En forma sintética 
presento algunas de las lecciones que, desde una perspectiva solidaria 
pero crítica, he elaborado con ocasión de las recientes derrotas 
electorales que han sufrido los gobiernos de izquierda en Bogotá 
(alcaldía), Argentina (presidencia) y Venezuela (parlamentarias). 
Además, algunas de estas enseñanzas podrían servir para otros “procesos 
de cambio” que pasan por dificultades como en Brasil y revisar diversas 
prácticas que en países como Ecuador y Bolivia podrían convertirse en 
trabas para avanzar. 
 No sobra decir que valoramos los esfuerzos 
realizados por los “gobiernos progresistas” para enfrentar las políticas
 antipopulares que impone la globalización neoliberal, así como las 
acciones para redistribuir una parte de los recursos canalizados por el 
Estado en el marco de una situación económica boyante en ingresos 
obtenidos de la exportación de materias primas (petróleo y otras), pero 
es claro que la caída de los precios de las commodities, ha 
sacado a relucir que la conquista de una verdadera autonomía (política y
 económica) requiere nuevas acciones y un replanteamiento a fondo de 
nuestras estrategias transformadoras.
 Ésta presentación resumida
 de las “lecciones” exige la elaboración de un documento más largo que 
intentaremos trabajar en el corto plazo. Se trata de aportar al debate 
necesario para responder a los retos inmediatos con base en una 
evaluación sana, propositiva y solidaria pero sincera, franca y crítica,
 haciendo el esfuerzo por identificar los errores y las limitaciones que
 se han cometido o que sufren los “procesos”, tratando de no caer en las
 descalificaciones personales pero señalando sin temor lo que se 
consideran desviaciones burocráticas y tendencias dañinas que aparecen 
inevitablemente dentro de nuestras luchas. 
 Primera lección
 Un verdadero partido o movimiento revolucionario no puede pretender 
dirigir la revolución con las mismas personas que están al frente del 
“Estado heredado”. Son funciones incompatibles. El equipo de gobierno 
(ejecutivo, legislativo y otros) debe estar subordinado a una fuerte 
organización política y sobre todo, más que todo, a un amplio movimiento
 democrático, que debe ser autónomo y capaz de controlar y cambiar –si 
es del caso–, a los “gobernantes” con la participación de toda la 
sociedad. Por eso en Colombia también estamos fracasando: los 
parlamentarios, los alcaldes, los gobernadores de “izquierda”, son a la 
vez, los “jefes” de los partidos o grupos. 
 Segunda lección
 Hay que gobernar para el conjunto de la sociedad. Construir fuerza 
ciudadana amplia, incluyente y participante con base en realizaciones y 
soluciones concretas. Con ética y transparencia. Con sentido común, 
práctico y pedagogía política basada en el hacer más que en el decir. 
Bajarle a lo épico y al heroísmo individual. Las grandes 
transformaciones estructurales no parten del “Estado heredado”, ni de 
una persona por más brillante que sea, solo podrán hacerse con una 
sociedad organizada y movilizada. Mucha paciencia estratégica.
 Tercera lección
 Recuperar “lo público” y los “bienes comunes"” para la sociedad 
requiere un poder más fuerte y consistente que el que otorgan los votos.
 Los grandes capitalistas, poderosos constructores, monopolios de la 
tierra, inmensos conglomerados de comerciantes y financieros, sus 
politiqueros de oficio y medios de comunicación privados, no respetan ni
 su propia democracia. Se necesita unificar y organizar a las grandes 
mayorías ciudadanas y populares para poder derrotarlos, tanto en lo 
electoral como en la presión de calle organizada y pacífica. Es una 
tarea titánica que requiere visión estratégica, poco afán de figurar, 
nueva ética política y combinación creativa de la gestión “desde arriba”
 (Estado heredado) con la organización “desde abajo” (Nuevo Estado 
Comunitario y Colaborativo). Lo primero sin lo segundo lleva a la 
cooptación burocrática y a la frustración; lo segundo sin lo primero 
lleva al desgaste, aislamiento del conjunto de la sociedad y a la 
derrota.
 Cuarta lección
 El líder caudillista le 
hace un enorme daño a los procesos de cambio. Acaba con el espíritu 
crítico. Así él no lo desee, siempre termina rodeado de áulicos. Éstos 
se convierten en una barrera entre el líder y la gente. Poco a poco el 
“caudillo” convertido en gobernante, termina aislado de la realidad. Los
 áulicos convierten todo en intriga, envidia y burocracia inepta. El 
líder caudillista anula a las personas y no permite el surgimiento de 
otros liderazgos que lo cuestionen o le hagan sombra. El “caudillo” que 
no responde a la disciplina de un partido, acaba con los procesos de 
organización social y convierte a las organizaciones políticas en un 
nido de cortesanos. El líder caudillista es dañino para los procesos de 
emancipación de los trabajadores y los pueblos. El antídoto es la 
verdadera amistad, el pensamiento crítico, la organización democrática y
 la permanente evaluación.
 Quinta lección
 A pesar
 de las buenas intenciones de los gobernantes podemos afirmar que toda 
la política social y de lucha contra la pobreza impulsada por los 
“gobiernos progresistas” ha sido de tipo asistencialista y paternalista.
 No rompe con la matriz neoliberal y capitalista. Debemos diseñar planes
 y programas que desarrollen una visión integral y compleja de la vida. 
La formación para la vida, educación, salud, vivienda, recreación, 
apropiación del territorio, labor creativa, relación con su entorno 
ambiental, servicios públicos, proyectos productivos, deben ser 
repensados y trabajados con una visión integral. La única forma de salir
 de la pobreza es con una verdadera dignificación de la vida y del 
trabajo. Con subsidios asistencialistas y nuevos clientelismos nunca 
construiremos una nueva sociedad.
 Sexta lección
 
El socialismo no se puede “construir” desde el gobierno, debe surgir 
desde el seno de la sociedad. Lo único que pueden hacer los gobiernos 
democráticos, progresistas y de izquierda es crear –con paciencia–, 
condiciones para que vayan apareciendo formas de Economía Colaborativa 
que superen a las formas capitalistas de producción en eficiencia y 
rentabilidad económica, social, cultural y ambiental, promoviendo nuevas
 prácticas de democracia directa, deliberante y participativa, en el 
marco de una democracia representativa controlada (cargos revocables, 
ningún privilegio, control social).
 Esas condiciones para 
desarrollar un verdadero nivel de decisión participativa de las gentes 
requieren que los partidos y movimientos políticos que impulsan los 
“procesos de cambio” no se hagan ilusiones con los “Estados heredados”, 
comprendan que sólo llegan al gobierno y no al Poder, que para construir
 una Nueva Hegemonía se necesita un trabajo de largo aliento, que 
implicará triunfos y derrotas en el terreno electoral, y nuevas formas 
organizativas que combinen creativamente el pensamiento crítico, la 
acción política, el trabajo administrativo al interior del Estado 
Heredado, y la construcción paralela de nuevos espacios de Poder popular
 y ciudadano.
 Para poder avanzar en esta enorme tarea deberemos 
derrotar dentro de nosotros mismos el paradigma que nos empuja a unas 
minorías a hacer cosas a nombre de las mayorías, o sea, a actuar como 
“salvadores supremos”. La base ideológica judeo-cristiana debe ser 
derrotada plenamente para poder desarrollar capacidades creativas de 
nuevo tipo.
@ferdorado 
 Blog del autor: http://aranandoelcieloyarandolatierra.blogspot.com.co/2015/12/algunas-lecciones-de-las-derrotas.html
 

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