad de dedicarle unas líneas para salvar a la humanidad y 
también su ego.
Salvo en contadas excepciones, estoy convencido de que ninguno
 de ellos podría dibujar de manera aproximada el mapa del país caribeño.
 Si usted se siente aludido, inténtelo. Tampoco sabrían decir cuántos 
estados lo conforman ni los partidos políticos que están presentes a lo 
largo y ancho del territorio. No conocen ni a los CLAP ni al GMAS. 
Probablemente tampoco hayan leído la Constitución ni sus artículos 347, 
348 y 349, que permiten al presidente convocar a una Asamblea Nacional 
Constituyente. Simplemente aprietan el gatillo fácil y caen en una 
retahíla de tópicos y lugares comunes que rozan en lo ridículo. Hablan 
del Tribunal Supremo de Justicia como si hubieran estudiado sus 
sentencias; censuran el abuso de poder sin distinguir cuántos poderes 
del Estado existen. Apenas dicen nada acerca de la violencia callejera 
fascista, que hace insoportable diariamente gobernar cualquier país. No 
señalan lo más mínimo del elevado riesgo país que sufre, a pesar de 
honrar todos los compromisos de la deuda a tiempo. Indudablemente no 
todo está perfecto, pero no todo puede ser catalogado con adjetivos que 
no tienen ninguna intención de contribuir a mejorar.
Las críticas son bienvenidas. El debate es clave y la opinión libre. 
Pero eso no autoriza que cualquiera se presente como doctor en venezolanología
 sin apenas haber estudiado lo más mínimo. Venezuela es epicentro 
contrahegemónico en clave geopolítica y esto le hace ser más observado 
que cualquier otro país del mundo. Su proceso político de cambio huye de
 los esquemas tradicionales, porque nació de una constituyente que puso 
en jaque al pasado y quiso recuperar la soberanía en tiempo récord. 
Porque además no hizo caso a recetas neoliberales ni socialdemócratas. 
Estas y muchas otras razones hacen que Venezuela sea apetitosa como 
laboratorio para analistas de cualquier origen ideológico. Sin embargo, 
se agradece que se escriba con algo de solidez y conocimiento de causa.
* Director del Celag
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