Hace 50 años
Al conocer los 
norteamericanos la presencia guerrillera en Bolivia, enviaron armas, 
vituallas, asesores y agentes de la CIA. El teniente coronel Redmond E. 
Weber, oficial que comandaba el VIII grupo de las fuerzas especiales de 
los Estados Unidos, llegó a la ciudad de Santa Cruz de la Sierra el 27 
de marzo de 1967, acompañado del mayor Ralph W. Shelton.
 Un día 
después un avión norteamericano aterrizó en esa ciudad con 15 
instructores, expertos en la lucha anti guerrillera en Vietnam. El 28 de
 marzo, el Che escribió en su Diario que “Las radios siguen 
saturadas de noticias sobre las guerrillas. Estamos rodeados por 2 000 
hombres en un radio de 120 kilómetros, y se estrecha el cerco, 
complementado por bombardeos con napalm [...]”. 
 El comandante 
de la Fuerza Aérea de Bolivia, Jorge Belmonte, declaró que “aviones AT-6
 de la fuerza aérea habían comenzado a usar NAPALM”, con el fin de 
obtener los mismos excelentes resultados que la Fuerza Aérea de los 
Estados Unidos en Vietnam. 
 El 30 de marzo varios aviones 
Mustang intensificaron el bombardeo que, desde el día 24, venían 
llevando a cabo por toda la zona donde operaba la guerrilla. Las 
declaraciones de Barrientos y la solicitud de ayuda a los países vecinos
 provocaron una diversidad de comentarios. 
 El matutino chileno El Mercurio, del
 2 de abril, transcribió en detalles las declaraciones del doctor Víctor
 Paz Estenssoro, ex presidente boliviano que se encontraba exiliado en 
Lima: 
“[...] no se justifica la alharaca internacional que se está haciendo, ni menos el vergonzoso pedido de ayuda militar. Lo que en realidad ocurre es que, en mi país, existe un estado de creciente descontento. [...]"La incapacidad del régimen para solucionar los más apremiantes problemas, la persecución constante a los partidos de oposición, el sistema de trabajo forzado, las periódicas masacres, la entrega de las riquezas nacionales y el sostenido encarecimiento del costo de vida, han creado un estado de latente insurrección”.
 El día 4 de abril ya se 
encontraban en Bolivia las misiones militares que, con carácter de 
“Observadores”, enviaron los gobiernos de Argentina, Brasil y Paraguay. 
 Ese día el periodista argentino Héctor Ricardo García, corresponsal del
 semanario Crónica de su país, reportó que el sábado 1ro. de abril un 
gigantesco avión carguero de los Estados Unidos, un C-130, procedente de
 Panamá, aterrizó en el aeropuerto militar de Santa Cruz, con pertrechos
 militares y comestibles, destinados a los efectivos que participaban en
 las acciones antiguerrilleras. Añadió que se inició su traslado hacia 
Camiri, a través de un puente aéreo formado por aviones DC-3. 
 
Añadió que horas después, arribó un DC-6 de la Fuerza Aérea Argentina, 
transportando armas y otros pertrechos. Este vuelo iniciaba un puente 
aéreo entre el aeropuerto El Palomar, en Buenos Aires, y Santa Cruz de 
la Sierra, en Bolivia y que viajaron los mayores De Lió y Lauría, y 
desde La Paz, los agregados militares y de aeronáutica argentinos en 
Bolivia, coronel Saúl García Truñón y el comodoro Raúl Lartigue, con el 
fin de coordinar la ayuda. Mientras, los servicios secretos 
norteamericanos enviaron a varios de sus agentes a Bolivia. 
 El 
10 de abril ocurrieron dos nuevos combates. El primero a las diez y 
veinte de la mañana y el segundo a las 17:00 horas, ambos con resultados
 negativos para el Ejército. 
 Los guerrilleros sufrieron su 
primera baja, Jesús Suárez Gayo, (El Rubio). El ejército tuvo 7 muertos,
 6 heridos y 13 prisioneros, entre ellos, el jefe de la columna, Mayor 
Rubén Sánchez Valdivia, a quien entrevistamos en la ciudad de Cochabamba
 en 1984 y que publicaremos en el próximo trabajo. 
 El gobierno 
boliviano, prohibió la circulación de todos los periódicos de izquierda y
 censuró a las emisoras radiales, mientras los norteamericanos 
intensificaron su presencia. 
 Llegando 5 expertos militares del 
comando norteamericano de la zona del Canal de Panamá, para establecer 
una escuela de entrenamiento en guerra selvática y actividades 
antiguerrilleras. Procedente del Canal de Panamá, aterrizaron 2 aviones 
con abastecimiento y armas. En uno de ellos regresó Milton Buls para 
organizar una oficina de coordinación y asesoramiento. Un despacho de 
prensa daba como alrededor de 100 los militares norteamericanos que 
estaban en Santa Cruz y en las zonas de operaciones. 
 Mientras 
el 16 de abril, en las primeras horas de la tarde, los guerrilleros 
salieron hacia el camino Camiri-Sucre, con el propósito de sacar al 
francés Regis Debray y al argentino Ciro Roberto Bustos. 
 Los Estados Unidos continuaban su inmediata ayuda: un avión Hércules C-130
 de las fuerzas armadas estadounidenses, atiborrado de armamentos, 
equipos, víveres y toda clase de implementos militares, aterrizó en 
Santa Cruz, en vuelo directo desde Panamá. 
 El enviado especial del periódico La Razón, de
 Buenos Aires, notificó que tuvo oportunidad de observar, tanto en Santa
 Cruz como en Camiri y Lagunillas, la presencia de expertos 
norteamericanos fogueados en las acciones de Vietnam que formaban un 
grupo especialmente seleccionado de consejeros militares, con la misión 
de asesorar a los jefes locales de las fuerzas armadas bolivianas. 
 Los informes de los servicios de Inteligencia bolivianos reconocieron 
las debilidades de su ejército, tanto en el terreno de operaciones como 
en la dirección de estas. 
 Señalaron que la moral de las tropas 
estaba por el suelo y los comentarios de los oficiales, clases y 
soldados, ex prisioneros de los guerrilleros, trasmitieron el desánimo, 
la sensación de derrota e impotencia, lo que creó un estado de psicosis 
generalizada de temor. 
 Añadieron que aniquilar a los 
guerrilleros no resultaría fácil, porque era una organización con 
disciplina y experiencias en el combate, que podían recibir apoyo 
interno de los intelectuales, los llamados movimientistas, (miembros del
 Partido del Movimiento Nacionalista Revolucionario), que se encontraban
 en la oposición, los maestros, los campesinos, los estudiantes y los 
mineros, sectores donde la efervescencia revolucionaria era evidente. 
 En los informes se desconfiaba de los militares con ética profesional 
que cuestionaron la activa participación de los norteamericanos, por 
considerarla un descrédito que afectaba la dignidad de la institución 
militar. 
 La confusión y el temor embargaban al dictador René 
Barrientos y a sus adeptos más cercanos. Douglas Henderson, embajador de
 los Estados Unidos en La Paz, confirmó, personalmente, al presidente 
Lyndon B. Johnson, que se habían establecido “guerrilleros comunistas en
 las selvas bolivianas”. Sus preocupaciones fueron atendidas seriamente.  
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario