El 24 de marzo 2017 se   
 realizó un foro en Washington DC, Estados Unidos, sobre geoingeniería 
solar –formas de alterar la intensidad de los rayos solares que llegan a
 la Tierra, supuestamente para contrarrestar el calentamiento global. 
Esto tendría una serie de fuertes impactos injustamente repartidos en el
 globo, como más sequías y desequilibrios climáticos en Asia, África y 
América Latina. Quienes promueven estas tecnologías afirman que eso 
sería 
un mal menor. Claro, no será en su territorio donde ocurrirán los peores impactos con la aplicación de estas tecnologías.
Se anunció allí la intención de realizar en 2018 el experimento de 
geoingeniería solar más grande hasta el momento, a cargo de un equipo de
 la Universidad de Harvard, a menos de 100 kilómetros de la frontera con
 México. Según David Keith, que lidera el proyecto, llamado Perturbación
 Estratosférica Controlada o SCoPEx (por sus siglas en inglés), se hará 
en colaboración con la empresa espacial privada World View, en su puerto
 espacial privado en Tucson, Arizona. Planean esparcir partículas de 
sulfato, calcio y otras sustancias en la estratósfera con un globo y 
usar drones equipados con sensores para estudiar las reacciones
 químicas y físicas. Keith está financiado entre otros por Bill Gates, 
pero buscan más fondos para este experimento. (http://tinyurl.com/mzpaodv).
Hay muchos impactos ambientales y de otros órdenes con los experimentos de geoingeniería (http://tinyurl.com/mj689pm). Este violará la moratoria de facto
 contra la geoingeniería establecida en el Convenio de Diversidad 
Biológica (CDB), que admite experimentos de pequeña escala, pero 
solamente en un entorno controlado y que no genere daños 
transfronterizos, lo cual este proyecto no puede asegurar. Estados 
Unidos no es parte del CDB, algo que aprovechan los geoingenieros.
El foro, organizado por los programas de geoingeniería de Harvard y 
la Universidad de California (UCLA), se enfocó en el estado técnico y de
 gobernancia de la geoingeniería para manejo de la radiación solar en 
Estados Unidos, otra paradoja, ya que la geoingeniería se propone 
modificar el clima global y no se puede 
regularen un solo país. Reunió a un centenar de académicos, funcionarios, periodistas y algunas ONG, entre ellas grandes conservacionistas ligadas a intereses de empresas trasnacionales, como Environmental Defense Fund y The Nature Conservancy, que se han sumado a la promoción de la geoingeniería. Que el foro se realizara en Washington DC, muestra la intención de captar apoyo gubernamental.
Pese al reciente decreto de Trump desmantelando el programa de cambio
 climático del anterior gobierno, seguramente no se opondrá, y podría 
apoyar activamente, este tipo de experimentos para construir un muro en 
el cielo –para tapar el sol, imitando el efecto de una erupción 
volcánica–, ya que varios de sus colaboradores más cercanos son 
ardientes defensores de la geoingeniería. La manipulación del clima es 
buen negocio, crea mercados cautivos, tiene potencial de uso bélico y no
 demanda reconocer qué o quién causa el cambio climático, ni hacer 
cambios en políticas y patrones energéticos. Por el contrario, permite 
seguir con las causas que calientan el planeta y hacer negocios con 
tecnología para enfriarlo.
Por ello, entre los conocidos promotores de la geoingeniería 
en la administración Trump está Rex Tillerson, actual secretario de 
Estado, ex director de Exxon. Esta megaempresa petrolera ha promovido 
activamente la geoingeniería desde hace décadas, por ejemplo a través de
 Haroon Keshgi, jefe del programa de cambio climático de Exxon. Este 
año, la trasnacional logró incluso introducir a Keshgi en el equipo del 
Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) que 
está redactando el informe sobre cómo limitar el aumento de la 
temperatura global a 1.5 grados, marco en el cual ya han propuesto que 
se considere la geoingeniería. Tillerson declaró en diciembre 2016, que 
el cambio climático no es más que un 
problema de ingeniería. (Ver ETC Group, http://tinyurl.com/m4dkhkf)
Otro prominente defensor de la geoingeniería del gobierno Trump es 
David Schnare, del equipo de transición de Trump y hasta marzo 2017 alto
 funcionario de la EPA. Ser un conocido negador del cambio climático no 
le impidió trabajar desde 2007 por la inclusión de un plan multianual de
 apoyo oficial a la geoingeniería y estuvo a punto de lograr que un 
comité del Senado le aprobara 
discretamente(titulado con otro nombre) 5 millones de dólares para ello, pero un periodista difundió la maniobra y fue cancelado. Schnare sigue pujando por un programa de apoyo público a la geoingeniería, particularmente para alterar la radiación solar. En 2009 explicaba en una lista sobre geoingeniería cómo enfrentar a los críticos,
hay que desafiarlos a elegir entre la muerte por daño económico [por cambiar el modelo petrolero], la muerte por inacción política, la muerte por cambio climático o la vida gracias a la geoingeniería. Un discurso curiosamente convergente con el de David Keith.
Newt Gringich, ex congresista, vocero y notorio colaborador del 
equipo de Trump, es otro agresivo promotor de la geoingeniería. En el 
American Enterprise Institute, uno de los institutos financiados por la 
industria petrolera para producir informes que negaran el cambio 
climático, estableció un proyecto a favor de la geoingeniería.
Negar el cambio climático no se contrapone sino que va en la misma 
dirección que la geoingeniería: se trata de no cambiar las causas reales
 del problema y justificar que los grandes emisores puedan seguir sus 
negocios como siempre, o mejor dicho, aumentarlos con los negocios de 
comercio de carbono y tecnologías de geoingeniería.
*Investigadora del Grupo ETC
 

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