El proceso bolivariano desde adentro
No es posible 
entender la crisis actual en Venezuela sin analizar en conjunto los 
factores que se desarrollan ‘desde adentro’, y que no son explicados en 
su conjunto por los principales medios de comunicación. Planteamos siete
 claves de la crisis actual en donde se resalta que no se puede 
comprender lo que pasa en Venezuela sin tomar en cuenta la intervención 
foránea y que el concepto de ‘dictadura’ ni explica el caso venezolano 
ni es una especificidad regional de ese país. A su vez planteamos que se
 están desbordando el contrato social, las instituciones y los marcos de
 la economía formal y que se está canalizando el devenir y las 
definiciones políticas de la actual situación por la vía de la fuerza y a
 través de un buen número de mecanismos informales, excepcionales y 
subterráneos. Proponemos que el horizonte compartido de los dos bloques 
partidarios de poder es neoliberal, que estamos ante una crisis 
histórica del capitalismo rentístico venezolano y que comunidades, 
organizaciones populares y movimientos sociales se enfrentan a un 
progresivo socavamiento del tejido social.
 El trato que se le 
da a Venezuela en los grandes medios de comunicación internacionales es 
sin duda especial en todo el mundo. No tenga dudas que hay demasiadas 
tergiversaciones, demasiado maniqueismo, demasiados slogans, demasiadas 
manipulaciones y omisiones. 
 Más allá de las versiones 
cretinizantes de la neolengua mediática que interpreta todo lo que 
ocurre en el país en clave de ‘crisis humanitaria’, ‘dictadura’ o 
‘presos políticos’, o bien de la narrativa heroica de la Venezuela del 
‘socialismo’ y la ‘revolución’ que interpreta todo lo que ocurre en el 
país en clave ‘guerra económica’ o ‘ataque imperial’, hay muchos temas, 
sujetos y procesos que son invisibilizados, que ocurren mar adentro y 
que esencialmente constituyen el escenario político nacional. No es 
posible entender la crisis actual en Venezuela sin analizar en conjunto 
los factores que se desarrollan ‘desde adentro’. 
 El criterio de
 acción e interpretación basado en la lógica ‘amigo-enemigo’ responde 
más a una disputa entre élites de los partidos políticos y grupos 
económicos que a los intereses fundamentales de las clases trabajadoras y
 la defensa de los bienes comunes. Es necesario apostar por miradas 
integrales del proceso de crisis y conflicto nacional, que contribuyan a
 trazar las coordenadas para trascender o enfrentar la coyuntura actual.
 
 Presentamos 7 claves para su comprensión, analizando no solo 
la disputa gobierno-oposición, sino también procesos que se están 
desarrollando en las instituciones políticas, en los tejidos sociales, 
en las tramas económicas, al tiempo que se resaltan las complejidades 
sobre el neoliberalismo y los regímenes de gobierno y gobernanza en el 
país. 
 I. No es posible comprender lo que pasa en Venezuela sin tomar en cuenta la intervención foránea 
 El rico y vasto conjunto de los llamados ‘recursos naturales’ del país;
 su posición geo-estratégica; su desafío inicial a las políticas del 
Consenso de Washington; su influencia regional para la integración; así 
como sus alianzas con China, Rusia o Irán; le otorgan un notable 
significado geopolítico a Venezuela. Sin embargo, hay sectores 
intelectuales y mediáticos que continuamente buscan obviar las muy 
fluidas dinámicas internacionales que impactan y determinan el devenir 
político en el país, donde resalta el persistente accionar 
intervencionista del Gobierno y los diferentes poderes fácticos de los 
Estados Unidos. 
 En este sentido, estos sectores se encargan de 
ridiculizar la crítica al imperialismo, y presentan al Gobierno Nacional
 como el único actor de poder en juego en Venezuela, y por ende el único
 objeto de interpelación política. 
 Sin embargo, desde la 
instauración de la Revolución Bolivariana se ha desarrollado un intenso 
intervencionismo estadounidense hacia Venezuela, el cual se ha 
recrudecido y tornado más agresivo a partir de la muerte del presidente 
Chávez (2013) y del contexto de agotamiento del ciclo progresista y 
restauración conservadora en América Latina. Vale recordar la Orden 
Ejecutiva firmada por Barack Obama en marzo de 2015 en la cual se 
declaraba a Venezuela como una amenaza inusual y extraordinaria para la 
seguridad nacional de los EEUU –‘an unusual and extraordinary threat to 
the national security and foreign policy of the United States’ [1] . Ya sabemos qué le ha ocurrido a los países que son catalogados de esta manera por la potencia del norte. 
 Actualmente, además de las amenazantes declaraciones del Jefe del 
Comando Sur, el Almirante Kurt W. Tidd (6 de abril de 2017), planteando 
que la ‘crisis humanitaria’ en Venezuela podría obligar a llevar 
adelante una respuesta regional –‘The growing humanitarian crisis in 
Venezuela could eventually compel a regional response’ [2] –, y 
de la evidencia de la agresividad de la política exterior de Donald 
Trump con el reciente bombardeo a Siria, el Secretario General de la 
Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, encabeza junto a
 varios países de la región el intento de aplicación de la Carta 
Democrática para abrir un proceso de ‘restitución de la democracia’ en 
el país. 
 Los ideólogos y operadores mediáticos de la 
restauración conservadora en la región se muestran muy preocupados por 
la situación de Derechos Humanos (DDHH) en Venezuela, pero no logran 
explicar en sus análisis porque extrañamente no se hace ningún esfuerzo 
supranacional del mismo tipo frente a la espantosa crisis de DDHH en 
países como México y Colombia. En este sentido parece que la indignación
 moral es relativa y prefieren callar. 
 Sea pues, por razones de
 intencionalidad política o ingenuidad analítica, estos sectores 
despolitizan el rol de los organismos supranacionales desconociendo las 
relaciones geopolíticas de poder que los constituyen, que hacen parte de
 su propia naturaleza. Una cosa es una lectura paranoica de todas las 
operaciones impulsadas por estos organismos globales y otra muy 
diferente es una interpretación puramente procedimental de su accionar, 
obviando los mecanismos de dominación internacional y control de 
mercados y de recursos naturales que se han canalizado a través de estas
 instituciones de gobernanza global y regional. 
 Pero hay algo 
importante que agregar. Si hablamos de intervención, no podemos solo 
hablar de los EEUU. En Venezuela hay crecientes formas de 
intervencionismo chino en la política y las medidas económicas que se 
han ido tomando, lo que apunta a pérdidas de soberanía, incremento de la
 dependencia con la potencia asiática y procesos de flexibilización 
económica. 
 Una parte de la izquierda ha preferido callar estas 
dinámicas, dado que parece que la única intervención que merece ser 
señalada es la estadounidense. Pero ambas vetas de injerencia foránea se
 están desarrollando para favorecer la acumulación capitalista 
transnacional, la apropiación de ‘recursos naturales’ y para nada tienen
 que ver con las reivindicaciones populares. 
 II. El concepto de ‘dictadura’ no explica el caso venezolano 
 Casi desde el inicio de la Revolución Bolivariana se ha tildado a 
Venezuela de ser una ‘dictadura’. Este concepto sigue siendo objeto de 
amplios debates en la teoría política debido a que ha sido desafiado por
 las transformaciones y complejización de los regímenes y ejercicios de 
poder contemporáneos, sobre todo en la actual época globalizada, lo que 
plantea serios vacíos e imprecisiones en sus definiciones. 
 La 
‘dictadura’ suele estar asociada a regímenes políticos o tipos de 
gobierno en los cuales todo el poder está concentrado, sin limitaciones,
 en una sola persona o un grupo de ellas; hay una ausencia de división 
de poderes; ausencia de libertades individuales, de libertad de 
partidos, libertad de expresión; e incluso en ocasiones el concepto ha 
sido vagamente definido como ‘lo opuesto a la democracia’. 
 El 
término ‘dictadura’ en Venezuela ha sido utilizado y masificado en la 
jerga mediática de manera bastante superficial, visceral y de una forma 
moralizante, prácticamente para plantearlo como una especie de 
especificidad venezolana, distinguiéndose así de los otros países de la 
región, donde en teoría sí habría regímenes ‘democráticos’. 
 El 
asunto es que en Venezuela en la actualidad difícilmente se puede decir 
que todo el poder está concentrado sin limitaciones en una sola persona o
 un grupo de ellas, debido a que en el país estamos ante un mapa de 
actores, que si bien es jerarquizado, es a la vez fragmentado y volátil 
–sobre todo después de la muerte del presidente Chávez–, en tanto la 
existencia de diversos bloques de poder que pueden aliarse o bien estar 
enfrentados entre ellos y que desborda la dicotomía gobierno-oposición. 
 Aunque exista un gobierno con un componente militar importante, con 
crecientes expresiones de autoritarismo y con cierta capacidad de 
centralización, el escenario es altamente movedizo. No hay dominación 
total de arriba hacia abajo, y hay cierta paridad entre los grupos de 
poder en disputa. En cambio el conflicto podría desbordarse, caotizando 
aún más la situación. 
 El hecho de que la oposición venezolana 
controle la Asamblea Nacional, la cual ganó contundentemente por la vía 
electoral, señala además que antes que una pura ausencia de división de 
poderes, hay en cambio una disputa entre ellos, hasta ahora favorable a 
la combinación Ejecutivo-Judicial. 
 Antes pues que hablar de un 
régimen político homogéneo, estamos ante una amplia y conflictiva red de
 fuerzas. La metástasis de la corrupción hace que el ejercicio del poder
 se descentralice aún más, o bien se dificulte su centralización por 
parte del Poder Constituido. 
 Lo que sí tiene que ver con el 
viejo concepto romano de dictadura, es que en este contexto el Gobierno 
nacional está gobernando por medio de decretos y medidas especiales en 
el marco de un declarado ‘estado de excepción’, que se oficializa desde 
principios de 2016. En nombre de la lucha contra la guerra económica, el
 avance de la delincuencia y del paramilitarismo, y los avances 
subversivos de la oposición, numerosas mediaciones institucionales y 
procedimientos democráticos están siendo omitidos. Destacan por su 
gravedad políticas de seguridad como la Operación de Liberación del 
Pueblo (OLP), que representan intervenciones de choque directas de los 
cuerpos de seguridad del Estado en diferentes territorios del país 
(rurales, urbanos, barrios periféricos), para "combatir el hampa", los 
cuales suelen tener polémicos saldos en muertes; la paralización del 
referéndum revocatorio; la suspensión de las elecciones a gobernación en
 2016 sin todavía quedar claro cuando se realizarán; crecientes 
represiones y excesos policiales ante el descontento social producto de 
la situación en el país; y un incremento de procesos de militarización, 
resaltando las zonas fronterizas y las declaradas de ‘recursos naturales
 estratégicos’. 
 Este es el mapa político que, junto a las 
diversas formas de intervención foránea, configuran el escenario de 
guerra de baja intensidad que atraviesa prácticamente todos los ámbitos 
de la vida cotidiana de los venezolanos. Es este el marco en el que se 
desenvuelven las libertades individuales, la oposición y pluralidad 
partidaria, la convocatoria y realización de marchas, expresiones de 
disidencia y críticas en los medios de comunicación, entre otras formas 
de la llamada democracia en Venezuela. 
 III. En Venezuela se están desbordando el contrato social, las instituciones y los marcos de la economía formal 
 Si hay algo que podría definirse como una especificidad del caso 
venezolano es que su escenario socio-político actual está desgarrado, 
profundamente corrompido y altamente caotizado. Hemos sostenido que en 
el país estamos ante una de las crisis institucionales más severas de 
toda América Latina [3] , haciendo referencia con esto al 
conjunto de las instituciones jurídicas, sociales, económicas, 
políticas, entre otras, que conforman la República venezolana. 
 
La crisis histórica del modelo de acumulación rentista petrolero, la 
metástasis de la corrupción en el país, severas vulneraciones al tejido 
social desde el ‘período neoliberal’ y en especial desde 2013, y la 
intensidad de los ataques y disputas políticas, han desbordado en su 
conjunto los marcos de las instituciones formales de todos los ámbitos 
de la sociedad, canalizándose muy buena parte de las dinámicas sociales 
por la vía de mecanismos informales, subterráneos e ilegales. 
 
En el ámbito económico, la corrupción se ha transformado en un mecanismo
 transversal y motorizador de distribución de la renta petrolera, 
desviando enormes sumas de divisas a discrecionalidad de unos pocos, y 
socavando las bases de la economía formal rentista. Esto ocurre de 
manera determinante con PDVSA [4] , la principal industria del 
país, así como con fondos clave como el Fondo Chino-Venezolano o con 
numerosas empresas nacionalizadas. 
 El colapso de la economía 
formal ha hecho de la informalidad prácticamente uno de los ‘motores’ de
 toda la economía nacional. Las fuentes de oportunidades sociales, sea 
de ascenso social o de posibilidad de mayores ganancias, se encuentran 
con frecuencia en el llamado ‘bachaqueo’ de alimentos (el comercio 
ilegal, a altísimos precios, dirigidos al mercado negro) [5]  u otras formas de comercio en los diversos mercados paralelos, sea de divisas, medicinas, gasolina, etc. 
 En el ámbito político-jurídico, el estado de derecho carece de respeto y
 reconocimiento por parte de los principales actores políticos, quienes 
no solo se desconocen mutuamente sino recurren a movidas políticas 
dispuestos a todo para vencerse el uno al otro. El Gobierno nacional 
enfrenta a las que considera las ‘fuerzas enemigas’ con medidas de 
excepción y conmoción, mientras que grupos de la oposición más 
reaccionarios despliegan operaciones violentas de vandalismo, 
confrontación y ataque a infraestructuras. En este escenario se ha 
mermado sobremanera el estado de derecho, haciendo muy vulnerable a la 
población venezolana. 
 Cada vez reina una mayor impunidad, la 
cual se ha expandido a todos los sectores de la población. Esto no solo 
hace que se enquiste aún más la corrupción, que luce indetenible, sino 
que implica que la población no espere nada del sistema de justicia, y 
cada vez más la ejerza con sus propias manos. 
 El colapso del 
contrato social genera tendencias de ‘sálvese quien pueda’ en la 
población. La fragmentación del poder también ha contribuido a que se 
generen, crezcan y se fortalezcan diversos poderes territoriales, como 
lo son los llamados ‘sindicatos mineros’ que controlan con armas minas 
de oro en el estado Bolívar, o bandas criminales que dominan sectores de
 Caracas como El Cementerio o La Cota 905 [6] . 
 El marco
 presentado implica nada más y nada menos que el devenir y las 
definiciones políticas de la actual situación en el país se están 
desarrollando en muy buena medida por la vía de la fuerza. 
 IV. La crisis de largo plazo del capitalismo rentístico venezolano (1983-2017) 
 El hundimiento de los precios internacionales del crudo ha sido 
determinante en el desarrollo de la crisis venezolana, pero no es el 
único factor que explica este proceso. Desde la década de los años 80 
hay crecientes síntomas de agotamiento del modelo de acumulación basado 
en el extractivismo petrolero y la distribución de la renta que genera. 
La actual fase de caotización de la economía nacional (2013-hoy) es 
también producto del devenir económico de los últimos 30 años en el 
país. ¿Por qué? 
 Varias razones lo explican. Alrededor del 60% 
de los crudos venezolanos son pesados y extra-pesados. Estos crudos son 
económicamente más costosos y requieren mayor uso de energía y el empleo
 de procesamientos adicionales para su comercialización. La rentabilidad
 del negocio que alimenta al país va descendiendo con respecto a tiempos
 anteriores, cuando prevalecían crudos convencionales. Esto ocurre al 
mismo tiempo que el modelo exige cada vez más ingresos rentísticos y 
cada vez más inversión social no solo para paliar las crecientes 
necesidades de una población que sigue en aumento. 
 La 
hiper-concentración poblacional en las ciudades (más de 90%) promueve un
 uso de la renta orientado fundamentalmente en el consumo (de bienes 
importados) y muy poco en formas productivas. Las épocas de bonanza 
promueven el fortalecimiento del sector extractivo (primario) –los 
efectos de la llamada ‘Enfermedad Holandesa’– lo que vulnera 
notablemente a los ya débiles sectores productivos. Luego de finalizada 
la bonanza (como ocurrió a fines de los 70 y ahora desde 2014), la 
economía queda más dependiente y aún más débil para enfrentar una nueva 
crisis. 
 La corrupción socio-política del sistema también 
posibilita fugas y descentralizaciones fraudulentas de la renta, lo que 
impide el desarrollo de políticas coherentes de distribución para paliar
 la crisis 
 La creciente volatilidad de los precios 
internacionales del crudo, así como cambios en los balances de poder 
global en torno al petróleo (como la progresiva pérdida de influencia de
 la OPEP) tienen también significativos impactos en la economía 
nacional. 
 Mientras se desarrollan todos estos vaivenes 
económicos en el país, los recursos ecológicos se siguen socavando y 
agotando, lo que amenaza los medios de vida de millones de venezolanos 
para el presente y futuro. 
 La actual solución que impulsa el 
Gobierno nacional ha sido incrementar notablemente el endeudamiento 
externo, distribuir la renta de manera más regresiva para la población, 
expandir el extractivismo y favorecer al capital transnacional. 
 En suma, cualquiera de las élites que gobierne en los próximos años, 
tendrá que enfrentar, sí o sí, los límites históricos que se han 
alcanzado con el viejo modelo rentista petrolero. No bastará solo 
esperar un golpe de suerte para que los precios del petróleo suban. Se 
vienen trascendentales cambios y habrá que estar preparados para 
enfrentarlos. 
 V. ¿Socialismo? En Venezuela se está llevando a cabo un proceso de ajuste y flexibilización económica progresivo 
 En el país se está desarrollando un proceso de ajuste progresivo y 
sectorizado de la economía, flexibilizando previas regulaciones y 
restricciones al capital, y desmantelando paulatinamente los avances 
sociales alcanzados en tiempos anteriores en la Revolución Bolivariana. 
Estos cambios aparecen enmascarados en nombre del Socialismo y la 
Revolución, aunque representan políticas cada vez más rechazadas por la 
población. 
 Destacan políticas como la creación de las Zonas 
Económicas Especiales, las cuales representan liberalizaciones 
integrales de partes del territorio nacional, una figura que entrega la 
soberanía a los capitales foráneos que pasarían a administrar 
prácticamente sin limitaciones dichas regiones. Se trata de una de las 
medidas más neoliberales desde la Agenda Venezuela implementada por el 
gobierno de Rafael Caldera en los años 90, bajo las recomendaciones del 
Fondo Monetario Internacional. 
 También resaltan la paulatina 
flexibilización de los convenios con las corporaciones foráneas en la 
Faja Petrolífera del Orinoco; liberalización de precios de algunos 
productos básicos; creciente emisión de bonos soberanos; devaluación de 
la moneda, creándose un tipo de cambio flotante (Simadi); aceptación de 
algunos trámites comerciales directamente en dólares, por ejemplo, en el
 sector turismo; o el fiel cumplimiento de los pagos de deuda externa y 
los servicios de la misma, lo que implica un recorte en las 
importaciones y consiguientes problemas de escasez de bienes de consumo 
básico. 
 Se está impulsando el relanzamiento de un extractivismo
 flexibilizado, apuntando fundamentalmente hacia las nuevas fronteras de
 la extracción, donde destaca el mega-proyecto del Arco Minero del 
Orinoco, el cual plantea instalar como nunca antes la mega-minería en un
 territorio de 111.800 kms2 de extensión, amenazando fuentes 
de vida claves para los venezolanos, en especial para los pueblos 
indígenas. Estos proyectos suponen además el atornillamiento por largo 
plazo a los esquemas de dependencia que produce el extractivismo [7] . 
 Cabe destacar que estas reformas se combinan con el mantenimiento de 
algunas políticas de asistencia social, continuos aumento de los 
salarios nominales, algunas concesiones a demandas de las organizaciones
 populares y el uso de una narrativa revolucionaria e antiimperialista. 
Esto evidentemente tiene como uno de sus principales objetivos el 
mantenimiento de los apoyos electorales que quedan. 
 Estamos en 
presencia de lo que hemos llamado un ‘neoliberalismo mutante’, en la 
medida en la que se combinan formas de mercantilización, 
financiarización y desregulación con mecanismos de intervención estatal y
 asistencia social. 
 Parte de la izquierda ha estado muy 
enfocada en evitar la llegada de gobiernos conservadores al poder para 
así evitar la ‘vuelta del neoliberalismo’. Pero olvidan mencionar cómo 
gobiernos progresistas también avanzaron en varias medidas selectivas, 
mutantes e híbridas de perfil neoliberal, que finalmente afectan al 
pueblo y a la naturaleza [8] . 
 VI. ¿La alternativa? El proyecto de los partidos de la ‘Mesa de la Unidad Democrática’ (MUD) es neoliberal 
 La derechista ‘Mesa de la Unidad Democrática’ (MUD) es el bloque 
predominante de la oposición partidista al Gobierno nacional, aunque una
 oposición de izquierda haya venido creciendo lentamente y es muy 
factible que lo siga haciendo. Esta izquierda crítica, al menos la más 
definida, no se identifica con la MUD por lo que no articula 
políticamente con esta. 
 La MUD no es un bloque homogéneo, y en 
cambio existen sectores que van, desde influyentes grupos radicales de 
extrema derecha –que podríamos llamar ‘uribistas’–, hasta llegar a 
algunos sectores de conservadurismo light, y de liberalismo elitario con
 cierta tendencia distribucionista. Estos diversos grupos tienen una 
relación conflictiva entre ellos y con eventuales careos y desplantes 
mutuos. 
 A pesar de sus diferencias, a los diferentes grupos de 
la MUD los une al menos tres factores fundamentales: su matriz 
ideológica, las bases de su programa económico y su agenda reaccionaria 
ante el Gobierno nacional y ante la posibilidad de una profunda 
transformación de corte popular emancipatorio. Nos referiremos a las dos
 primeras. 
 Su matriz ideológica está profundamente determinada 
por la teoría neoclásica y por el liberalismo conservador, enalteciendo 
obsesivamente la propiedad privada, el fin de la ‘ideologización’ por 
parte del Estado y el auge de las libertades empresariales e 
individuales. 
 Estos pilares ideológicos son más claros en la 
programática de este bloque que en sus propios discursos mediáticos, 
donde la retórica es simplista, superficial y llena de consignas. La 
síntesis más acabada de su modelo económico se encuentra en los ‘ 
Lineamientos para el Programa de Gobierno de Unidad Nacional 
(2013-2019)’ [9] . Se trata de una versión neoliberal más 
ortodoxa del extractivismo petrolero, en relación al proyecto del actual
 Gobierno venezolano. 
 Destaca el hecho de que, a pesar de 
enarbolar la bandera del ‘cambio’ y la ‘Venezuela productiva’, su 
propuesta plantea llevar la extracción de petróleo en Venezuela hasta 6 
millones de barriles diarios, poniendo énfasis en el incremento de las 
cuotas de la Faja Petrolífera del Orinoco. Aunque se acusen, riñan y 
señalen públicamente, las propuestas petroleras de Henrique Capriles 
Radonski (Petróleo para tu Progreso) [10]  y Leopoldo López (Petróleo en la Mejor Venezuela [11] )
 son gemelas, y consensuan con el ‘Plan de la Patria’ 2013-2019 
impulsado por el Gobierno nacional. El cambio anunciado no es más que 
otro atornillamiento con el extractivismo, más rentismo y desarrollismo,
 y las consecuencias económicas e impactos socio-ambientales y 
culturales que conlleva este modelo. 
 VII. La fragmentación del ‘pueblo’ y el progresivo socavamiento del tejido social 
 En todos estos procesos de guerra de baja intensidad y caos sistémico, 
el principal afectado es el pueblo trabajador. La potente cohesión 
socio-política que se configurara en los primeros años de la Revolución 
Bolivariana ha sufrido no solo un desgaste sino una progresiva 
desarticulación. Pero estas afectaciones han llegado incluso a la propia
 médula de los tejidos comunitarios del país. 
 La precariedad 
para cubrir las necesidades básicas de la vida cotidiana; los incentivos
 a la resolución individual y competitiva de los problemas 
socio-económicos de la población; la metástasis de la corrupción; la 
canalización de los conflictos y disputas sociales por la vía de la 
fuerza; la pérdida de referentes ético-políticos y el desgaste de la 
polarización debido al descrédito de los partidos; la agresión directa a
 experiencias comunitarias fuertes o importantes y a líderes 
comunitarios por parte de diversos actores políticos y territoriales; 
hacen parte de este proceso de vulneración de los tejidos sociales que 
apunta a socavar los verdaderos pilares de un potencial proceso de 
transformación popular-emancipatorio o de las capacidades de resistencia
 de la población ante un mayor avance de fuerzas regresivas en el país. 
 Mientras tanto, diversas organizaciones de base popular y movimientos 
sociales a lo largo y ancho del país insisten en construir una 
alternativa desde sus territorios. Los tiempos dirán cual será su 
capacidad de resistencia, adaptación y sobre todo su habilidad colectiva
 para articularse entre ellos y disputar con mayor fortaleza el rumbo 
del proyecto político nacional. 
 Si hay una solidaridad 
irrenunciable que debería impulsarse desde las izquierdas en América 
Latina y el mundo, debe ser con este pueblo luchador, ese que 
históricamente ha cargado sobre sus hombros la explotación y los costos 
de la crisis. Ese que frecuentemente ha desbordado y se ha re-apropiado 
de las calles buscando que sus demandas sean escuchadas y atendidas. Ese
 que en la actualidad se enfrenta a los complejos dilemas que suponen 
los actuales tiempos de reflujo y regresiones. Este pareciera que es el 
verdadero punto de honor de las izquierdas. El costo de darle la espalda
 a estas contra-hegemonías populares en nombre de una estrategia de 
conservación del poder podría ser muy alto. 
 Caracas, abril de 2017 
 *Emiliano Teran Mantovani es sociólogo venezolano, ecologista político e investigador en ciencias sociales. 
 [1]  https://obamawhitehouse.archives.gov/the-press-office/2015/03/09/executive-order-blocking-property-and-suspending-entry-certain-persons-c 
 [2]  http://www.southcom.mil/Portals/7/Documents/Posture%20Statements/SOUTHCOM_2017_posture_statement_FINAL.pdf?ver=2017-04-06-105819-923 
 [4]  http://www.correodelorinoco.gob.ve/impacto/maduro-hay-que-ir-a-sanear-profundamente-a-pdvsa-corrupcion-todos-ambitos/ 
 [5]  http://www.eluniversal.com/noticias/economia/leon-bachaquero-invierte-400-revender-gana-mil_21462 
 [6]  http://efectococuyo.com/principales/van-al-menos-24-fallecidos-en-enfrentamientos-entre-cicpc-y-bandas-delincuenciales; http://www.radiomundial.com.ve/article/enfrentamiento-en-cota-905-deja-14-muertos-y-134-detenidos-audio 
 

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