
“No”,
 dice Kosinski con calma mientras agita su cabeza, “esto no es culpa 
mía. Yo no construí la bomba. Sólo demostré que existía”. Foto: DPA.
El
 9 de noviembre sobre las 8:30am, Michal Kosinski se despertaba en el 
Hotel Sunnehus en Zurich. El investigador, de 34 años, había venido a 
dar una charla al Instituto Federal de Tecnología Suizo (ETH) sobre los peligros del Big Data y la revolución digital. Kosinski da estas charlas con frecuencia en todo el mundo. Kosinski
 es experto en psicometría, una rama de la psicología donde se miden y 
cuantifican variables psicológicas. Cuando encendió la televisión esa 
mañana, descubrió que la bomba había explotado: En contra de lo previsto
 por los mejores estadistas, Donald J. Trump había sido elegido Presidente de los Estados Unidos.
Durante
 un rato, Kosinski observó las celebraciones de la victoria de Trump y 
los resultados de cada estado. Tenía el presentimiento de que el 
resultado de las elecciones tenían algo que ver con sus investigaciones.
 Respiró profundamente y apagó la televisión.
Ese mismo día, una pequeña y poco conocida empresa británica ubicada en Londres enviaba una nota de prensa: “Estamos
 encantados de que nuestro revolucionario método de comunicación basado 
en datos haya jugado un papel tan importante en la extraordinaria 
victoria del presidente electo Donald Trump”, firmaba un tal Alexander James Ashburner Nix. Nix es británico, de 41 años, y CEO de Cambridge Analytica. Siempre luce inmaculado en trajes a medida y gafas de diseño, con su ondulado pelo rubio peinado hacia atrás.
De
 estos tres individuos – el reflexivo Kosinski, el inmaculado Nix y el 
sonriente Trump -, uno de ellos permitió la revolución digital, otro la 
hizo realidad y otro se benefició de ella.
¿Cómo de peligroso es el Big Data?

Todo aquel que no haya pasado los últimos cinco años viviendo en otro planeta estará ya familiarizado con el término Big Data. Big Data significa que todo lo que hacemos, ya sea online u offline, deja una huella digital.
 Cada compra que hacemos con nuestras tarjetas, cada búsqueda que 
hacemos en Google, cada sitio al que vamos con nuestro teléfono en el 
bolsillo, cada “me gusta” es recolectado. Especialmente cada “me gusta”.
 Durante mucho tiempo, no estaba del todo claro qué uso podríamos darle a
 esta información – más allá de recibir anuncios de medicamentos para la
 presión sanguínea tras haber buscado en Google “reducir presión 
sanguínea”. Tampoco estaba claro si el Big Data
 pondría en peligro o beneficiaría a la raza humana. El 9 de Noviembre 
supimos la respuesta. La compañía detrás de la campaña online de Trump, 
así como la del Brexit, era una compañía de Big Data: Cambridge 
Analytica, cuyo CEO es Alexander Nix.
Para entender el resultado 
de las elecciones -y lo que puede llegar a Europa en los próximos meses-
 tenemos que empezar con un extraño incidente en la Universidad de 
Cambridge en 2014, en el Centro de Psicometría de Kosinski.
La 
psicometría, a veces denominada psicografía, se centra en medir rasgos 
psicológicos como la personalidad. En los años 80, dos equipos de 
psicólogos demostraron que cada rasgo del ser humano se puede evaluar 
basándose en cinco dimensiones de la personalidad, conocidos como los 
Big Five. Estos son: Disposición (¿cómo de dispuesto estás a nuevas 
experiencias?), conciencia (¿cómo de perfeccionista eres?), extraversión
 (¿cómo de sociable eres?), amabilidad (¿cómo de considerado y 
cooperativo eres?) y neuroticismo (¿eres fácil de enfadar?). En base a 
estas dimensiones -conocidas como OCEAN por el acrónimo del inglés: openness, conscientiousness, extroversion, agreeableness, neuroticism–
 podemos hacernos una idea bastante acertada de la persona que tenemos 
delante. Esto incluye sus necesidades, sus miedos y su comportamiento. 
El “Big Five” se ha convertido en la técnica estándar de la psicometría.
 Pero durante mucho tiempo, el problema de esta técnica era la 
recolección de estos datos, ya que implicaban el relleno de un largo 
formulario muy personal. Pero llegó Internet. Y Facebook. Y Kosinski.
Michal
 Kosinski era estudiante en Varsovia cuando su vida tomó una nueva 
dirección en 2008. Fue aceptado en la Universidad de Cambridge para 
realizar su Doctorado en el Centro de Psicometría, uno de las 
instituciones más antiguas en esta materia. Kosinski se unió a David 
Stillwell (ahora profesor en la de Universidad de Cambridge) un año 
después de que Stillwell hubiera lanzado una pequeña aplicación de 
Facebook, cuando Facebook no era el gigante que es hoy en día. Su 
aplicación MyPersonality hacía a los usuarios responder a unas 
preguntas, muchas de ellas del cuestionario del Big Five (“Me pongo 
nervioso fácilmente” – “Contradigo a los demás”). Una vez evaluadas esas
 respuestas, los usuarios recibían un “Perfil de Personalidad” -de los 
valores del Big Five- y podían compartir su perfil con los 
investigadores. Kosinski esperaba que algunas docenas de compañeros de 
universidad rellenaran el cuestionario, pero antes de lo que esperaba, 
cientos, miles y hasta millones de personas le habían revelado sus más 
íntimas convicciones. De repente, los dos estudiantes de 
doctorado tenían la mayor base de datos que combinaba evaluaciones 
psicométricas con perfiles de Facebook.
El método que 
Kosinski y sus compañeros desarrollaron durante los siguientes años era 
bastante simple. Primero, presentaban a los participantes un formulario 
online. De sus respuestas, los psicólogos calculaban los valores de sus 
Big Five. El equipo de Kosinksi comparaba entonces los resultados con 
toda la demás información que pudieran obtener del sujeto: a qué hacían 
“me gusta”, qué compartían y que escribían en Facebook, qué edad tenían,
 género o lugar de residencia. Esto permitía a los investigadores unir 
puntos y crear correlaciones. Por ejemplo, los hombres que hacían “me 
gusta” en cosméticos MAC eran, por lo general, gays; uno de los mayores 
indicadores de heterosexualidad es que hubiera hecho like al Wu-Tang 
Clan. Los seguidores de Lady Gaga tendían a ser más extrovertidos, 
mientras más “filosóficos” tendían a ser más introvertidos. Aunque
 una sóla pieza de esta información es irrelevante para hacer una 
predicción, cuando se combinan decenas, centenas o miles de estos datos,
 los resultados de las predicciones llegan a ser muy acertados.
Los seguidores de Lady Gaga tendían a ser más extrovertidos, mientras más “filosóficos” tendían a ser más introvertidos.
Kosinski
 y su equipo siguieron redefiniendo sus modelos. En 2012, Kosinski 
demostró que con una media de 68 “me gusta” de un usuario, era posible 
predecir su color de piel (en un 95 por ciento), su orientación sexual 
(88 por ciento) y su afiliación al partido Demócrata o Republicano 
(85 por ciento). Pero no acababa ahí. Inteligencia, religión, consumo de
 alcohol y tabaco, podían predecirse. De estos datos, podía incluso 
saberse si los padres de una persona estaban divorciados. La robustez del modelo podía ilustrarse sobre cómo de bueno era éste prediciendo las respuestas del sujeto. Kosinski
 continuó trabajando en su modelo de forma incesante: en poco tiempo, el
 modelo era capaz de evaluar a una persona mejor que un compañero de 
trabajo, basándose sólo en 10 “me gusta”. 70 “me gusta” eran 
suficiente para para hacerlo mejor que un amigo, 150 mejor que sus 
padres, y 300 mejor que su pareja. Más “me gusta” podían incluso 
predecir más de lo que la misma persona sabía sobre ella misma. El
 día en que Kosinski publicó estos descubrimientos, recibió dos llamadas
 de teléfono: Una amenaza de denuncia y una oferta de trabajo. Las dos 
eran de Facebook.
Unas semanas después, los “me gusta” en
 Facebook pasaron a ser privados por defecto. Antes, la configuración 
por defecto era que cualquier persona podía ver tus “me gusta”. Esto no 
fue inconveniente para los recolectores de datos: mientras que Kosinski 
siempre pedía el consentimiento de los usuarios, muchas aplicaciones y 
cuestionarios online requerían acceso a la información privada como 
precondición para poder rellenar el test. (Quien quiera evaluarse a sí 
mismo basándose en sus likes de Facebook puede hacerlo en la web de 
Kosinski: applymagicsauce.com, y luego comparar los resultados con los 
del clásico cuestionario de los Big Five:discovermyprofile.com/personality.html)
Pero
 no sólo se trata de “me gustas”, ni siquiera sólo de Facebook. Kosinski
 y su equipo pueden predecir valores de los Big Five basándose en el 
número de fotos de perfil o cuántos contactos tiene una persona (buen 
indicador de la extraversión). Pero también revelamos 
información cuando estamos offline. Por ejemplo, el sensor de movimiento
 de nuestros teléfonos indica cómo de rápido nos movemos y cómo de lejos
 viajamos (lo cual tiene correlación con inestabilidad emocional). 
Nuestro teléfono, concluye Kosinski, es un gran cuestionario psicológico
 que siempre estamos rellenando, ya sea consciente o inconscientemente.
 Lo mejor es que, sin embargo -y esto es clave- también funciona al 
revés: tus datos no sólo pueden generar un perfil psicológico, sino que 
pueden usarse al revés para encontrar ciertos perfiles de personas: 
padres con ansiedad, introvertidos furiosos, por ejemplo – ¿o quizás 
incluso todos los demócratas indecisos? Básicamente, lo que Kosinski 
había inventado era un buscador de personas.
Nuestro teléfono, concluye Kosinski, es un gran cuestionario psicológico que siempre estamos rellenando, ya sea consciente o inconscientemente.
Kosinski empezó a reconocer el potencial -aunque también el peligro inherente- de su obra.
 Para él, Internet había sido una especie de regalo del cielo. Lo que él
 pretendía era devolver el favor, compartirlo. Los datos se pueden 
copiar, así que ¿por qué no íbamos todos a aprovecharnos de ello? Era el
 espíritu de una nueva generación, el comienzo de una nueva era que 
traspasaba las limitaciones del mundo físico. ¿Pero qué pasaría,
 se preguntaba Kosinski, si alguien abusara de su buscador de personas 
para manipular a la gente? Comenzó a añadir advertencias a casi todo su 
trabajo científico. Su método, advertía, “podía suponer una amenaza para el bienestar, libertad e incluso, para la vida del individuo”. Pero parece que nadie entendió lo que quería decir.
Sobre esta fecha, a principios de 2014, un joven profesor asistente llamado Aleksandr Kogan
 se acercó a Kosinski. Le comentó que, hablando en nombre de una 
empresa, estaba interesado en su método. Dicha compañía quería tener 
acceso a la base de datos de myPersonality, recuerda Kosinski. 
Kogan no podía decir con qué objetivo quería esta empresa esta 
información; debía guardar el secreto. Al principio, Kosinski y su 
equipo consideraron la oferta, puesto que supondría un buen ingreso de 
dinero en el centro -pero entonces dudó. Al final, recuerda Kosinski, 
Kogan desveló el nombre de la compañía: SCL- Strategic Communication 
Laboratories. Kosinski buscó en Google la compañía: “[Somos] la 
principal agencia de gestión electoral”, explicaba la web de la 
compañía. SCL ofrecía marketing basado en modelos psicológicos. Unos de 
sus principales objetivos: Influenciar en elecciones. ¿Influenciar en 
elecciones? Perturbado, Kosinski indagó en la web. ¿Qué tipo de compañía
 era esta? ¿Y qué tenía entre manos?
Había algo que Kosinski no 
conocía en aquel momento: SCL es la matriz de un grupo de compañías. A 
quién pertenece SCL y sus diversas ramas no está claro, gracias a una 
difusa estructura corporativa, como puede comprobarse en el registro de 
compañías británico, los papeles de Panamá y su registro como compañía 
en Delaware. Algunas de las ramas de SCL han estado involucradas en el 
derrocamiento de gobiernos en países en desarrollo, mientras que otras 
han desarrollado métodos de manipulación psicológica al pueblo afgano a 
petición de la OTAN. Además, SCL es la empresa madre de 
Cambridge Analytica, la siniestra compañía de Big Data que luego trabajó
 para la campaña online de Trump y el Brexit.
Kosinski no
 sabía nada en absoluto de todo esto, pero tenía un presentimiento. 
“Todo empezaba a oler mal”, recuerda. Tras más investigaciones, 
descubrió que Aleksandr Kogan había registrado, de forma secreta, una 
compañía que hacía negocios con SCL. Como demostró posteriormente The 
Guardian en Diciembre de 2015, y por documentos revisados por Das 
Magazin, SCL había descubierto el método de Kosinski a través de Kogan. 
De repente Kosinski pensó que habían conseguido reproducir (¿o copiar?) 
su método de medida del Big Five usando los “me gusta” de Facebook para 
venderlo a esta compañía de “gestión de elecciones”. Kosinski cortó 
directamente el contacto con Kogan e informó al director del instituto, 
generando así un difícil conflicto en la universidad. El instituto temía
 por su reputación. Aleksander Kogan se mudó a Singapur, se casó, y se 
cambió el nombre a “Dr. Spectre”. Michal Kosinski terminó su doctorado, 
obtuvo un trabajo en Stanford y se mudó a Estados Unidos.
Todo se mantuvo en calma durante un año. Hasta que, en
 Noviembre de 2015, la más radical de las campañas de Brexit, 
“Leave.EU”, liderado por Nigel Farage, anunciaba que había encargado a 
una compañía de Big Data llevar su campaña online: Cambridge Analytica.
 El mayor potencial de la compañía: novedoso marketing político 
-microtargeting- midiendo la personalidad de la gente por sus huellas en
 la nube, basado en el modelo OCEAN.
Kosinski empezó a recibir 
emails preguntando qué tenía él que ver con eso -las palabras Cambridge,
 personalidad y análisis llevaban a mucha gente a pensar directamente en
 Kosinski. Era la primera vez que Kosinski escuchaba sobre esta 
compañía. Preocupado, buscó en la web. ¿Estaban usando su método a gran 
escala con intereses políticos?
Tras el resultado del Brexit, 
amigos y conocidos le escribían: Mira lo que has conseguido. A cada 
sitio que iba, Kosinski tenía que explicar que no tenía nada que ver con
 esta compañía.
Tras el resultado del Brexit, amigos y conocidos le escribían: Mira lo que has conseguido.
Pasaron
 meses. El 19 de Septiembre de 2016 llegó; las elecciones americanas se 
acercaban rápidamente. Riffs de guitarra llenaban la recepción azul 
oscura del New York Grand Hyatt Hotel; “Bad Moon Risin” de Creedence 
Clearwater Revival. El Concordia Summit es una especie de Foro Económico
 Mundial en miniatura. Dirigentes de todo el mundo habían sido 
invitados, entre ellos el presidente suizo Schenider-Ammann. “Por favor,
 den la bienvenida a Alexander Nix, CEO de Cambridge Analytica”, 
anunciaba una suave voz femenina. Un hombre delgado en traje oscuro 
subía al escenario. De repente, silencio. (El vídeo está en Youtube). Muchos
 de los presentes sabían que el presente era el nuevo hombre de Trump 
para su estrategia digital. “Pronto me llamareis Mr. Brexit”, Trump 
twiteaba recientemente, de forma un poco críptica, unas semanas antes.
 Algunos analistas políticos ya habían percibido algunas similaridades 
inquietantes entre la agenda de Trump y la de la del movimiento de Leave
 del Brexit. Pero pocos habían caído en la reciente contratación de una 
compañía de marketing llamada Cambridge Analytica.
Hasta este 
momento, la campaña digital de Trump había consistido en básicamente una
 persona: Brad Parscale, un emprendedor publicitario y fallido fundador 
de una startup que creó una web para Trump por 1500 dólares. Trump, con 
70 años, no es demasiado amante de la tecnología -ni siquiera tiene 
ordenador en su escritorio. Trump no usa emails, según revelaba su 
asistenta personal. Ella misma le insistía en tener un smartphone- desde donde ahora twittea sin parar.
Hillary
 Clinton, por otro lado, confiaba plenamente en el legado del primer 
“presidente de redes sociales”, Barack Obama. Tenía la lista de 
direcciones de todo el Partido Demócrata, conseguido gracias a análisis 
de alta tecnología de “BlueLabs” y recibía soporte de Google y 
DramWorks. Cuando se anunció en junio de 2016 que Trump había contratado
 a Cambridge Analytica, el “establishment” de Washington renegó y lo 
criticó. ¿Extranjeros en trajes a medida que no entienden ni nuestro 
país ni nuestra gente? ¿En serio?
“Es un privilegio para 
mí el hablar antes ustedes hoy sobre el poder del Big Data y la 
psicografía en el proceso electoral”. El logo de Cambridge Analytica – 
un cerebro compuesto de nodos de una red, como un mapa, aparecía tras 
Alexander Nix. “Hace sólo dieciocho meses, el Senador Cruz era 
uno de los candidatos menos populares”, explicaba el hombre rubio con su
 distinguido acento británico, que deja a los americanos igual de 
incómodos que un acento puro alemán deja a un suizo. “Menos del 40 por 
ciento de la población había escuchado hablar de él”, decía otra 
diapositiva. Al final de 2014, Cambridge Analytica se había involucrado 
en las campañas electorales de Estados Unidos, en un principio como 
consultora para el republicano Ted Cruz, subvencionado por el reservado 
billonario del software Robert Mercer. Todos en la sala conocían el 
meteórico ascenso del Senador conservador Cruz. Era uno de los sucesos 
más extraños de la campaña electoral: ¿Cómo había conseguido el Senador 
Cruz llegar a ser la última competencia directa de Trump para las 
primarias Republicanas, subiendo del 5 al 35 por ciento? “¿Cómo lo 
hizo?”. Hasta ahora, explica Nix, las campañas electorales se 
han basado en conceptos demográficos. “Una idea ridícula. La idea de que
 todas las mujeres debían recibir el mismo mensaje sólo por su género o 
que todos los afroamericanos debían hacerlo por su raza.” Lo que Nix 
quiere decir es que los demás han confiado en la demografía, mientras 
que Cambridge Analytica está usando psicometría.
Aunque 
esto sea cierto, el papel de Cambridge Analytica en la campaña de Cruz 
no está libre de disputas. En Diciembre de 2015, el equipo de Cruz 
reconocía su exitoso ascenso gracias al uso psicológico de datos y 
análisis. En la “Era de la Publicidad”, un cliente político 
calificó al personal de Cambridge como “una rueda de respuesto”, pero 
consideró que su producto principal, el modelo de datos de votantes de 
Cambridge, continuaba siendo “excelente”. Aún así, no está 
claro hasta qué punto estaba Cambridge Analytica involucrada en la 
campaña de “Leave”. Cambridge Analytica no discutirá estas preguntas.
Nix
 pasa a la siguiente diapositiva: cinco caras diferentes, cada una 
correspondiente a un perfil de personalidad. Es el Big Five, o el modelo
 OCEAN. “En Cambridge”, comenta Nix, “somos capaces de crear un modelo 
para predecir la personalidad de cada uno de los adultos en los Estados 
Unidos de América.”. La audiencia presta atención. Según Nix, el
 éxito del marketing de Cambridge Analytica se basa en una combinación 
de tres elementos: ciencia del comportamiento usando el modelo OCEAN, 
análisis de Big Data, y publicidad especializada. La publicidad
 especializada, en otras palabras, es una publicidad dirigida y 
formulada de forma muy concreta para la personalidad de cada individuo.
Nix
 explica cómo su compañía consigue estos resultados. Primero, Cambridge 
Analytica compra datos personales de distintas fuentes como registros de
 propiedades, datos de transporte, de compras, tarjetas de bonus, 
pertenencia a clubs, que revistas lees, a qué iglesias vas, etc. Nix 
enseña los logos de varias compañías especializadas en este tipo de 
información como Acxiom y Experian -en los Estados Unidos, casi toda la 
información personal está a la venta. Por ejemplo, si quieres saber 
dónde vienen las mujeres judías, puedes comprar la información, con 
números de teléfono incluido. Luego, Cambridge Analytica agrega todos 
esos datos con la lista miembros del Partido Republicano y datos online 
como los “me gusta” de facebook- hoy en día la compañía dice no usar 
datos de facebook y calcula un perfil de personalidad de Big Five. Las huellas digitales de repente se convierten en una persona real, con miedos, necesidades, intereses y dirección física.
La
 metodología es bastante similar a la que desarrolló en aquel momento 
Michal Kosinski. Cambridge Analytica usaba además, según Nix, “encuestas
 en redes sociales” y datos de Facebook. Y Cambridge Analytica hacía 
precisamente lo mismo que Kosinski advertía: “Hemos creado perfiles de todos los adultos de Estados Unidos, 220 millones de personas”, se enorgullecía Nix.
 Abre una captura de pantalla. “Este es el panel resumen que preparamos 
para la campaña de Cruz”. Un panel de control aparece. A la izquierda 
están los diagramas, a la derecha un mapa de Iowa, donde Cruz ganó un 
importante número de votos en las primarias. Y en el mapa, aparecen 
cientos de miles de puntos rojos y azules. Nix ajusta el filtro aún más:
 “Republicanos”, -los puntos azules desaparecen; “Incesisos”- más puntos
 desaparecen; “hombres”, etc. Finalmente, sólo una persona queda en el 
mapa, incluyendo edad, dirección, intereses, personalidad e inclinación 
política. ¿Cómo hace Cambridge Analytica para actuar específicamente sobre esta persona con el mensaje político correcto?
Nix enseña cómo pueden dirigirse de forma distinta a votantes que han sido categorizados psicológicamente, usando como ejemplo el derecho al uso de armas, la Segunda Enmienda: “Para un público neurótico y diligente, la amenaza de un robo -y la póliza de seguro de un arma”.
 Una imagen a la izquierda muestra la mano de un ladrón rompiendo una 
ventana. A la derecha, una foto de un hombre con su hijo contemplando el
 atardecer, ambos con armas en la mano, disparando a patos. “Por otro 
lado, para un público más cercano y afable. Gente que se preocupa de las tradiciones, los hábitos, la familia”.
Cómo mantener a los votantes de Clinton lejos de las urnas

Las
 huellas digitales de repente se convierten en una persona real, con 
miedos, necesidades, intereses y dirección física. Foto: 
Gointeraction.biz
Las continuas inconsistencias de 
Trump, su muy criticada inconsistencia, y sus consecuentes mensajes 
contradictorios, de repente se convirtieron en su principal arma: un 
mensaje distinto para cada votante. El que Trump actuara como 
un perfecto algoritmo oportunista siguiendo únicamente la reacción del 
público es algo que el matemático Cathy O’Neil ya había mencionado en 
Agosto de 2016. “Prácticamente cada mensaje de Trump fue diseñado por el
 análisis de los datos”, recuerda Alexander Nix. El día del tercer 
debate entre Trump y Clinton, el equipo de Trump probó 175 mil 
variaciones de sus argumentos para encontrar la mejor, todo basado en 
Facebook. Los mensajes se distinguían en su mayoría por detalles
 microscópicos, con el objetivo de llegar al espectador de la mejor 
forma posible: diferentes cabeceras, colores, ilustraciones con fotos o 
vídeos. El perfeccionismo llegaba hasta los grupos más minoritarios,
 explica Nix en una entrevista a Das Magazin. “Podemos llegar a pueblos o
 bloques de apartamentos de una forma concreta. Incluso a particulares”.
“Prácticamente cada mensaje de Trump fue diseñado por el análisis de los datos”, recuerda Alexander Nix.
En
 el distrito de Miami de Little Haiti, la campaña de Trump mostraba a 
sus habitantes noticias acerca del fracaso de la fundación de Clinton en
 la ayuda tras el terremoto de Haití -con el objetivo de que no votaran a
 Hillary Clinton. Este era uno de los objetivos: mantener a potenciales 
votantes de Clinton (incluyendo gente de izquierda insegura, 
afroamericanos y mujeres jóvenes) lejos de las urnas, “borrar” su voto, 
cómo decía uno de los empleados de Trump. Estos “puntos oscuros”- 
publicidad encubierta en la lista de noticias de facebook de forma que 
sólo ciertos perfiles específicos pueden verlo – incluían videos 
únicamente para afroamericanos donde Hillary Clinton se refería a los 
hombres negros como “depredadores”, por ejemplo.
Estos “puntos oscuros” – publicidad encubierta en la lista de noticias de facebook de forma que sólo ciertos perfiles específicos pueden verlo – incluían videos únicamente para afroamericanos donde Hillary Clinton se refería a los hombres negros como “depredadores”, por ejemplo.
Nix
 acaba su presentación en el Concordia Summit dejando claro que la 
publicidad tradicional está muerta. “Mis hijos seguramente nunca, jamás,
 entenderán este concepto de comunicación masiva.”. Antes de dejar el 
escenario, anunciaba que uno de los dos candidatos que aún quedaban 
estaba usando esta nueva tecnología.
La precisión con la que la 
población americana se estaba abordando por las tropas digitales de 
Trump en ese momento no estaba claro -porque atacaban menos en la 
televisión tradicional, y más con mensajes personalizados en redes 
sociales o televisión digital. Y mientras que el equipo de Clinton 
pensaba que estaba en cabeza basado en proyecciones demográficas, la 
periodista de Bloomberg Sasha Issenberg se sorprendía en una visita a 
San Antonio -donde se basa la campaña digital de Trump- cuando vio que 
se estaban creando unas segundas sedes. El equipo integrado de Cambridge
 Analytica, aparentemente sólo 12 personas, recibió 100.000 dólares de 
Trump en Julio, 250 mil en agosto, y 5 millones en septiembre. Según 
nuestras últimas conversaciones con Mr. Nix, ganaron más de 15 millones 
de dólares en total.
Y los efectos fueron radicales: Desde
 Julio de 2016, los “corredores” de Trump que iban puerta por puerta 
tenían una aplicación móvil donde podían identificar las ideas políticas
 de los habitantes de una vivienda. Fue la misma app que se usó durante 
el Brexit. La gente de Trump sólo pegaba en las puertas de 
gente que la app consideraba receptivas a sus mensajes. Iban preparados 
con guiones para conversaciones personalizadas según el tipo de persona.
 Además, éstos rellenaban las reacciones de la gente en la propia 
aplicación – y a aplicación llegaba directamente al panel de control de 
la campaña de Trump.
Esto no es nada nuevo. El equipo de Clinton hizo cosas similares -pero hasta donde sabemos, no crearon perfiles psicométricos.
 Cambridge Analytica, sin embargo, dividió la población americana en 32 
tipos de personalidades, y se enfocó en sólo 17 estados. Y tal y como 
Kosinski estableció que un hombre interesado en productos MAC tiene alta
 probabilidad de ser gay, Cambridge Analytica descubrió que tener 
preferencia por coches hechos en Estados Unidos era un buen indicador de
 cercanía a las ideas de Trump. Entre otras cosas, estos descubrimientos
 mostraron qué mensajes de Trump funcionaban mejor y dónde. La 
decisión de centrarse en Wisconsin y Michigan en las últimas semanas de 
la campaña se tomó basada en los datos analizados. El candidato se 
convirtió en el instrumento para implementar un modelo.
¿Qué está haciendo Cambridge Analytica en Europa?
¿Pero hasta qué punto influenciaron los métodos psicométricos el resultado de las elecciones? Cuando preguntamos, Cambridge Analytica no quiere dar ningún detalle sobre la efectividad de su campaña.
 Y quizás la pregunta de si los métodos psicométricos tuvieron algún 
efecto en el resultado de las elecciones de 2016 sea imposible de 
responder. Aún así existen pistas: Hay un incremento inesperado 
de Ted Cruz durante las primarias. También incrementó el voto en las 
zonas rurales. Hubo un descenso en los votos de los afroamericanos 
primerizos. El hecho de que Trump empleó tan poco dinero también podría 
ser explicado por la efectividad del método de la publicidad basada en 
personalidad. Así como el hecho de que gastó mucho más en su 
campaña digital que en televisión comparado con Hillary Clinton. 
Facebook resultó ser el arma definitiva y el mejor aliado en la campaña,
 como muestran los tweets de muchos empleados de Trump.
Muchos han
 dicho que los estadistas perdieron las elecciones con sus predicciones 
tan alejadas de la realidad. ¿Pero y si es al revés?: Los 
estadistas de hecho ganaron las elecciones -pero sólo los que usaron el 
nuevo método. Es una ironía de la vida que Trump se quejara con la 
investigación científica, mientras usaba un método puramente científico 
en su campaña.
Otro gran ganador es Cambridge Analytica. 
Steve Bannon, conocido miembro del comité directivo de la compañía y 
antiguo ejecutivo del periódico conservador Breitbart News, ha sido 
elegido como Consejero Senior de Donald Trump y Jefe de Estrategia. 
Marion Maréchal-Le Pen, la activista del Front-National y sobrina del 
candidato presidencial a Francia, ya ha comentado en twitter que 
aceptaría una invitación para colaborar con él, y en un video interno de
 Cambridge Analytica, la grabación de una reunión se titula “Italia”. Ya
 en 2012 SCL Elections estaba presente en la política italiana. Aunque
 Cambridge Analytica no comenta nada sobre sus supuestas conversaciones 
con la Primera Ministra británica Theresa May, Alexander Nix asegura que
 está formando su cartera de clientes en todo el mundo, y que tiene 
peticiones de Suiza y Alemania.
Kosinski ha observado 
todo desde su oficina en Stanford. Tras las elecciones, existe cierta 
confusión en la Universidad. Kosinski responde con la mejor arma para un
 investigador: análisis científico. Junto con su compañera Sandra Matz, 
ha llevado a cabo una serie de pruebas, las cuales serán pronto 
publicadas. Los resultados iniciales, a los que ha tenido acceso Das 
Magazin, son alarmantes: El estudio muestra que la efectividad 
del método de la publicidad personalizada por perfil puede conseguir un 
63 por ciento más de clicks y un mil 400 por ciento más de conversión en
 campañas publicitarias en facebook dirigidas a personas basadas en sus 
características específicas. Demuestran además la escalabilidad
 de este método, mostrando como la mayoría de las páginas de facebook 
que promocionan productos o marcas están muy marcadas por la 
personalidad de sus miembros, y que una gran parte de consumidores 
pueden ser bien categorizados basados en su reacción con una sola página
 de facebook.
El mundo está del revés. Gran Bretaña deja Europa, 
Donald Trump es presidente de los Estados Unidos de América. Y en 
Stanford, el investigador polaco Michal Kosinski, que quería advertir 
sobre el riesgo de usar el análisis psicométrico en la publicidad 
política, sigue recibiendo emails acusatorios. “No”, dice 
Kosinski con calma mientras agita su cabeza, “esto no es culpa mía. Yo 
no construí la bomba. Sólo demostré que existía”.
Nota:
Este
 artículo es una traducción personal al castellano del original “Ich 
habe nur gezeigt, dass es die Bombe gibt”, publicado por Das Magazin. La traducción no se hizo en base al original alemán, sino a una versión inglesa ahora desaparecida, encontrada en aNtiDiTe Zine, y que ahora está disponible en VICE.

Es
 una ironía de la vida que Trump se quejara con la investigación 
científica, mientras usaba un método puramente científico en su campaña.
 Foto: Omni.se
(Tomado del blog de Pablo Reyes)
 
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