Gillermo Castillo Ramírez
 Cuando
 un migrante sale de su casa en Centroamérica contra su voluntad porque 
se quedó sin trabajo y lo despojaron de sus tierras, o porque hubo 
inundaciones que afectaron su comunidad y cosechas, o porque lo 
amenazaron de muerte y lo persiguen las pandillas, es una contradicción y
 un acto de violencia que en México se le vea como un “transgresor de la
 ley” y se le estigmatice por transitar sin documentos. Urbano Arvide.
Cuando
 un migrante sale de su casa en Centroamérica contra su voluntad porque 
se quedó sin trabajo y lo despojaron de sus tierras, o porque hubo 
inundaciones que afectaron su comunidad y cosechas, o porque lo 
amenazaron de muerte y lo persiguen las pandillas, es una contradicción y
 un acto de violencia que en México se le vea como un “transgresor de la
 ley” y se le estigmatice por transitar sin documentos. Urbano Arvide.
La migración en un mundo globalizado y desigual [*]
En
 el mundo contemporáneo la profusa y desigual movilidad y flujo de 
bienes, dinero, personas e información han sido las características de 
las dinámicas de los Estados neoliberales y de la globalización. No 
obstante, si bien la movilidad humana no es un proceso nuevo y ha estado
 relacionada con eventos claves de los últimos siglos –la invasión 
colonial europea a América, Asía y África, la revolución industrial, la 
creciente importancia de las metrópolis y la urbanización, la 
conformación y consolidación del capitalismo, la segunda guerra mundial,
 entre otros-, la migración actualmente ha tomado proporciones inéditas.
 Según el Banco Mundial se llegó a la cifra histórica de aproximadamente
 250 millones de migrantes en el mundo para fines el 2015.
Esto
 se explica en buena medida por la vinculación entre la migración 
laboral internacional y los procesos de expansión del capitalismo 
neoliberal y sus repercusiones políticas y económicas a nivel regional y
 mundial. Como causa de los efectos del neoliberalismo, los migrantes en
 sus lugares de origen son los excluidos del desarrollo nacional debido 
al deterioro productivo, la caída del empleo y la merma de los salarios 
en los países en desarrollado. Pero al mismo tiempo, los migrantes 
juegan un papel clave en la internacionalización de las cadenas 
productivas al fungir como fuerza de trabajo barata, flexible y 
vulnerable que trasciende las fronteras nacionales y se desplaza en una 
dirección sur-norte hacia los países centrales, donde se concentran 
algunos de los mercados laborales transnacionales que mayor riqueza 
generan en el orbe.
Sin embargo, dentro de las 
amplias dinámicas de movilidad humana, las migraciones que tiene un 
carácter más dramático y que se estructuran sobre mayores procesos de 
marginación y violencia son aquellas en que las personas, debido a 
circunstancias de diversa índole y que escapan a su voluntad y capacidad
 de acción, se ven “forzadas”/”obligadas” a salir de sus hogares y 
comunidades para conservar su vida e integridad física [1]. Actualmente 
la migración forzada se vincula, tanto a problemas ambientales 
–desastres naturales como inundaciones, sequías, huracanes, deslaves, 
entre otros- y de aguda precariedad económica, como a procesos de 
violencia de distinto tipo y escala –confrontaciones geopolíticas, 
intervencionismo y conflictos bélicos nacionales e internacionales, el 
crimen organizado-. Ejemplos de este último tipo de migración forzada 
como concreción de la exclusión nacional y global son los refugiados del
 conflicto sirio, los africanos en su paso por el mediterráneo y los 
centroamericanos en su tránsito por México y con destino a EU. Según el 
Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados para 
diciembre de 2014 se calculaba que 59.9 millones de personas 
experimentaron migración forzada, fenómeno que no había presentado tal 
dimensión desde la Segunda Guerra Mundial [2] y que muestra 
fehacientemente un mundo desigual, inequitativo y violento.
Los centroamericanos en tránsito por México 
Desde
 hace décadas México ha dejado de ser sólo uno de los principales países
 con masivos procesos de expulsión de migrantes a Estados Unidos (EU), 
también tiene varios lustros siendo un lugar de tránsito y, en menor 
medida, de destino. La dimensión de la movilidad de los centroamericanos
 que quieren atravesar México para llegar a EU es tal que, en 2015 y de 
acuerdo a datos de la Secretaria de Gobernación del gobierno mexicano, 
cerca de 300 mil personas se encontraban en tránsito, de las cuales 
detuvieron casi a 200 mil y deportaron casi a 140 mil [3].  Por su 
parte, la Red de Documentación de las Organizaciones Defensoras de 
Migrantes (REDODEM) –que agrupa a más de quince albergues y casas de 
migrantes- reportó que en el 2015 dio acogida y atención a cerca de 
30,321 migrantes en sus diversas casas y albergues, la mayoría de estas 
personas proveían principalmente de Honduras (17,852), El Salvador 
(5,322) y Guatemala (3,851) y eran sobre todo hombres jóvenes solteros 
en edad laboral altamente productiva –entre los 18 y los 40 años-, cuyo 
destino primario era EU y, en un muy remoto segundo, sitio México [4].
Si
 bien fue menor la presencia de niños, adolescentes y mujeres, ellos 
están mucho más expuestos y son más proclives a crímenes como la trata 
de personas, la explotación sexual y los abusos y violaciones sexuales; 
no obstante, la presencia de las mujeres en esta migración forzada ha 
ido incrementándose en los últimos años. Además, a partir de la puesta 
en operación del Programa Frontera Sur por parte del gobierno mexicano a
 mediados de 2014, la migración forzada de centroamericanos no se ha 
reducido y, por el contrario, ha aumentado considerablemente. En este 
tenor, algunas organizaciones religiosas pro migrantes –como La 72-, el 
registro de detenciones, deportaciones y violaciones a los derechos 
humanos hacia los centroamericanos se ha incrementado notoriamente.
Los centroamericanos en tránsito por México, migración forzada
La
 gravedad de esta situación no sólo reside en las cifras, sino también 
en que varios de los hechos de violencia que más han llamado la atención
 en México en los últimos años han estado relacionados con los 
centroamericanos en tránsito y el incumplimiento de la defensa de los 
derechos humanos de estos migrantes forzados; entre muchos otros, sin 
duda lo más mediáticamente “visibles” han sido las masacres de San 
Fernando en 2010 y de Cadereyta en 2012 –donde se transgredió 
brutalmente el derecho al respeto de la vida-, la crisis de los niños y 
adolescentes migrantes no acompañados de 2014 y 2015 –donde se les negó 
el derecho al asilo/refugio-, la trata de personas y explotación sexual 
de mujeres en la frontera sur de México y los crímenes y violencia hacia
 centroamericanos que condujeron a la situación de los migrantes 
mutilados –donde se le negó el derecho a la integridad física-.
En
 el caso de los centroamericanos el uso del término migración forzada no
 es casual o aleatorio, sino que se justifica por tratarse de sectores 
de la población que, no sólo no migran por libre elección o voluntad 
propia, sino que previamente tienen condiciones de vulnerabilidad y 
exclusión en sus comunidades, y se ven forzados a dejar sus lugares de 
origen con miras a sobrevivir y/o para conservar la vida, huyendo de 
contextos de adversidad que los obligan a salir [5]. Más que sólo o 
únicamente migrantes, los centroamericanos son desplazados por razones 
que van más allá de la voluntad de los migrantes y debido a la ausencia 
de derechos. Las causas de las salidas forzadas pueden ser económicas, 
medioambientales y por motivos de seguridad y violencia. De acuerdo a la
 REDODEM, los principales motivos por los que migran los 
centroamericanos son situaciones de carácter económica como el 
desempleo, bajos salarios y encarecimiento de la canasta básica; en 
segundo lugar estarían las catástrofes medioambientales, tales como 
derrumbes, deslaves, sequías, inundaciones por huracanes, plagas, etc.; y
 finalmente, la violencia derivada de las pandillas –como las maras- y 
el crimen organizado es la tercera causa principal de la migración 
forzada centroamericana –en donde se muestra una relación clara entre 
varios de los municipios y/o departamentos de origen de los migrantes en
 Centroamérica y los índices de violencia- [6].
                       Foto: almomento.mx
Población en movimiento y violencia
Los
 crímenes y violencias que padecen los migrantes en su travesía, aunque 
son diferentes -según estén en su país natal o en México o EU-, están 
encadenadas entre sí y van incrementado la vulnerabilidad de los 
centroamericanos. Según datos del informe de REDODEM del 2015, los 
crímenes que sufren los migrantes en su paso por México acontecen 
sobretodo en el suroeste del país –en primer lugar Chiapas, luego 
Veracruz, Oaxaca y Tabasco-; y los principales agentes que cometen los 
delitos son el crimen organizado -con 45.72 % de los ilícitos- y 
diversas autoridades del Estado -con un 41.5 % y comprendiendo varias 
fuerzas de seguridad como Policía Federal, Policía Municipal, Policía 
Estatal-. Los actos delictivos más frecuentes son el robo -66.48% de los
 delitos-, extorsión -25.68%-, lesiones -2.5%-, secuestro -1.3%-, abuso 
de autoridad -0.81%-, pero también acontecen casos de abuso sexual, 
amenazas, homicidio, intimidación, soborno, tráfico de personas, 
violación sexual [7]. Si bien entre los migrantes quienes padecen en 
mayor medida los crímenes son los hombres jóvenes –dado que son sector 
más numeroso entre los centroamericanos-, las violencias hacia los 
grupos vulnerables -mujeres y menores- tienen otras intensidades y 
sufren agresiones muy dirigidas y drásticas en función de su edad, 
género y sexo, delitos tales como el tráfico de personas, explotación 
sexual, abusos y violaciones sexuales.
En un 
primer momento en los lugares de origen de los migrantes las condiciones
 de vida están marcadas por la adversidad, donde se observa una relación
 entre la imposibilidad efectiva de oportunidades de desarrollo y la 
salida/expulsión de los migrantes. Lo distintivo de los contextos de 
origen de los migrantes son las múltiples carencias de derechos sociales
 –la ausencia de empleo y seguridad frente la violencia del crimen y/o 
el riesgo derivado de desastres naturales-.
En 
México, en tanto país de tránsito, los centroamericanos padecen con 
frecuencia la falta del respeto de los derechos humanos, principalmente 
el tener acceso a pedir refugio y asistencia, pero también a la 
integridad física y el respeto a la vida. Y aquellos pocos 
centroamericanos que tras un arduo camino logran llegar a EU, están 
todavía proclives a sufrir explotación laboral y exclusión social, sin 
la garantía de tener acceso a un salario justo, a seguridad social y 
derechos laborales.
Por lo que respecta al 
tránsito de los centroamericanos por el país y fuertemente influenciado 
por la política norteamericana de contener la migración antes de llegar a
 la frontera México-EU, el gobierno mexicano ha mostrado de facto una 
política migratoria y fronteriza hacia los centroamericanos basada en un
 enfoque de seguridad nacional y de criminalización del migrante, la 
cual de facto viola los derechos humanos y no considera un eje de 
seguridad humana que proteja a las personas en condición de 
desplazamiento forzado. Los centroamericanos no son “transgresores de la
 ley”, sino migrantes forzados a los que se debería, en relación a la 
causa específica de su salida, de reconocer una situación de refugiados,
 exiliados y/o desplazados
De este modo, la falta 
de protección y vulnerabilidad de los migrantes se estructura sobre la 
ausencia de los derechos humanos, tanto en el origen en sus países en 
Centroamérica, como en el tránsito por este país –que hipotéticamente 
dado el carácter universal de los derechos humanos no se restringen ni 
están acotados a un territorio nacional ni coartados por fronteras-. No 
obstante, la realidad es muy distinta y en su paso por México los 
centroamericanos frecuentemente no tienen de facto derechos al tránsito 
ni a la integridad física y el respecto a la vida, y muy pocas veces 
cuentan con la posibilidad efectiva de solicitar asilo y refugio. La 
violencia que padecen en este país se estructura, tanto en la ausencia 
del ejercicio de la ley y la permanencia de la impunidad, como en la 
libertad de acción y operación de los grupos de la delincuencia 
organizada; pero también en el hecho de que algunas de las autoridades 
gubernamentales a su vez son agresores de los migrantes y ejecutantes 
del delito.
Bibliografía
(*) Este texto se basa fuertemente en mucha de la información y reflexiones del informe (2016) Migración en Tránsito por México: rostros de una crisis humanitaria internacional
 realizado por la Red de Documentación de las Organizaciones Defensoras 
de Migrantes (REDODEM) y puede ser consultado en la web del Servicio 
Jesuita de Migrantes, así como en el siguiente link: http://www.fm4pasolibre.org/pdfs/Informe_redodem_2015.pdf .
Notas
[1]
 Para ver una definición de migración forzada consultar: Gzesh, Susan, 
“Una redefinición de la migración forzosa con base en los derechos 
humanos”, Revista Migración y Desarrollo, núm. 10, 2008. Y para indagar 
las relaciones entre migración forzada, migrantes centroamericanos en 
tránsito y violencia ver: https://www.youtube.com/watch?v=ph7VTNLR3rs y https://www.youtube.com/watch?v=nMJOjqVipmE
[2] Migración en Tránsito por México: rostros de una crisis humanitaria internacional, 2015. REDODEM.
[3] Cifra record de migrantes detenidos en México; casi 200 mil al cierre de 2015. La Jornada, 27 de diciembre, 2015.
[4] Migración en Tránsito por México: rostros de una crisis humanitaria internacional, 2015. REDODEM.
[5]
 Gzesh, Susan, “Una redefinición de la migración forzosa con base en los
 derechos humanos”, Revista Migración y Desarrollo, núm. 10, 2008.
[6] Migración en Tránsito por México: rostros de una crisis humanitaria internacional, 2015. REDODEM.
[7] Migración en Tránsito por México: rostros de una crisis humanitaria internacional, 2015. REDODEM.
Guillermo Castillo Ramírez es profesor de licenciatura y posgrado de la UNAM
 
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