Alejandro Nadal
¿Se estará agotando la 
capacidad del capitalismo para impulsar cambios tecnológicos? Mucha 
gente pensará que esto es absurdo. Los ejemplos de Netflix y Spotify, o 
Amazon y Google, pueden venir a colación. Pero esas innovaciones están 
ligadas al entretenimiento y la diversión, no a la productividad, el 
crecimiento y el empleo. Sus efectos multiplicadores en la economía son 
menores. Quizás por eso en el lenguaje del mundo financiero las acciones
 de las empresas FANGS (Facebook, Amazon, Netflix, Google y Spotify) son
 las primeras en venderse cuando comienzan los movimientos telúricos en 
el mercado bursátil.
El acrónimo FANGS nos habla de un cúmulo de innovaciones marginales, 
vistosas, pero poco importantes en la economía real. No parece 
renviarnos a la posibilidad de una oleada de innovaciones básicas 
capaces de sustentar una nueva fase de expansión del capitalismo 
mundial.
Entre 1300 y 1700 la tasa de crecimiento anual del producto interno 
bruto de Inglaterra por persona y en términos reales fue de 0.2 por 
ciento. Es decir, durante cuatro siglos el país que más tarde sería la 
principal economía capitalista del mundo se mantuvo en el estancamiento.
 El escaso crecimiento registrado estuvo relacionado con la expansión 
demográfica y algunos avances introducidos en la producción agrícola y 
ganadera. Y si algunos se preguntan de dónde vienen estos datos, la 
respuesta es que de las mejores investigaciones sobre evolución de largo
 plazo de las economías de Europa: Stephen Broadberry y sus colegas en 
la Universidad de Warwick y del trabajo clásico de Angus Maddison.
O sea que el periodo anterior al capitalismo no destaca por su 
dinamismo tecnológico. Entre 1700 y 1850 el crecimiento del PIB per 
capita en Inglaterra aumenta levemente pero a partir de ese último año 
la tasa de expansión empezó a dar de saltos y por fin para 1900 casi 
alcanzaba el uno por ciento.
A partir de 1900 la atención se reorienta hacia Estados Unidos que ya
 estaba convirtiéndose en el poder económico dominante. La tasa de 
crecimiento anual por persona aumentó hasta 2.5 por ciento en sólo 
cuatro décadas (ese periodo de crecimiento incluye los años de la gran 
depresión). Pero a partir de 1950 la tasa de crecimiento del PIB per 
capita fue decreciendo hasta alcanzar el nivel de 1.3 por ciento.
Este es un dato desconcertante que provoca una interesante discusión 
entre especialistas de la historia de la tecnología y los 
macroeconomistas ortodoxos. Estos últimos están preocupados por el 
estancamiento que afecta a la economía mundial y en términos generales 
piensan que lo que se necesita para salir del atolladero es una oleada 
de innovaciones técnicas como las que introdujo la economía capitalista 
mundial en la primera mitad del siglo XX.
La política económica para lograr este resultado es reducir los impuestos a las grandes corporaciones y establecer un clima de 
confianzapara que puedan llevar la economía a buen puerto. Es la visión de la macroeconomía conservadora, que piensa que a los pobres lo único que les queda es seguir trabajando duro (cada vez más duro) y ganar su salario (cada vez más bajo en términos reales). O sea, para estos economistas todavía no salimos de los años de Ronald Reagan y Margaret Thatcher.
¿Qué nos dice la historia de la tecnología y el cambio técnico sobre 
esta visión del mundo? Lo primero que nos dice es que la oleada de 
innovaciones de la primera revolución industrial tardó unos 140 años en 
dejar sentir su impacto en toda la economía del mundo capitalista. En 
efecto, el ciclo de la máquina de vapor pudo difundir sus efectos en el 
transporte, la agricultura y la industria entre 1750 y 1890. La segunda 
revolución industrial gira alrededor de la electricidad (y hasta cierto 
punto la industria química) y sus efectos se dejan sentir en todo el 
tejido económico entre 1870 y 1950. Y lo que algunos han llamado la 
tercera revolución industrial, relacionada con los cambios en 
microelectrónica y la invención de la red mundial de computadoras 
conocida como Internet arranca en 1980 y sus efectos siguen 
manifestándose hasta el día de hoy. El impacto económico de cada una de 
estas oleadas de innovaciones se deja sentir en periodos cada vez más 
cortos.
Aunque los datos sobre productividad enfrentan siempre una fuerte 
polémica, hoy las ganancias en productividad derivadas de los últimos 
cambios técnicos son cada vez más débiles. Por eso Solow, el gran 
patriarca de la teoría neoclásica del crecimiento, pudo decir alguna vez
 que 
las computadoras están en todas partes, menos en las estadísticas sobre productividad. Además hoy se enfrentan rendimientos decrecientes para las inversiones en investigación y desarrollo experimenta en muchos renglones, desde la industria farmacéutica hasta la agricultura comercial (donde los rendimientos aumentan a un ritmo cada vez más lento y el costo de cada innovación se incrementa de manera acelerada).
No parece que el fenómeno FANGS pueda revertir estas tendencias y 
sacar del atolladero al capitalismo contemporáneo. Pero quién sabe, 
podría contribuir a hundirlo un poco más.
Twitter: @anadaloficial
 
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