Nuevos temas "tabú" en la geopolítica  latinoamericana
Fernando Buen Abad Domínguez
Rebelión/Universidad de la Filosofía
Ha costado, incluso golpes de estado y erupciones  des-estabilizadoras, la sola idea de convocar a debatir, y re-diseñar, los  cuerpos constitucionales de algunos países. Especialmente en aquellos Estados  en los que las Constituciones Políticas han sido deformadas para arrodillarlas  a los caprichos más turbios del neoliberalismo. Simplemente no se toca.
Y es que el nuevo (viejo) catálogo de "temas tabú"  que el neoliberalismo ha histerizado con sofocos y desmayos reaccionarios,  tiene como sus nervios más sensibles el problema de la "propiedad privada", el  problema del latifundismo, el saqueo de los recursos naturales, la explotación  demencial de la clase trabajadora, los privilegios represivos de los tres  poderes amafiados y la negación sistemática de nuevas formas del poder emanadas  de la voluntad social y del ejercicio socialista de los nuevos derechos humanos  y sociales. Por mencionar sólo lo obvio.
Pero a la burguesía le irrita que los pueblos  interroguen y debatan su constitucionalismo. A la burguesa le irrita que los  pueblos sean capaces de identificar los veneros ideológicos, y sus baratijas  conceptuales, que se deslizan para traficar "falsa conciencia" bajo las  "sacrosantas" leyes que los oligarcas imponen. Para un burgués se trata de  temas "técnicos" reservados a especialistas y los pueblos están ahí sólo para  agradecer algunas migajas filantrópicas que inventan los jurisconsultos para  hacer pasar por "Justo" lo que en verdad es una mascarada para legalizar todos  los hurtos, saqueos e injusticias del capitalismo. No hay atenuantes. Para la  lógica burguesa la idea de "sanción" no es otra cosa que la impartición de una  moral hipócrita ideada para arrodillarnos, resignados a su "autoridad"  imperecedera y omnipotente. No van a silenciarnos con chicanas de eruditos ni  retruécanos de leguleyos. No van a silenciarnos con sus parrafadas tóxicas,  herederas de tránsitos abrumadores al reino de toneladas de papeles "teóricos"  que son tan infernales como inútiles y falaces cuando uno mira desnudo el  estado real de la Justicia social.
La lógica suprema de una Constitución Política  debería ser subordinarse como herramienta para la Justicia Social al servicio  del desarrollo sin amos, de la convivencia armónica y de la igualdad  incondicional de las personas. De la felicidad objetiva, concreta y en avance  permanente. ¿Es eso posible en una sociedad dividida en clases?.  La Constitución política de la Justicia  Social, debiera garantizar que nadie se encarame en el trabajo de otros para  explotarlos, saquearlos o humillarlos. Debería garantizar, por todos los  medios, que se respete y realice la voluntad democrática de los pueblos. Línea  por línea, reglamento por reglamento, código por código, ley por ley. Eso  implica expropiarle a la burguesía su poder "superestructural" de inmediato.
Una Constitución de nuevo género debe ser una  herramienta para defender a los pueblos de todo abuso del poder y de toda forma  de concentración del poder y el capital para esclavizar a los pueblos. Sólo  esto ya insinúa la tipificación de nuevos (viejos) modelos delictivos, por  ejemplo, el delito implícito en atentar contra el poder soberano de los  pueblos, el delito implícito en obstaculizar la voluntad democrática de los  pueblos, el delito implícito en usar violencia para someter a los pueblos a los  intereses de alguna secta, mafia o pandilla de vivales. Locales o globales.
Incluso esa idea del "monopolio" de las armas –y  la violencia- que los Estados Burgueses se auto-asignan, es un delito si se  piensa que no debe haber ejército, fuerza policíaca ni otras fórmulas de  "seguridad" que no dependan de la voluntad del interés y de la soberanía  popular. Cualquier iniciativa superpuesta a semejantes condiciones es una  usurpación contraria a la lógica de las relaciones sociales igualitarias. En el  súmmum de la situación ha de estar la  democratización socialista de las herramientas de producción, palanca del  crecimiento y el bienestar colectivo, en las que se garantice justicia del  trabajo, calidad y cantidad de la vida laboral, y extensivamente, protección a  la fuente de trabajo para libérala de su carácter alienado y alienante bajo el capitalismo.  Como bien lo explicó Marx.
Sin el tejido de intereses de clase, subyacentes  en el cuerpo ideológico de la mayoría de las leyes y reglamentos burgueses, la  idea de "Justicia", que financia el capitalismo, no es más que un circo  demagógico, burocrático, tramposo y corrupto, padre de muchas de las peores  injusticias perpetradas contra la humanidad. Hablar de Justicia no es asunto  exclusivo de jueces, abogados o de "especialistas". Tampoco es asunto sólo de  instituciones gubernamentales. Es asunto de un pueblo entero y de su revolución  social en específico. Hablar de "Justicia" es parte de la lucha.
Es verdad irrefutable que los pueblos claman por  mejor y más expedita "Justicia", pero no claman por la "Justicia" de los amos,  no claman por la "Justicia" de los latifundistas, de los banqueros, de los  empresarios y de los clérigos que, por ejemplo, han instalado su "derecho" a la  usura como un principio universal de privilegios para esquilmar a los pobres y  convertirlos, además de víctimas del capitalismo, en "criminales". Defender  semejante aberración es necesariamente un delito.
A espaldas de los pueblos, las oligarquías  imperialistas se reparten el botín producto de explotar a los pueblos, a sus  trabajadores y a sus recursos naturales. Banqueros, empresarios, terratenientes  e iglesias con ayuda de no pocos gobiernos serviles, mueven inmisericordes  sumas de "ganancias" delincuenciales, mientras hunden en la miseria, el  desamparo, el desempleo y la desesperación a pueblos enteros. Eso es un delito.  La suma de desocupados a nivel mundial es hoy monstruosa, el hambre es una  amenaza a todo galope, la ignorancia arrasa generaciones enteras y ya sufrimos  un impasse de tristeza desgarradora que mezclada con desolación y desesperanza  configuran un delito universal incalculable contra la humanidad. Eso es un  crimen. ¿Qué "Justicia" toma cartas en este asunto? Sólo la nueva Justicia  socialista que los pueblos deben impulsar para su salvación plena. Todo lo  demás es, ahora mismo, palabrería y engaño. No alcanza con buenas voluntades  filantrópicas.
Que, durante el esclavismo, la esclavitud no fuese  considerada delito no implica que se acepte, mansamente, una campaña burguesa  exculpadora de todo atropello contra el género humano. Que el capitalismo no  considere a la explotación como un delito, en los hechos punible, no implica  que debamos entonces celebrarlo como un triunfo de la legalidad burguesa ni  como un ejemplo de "fortaleza moral" jurídica. Por lo demás no podemos ser tan  ingenuos como para seguir confundiendo a la Justicia con las instituciones que  se suponen salvaguarda y activadores de aquella, y que bajo el capitalismo sólo  la degradan confunden y postergan. Hay que combatir a todas las instituciones y  todas las condiciones en las que el ser humano vive como un ser miserable,  explotado, oprimido, alienado… mutilado en suma e incapacitado para desarrollar  todas sus cualidades actuales y futuras. No permitamos que una aristocracia  sustituya a otra por más disfraz revolucionario que se invente. El problema de  la Justicia no es un problema "moral", todo lo contrario, es un problema  material y concreto vinculado a la distribución de la riqueza física e  intelectual, sus condiciones objetivas de igualdad y acceso a las herramientas  propias de la dialéctica del desarrollo, indisolublemente individual y  colectivo.
No importa qué tan ingeniosos sean los enredos  "lógicos" o procedimentales que inventen los leguleyos burgueses para hacernos  creer que la Justicia es una utopía ya realizada por el "Derecho" capitalista,  la realidad es contundente, ofensiva, degradante y desafiante. Entre otras  cosas porque el "Derecho" en manos de la burguesía ha sido incapaz de hacer  Justicia, su rezago monstruoso, los millones de expedientes arrumbados en las  oficinas de los jueces… y los millones de inocentes en las cárceles y en la  humillación (por dar un ejemplo parcial) son prueba de su derrota. Es  impensable la Justicia, hoy, sin tocar radicalmente al capital ni a la  ganancia, sin pasar por el debate capital-trabajo. 
Dr. Fernando Buen Abad Domínguez
Universidad de la Filosofía
 

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