El gigante 
tecnológico elabora un perfil publicitario de cada uno de sus usuarios 
sin que seamos completamente conscientes de ello.
 Google 
tiene acceso a una gran cantidad de datos sobre nosotros, una cifra 
mucho mayor de lo que puede parecer a simple vista. Son datos que el 
usuario cede con un solo clic al aceptar su política de privacidad.
 La empresa de Mountain View afirma en todo momento que esta masiva 
recopilación de información está orientada a mejorar sus servicios para 
los usuarios.  No obstante, la principal fuente de ingresos de
Google es la venta de publicidad. Cuanto mayor sea el grado de definición de sus clientes potenciales, más estará dispuesto a pagar un anunciante.
 El gigante californiano es consciente de ello y lo convierte en fuente 
de negocio a costa de gestionar de manera poco ética la privacidad de 
sus usuarios, para lo cual se apoya en una política ambigua en muchos 
casos.
“Nadie puede ofrecer ahora lo que ofrece Google. Su 
capacidad de segmentar distintos tipos de consumidores según mil 
variables es un potente recurso, y la prueba es que una empresa tan enorme como ésta vive de ello”, afirma Isidro Jiménez, experto en publicidad y una de las principales figuras detrás del proyecto ConsumeHastaMorir.
Correos, llamadas y contactos Según la política de privacidad de la 
compañía con el buscador más popular del mundo, la misma para sus más de
 60 servicios entre los que se encuentran Gmail, Google Drive, o Google 
Maps, la multinacional tiene acceso a dos tipos de datos. En primer 
lugar, a los que el usuario proporciona voluntariamente a la hora
 de crear una cuenta en alguno de sus servicios, como el nombre, número 
de teléfono, edad o sexo. A su vez, recoge los datos generados por el usuario mediante el uso de sus distintas plataformas
 y recopila la información sobre la localización del usuario, su 
historial de búsqueda, cookies, la agenda de contactos de un dispositivo
 Android, número de la persona que realiza una llamada, hora y duración 
de las llamadas, o correos enviados a través de Gmail, entre otros 
muchos ejemplos.
Así, tal y como se estipula en la política de privacidad que el usuario debe aceptar para poder usar sus servicios, Google puede "combinar información personal de un servicio con otro tipo de información,
 incluida información personal, de otros servicios de Google (por 
ejemplo, para que resulte más sencillo compartir información con las 
personas que conoces)”.
No obstante, no se establece de forma 
clara a qué servicios se refieren, ni de qué otro tipo de información se
 trata. Según Charlie Axebra del colectivo Hacktivistas, la finalidad de esta ambigüedad es clara: “Para que la gente no sepa qué es lo que está cediendo, a quién, y para qué”.
Tu rastro en internet
De
 esta forma, Google elabora un perfil muy preciso de cada uno de 
nosotros, cruzando y cotejando datos del uso que hacemos de sus 
distintas plataformas con fines publicitarios. "Justamente, lo más potente del enfoque comercial de Google es la posibilidad de cruzar el rastro que vamos dejando en
 la navegación por internet (por ejemplo, en la búsqueda de información)
 y algunas herramientas habituales de trabajo y ocio, como el correo 
electrónico Gmail o la red social Google Plus", tal como señala Jiménez.
El
 buscador facilita algunas herramientas para gestionar de forma más 
directa la privacidad del usuario, limitando el acceso que podrían tener
 a los datos personales del usuario, como el complemento de inhabilitación de Google Analytics o la herramienta de configuración de anuncios.
Sin embargo, "cuando utilizas estas herramientas, le estás enseñando a Google cómo mejorar sus sistemas de publicidad",
 afirma Axebra. Dichas herramientas forman parte del entramado de 
servicios que el gigante tecnológico utiliza para elaborar ese perfil 
publicitario.
Tanto Axebra como Jiménez coinciden en un mismo punto: cuanto más preciso sea el perfil de un usuario, mayor cantidad de dinero pueden pedir al anunciante.
 "Google ha invertido en los últimos años una gran cantidad de recursos 
en desarrollar la elaboración dinámica y constante de los perfiles 
comerciales de sus usuarios. Por eso, Google es la máxima expresión del 
Big Data, ya no por la cantidad ingente de datos que maneja, sino por la
 capacidad de darles provecho comercial", apunta Jiménez.
Una gestión poco ética de la privacidad
Llegados
 a este punto, los límites de la ética empiezan a difuminarse. Según 
Jiménez, aunque no sepamos la cantidad y la profundidad de la 
información que tienen de cada uno de sus usuarios, sí es cierto que 
cada uno de nosotros deja un rastro que puede ser usado con fines 
comerciales, lo que provoca que sea incluso menos ético justificar todo este conocimiento como una gran ventaja para el usuario.
“Se
 nos argumenta que cuanta más información de nosotros y nosotras tiene 
una empresa, mejor es la experiencia de compra y así la compañía pueda 
ajustarse a nuestros gustos. Pues estupendo, ¿y a costa de qué? ¿de mi derecho a la intimidad? Es bastante ruin intentar convencernos de que todo esto se hace por nosotros y no para vender más”, concluye Jiménez.
Axebra
 va un poco más allá: “Más que poco ética, la gestión de la privacidad 
de sus usuarios sobre todo es oscura", indica. "Uno de los grandes 
problemas que estamos viendo ahora mismo es que en Europa hay una cierta
 conciencia política mayor sobre la privacidad de datos. En Europa no 
está permitido vender datos ajenos, pero lo cierto es que Google se 
ampara en Safe Harbour (Puerto Seguro), un acuerdo de colaboración entre
 Estados Unidos y Europa para empresas tecnológicas, que permite mover 
datos entre diferentes empresas”.
El usuario como producto a vender
La
 política de privacidad recoge que Google puede llevar a cabo el 
tratamiento de tus datos personales en un servidor que no esté ubicado 
en tu país de residencia, lo que le permite a Google trabajar en Europa y ceder sus datos a sus filiales en Estados Unidos,
 y una vez allí poder venderlos y utilizarlos para fines publicitarios, 
tal y como apunta Axebra. Además, este 'hacktivista' insiste en que 
desde el primer momento que al usuario se le está dando un servicio 
gratuito, los ingresos han de venir por otro lado, por lo que le 
transforma en un producto que puede vender.
Sin embargo, poco a poco están empezando a surgir movimientos que rompen con esta forma de entender internet a través de la publicidad. En primer lugar, tenemos la extensión Adblock Plus, que bloquea buena parte de la publicidad intrusiva a la que estamos expuestos al navegar por internet.
A
 su vez, Axebra indica que uno de los creadores de Firefox está 
desarrollando un navegador capaz de filtrar toda la publicidad que 
recibe una página, buscando una vuelta a los orígenes de internet. “Si 
iniciativas como ésta comenzaran a tener éxito, se replantearían muchos 
de los emporios de la publicidad en internet”, sentencia. 
 

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