El juicio entró en la etapa final
Infojus
El fiscal Pablo 
Ouviña terminó su alegato el martes 10 de noviembre, y el pedido de 
condenas para los responsables de delitos de lesa humanidad en el marco 
de la coordinación represiva de las dictaduras militares sudamericanas. 
Están imputados 18 militares -entre ellos el uruguayo Manuel Cordero- 
por 174 crímenes contra la humanidad. Todo indica que en 2016 habrá 
sentencia. ¿Pero el Cóndor empezó hace cuarenta años o se puede situar 
su fecha de nacimiento en 1972? Carlos Osorio, director del Proyecto 
Documentación Cono Sur del Archivo de Seguridad Nacional de la 
Universidad de Washington, y testigo en el juicio oral que se desarrolla
 en los tribunales federales porteños en Retiro, ubica el nacimiento del
 Cóndor en setiembre de 1972 cuando los gobiernos de Argentina y 
Paraguay consideraron necesario intercambiar información de inteligencia
 sobre “grupos subversivos”. Conviene repasar la génesis de este 
mecanismo represivo, responsable de la muerte de miles de 
latinoamericanos y que sólo llegó a juicio en Argentina.
Según la 
historiadora uruguaya Clara Aldrighi, durante los gobiernos de Jorge 
Pacheco Areco y Juan María Bordaberry (Uruguay), y los dictadores 
militares Alejandro Agustín Lanusse (Argentina) y Emilio Garrastazú 
Medici (Brasil), hubo un intercambio de información y cooperación entre 
fuerzas de seguridad desde fines del año 1970. El gobierno brasileño no 
sólo instruyó a policías uruguayos en la detención de interrogatorio de 
militantes urbanos de la guerrilla de los Tupamaros, sino que aportó 
fondos para la compra de armas y automóviles.
En el caso 
argentino, fue el ex parapolicial Nelson Bardesio, detenido en Ituzaingó
 –en la afueras de Buenos Aires- en mayo de 2008, quien admitió que 
entre 1970 y 1972, policías de inteligencia uruguaya hicieron cursos 
financiados por la SIDE argentina y era constante el cruce de efectivos 
entre Buenos Aires y Montevideo. Uno de ellos fue el tristemente célebre
 comisario Hugo Campos Hermida, fallecido en noviembre de 2001, quien 
junto a los militares José Nino Gavazzo y Manuel Contreras, integraron 
la plana mayor de los oficiales uruguayos en el Operativo Cóndor.
Tanto
 los datos de Osorio como los aportados por Aldrighi tienen en cuenta el
 contexto regional de efervescencia social y política y con gobiernos 
dictatoriales o de derecha. En Paraguay gobernaba desde 1959 el general 
Alfredo Stroessner. La Revolución Argentina iniciada por el general Juan
 Carlos Onganía y su doctrina de la Seguridad Nacional, era continuada 
por Lanusse. En Uruguay, Pacheco Areco dejaba el gobierno en manos de 
otro civil de la derecha del partido Colorado, Juan María Bordaberry. En
 Brasil, la dictadura instalada en 1964 estaba representada por el 
generalato. En Bolivia, el general Hugo Banzer heredaba el gobierno de 
la junta militar. Y en Chile, Salvador Allende era la excepción 
democrática, aunque ya era hostigado por los paramilitares de la 
agrupación derechista Patria y Libertad. Uno de sus miembros, Enrique 
Arancibia Clavel sería condenado en Buenos Aires en el año 2000 por un 
crimen del Cóndor: el asesinato del general democrático Carlos Prats en 
1974.
“Golpear a la subversión en cualquier lugar del mundo”
John
 Dinges, investigador norteamericano y autor del libro “Operación 
Cóndor. Una década de terrorismo internacional en el cono sur”, ubica la
 firma de los acuerdos formales de cooperación represiva en la última 
semana de noviembre de 1975 en la casona de la avenida Alameda, en 
Santiago de Chile, donde funcionaba la Academia de Guerra y ya con la 
dictadura del general Augusto Pinochet en el poder. Ahí se creó el Plan 
Cóndor y los primeros en suscribirlo fueron el país anfitrión, Chile, 
Argentina, Uruguay, Brasil, Paraguay y Bolivia, con la intención de 
intercambiar información y prisioneros políticos “para golpear a la 
subversión en cualquier lugar del mundo”, según palabras del propio 
Pinochet, que orgullosamente presidió cada una de las siete reuniones 
entre el 25 de noviembre y el 1° de diciembre, junto a unos 50 oficiales
 de los seis países que rubricaron el acuerdo.
Al tiempo se 
incorporaron Perú y Ecuador, cuando los militantes políticos entendieron
 que para salvar sus vidas debían salir de los países de la cuenca del 
Plata. La desclasificación de documentos a partir del año 2000 por parte
 del Departamento de Estado norteamericano, y a pedido de varios 
organismos internacionales, entre los que se encuentra el Archivo de la 
Seguridad Nacional que preside Osorio, permitió ubicar en 1978 el 
ingreso al Cóndor de Perú primero y de Ecuador poco después. Y entender 
los mecanismos, la lógica y la matriz con que cada país miembro aportaba
 a la entente genocida.
Tal como lo anunciara Pinochet, el largo 
brazo de la coordinación represiva buscaba evitar cualquier esbozo de 
organización de fuerzas políticas democráticas dentro y fuerza de la 
región. La excusa de terminar con las organizaciones armadas como forma 
de escudarse ante la opinión pública internacional era perfecta, si bien
 el Cóndor contaba con el visto bueno de la mano derecha diplomática 
norteamericana, encarnada en el secretario de Estado Henry Kissinger, 
quien aceptó la propuesta de terminar con los movimientos de izquierda 
armada en la región de la manera que fuera.
El asesinato de los 
chilenos Carlos Prats en Buenos Aires en 1974, del ex ministro de 
Defensa de Allende, Orlando Letelier, y el atentado que en Roma casi le 
cuesta la vida a Bernardo Leighton, ex ministro de Eduardo Frei y 
opositor a Pinochet, muestran las verdaderas intenciones del Plan 
Cóndor: impedir la organización de las fuerzas democráticas en el 
exilio. En el caso uruguayo, el secuestro y asesinato de los 
legisladores Zelmar Michelini, del Frente Amplio, y Héctor Gutiérrez 
Ruiz, del partido Blanco, el 18 de mayo de 1976 en Buenos Aires son otro
 ejemplo de la intención de la dictadura uruguaya de evitar que la 
oposición democrática exiliada conformara un polo de reclamo 
internacional.
Territorios divididos en regiones militares
Los
 países integrantes del Plan Cóndor dividieron su territorio en regiones
 militares para permitir la represión a los opositores según una lógica 
de guerra, apoyada por Washington bajo la pantalla de la guerra contra 
el comunismo. Así quedó expuesto a lo largo del juicio oral que se 
desarrolla en los tribunales de Retiro según lo aportado por Osorio, 
Dinges y más de un docena de testigos especialistas en temas regionales 
de defensa. Sin embargo, la primera señal de un testimonio sistematizado
 judicialmente fue alcanzado por los testimonios de sobrevivientes en 
los juicios iniciados en España, Italia y Francia y que llevaron a los 
magistrados de esos países a pedir la detención internacional de 
Pinochet, Jorge Videla y otros militares ligados a la coordinación 
militar.
Lo cierto es que esos juicios lograron condenas puntuales
 y en ausencia de los imputados pero no configuraron una sistematización
 cabal y profunda de los operativos represivos entre dictaduras. Recién 
en 2012 con el pase a juicio oral de la causa Cóndor, sumado al 
antecedente del juicio por el centro clandestino de detención 
Automotores Orletti (2011) fue la Argentina el único país de la región 
que llevó a los tribunales el plan sistemático represivo. Uruguay y 
Chile, dos países cuyo avance judicial logró llevar a prisión a un 
puñado de oficiales superiores no lograron todavía sobreponerse a la 
herencia militar que impuso leyes de impunidad disfrazadas. Paraguay, a 
partir del descubrimiento de los archivos en Asunción y Brasil con la 
Comisión de la Verdad, está intentando tibios avances no sólo en la 
búsqueda de la verdad histórica sino de la justicia para los crímenes.
En
 ese sentido los documentos desclasificados en Washington permitieron 
conocer algunos pormenores de la relación entre el Tío Sam y las 
dictaduras sudamericanas y fueron una piedra basal para avanzar en las 
responsabilidades internacionales de un sistema represivo coordinado que
 funcionó durante más de una década. Pero los detalles revelados en tres
 años de audiencias en Comodoro Py 2002, siguen abriendo espacios de 
investigación sobre la cuestión. Y colaboran para que caigan lentamente 
los últimos vestigios de impunidad en la normativa nacional de cada uno 
de los ex integrantes de multinacional del terror.
FK/RA
 

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