La Jornada 
El gobierno colombiano y
 las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) anunciaron ayer 
que este jueves 24 firmarán en Bogotá el Acuerdo Final para la 
Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y 
Duradera alcanzado el sábado 12 en La Habana, Cuba. Luego de la firma 
por ambas partes, el texto será remitido al Congreso, donde se espera su
 aprobación gracias a la mayoría oficialista y de otras fuerzas que 
respaldan el proceso para poner fin al conflicto armado que en más de 
medio siglo ha dejado 300 mil muertos, 45 mil desaparecidos y hasta 6.9 
millones de desplazados internos, según cifras oficiales.
Las pláticas para lograr la desmovilización de la organización 
guerrillera más antigua de América Latina se iniciaron de manera oficial
 en La Habana en septiembre de 2012 y continuaron hasta agosto de este 
año con el auspicio de Cuba y Noruega como países garantes, además de 
Chile y Venezuela en el papel de acompañantes de las conversaciones. El 
presente acuerdo se da tras un intenso esfuerzo de negociaciones para 
integrar en el documento definitivo las demandas de los sectores que se 
opusieron al texto original, acordado el 24 de agosto y rechazado por 
estrecho margen en el plebiscito de ratificación convocado por el 
presidente Juan Manuel Santos el 2 de octubre pasado. Entre los 
principales cambios en el nuevo acuerdo destacan el rechazo a incluir el
 acuerdo en la Constitución y la defensa explícita de la propiedad 
privada en la reforma rural, además de precisiones importantes en la 
restricción efectiva de la libertad de los combatientes desmovilizados.
Hasta ahora el principal escollo para terminar con el 
sangriento conflicto ha provenido de los sectores retrógrados y 
belicistas encabezados por el ex presidente Álvaro Uribe, quien 
emprendió una cruzada personal para descarrilar el proceso de paz 
mediante el miedo, el fanatismo derechista y el espíritu de venganza. 
Dichos grupos, que durante décadas han apostado a la aniquilación armada
 de la guerrilla, pretenden fundamentar su postura en una presunta 
defensa de los derechos de las víctimas, la cual se revela contraria a 
éstas, en tanto que los resultados del plebiscito mostraron un amplio 
apoyo al tratado de paz en las zonas más azotadas por el conflicto.
Ante esos intentos por dar al traste con la búsqueda de una salida 
pacífica, la incorporación de múltiples demandas de los opositores al 
acuerdo original muestra la voluntad política del gobierno de Santos y 
los miembros de las Farc por mantener sus compromisos, pese a las 
dificultades y la fragilidad inherentes a un proceso de naturaleza tan 
compleja como el actual.
Con el anuncio de lo que se vislumbra como una firma definitiva de la
 paz, no queda sino felicitar al pueblo colombiano por este logro 
histórico, y desearle la mejor ventura en la complicada fase de 
reconstrucción nacional por venir.
 

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