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El gobierno de Obama 
presentó un plan al Pentágono para el cierre de la cárcel de Guantánamo,
 donde se encuentran 91 “terroristas” y que en su momento de mayor 
ocupación albergó a 779 prisioneros. La propuesta es enviar a los 
detenidos que tienen el visto bueno de Defensa para ser puestos en 
libertad a terceros países y trasladar al resto a alguna prisión dentro 
de Estados Unidos (cárceles que se encuentran en Carolina del Sur, 
Kansas y Colorado). Esto último cuenta con la desaprobación del Congreso
 desde hace tiempo. De modo que las opciones son las siguientes: 1) que 
el Congreso revoque la ley de defensa del 2010 en la que se prohíbe el 
traslado de los prisioneros de Guantánamo a EEUU; 2) que Obama traslade a
 los prisioneros apelando al poder que le da la Constitución, si logra 
reducir el número de detenidos a aquellos que no podrían ser 
trasladados, es decir, algo así como 40 hombres; 3) dejar la cárcel en 
funcionamiento a ver qué decide el nuevo presidente [1].
 Con respecto a la opción 2), hay que recordar que el Ejecutivo apeló a 
su poder para abrirla, pero ahora parece improbable que lo utilice para 
cerrarla [2].
 Obama se basó en este poder para ordenar el bombardeo de fuerzas de 
EEUU a Siria, sin autorización del Congreso y violando las leyes 
internacionales; también apeló a su poder extraordinario para expandir 
la vigilancia del Estado en las redes, a los fines de recolectar 
información sobre potenciales terroristas (emails, chats, mensajes, 
llamadas, etc.) al interior del territorio estadounidense. Pero para 
cerrar Guantánamo esperará el apoyo del Congreso (aunque los 
antecedentes muestran la escasa probabilidad de contar con esta ayuda). 
 El asunto de Guantánamo adquirió visibilidad hace unos años, cuando el 
senado presentó un informe con las estrategias de tortura para la 
obtención de información por parte de la CIA en la guerra contra el 
terrorismo, dando cuenta de los abusos que se llevan a cabo en prisiones
 como la de Guantánamo [3]. En su momento, se asumió que el abuso a los Derechos Humanos había sido "brutal" y "profundamente erróneo" [4] 
 y Obama declaró: “Continuaré usando mi autoridad como presidente para 
garantizar que nunca más recurramos a estos métodos”. Sin embargo nada 
sucedió, dejando claro que una cosa es llegar al gobierno y otra muy 
distinta es tener el poder [5] 
 suficiente como para doblegar la voluntad de los mandos militares que 
son los que ostentan buena parte de la toma de decisión en un país 
gobernado por una élite poderosa que opera tras una fachada de 
democracia pluralista perfecta. 
 Esta élite del poder (cúpula de 
la clase dominante) está compuesta también por un núcleo de empresarios 
cuyos intereses están directamente asociados al “despegue” del 
“complejo-industrial carcelario” de EEUU en las últimas décadas. Este 
concepto se utiliza para dar cuenta de los intereses compartidos entre 
gobierno y empresas que utilizan la vigilancia, el poder de policía y la
 cárcel como soluciones a problemas que en realidad, encuentran su raíz 
en cuestiones económicas, sociales y políticas  [6].
 Este complejo industrial carcelario es promovido por el Estado y 
administrado por empresas como Corrections Corp of America (CCA) y GEO 
Group, líderes en la alianza de la industria correccional, con un 
negocio de 70 mil millones anuales  [7]. 
 Uno de los argumentos reales (y no en el plano de la supuesta 
preocupación ética que genera la tortura) para cerrar Guantánamo es que 
cada preso cuesta a las arcas estadounidenses una media de 4.4 millones 
de dólares al año. Esto no es una excepción, pues al interior de EEUU, 
sólo en 2010 se han gastado 80 mil millones de dólares en el 
complejo-industrial carcelario [8].
 Estados Unidos es líder en cantidad de presos, 2.2 millones de personas
 en la cárcel y más de 4.8 millones en libertad condicional (China 
cuenta con 1.7 millones de presos y Rusia con 670,000). Los negros y 
latinoamericanos son los presos preferidos, conformando el 39% de los 
presos [9]. 
 Ante este escenario, el cierre de Guantánamo puede ser analizado como 
parte de una problemática mucho más profunda ya que pone en discusión no
 sólo las estrategias “válidas” para luchar contra el “terrorismo” a 
nivel internacional, sino que remite a la pregunta de quiénes “mandan” 
en EEUU y los negocios e intereses detrás del encarcelamiento masivo; 
qué sociedad pretende construir (o destruir) la clase dominante 
estadounidense. Esto es nada menos que preocupante cuando son estos 
sectores los que presionan para elaborar y poner las reglas sobre la 
democracia y la justicia a nivel internacional; además de ser cuestiones
 de por sí inquietantes en un año electoral. 
Notas
 [1]   http://www.nytimes.com/
 [2] 
 Luego del 9/11, los fiscales del Ejecutivo manipularon la ley para 
otorgar al gobierno de Bush las atribuciones para crear Guantánamo. A su
 vez, el Congreso aprobó la Autorización para el uso de Fuerza Militar, 
que autoriza al presidente como Comandante en Jefe del Ejército durante 
tiempo de Guerra a mantener abierta la cárcel de Guantánamo, forzar la 
interrogación de los detenidos (acto que es considerado como “tortura” 
en el resto del mundo) y llevar a cabo otras acciones extraordinarias a 
determinar en el marco de la guerra contra el terrorismo. Ver:  http://www.truth-out.org/
 [3]  Ver por ejemplo: Guantánamo Force-Feeding Causing Agony, Says US Judge  http://www.truth-out.org/
 [8]   https://www.
 Silvina M. Romano/CELAG 
 Artículo publicado en http://www.celag.org/
 URL de este artículo: http://www.alainet.org/es/
 

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