
Piscina descubierta de residuos de petroleo dejada por Texaco en la Amazonia
Hace
 más de 23 años, 30.000 indígenas y campesinos residentes en las 
provincias de Orellana y Sucumbíos, de la Amazonía norte del Ecuador, 
agrupados en la Unión de Afectados por las Operaciones de Texaco, 
(UDAPT), iniciaron una acción judicial en contra de la transnacional 
Chevron Corporation, antes Texaco.
Para refrescar la 
memoria, recordemos que Chevron, en 1964, obtuvo un concesión de más de 
un millón de hectáreas en la Amazonía norte de Ecuador, para explorar y 
extraer petróleo. En esa área de selva tropical amazónica, habitaban 
pueblos indígenas ancestrales, entre ellos: los Siekopai, Sionas, 
Cofanes, Waorani, Tetetes y Sansahuari.
La empresa Texaco 
realizó una operación defectuosa, diseñada para incrementar su ganancia 
económica, con la menor inversión posible.  Por ejemplo: todas las 
piscinas, de una dimensión mínima que sobrepasaban en promedio los 300 
metros cuadrados, las construyó lo más próximo a las fuentes de agua 
superficial.  Vertió intencionalmente a los ríos de la Amazonía más de 
16.000 millones de galones de agua tóxica (agua mezclada con tóxicos 
producto de la extracción); provocó cientos de derrames de crudo, que 
nunca remedio, cubrió con petróleo más de 1.500 kilómetros de vías o 
carreteras.
En conclusión, causó de forma intencional y 
reiterada, la destrucción de más de 450.000 hectáreas de bosque tropical
 amazónico.  De acuerdo a la ley ecuatoriana, al contrato de concesión y
 a las prácticas operacionales de esa época, la compañía estaba obligada
 a utilizar la mejor técnica, para evitar el impacto ambiental y así no 
afectar la vida de las personas ni del ecosistema; pero, la actitud 
irresponsable adoptada por Chevron generó uno de los peores desastres 
ambientales de la historia de la humanidad, causado por una 
transnacional.
Según varios estudios de salud, entre ellos
 los contenidos en los libros “Las Palabras de la Selva”, de Carlos 
Berinstain y “Cáncer en la Amazonía”, de Miguel San Sebastián, 
realizados en la zona, se determina la existencia de cientos de casos de
 cáncer, que son plenamente atribuibles a la constante exposición a los 
tóxicos arrojados por la petrolera.
Proceso judicial
Con
 el sueño de lograr una reparación del daño causado por las operaciones 
de Chevron, más de 30.000 indígenas y campesinos de la Amazonía 
ecuatoriana, en el 1993, plantearon una demanda en contra de la 
petrolera Texaco, en el estado de Nueva York; es decir, ante el sistema 
judicial norteamericano.
Chevron activó dos argumentos para su defensa:
- Desestimar la demanda. Para procurar convencer a los jueces norteamericanos que desestimen la demanda, la petrolera logró incidir en el Gobierno de Ecuador, con el cual suscribió un contrato, en el que la petrolera se comprometió a remediar una parte del daño causado.
- Foro no conveniente. El segundo argumento de la petrolera fue el de que el sistema norteamericano, no era el foro conveniente y que si se debía tramitar un juicio, éste debía ser ante el sistema judicial ecuatoriano.
Finalmente,
 luego de nueve años de litigios ante el sistema norteamericano, Chevron
 ganó esa batalla y el caso se radicó en el Ecuador, en donde la 
petrolera argumentó que el sistema judicial ecuatoriano no era 
competente para procesar este juicio.
En el 2011, la UDAPT
 logró que Chevron sea condenada a pagar más de 9.500 millones de 
dólares, que serán destinados a reparar el daño causado. 
Sin embargo, durante todos esos años de proceso, Chevron retiró todos sus bienes y activos que tenía en el Ecuador, lo que determina que la sentencia que ganaron los afectados, se vuelva inejecutable en el país donde se produjo el daño.
Hasta este día, la UDAPT, con 
su esquipo de abogados, ha luchado en las cortes de EE.UU., Canadá, 
Ecuador, Brasil, Argentina e incluso ante la Corte Penal Internacional. 
 Ha recurrido a varias relatorías de Derechos Humanos de las Naciones 
Unidas, pero hasta hoy no logra un pleno acceso a la justicia.
¿Cuáles son los obstáculos que tienen los afectados para lograr un adecuado acceso a la justicia?
Existen
 múltiples obstáculos que impiden que pueblos y/o comunidades afectadas 
tengan pleno acceso a la justicia y sean tratadas en igualdad de 
condiciones que las corporaciones.
Costo económico.
 Según datos, algunos públicos y otros por análisis de costo, Chevron ha
 gastado más de dos mil millones de dólares en su defensa.  Ha 
contratado más de 60 bufetes de abogados en distintos países, decenas de
 empresas de comunicación, de lobby, e incluso empresas de espionaje y 
persecución como Kroll por ejemplo, que es una de las compañías de 
espionaje más grandes del mundo.  Esa corporación, a fines de 2013, 
reveló que en ese año había facturado más de 15.000.000 de dólares a 
Chevron, por espiar y perseguir al equipo de la UDAPT.  Adicionalmente, 
Chevron usa mucho de su dinero para chantajear a distintos gobiernos del
 mundo, con el fin de comprar impunidad.  Por ejemplo, cuando la UDAPT 
logró activar el embargo en la República de Argentina, Chevron ofreció 
realizar millonarias inversiones en el yacimiento Vaca Muerta, a cambio 
que los jueces levanten el embargo que la UDAPT había conseguido activar
 en ese país.  Finalmente, el chantaje les funcionó, la Corte Suprema de
 Argentina, el 4 de junio del 2013, levantó el embargo y el 16 de julio 
del mismo año (2013), se suscribió el contrato de inversión entre 
Chevron y el Gobierno argentino.
Es imposible para los 
pueblos indígenas y campesinos competir y hacer frente a una corporación
 con un sistema que no garantiza la igualdad para las partes.
Ocultamiento tras las empresas subsidiarias. Según el informe publicado en el 2011, PipingProfits, de PublishWhatyouPay de Noruega[1],
 Chevron es una de las corporaciones más opacas del mundo.  Mantiene más
 de 77 empresas subsidiarias, la mayoría de ellas en los denominados 
paraísos fiscales.  Uno de los casos que nos aclara mejor esta telaraña 
es la ingeniería que construyeron en Argentina para ocultarse de nuestro
 juicio[2].
  La UDAPT, que ganó el caso de forma legítima ante las Cortes del 
Ecuador, hoy está abocada a realizar distintas acciones de exequátur 
(homologación de sentencia) en jurisdicciones extranjeras, entre ellas 
Canadá, Brasil y Argentina.  En todas ellas, Chevron procura ocultarse 
tras el velo societario, tras las subsidiarias.
Uso de la ciencia para torcer la verdad.
 Durante el proceso judicial en Ecuador, se generaron más de 80.000 
resultados físicos químicos, 106 informes o reportes de expertos, 60 de 
los cuales pagados totalmente por Chevron.  El legado de tóxicos dejados
 por Chevron en nuestra Amazonía es inocultable, es evidente, tanto así 
que, a los propios expertos contratados por Chevron se les hacía 
imposible no encontrar contaminación.  Durante la fase de 
investigaciones de campo, el multitudinario equipo de expertos que 
trabajaba para Chevron debía hacer un gran esfuerzo para no hallar 
residuos de tóxicos, dejados por la petrolera, en la Amazonía; y cuando 
daban con ellos, que era siempre, el trabajo de los expertos era 
ocultarlos o minimizar su impacto[3].
Sistema de justicia inaccesible para los pueblos afectados.
 Cuando nuestro caso fue planteado ante el sistema de justicia de los 
EE.UU., Chevron argumentó que los jueces norteamericanos no tenían 
competencia para procesar este juicio, que no era el foro conveniente. 
 Cuando el caso vino al Ecuador, Chevron argumentó que los jueces del 
Ecuador no eran competentes para procesar el juicio.  Luego, cuando la 
UDAPT ganó el litigio en Ecuador e iniciamos las acciones de Exequátur 
en Canadá, Brasil y Argentina, Chevron arguye, en las tres 
jurisdicciones, que esos jueces no son competentes para procesar este 
proceso.  Este argumento lo pone Chevron porque sabe que no existe en el
 mundo un instrumento jurídico que permita juzgar corporaciones, ni una 
estructura o corte internacional para ese fin.  Este es el gran vacío 
que existe en el planeta.
Protección del país de origen de la corporación.
 En este caso, es evidente que tanto el sistema judicial de los EE.UU. 
como la administración pública de ese país, han protegido y siguen 
protegiendo ferozmente a la corporación.
Por ejemplo, en 
su momento revelaron al menos nueve cables Wikileaks, que evidenciaban 
los nexos y las presiones que ejercía la embajada estadounidense en 
Quito, en contra del Gobierno ecuatoriano, y del sistema judicial del 
Ecuador, para ayudar a Chevron.
Adicionalmente, en los 
últimos años, el sistema de justicia de los EE.UU., asentado en Nueva 
York, ha emitido resoluciones que prohíben que se pueda ejecutar la 
sentencia nuestra en los EE.UU., todo por un supuesto fraude.  Durante 
el proceso judicial, prohibieron a los ecuatorianos y sus defensores 
hablar de la contaminación ambiental generada por Chevron; los jueces 
que fallaron en favor de Chevron no conocen el Ecuador, no conocen el 
daño causado por Chevron, no han leído la prueba que se generó para que 
exista la sentencia en el Ecuador, y al menos uno de esos jueces tiene 
inversiones económicas en Chevron, a través de fondos de inversión. ç
Igualmente
 existen diversos documentos que revelan las reuniones de Chevron con 
altos funcionarios del Gobierno norteamericano, realizando planes para 
incidir en el Gobierno de Ecuador.
Tratados internacionales.
 Por último, los tratados bilaterales de protección de inversiones no 
hacen más que cerrar el círculo para garantizar la impunidad a las 
corporaciones.  En el fondo, en los tratados se incluyen normas que 
generalmente están por encima de las normas domésticas de los Estados, y
 que a la postre garantizan a las corporaciones realizar sus operaciones
 de forma segura; pero jamás garantizan el acceso a la justicia a 
comunidades afectadas, ni a los Estados cuando las empresas generan 
desastres ambientales y sociales.  Chevron ha planteado tres arbitrajes 
internacionales en contra del Estado ecuatoriano, procesos a los cuales 
los afectados no tenemos acceso.  Sin embargo, pese a la óptima defensa 
que haga el Ecuador, el sistema de arbitraje siempre favorece a las 
corporaciones.
Los 23 años de lucha de la UDAPT contra 
Chevron son el más claro ejemplo de cómo las corporaciones 
transnacionales han creado una verdadera arquitectura que les garantice 
impunidad, lo que nos demuestra que el problema que tenemos es 
sistémico.  El sistema excluye a los pueblos del acceso a la justicia y 
garantiza completa impunidad a las corporaciones transnacionales.
Para
 ilustrar mejor esta complejidad, aquí formulo varias preguntas.  ¿Cómo 
se explica el hecho de que cuando una persona quiere demandar a un 
Estado ante el sistema regional o internacional de Derechos Humanos, 
éste primero debe agotar todos los recursos internos de su país; mas sin
 embargo, las corporaciones transnacionales pueden demandar a los 
Estados directamente?  ¿Por qué este trato diferenciado?  ¿Por qué los 
instrumentos jurídicos internacionales de Derechos Humanos, ambiente, 
pueblos indígenas, son declaraciones no vinculantes; mientras que los 
instrumentos jurídicos para proteger las inversiones, al inversionista, a
 las corporaciones, son convenios vinculantes?
Pablo Fajardo Mendoza,
 abogado ecuatoriano, es Procurador común y representante legal de los 
pueblos de la Amazonía, agrupados en la UDAPT, en el juicio contra 
Chevron Corporation. 
 
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