Desafíos de movimientos sociales y políticos de Latinoamérica
Correo del Alba
Los gobiernos 
populares, progresistas o revolucionarios que se constituyeron en 
Latinoamérica en los últimos veinte años han sido y son una resultante 
de los procesos de acumulación de años de resistencias, luchas, creación
 y construcción de alternativas de los pueblos encabezados por los 
movimientos sociales en conjugación con algunas organizaciones políticas
 de izquierda.
 Con su llegada al poder político, tales gobiernos
 constituyeron un paso más en la búsqueda y exploración de nuevos 
caminos posibles en tal dirección. Al tomar en cuenta el desenlace que 
han tenido algunos de estos procesos, la definición “caminos posibles” 
habilita la formulación de interrogantes claves acerca del alcance 
sociotransformador de tales gobiernos y su articulación con el quehacer 
político en el presente y el futuro de los movimientos sociales de los 
pueblos del continente y de la izquierda o lo que se identifique y 
sienta como tal.
 El agotamiento del tiempo posneoliberal
 El recuento crítico de los acontecimientos políticos del último período
 en el continente revela que los ejes de las propuestas políticas que 
definieron el quehacer inicial de los gobiernos populares estuvieron 
marcados por la urgencia de responder a los desafíos impuestos por la 
catástrofe neoliberal y sus democracias “de mercado”. Esto imprimió a 
tales gobiernos el sello “posneoliberal” como característica 
predominante, a la vez que definió tareas y sujetos. Pero ese tiempo 
posneoliberal no sería eterno; sintetizando, puede afirmarse que se 
agotó al finalizar la primera década; con ella el “ciclo progresista” 
cerraba su fructífero tiempo y abría las puertas a la realización de 
transformaciones raizales.
 Nuevos desafíos se perfilaban e 
imponían nuevas tensiones a los procesos iniciados por las sendas 
posneoliberales, planteando claramente a sus referentes políticos y 
gubernamentales la disyuntiva de arriesgarse a reajustar el rumbo hacia 
un horizonte poscapitalista o quedar entrampados en la lógica del 
capital.
 Está claro que los gobiernos populares han tenido la 
decisión de enfrentar la avanzada ideológica, económica y cultural de 
los poderosos y lograr la continuidad de los procesos populares 
iniciados. Pero las opciones de cómo hacerlo y con quiénes, estuvieron 
en dependencia de su posicionamiento ante la disyuntiva mencionada.
 Gran parte identificó que la continuidad de los procesos resultaría de 
conservar los gobiernos. En aras de ello fructificaron pactos de 
gobernabilidad con actores del poder del capital (que buscó y busca 
derrocarlos). Entonces, los gobernantes populares “tropezaron” con la 
lucha de clases, supuestamente superada por la democracia.
 Quienes apostaron por la conservación de los gobiernos populares, priorizaron:
 • Fortalecer los acuerdos de cúpulas aliándose con sectores del poder 
económico y político considerados “moderados”… (co-gobernar con los 
adversarios).
 • Aferrarse a la institucionalidad caduca y sus 
bases jurídicas, apostando a hacer “buena letra” para demostrar la 
“buena voluntad” democrático-institucional.
 • Ajustarse a la 
democracia propia del sistema democrático burgués existente y su sistema
 jurídico, mostrándose “inofensivos” ante los poderosos, esperando tal 
vez no caer en su mira criminalizadora.
 • Correlativamente, se 
pusieron frenos al protagonismo popular y al proceso de cambios que 
florecía desde abajo. Esto favoreció la germinación de contradicciones 
insospechadas entre el poder popular naciente (construido desde abajo 
por los pueblos) y el poder constituido, paradójicamente –en estos 
casos– personificado por representantes del gobierno popular. Y ello no 
sólo fue aprovechado por los sectores revanchistas sino también 
fogoneado intencionalmente para debilitar la base social de los 
gobiernos populares y –si fuera posible– sumarla a su proyecto opositor.
 Estas contradicciones contribuyeron al desgaste político de los 
gobiernos, al tiempo que los sectores del poder desplazado del ejercicio
 del Ejecutivo reacomodaban sus mecanismos y herramientas de producción 
de hegemonía y consensos sociales a las nuevas realidades. Con el 
despliegue de la guerra mediática estos sectores diluyeron sus acciones 
de guerra económica, ideológica y sicológica y relanzaron su estrategia 
injerencista.
 El golpe “parlamentario” ocurrido en Honduras en 
junio de 2008, anunció el fin del período de reacomodo y supuesta 
aceptación de las reglas democráticas por parte del poder hegemónico, y 
la apertura de una nueva era de acciones desestabilizadoras, 
destituyentes y golpistas en el continente. Pero tales acontecimientos 
fueron –hoy se ve– subestimados, tal vez por otorgar excepcionalidad al 
“caso hondureño”, como antes también al proceso separatista que buscaba 
derrocar a Evo Morales (2007), o el ataque a Correa (2010), o la 
destitución de Lugo (2012), hasta que llegó el turno a “grandes” como 
Brasil, Argentina, Venezuela…
 Está claro hoy que la 
“convivencia” democrática de proyectos diferentes es pura fantasía; que 
países soberanos con un modo de vida diferente al que requiere el 
colonialismo imperialista no serán tolerados por el Imperio y sus 
lugartenientes locales en su “patio trasero”. Hoy, inaugurando “la era 
Trump”, los tentáculos del secular poder imperialista se revuelven, 
aggiornados, contra los pueblos del continente con renovada furia y 
ensañamiento.
 La disputa es prácticamente cuerpo a cuerpo, pero centrada en las mentes, factor clave –ayer y hoy– para la dominación.
 Hay otros caminos…
 Los gobernantes que tomaron la decisión de profundizar los procesos 
populares de cambios iniciados, radicalizándolos –cada quien a su 
manera–, asumieron y asumen –ciertamente– un camino lleno de 
incertidumbres y contradicciones. En tanto lo nuevo es inédito, es y 
será obra de la creación y empeño colectivos de los pueblos. La prueba y
 el error atraviesan estas experiencias; en ellas se configuran 
elementos del nuevo poder popular y van madurando los nuevos saberes 
acerca de él.
 Esta perspectiva estratégica revolucionaria 
–aunque algunos pretendan invisibilizarla tras el desesperanzador 
discurso del “fin de ciclo” o el “fin de la globalización”–late hoy en 
el continente en los procesos populares de Bolivia, Venezuela, El 
Salvador, Nicaragua, Ecuador… y aguijonea la pulseada constante con los 
poderosos y sus apéndices locales. Contradicciones y amenazas florecen 
por doquier y convocan a los pueblos, a las organizaciones sociales y 
políticas y a los gobiernos populares, revolucionarios o progresistas, a
 hacer un altoen el camino, analizar las políticas actuales y la 
correlación de fuerzas, reflexionar críticamente acerca de lo realizado y
 definir –colectivamente– un camino a seguir: ceder para conservar 
(retroceder) o profundizar para avanzar (continuar los procesos de 
cambio iniciados afianzando su orientación poscapitalista).
 La 
adopción de uno u otro camino arrojará conclusiones muy diferentes para 
el quehacer político actual. Ellas configuran, por tanto, un punto 
neurálgico de bifurcación política de los procesos populares, 
progresistas o revolucionarios del continente: mantener (y defender) el 
statu quo alcanzado, abonando un camino de reformas restauradoras del 
capitalismo, o profundizar los avances revolucionarios (1) iniciados, 
apostando a la creación y construcción raizal de otra geometría del 
poder (popular) anclada en la participación protagónica de los pueblos, 
abriendo cauces a la refundación de la política desde abajo.
 Aprendizajes claves para los pueblos
 Las experiencias de los gobiernos populares significaron para los pueblos transitar por un conjunto de aprendizajes.
 Entre ellos, destaco aquí:
 • Quedó al descubierto –en los hechos– que gobierno y poder no son 
sinónimos, que las revoluciones democráticas no son sinónimos de la 
otrora “vía pacífica”; suponen la profundización del conflicto político 
como vehículo de la lucha de clases, anudada fuertemente con una 
profunda batalla político-cultural de ideas.
 • Un proceso 
revolucionario no se define como tal por el hecho de que militantes de 
izquierda ocupen cargos en el Estado y el gobierno, sino por abrirse 
hacia la democracia popular (participativa) para avanzar en la 
construcción colectiva de las nuevas vertientes del nuevo poder, el 
poder popular desde las comunidades, las comunas, los movimientos 
indígenas, barriales, de campesinos, de mujeres, ecologistas, LGTB, etc…
 • La democracia no se circunscribe a lo electoral, es parte de una red 
constructora de los concesos sociales que garantizan la repetición de 
los ciclos electorales, acorde con los intereses de las clases a las que
 responde.
 • El crecimiento económico es importante, pero insuficiente.
 • La búsqueda, creación y construcción de una nueva civilización, 
superadora de la que está regida por los intereses del capital, implica 
crear, construir y sostener otro modo de producción y reproducción de la
 vida social, otro modo de vivir y convivir (el buen vivir).
 • 
La educación política, la batalla ideológica es central. Y está anudada a
 la participación política, al empoderamiento. Este germina con la 
participación consciente y protagónica de los sujetos en los procesos 
sociotransformadores.
 • Caducó la concepción de la política 
desde arriba y a “dedo” propia del siglo XX, la subestimación de la 
política, y las viejas modalidades de la representación política que 
suplantan el protagonismo popular y fragmentan lo político de lo social.
 • Agotamiento de la fragmentación entre lo social y lo político, sus 
organizaciones y sus modalidades de acción y existencia. Articulación y 
construcción de convergencias marcan las bases para lograr un nuevo tipo
 de unidad (con diversidad).
 • Fin del maximalismo teórico y el minimalismo práctico propio de sectores (ultra)izquierdistas.
 • Fin del pensamiento liberal de izquierda y de las prácticas que, en 
virtud de ello, aíslan a la militancia de los procesos concretos de los 
pueblos, posicionándolas fuera de los escenarios reales de las 
contiendas políticas.
 Desafíos
 Estar atentos a 
los cambios del sistema de dominación injerencia-saqueo global del 
capital en sus personificaciones imperialistas-nacionalistas xenófobas.
 La salida (relativa) del Reino Unido de la Unión Europea y el triunfo 
de Trump en las presidenciales de Estados Unidos detonaron las alarmas 
de los analistas geopolíticos del planeta. Por derecha y por izquierda 
la confusión se generaliza y no son pocos los que ahora pretenden 
hacernos creer que la globalización ha llegado a su fin.
 El 
fracaso guerrerista-injerencista de la OTAN en Medio Oriente y, con 
ello, de los planes de la tríada imperial para consolidar su dominio 
unipolar en el mundo, fue marcado fundamentalmente por el avance de la 
coalición ruso-china en alianza con Irán y otros estados de la región. 
En virtud de ello, los motores del poder global del capital se disponen a
 reacomodar su estrategia de dominación global, conjugando el retorno a 
ciertas modalidades de proteccionismo nacionalista (en sus territorios 
cabeceras), enlazado con el libremercado (para sus expansiones 
internacionales), según lo requiera el actual proceso de acumulación a 
escala global del capital.
 Identificar los programas 
proteccionistas de Gran Bretaña y Estados Unidos como indicadores del 
fin de la globalización es ignorar la historia de los ciclos del capital
 y sus mercados: son predominantemente proteccionistas o ultraliberales 
de modo alterno según uno u otro camino garantice en cada momento el 
mayor aumento de sus ganancias. Es un circuito repetitivo y sin salida 
que indica el agotamiento de la civilización nacida y desarrollada con 
el capital. El triunfo del Brexit y el de Trump sintetizan el giro 
actual del poder global que –con nuevos formatos, contenidos y alcances–
 marca un punto de inflexión para una nueva arrancada… Tener esto en 
claro es decisivo para los pueblos, para no equivocar el rumbo, ni las 
tareas, ni los horizontes de sus resistencias, luchas, creaciones y 
construcciones de lo nuevo.
 La importancia de actuar.
 Lo
 expuesto –en muy apretada síntesis–, define campos de acción política 
para el quehacer político presente y futuro de los movimientos sociales 
populares y la izquierda latinoamericana en general. Entre ellos 
destaco:
 • Replantearse la transición hacia la nueva 
civilización como un proceso de creación-trasgresión (revolución) 
permanente de los pueblos.
 • Recuperar la centralidad protagónica de los sujetos populares en los procesos de transformación social.
 • Radicalizar la democracia hacia la democracia popular anclada en la 
participación, creación, definición y acción de los pueblos.
 • 
Refundar la política, anclarla en la participación popular, con 
capacidad para construir hegemonía popular y promover las articulaciones
 y convergencias necesarias en cada momento, y para construir la 
conducción política colectiva del proceso sociotransformador en cada 
país, en la región, el continente y el mundo.
 • Modificar de raíz la interrelación Gobierno-Estado-Pueblo para construir democracias populares.
 • Crear y desarrollar un nuevo modo de producción y reproducción.
 • Desplegar la batalla ideológico-cultural por una nueva civilización a favor de la vida.
 • Construir hegemonía popular; salir del cerco ideológico, político, cultural y mediático del poder hegemónico.
 • Articular los procesos de acción sociotransformadora con procesos de formación política.
 • Cambiar de mentalidad y de actitud ante la vida. La superación 
crítica de los paradigmas que guiaron los procesos sociotransformadores 
del siglo XX (aún vigentes) resulta ineludible.
 • Apoyar 
procesos de renovación o renacimiento o construcción de una nueva 
izquierda política, social y cultural. Capaz de abrir cauces a procesos 
raizales de empoderamiento popular desde abajo y construir las 
convergencias colectivas hacia un horizonte común.
 Es tiempo de 
crear, construir y transitar nuevos caminos. En este sentido, resulta 
central tener presente que el proceso de superación del capitalismo es 
parte de un proceso
 histórico-cultural de creación-aprendizaje 
de los pueblos del mundo de un nuevo horizonte histórico, descolonizado,
 anclado en los principios del “buen vivir” y “convivir” entre nosotros y
 con la naturaleza. En eso estamos.
Nota:
(1) Aquellos procesos que 	sin proponerse un horizonte socialista abren las 
perspectivas para 	sobrepasar al capitalismo. [Samir Amin, 2009]
 Bibliografía
 Amín, Samir (2009). “El imperialismo colectivo: Desafíos para el Tercer
 Mundo”, Pasado y Presente 21, La Habana. En 
https://fisyp.org.ar/article/entrevista-a-samir-amin-el-imperialismo-colectivo-/
 Rauber, Isabel (2012). Revoluciones desde abajo. Ed. Continente-Peña Lillo, Buenos Aires.
 Rauber, Isabel (2017). Refundar la política. Ed. Continente-Peña Lillo, Buenos Aires (en imprenta).
 Isabel Rauber. Doctora en Filosofía y pedagoga política argentina.
 (Publicado en Correo del Alba No. 60, enero-febrero de 2017, www.correodelalba.com)
 

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