Ángel Guerra Cabrera
El retiro de 
circulación por el gobierno venezolano de los billetes de 100 bolívares y
 su sustitución por unidades de mayor denominación, de entre 500 y 20 
mil bolívares, era una necesidad apremiante. La alta tasa de inflación 
inducida por la guerra económica contra la revolución bolivariana y la 
abrupta y prolongada caída de los ingresos petroleros lo exigía, con el 
propósito de facilitar y racionalizar la circulación monetaria. No menos
 importante, asestar un castigo contundente a los especuladores, que con
 esta medida han perdido miles de millones de bolívares al no poder 
canjearlos, o porque no tienen modo de justificar legalmente su 
posesión, o por haberles sido confiscados sin poder aclarar su 
procedencia.
Es el caso, por ejemplo, de cientos de ilegales casas de cambio 
toleradas y estimuladas por Bogotá en la fronteriza ciudad colombiana de
 Cúcuta, donde ha existido durante años una boyante maquinaria de 
desmonetización del bolívar que había causado hasta ahora una auténtica 
sangría a la economía venezolana.
Sin embargo, el canje de los billetes y la puesta en circulación de 
las nuevas unidades ha sufrido un retraso de días porque una de las 
casas de moneda contratadas para imprimirlos no cumplió el plazo 
pactado. Pero, aun así, cuando ya estuvieron listos lotes de billetes, 
los aviones rentados para su traslado se negaron a transportarlos a 
Venezuela. El gobierno venezolano ha explicado puntualmente que su casa 
de moneda no podía acometer la impresión de los billetes en el momento 
necesario porque requería de modificaciones tecnológicas, que sólo 
estarán listas más adelante, lo que exigió acudir a fabricantes fuera 
del país.
Pero al depender de una empresa estadunidense para imprimir y 
transportar el dinero, otra vez se hizo presente la guerra económica, 
respaldada por bancos privados en Venezuela, que también han retrasado 
la entrega de las unidades monetarias. La suma de estos factores ha 
causado malestar en sectores populares que quedaron momentáneamente sin 
poder comprar artículos de primera necesidad, situación aprovechada por 
grupos de choque de la oposición que intentaron crear cien focos de 
violencia vandálica en el país, otra vez con el ánimo de provocar la 
anhelada intervención extranjera. No lo consiguieron más que 
parcialmente en tres lugares y de nuevo quedaron en la picota pública. 
Porque el pueblo venezolano, aun los opositores, rechaza los métodos 
violentos y la permanente confrontación con el gobierno de los 
cabecillas de oposición.
Prueba de ello es que a un año de ganar la mayoría en la 
Asamblea Nacional, los adversarios no han sido capaces de capitalizar a 
su favor los enormes problemas económicos y políticos que, unidos a 
errores acumulados, ha enfrentado el chavismo en 2016, el más difícil 
desde que llegara al gobierno en 1999. Por el contrario, quienes votaron
 a la oposición en espera de mejoras económicas, han visto con 
indignación cómo no sólo no proponía una sola medida para lograrlo sino 
que rechazaba ferozmente razonables iniciativas del gobierno sobre el 
tema. Por su parte, la militancia opositora está totalmente desalentada 
por las continuas peleas entre sus dirigentes; en los últimos tiempos 
por que al verse forzados al diálogo con el gobierno, todos se critican 
entre sí por haberlo aceptado.
Mientras, el presidente Maduro y su equipo no han perdido un minuto 
para reencausar el proceso revolucionario, gestar poder popular en la 
base, atacar la guerra y los problemas económicos con energía, proteger a
 los sectores populares y mantener y fortalecer planes sociales como la 
Gran Misión Vivienda, que ya ha construido más de 3 millones de 
unidades.
De igual forma, Caracas ha mantenido una activa política exterior a 
cargo de esa mujer extraordinaria que es la canciller Delcy Rodríguez, 
quien acaba de dar una batalla que puso muy en alto la dignidad de 
Venezuela ante los ilegales intentos de expulsar a su país del Mercosur 
de los gobiernos derechistas de Argentina, Brasil y Paraguay y la 
conducta cómplice del canciller de Uruguay, que ha levantado una lluvia 
de críticas dentro del Frente Amplio.
No es por ello gratuito el fuerte apoyo del chavismo al gobierno de 
Maduro, que hace una semana ha vuelto a inundar las avenidas de Caracas y
 demostrado su creciente músculo político ante una cúpula opositora cada
 vez más enajenada e inepta por su odio al pueblo, su servilismo ante 
Washington y su descocada aspiración de borrar de la faz de la tierra a 
Hugo Chávez y sus legiones de seguidores.
Twitter:@aguerraguerra
 

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