Por: Ilka Oliva Corado
Daniel Scioli. Foto tomada de La Nación
¿Por qué se embrocan? Me pregunté en 
la primera ronda de las votaciones pasadas en Argentina. En mi arrabal 
al que se embrocaba le hacíamos la ley del hielo hasta que aprendiera la
 lección, “todos para uno y uno para todos”. 
El primer instante me enfurecí cuando vi los resultados, Scioli tuvo 
que haber ganado por gran diferencia, me decepcioné y me hirvió la 
sangre. ¿Por qué se embrocan, volví a preguntarme? Luego me fui calmando
 y las emociones se tranquilizaron y dieron paso a la razón: es la 
mediatización. ¿Es la mediatización? Volví a preguntarme.
Agarré mi bicicleta y pedaleé durante cinco horas perdida en el 
bosque, pensando, preguntándome, tratando de analizar el porqué de lo 
ruin  de la gente que es incapaz de tener conciencia y ser agradecida.
No pertenezco a ningún grupo, colectivo, organización, ni participo 
en salidas a tomar café o vino con grupos de amigos con los que pueda 
departir, no tengo amigos en este país. Hablo de amigos propiamente, 
amigos del alma, hermanos, amigos del corazón, de luchas, no tengo. Mis 
amigos leales fueron en mis años de infancia y allá se quedaron, en mi 
arrabal. En mi memoria. Aquí te dicen amigo mientras tengás algo que te 
puedan sacar. Amigo para matar el tiempo. Para que pasen las horas. 
Eso  no es amistad. Yo no utilizo a las personas, no le huyo al tiempo 
ni a la soledad, en la soledad he aprendido a conocerme y prefiero mil 
veces ir a pedalear en mi bicicleta, sola, que ir a reunirme en algún 
bar con un grupo de gente que nada que ver. ¿Solo porque sí? ¿Porque así
 es la vida? ¿Porque así toca? Paso.
Mis íntimos son mi bicicleta, mi cámara fotográfica y mi reserva 
forestal rentada. Conocidos sí tengo, pero tampoco me nace el tema 
del  debate y esas cosas, mis conclusiones las saco sola. Yo misma 
formulo  mis análisis y los desmenuzo. Y no, aunque pareciera no tengo 
comunicación alguna con gente de consulados ni esas hierbas. No me 
interesa. Y tampoco soy colega ni de periodistas, ni de escritores ni de
 poetas. Me siento aludida cuando ese gremio me llama así. Mis únicos 
colegas con los vendedores de mercado y los vendedores ambulantes. Le 
huyo a los letrados y a la gente famosa, me alejo lo más que pueda.
Todos los días recibo puños de correos electrónicos de gente que me 
insulta y me  acusa que defiendo Suramérica porque estoy bien enganchada
 con gente de esos gobiernos, si pues, bien enganchada estoy, tan 
enganchada que me gano la vida limpiando baños. Me dicen  que vivo 
cómoda  a expensas del capitalismo y que así cualquiera escribe y es 
“revolucionario”. No soy revolucionaria, brincos diera, apenas mi 
cerebro está comenzando a despertar del letargo del sistema.
No es fácil ser oveja negra. A veces pienso que debería dejar de 
nadar contra la corriente, de fatigarme, de poner empeño a todo lo que 
hago, que debería dejarme llevar, que debería aceptar que estoy en 
cuerpo y alma en un sistema que consume y vivir de lleno en él. Que 
debería olvidar, dejar de pensar y perder lo poco que me queda de 
mi  capacidad de reacción. Que debería quedarme callada y hacer como que
 no escuché nada. Que debería dejar de buscar mis lecturas y 
concentrarme en el trabajo.  Que debería pasar horas en el 
gimnasio  fortaleciendo mis glúteos y mis pectorales y que debería 
subastar mi dignidad para comprarme un automóvil de último modelo y ropa
 de marca.
Que debería hacer lo que hace la mayoría, que debería ser parte de 
esa media. Y preocuparme por comprarme el iPhone reciente. Que debería 
engancharme un gringo, engatusarlo y  casarme y darle hijos a cambio de 
la residencia estadounidense. Y ponerme a gatas las veces que él quiera a
 cambio de mejorar mi economía y mi estilo de vida. Y fanfarronear con 
su apellido y perder mi identidad y mi individualidad.  Que debería 
aprender a vivir de apariencias. Que debería omitir y dejar mi cerebro 
dormido así viviría más feliz, esa felicidad que nos venden en la 
televisión.
Ya no es Estados Unidos, el sistema capitalista lo tenemos en las 
narices, está dentro de nuestras propias casas: con nuestros hijos 
metidos en sus tabletas electrónicas y en los videojuegos, que ya no 
disfrutan de los juegos de ronda, en la calle, en el patio. Del vuelo de
 los barriletes. De jugar cinco, trompo o papel y tijera. Que no saben 
diferenciar entre un árbol de pino y un ciprés. El consumismo nos 
invadió y nos está ahogando a todos.  Se ha vuelto  un artículo de 
primera necesidad un teléfono inteligente, la gente ya no comparte en la
 mesa.
Con sentencias de “traidora” llegan los correos  y los mensajes. ¿Me 
vuelve traidora vivir en Estados Unidos? ¿Y qué hay de aquellos que se 
embrocan en sus propios países de origen y venden su patria con un 
voto?  ¿Cuál es la obligación de un cerebro que despierta? Defender el 
amor. Esa es su obligación. La patria es amor. La infancia es amor. 
Nuestros adultos mayores son amor. Nuestra libertad es amor. Nuestra 
identidad es amor. Nuestros ríos y montañas son amor. Nuestros Pueblos 
Originarios son amor.
Las cosas se dicen como son, aunque duelan. Ironías de la vida, yo 
vine a despertar a Estados Unidos porque mi país de origen no me lo 
permitió, y aquí nació mi amor por los pueblos en desarrollo del mundo 
entero,  aquí pude venir a ver plenamente las injusticias mundiales, 
aquí vine a enterarme de la historia que no está en los libros de texto.
 Aquí me enamoré de Las Panteras Negras.  De los Pueblos  Nativos de 
Estados Unidos. Del peronismo, del chavismo, de Cuba. Soy Cristinista. 
Por si no se me nota. Pro Lula, Dilma,  pro  unidad latinoamericana. 
Aquí me he enloquecido de amor por África. En Guatemala fui una negra 
estigmatizada y excluida. No, jamás Estados Unidos me ha discriminado 
por mi color como lo hizo Guatemala.
¿Acaso por vivir en Estados Unidos debería también guardar silencio 
como guarda la mayoría en los pueblos oprimidos? ¿Acaso no tengo derecho
 a defender el amor? ¿A preguntarme por qué nos embrocamos? ¿Acaso no 
tengo derecho de expresar? ¿A pensar? ¿A cuestionarme? ¿Cómo debería 
vivir entonces? ¿Cuál es la forma perfecta de vivir la vida? ¿No 
buscarse problemas y mejor cerrar el pico? ¿Hacer como que no se vio 
nada? ¿Cómo se defiende la dignidad, guardando silencio? ¿Cómo se 
denuncian las injusticias, omitiéndolas?
Somos tan cobardes que decimos que Estados Unidos tiene la culpa de 
todo, la culpa es de nosotros mismos, por mediocres y por guardar 
silencio. ¿Vuelvo a preguntarme, por qué nos embrocamos?
Argentina está de frente a la segunda vuelta, Macri ataca con el 
apoyo de la oligarquía y Estados Unidos, yo pregunto: ¿El pueblo 
argentino se dará por vencido? ¿Se va a embrocar ahora después de que 
tanto les costó a Néstor y Cristina sacar a flote el país? ¿Es así como 
piensan pagarle a las Abuelas de la Plaza de Mayo y a los miles de 
desaparecidos, torturados y masacrados? ¿Es así como piensan honrar su 
memoria histórica? ¿Piensan embrocarse de nuevo? ¿Es así como piensan 
romper con la unidad Latinoamericana? No podemos retroceder. No podemos 
ser tan ruines. Tenemos la obligación moral y humana de defender el 
amor, ¿si no lo hacemos nosotros quién lo hará? ¿Estados Unidos, el 
sistema?¿Quién?
Debemos defender el amor estemos donde estemos, en nuestras 
circunstancias, con nuestras herramientas, con nuestros alcances. Todos 
los aportes son importantes y necesarios. ¿No es trágico que una 
empleada doméstica se pueda comprar una computadora en Estados Unidos e 
informarse de lo que sucede en el mundo y escribir artículos de 
opinión  y que en nuestros países de origen, las empleadas domésticas 
sigan siendo esclavizadas y comiendo las sobras y la comida de los 
perros?  ¿Qué es lo que estamos haciendo mal en nuestros países de 
origen, eso también es culpa de Estados Unidos? ¿Acaso eso no es 
desamor?
En fin…, buenos días a todos.
Posdata: el domingo gana Scioli.
 

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