“Es una coyuntura que abre la oportunidad de cambiar el país. A un año,
 Ayotzinapa es factor de unidad, porque puede ser un punto de no 
retorno, porque ha ido allí adonde no han ido otros, ha dicho lo que no 
han dicho otros. O sea, luchar por los desaparecidos es luchar por una 
transformación”. (Omar García, 24 de septiembre de 2015) 
 Significado y trascendencia de los hechos criminales 
 “Han desnudado la realidad del país” (antropólogo Abel Barrera) 
 Los brutales y sanguinarios sucesos contra los estudiantes normalistas 
de Ayotzinapa la noche/madrugada de 26/27 de septiembre de 2014 en la 
ciudad de Iguala, Guerrero, no solo son una tragedia o una atrocidad más
 perpetrada por las fuerzas represoras públicas y oscuras del Estado 
mexicano capitalista, son y representan una fortísima conmoción política
 y un sacudimiento de las conciencias, a nivel político, moral y 
emocional para todos los pobladores excluidos de México, y especialmente
 para los sectores populares que luchan en la resistencia y tratan de 
ser o convertirse en antisistémicos y/o antagónicos. 
 Revelaron y
 pusieron en evidencia atroz, el actuar no sólo de un Estado-gobierno 
ultra neoliberal, cínico y corrupto, sino la grave situación 
económica-política-social de una nación-pueblo, agobiados por los 
saqueos, la inseguridad, el narcotráfico, la criminalidad, la 
semiesclavitud, la pobreza, la precariedad, el sistema de partidos, los 
fraudes, la simulaciones, la clase política, la oligarquía, las 
instituciones podridas. En fin, la necropolítica (Arizmendi dixit,
 2015) exudada por todos los poros del poder, desde el presidente en 
turno hasta las autoridades municipales, incluyendo el sistema judicial,
 el ejército, la marina y las policías de todo nivel. Además, como han 
demostrado con mayor crudeza y fuerza la actuación de autoridades 
durante los últimos años y, especialmente evidentes en los últimos 12 
meses, el contubernio entre autoridades, intereses capitalistas 
(nacionales y trasnacionales, legales e ilegales) y grupos 
delincuenciales de todo tipo se ha convertido en sistémica. “Son lo 
mismo”, se ha dicho en vox populi. 
 Por ello, con la 
masacre de Iguala y lo acontecido en los últimos 365 días desde el 26/27
 de septiembre, hay un claro y decisivo antes y después, que marca indeleblemente la historia reciente de México;
 pues como se dijo, las repercusiones y los efectos en lo sociopolítico y
 en lo ideológico-moral conectado con lo demostrado con las 
movilizaciones, las protestas y la férrea persistencia de los familiares
 y normalistas (sus aliados y solidarios) son lo suficientemente 
contundentes para reconocer que no se trata de cualquier tipo de 
acontecimiento o sólo de una raya más del tigre narco-neoliberal, sino 
que, en sus profundidades y su contenidos se trata de acontecimientos 
topes, límites a los que ha llegado la necropolítica en su agravio al 
pueblo-nación, pues junto con Tlatlaya, Apatzingán y Tanhuato, 
significan y anudan ese vuelco a la coyuntura y a una naciente nueva 
ventana política y social. 
 Lo que cabe resaltar y que sigue 
vigente desde dichos acontecimientos de hace 12 meses, es que 
reiniciaron una nueva oleada de protestas, exigencias, movilizaciones, 
rebeldías y develaciones, que obligaron y han obligado a todas las 
organizaciones, movimientos, fuerzas y personas que participan en la 
política nacional (e inclusive mundial) a definirse desde un 
posicionamiento, desde una actuación, desde una decisión, o desde la 
indiferencia, la complicidad, la apatía o la incredulidad. Y como hemos 
dicho se trata de un parteaguas o, como ha dicho Adolfo Gilly [1] , de un rayo histórico del pasado reciente,
 que relampaguea en el presente y que marca lo que viene de resistencia y
 de antisistema masiva en el México de los próximos años. No sólo porque
 la masacre de Iguala-Ayotzinapa fue un crimen del Estado burgués 
mexicano, sino porque es un paradigma que condensa los crímenes y la 
atrocidades, las violencias y las explotaciones del régimen y del 
sistema capitalista mexicano y por tanto mundial. 
 
Concepciones y caracterizaciones críticas de la economía política del 
Estado mexicano burgués y la sociedad en la coyuntura o “fase actual” 
 El Estado mexicano burgués responde y se inserta a una lógica 
capitalista mundial imperante, cumple un papel y se ajusta en esa lógica
 de acumulación y reproducción de capital como formación 
económico-social específica en la situación llamada “neoliberal”. 
 a) El capitalismo planetario para resolver sus crisis profundamente 
decadentes y degradadoras, utiliza mecanismos sumamente violentos y 
destructivos para tratar de garantizar sus ganancias y detener sus 
caídas, hace violentas y dañinas todas las fuerzas productivas 
(tecnológicas, naturales y procreativas) y las relaciones humanas 
actuales. La llamada acumulación por despojo o desposesión no es 
novedosa de suyo, sólo es un redoblamiento de ella y se expresa más 
dramáticamente en las geografías, naciones y comunidades más sometidas 
por el imperialismo y más dependientes y vulnerables (precarizadas). Así
 las formaciones socio-económico-culturales latinoamericanas forman 
parte de esas naciones y regiones, algunas de ellas (Bolivia, Venezuela,
 Ecuador, Cuba, Brasil, Paraguay y Argentina [2] ) han puesto 
algunos diques y han resistido de la mejor manera que han podido a estos
 avasallamientos y estas dinámicas de la economía política del 
capitalismo mundial global (industriales, bio-ciber-tecnológicas, 
financieras, de mercados, militares y de espionajes, geopolíticas, 
geo-médicas, geoculturales, diplomáticas, etc. [3] ). 
 
México participa dominado por el imperialismo yanqui, es decir, como 
Estado nacional fuertemente subordinado, por eso es que hay autores que 
lo denominan como un semiestado, pues no muestra signos o elementos 
mínimos de resistencia u oposición; así pues, no ha hecho valer, su 
soberanía ni su nacionalismo con su “neoliberalización” desde 1982. Por 
el contrario, se ha caracterizado por engendrar una dictadura neoliberal
 o un neoliberalismo cínico y extremo, que ha destruido la industria 
nacional y el mercado interno, ha mantenido una ofensiva de sometimiento
 hacia los trabajadores, sus condiciones de vida y sus conquistas, ha 
privatizado de manera extenuante, lo que ha permitido toda clase de 
saqueos con sus políticas entreguistas, narcopolíticas y necropolíticas.
 Ha utilizado todos sus aparatos de poder, oficial y fáctico, para 
dominar y controlar las contradicciones y oposiciones de su bloque de 
poder y las que hacen a la nación-pueblo con el fin de permitir y dar 
viabilidad macro regional-nacional-local a esas dinámicas del 
capitalismo imperialista mundial. 
 b) El debate teórico-político
 en torno a cómo caracterizar o categorizar al Estado mexicano en la 
“fase” o coyuntura actual, Luis Arizmendi (2014) lo denomina 
«capitalismo necropolítico» (y que según este autor deriva de otras dos:
 “cínico” entre 1982 y 1988 y “criminal o narcopolítico”, entre 1988 y 
2006), y, en general, el debate que se abrió desde 1982 aproximadamente,
 ha sido en los últimos 30 años amplio, controversial y hasta confuso, 
pues se han involucrado posturas y enfoques tanto de derecha, 
centro-izquierda, izquierda y ultraizquierda; en suma, todo el espectro 
político, y por cierto no sólo nacional. Cabe aclarar que el meollo del 
debate ha sido responder a la pregunta, del tipo de Estado que se 
constituyó y se impuso a partir de la llegada de Miguel de la Madrid a 
la presidencia de la República Mexicana; las respuestas también han 
llevado a referirse necesariamente al tipo de régimen político, a las 
formas de gobernar y de gobierno, a las políticas y procesos 
implementados y desplegados, a sus basamentos económicos y a sus 
vínculos internacionales, etc. 
 Ejemplos al respecto: la 
discusión sobre el cambio de régimen, con el fin de los gobiernos 
emanados de la posrevolución mexicana, la inserción de un 
presidencialismo tecnocrático y ya no caudillista, la ofensiva de las 
políticas neoliberales y la implementación de una asistencia social de 
“baja intensidad” como pseudoremedio a la pobreza y extrema pobreza. 
Asimismo, la llamada “transición democrática” con la llegada del Partido
 Acción Nacional (PAN) al Gobierno del Estado mexicano que no fue más 
que una alternancia cosmética; también la polémica sobre el “Estado 
fallido”, “Estado faltante”, el “achicamiento del Estado” o el 
“Semiestado”. Igualmente, el manejo del concepto de «desvío de poder» 
para subrayar el incumplimiento estructural de las funciones “clásicas” 
del Estado como “mediador” entre las clases antagónicas y entre las 
clases y fracciones dominantes y/o bloque dominante, lo que tiene que 
ver con otro debate central: el del papel que cumple lo hegemónico, la 
ideología y los consensos, los controles tecno-mediáticos, electorales, 
de cooptación, corporativos y clientelares etc., sobre las masas y no 
sólo los aspectos coercitivos y represivos, etcétera. 
 c) Los 
análisis de las diferentes dimensiones coadyuvantes y concomitantes, de 
las manifestaciones estructurales del poder político estatal y 
gubernamental, también son muy importantes en tanto que son 
dialécticamente causas y efectos de la nueva época abierta con la 
llamada «dictadura neoliberal». Destaca la cuestión de la violencia y de
 las violencias en plural (Adame, 2013b), dimensión estructural 
incorporada en todos los poros de la sociedad capitalista, tanto en sus 
procesos de acumulación, como en todo los niveles de la reproducción 
sociocultural (Adame, 2013b); y que en México, y otros países 
latinoamericanos (como Colombia) se ha generalizado, atrozmente 
comandada por las fuerzas capitalistas, estatales-gubernamentales, 
paraestatales y semiclandestinas-clandestinas. Nos referimos 
principalmente a las guerras de baja intensidad contra los rebeldes y/u 
opositores (matanzas, desapariciones, encarcelamientos, etc.), al 
terrorismo y al terror que causan intencionadamente, a la presencia de 
militares y policías de los territorios del país, al uso de la 
represiones masivas y selectivas, a la propia existencia organizada y 
armada de las bandas de criminales, narcos, traficantes, golpeadores, 
secuestradores, etcétera. Además de todas las expresiones y formas de 
manifestarse en la vida cotidiana y en las relaciones intersubjetivas, 
la violencia (violencia de género, violencia simbólica, acosos e 
intimidaciones, etc.). 
 Aunada a la violencia como un reflejo 
matizado de ella, está la corrupción, también estructural al sistema y 
particularmente al Estado-nación mexicano en todos los niveles y venas 
de las instituciones gubernamentales (robos, desvíos dinerarios, redes 
de complicidades, ocultamientos, sobornos, compra y venta de servicios y
 lealtades, lazos entre poderes institucionales y fácticos: 
funcionarios, oficiales, traficantes, empresarios y comerciantes, etc.),
 pero también extendida a otros espacios de la reproducción y de las 
esferas socioculturales como áreas de trabajo, unidades domésticas, 
espectáculos y diversiones/entretenimiento. 
 Otra esfera 
vinculada a las dos anteriores, lastimosa y temeraria a nivel mundial y 
especialmente en México, es la de las desigualdades y polarizaciones 
socioeconómicas: la pobreza, la desnutrición, las enfermedades de todo 
tipo, el hambre y la falta de oportunidades de satisfacción de las 
necesidades básicas y los deseos, lo que tiene por consecuencia efectos 
nefastos para el 80-90% de la población en lo económico-social, en lo 
biofísico y en lo psíquico, una total deshumanización y carencia de 
realización de las personas. 
 d) Todo ello ha propiciado que las
 caracterizaciones críticas de la coyuntura actual del capitalismo 
mexicano y sus aparatos de estado y de gobierno, en relación a las 
situaciones sociales, tiendan a poner el acento en esos aspectos arriba 
señalados, porque han sido preponderantes, han actuado como áreas y 
factores dominantes y agravantes de la crisis y las transformaciones 
degradantes, podridas y vergonzantes y nocivas. No porque los factores 
de lo “hegemónico-ideológico” no sean importantes y no funcionen, sino 
porque aquellos ligados a la violencia y al control por miedo, se han 
hecho cada vez más importantes para garantizar el estatus quo 
(nivel social) del Estado nacional mexicano. La gente sigue votando por 
el PRI, el INE sigue recibiendo altos presupuestos, la televisión, el 
internet y los celulares van en aumento, los sindicatos y sus líderes 
charros no se han exterminado, el consumismo neurótico no se detiene, 
etcétera. ¡Claro!, entre lo hegemónico y el uso de fuerzas oficiales y 
no oficiales del Estado existe una recursividad, ambos ejes se alimentan
 unos a otros. La fase necropolítica del capitalismo extiende lo 
tanático, las fosas clandestinas, la criminalización y la militarización
 que respalda las políticas capitalistas, oligárquicas y fórbicas, tanto
 de los Forbes internacionales como de los Forbes nacionales amalgamados
 y dispuestos a operar, en conjunto con violencias gubernamentales y 
violencias no gubernamentales (llevadas a cabo por otros agentes), las 
acumulaciones por despojos, saqueos, rapiñas, extractivismo y 
neoextractivismo. 
 En México se han volcado en contra de los 
salarios, el fondo de consumo de las masas, las resistencias, los 
movimientos antisistémicos, antagónicos, anticapitalistas y 
antineoliberales, contra las comunidades y sus formas de autodefensa, 
contra las propias condiciones de trabajo de sectores proletarios que 
habían sido ganadas en el anterior periodo del estado keynesiano 
(trabajadores de la educación, del sector salud, de la cultura, de la 
investigación y la ciencia, etc.), las privatizaciones llamadas 
“reformas estructurales” se imponen a capa y espada, entregando con 
ellos los recursos de la nación-pueblo a la iniciativa privada 
internacional y nacional (petróleo, minerales, semillas, biodiversidad, 
patrimonio, etcétera) 
 Este es el punto clave, así es como se 
está manifestando tanto la subordinación formal y real del proletariado 
bajo el capitalismo mundial-nacional (Veraza, 2011), como la lucha de 
clases en México, donde la burguesía mexicana amalgamada con la global, 
domina por los métodos y formas señaladas. El Estado mexicano, sus 
aparatos, bloques, mecanismos de operación y funcionamiento cumplen esos
 roles, porque sus partidos, instancias y agentes han hecho su labor no
 como Estado “fallido” (¿fallido para quién?) sino como Estado burgués 
debilitado a nivel internacional y formal, dócil con el imperialismo 
pero poderoso y exitoso a nivel interno en sus labores de contención, 
dominio y represión (uso de la fuerza el Estado y de los poderes 
fácticos); facilitador, pues, de la acumulación y de mercado mundial. 
También porque no ha habido suficiente oposición y resistencia desde la 
burguesía nacionalista, sus organizaciones y sus personajes, ni desde 
las izquierdas socialistas, anarquistas, revolucionarias o 
anticapitalistas, para hacerle contrapeso y tratar de detener sus 
dictados apabullantes y ominosos contra la inmensa mayoría de los 
mexicanos. Sólo focos de resistencia, algunos importantes (como los neo 
zapatistas, los municipios o pueblos con democracia autonómica, las 
autodefensas y policías comunitarias, las organizaciones regionales o 
nacionales como asambleas, Frentes, partidos, movimientos, etc. Adame, 
2013), relativamente apoyados, aislados, más o menos articulados o 
desarticulados, pero insuficientes para detener y tratar de impedir de 
forma coordinada y cohesionada el embate de las fuerzas capitalistas y 
estatistas. 
 Así tenemos categorizaciones y terminologías que se
 cruzan y se emparentan tratando de captar esas modalidades en que se 
presenta El Estado-gobierno, las dinámicas económicas y sociopolíticas, 
las coyunturas y especialmente la develada por los criminales sucesos de
 Iguala-Ayotzinapa. Se habla de Estado cínico, de Estado mafioso, de 
Estado forbesiano, de Estado necropolítico, de Estado totalitario, de 
Estado protofascista o terrorista, de Estado militarizado; se habla de 
narco Estado, de sicariato, Estado de militarización, de 
criminalización, de degradación y podredumbre de las instituciones y 
políticas de Estado-gobierno (presidencia, secretarías, INE y 
elecciones, tribunales y jueces, ejército, marina, policías, partidos, 
cámaras, organizaciones empresariales, oligopolios de los medios de 
comunicación, etcétera, etcétera). 
 Recuento: A manera de conclusión 
 La noche/madrugada del 26/27 de septiembre de 2014 fue, en efecto, un 
relámpago/rayo fulgurante de sangre y represión, pero también de 
descubrimiento, donde como ha dicho Kosik, la esencia se mostró en las 
superficies y escenarios ominosos y nefastos; no se trató de una esencia
 positiva sino de claroscuros. En los meses siguientes (Adame, 2015), 
efectivamente, se mostró lo siguiente: 
 a) La gravísima situación económico-político-social de una nación-pueblo muy lastimada.
 b) Las amalgamas de la criminalización, de degradación y de podredrumbre antes señaladas. Pero también: 
 c) Las posibilidades para resarcir agravios y las dignidades de la 
nación mexicana de la lucha de los agrupados y por aglutinar en «Todos 
somos Ayotzinapa»; es decir, la fundamental importancia de enlazar e 
impulsar las luchas, movilizaciones y movimientos antisistémicos y 
antagonistas mexicanos (y potencialmente internacionales) en el contexto
 de una nueva fase o ventana de la lucha de clases en México (y su 
influjo para Latinoamérica y otras latitudes). 
 Para lograr 
detener y posteriormente revertir la furia capitalista, violenta, 
tanática y oponerle la furia orgánicamente unificada de los despojados y
 violentados en vistas a reconstruir la nación-pueblo, sus tejidos, 
recursos, organizaciones, poderes e implantar una nueva gobernabilidad, 
un nuevo gobierno nacional (y no sólo gobiernos locales o municipales), 
mayoritariamente proletario-popular. Para lograr tal reconstrucción, 
necesitamos de manera prioritaria, decidida e inteligente, unir 
sólidamente las confluencias y articulaciones de todos los rostros 
(sintetizados en esos 43 en los que íntimamente nos reflejamos), de 
todos los focos, de todas las resistencias, de todas las luchas y 
oposiciones, contra este Estado antinacionalista y narco/necropolítico. 
Estado-gobierno facilitador e impulsor de la acumulación y del mercado 
mundial capitalista imperialista y su terribles expresiones 
globalizadoras y nacionales expoliadoras, narcomafiosas y terroristas. 
 Sí no lo hacemos así (la urgente necesidad organizada de las 
convergencias y unidades antineoliberales) y dejamos pasar esta 
coyuntura, manteniendo las trincheras relativamente aisladas o 
desarticuladas, perderemos una de las oportunidades más valiosas que nos
 da la historia del presente: la lucha de «Todos somos Ayotzinapa» que 
concentra todas esas luchas y todas nuestras potencialidades como 
nación, pueblo proletario que construye su emancipación como gran fuerza
 productiva de una nueva historia. 
 Bibliografía 
 ADAME CERÓN, Miguel Ángel. 2013.  Movimientos sociales, políticos, culturales y populares. La disputa por la democracia y el poder en México (1982-2013)  , Editorial Ítaca, México, 2013.
2013b. Violencias, bullying y juegos de la muerte, Editorial Navarra, México, D. F. 
2014. Ébola y la mundialización epidémica, ecocrisis, geopolítica y medicina dominante, Editorial Navarra, México. 
2015. (Editor y compilador). Iguala-Ayotzinapa y el nuevo despertar antisistémico. 
 ARIZMENDI ROSALES, Luis. 2014. “Capitalismo necropolítico y Ayotzinapa”, en Rebelión, 28 de noviembre 
 ALMEYRA, Guillermo. 2015. “La tozudez de los hechos y la ceguera suicida”, en La Jornada, 30 de agosto de 2015, p. 16. 
 GILLY, Adolfo. 2015. Ayotzinapa, el rayo que no cesa”,  http://www.jornada.unam.mx/2015/04/27/opinion/005a1pol  
 VERAZA, Jorge (2011). Subsunción real del planeta bajo el capital, Editorial Itaca, México, D. F. 
Notas
[1] 
 “Este pueblo no olvida ni olvidará el crimen de Ayotzinapa, así pasen 
días, años, vivan seguros de ello los jefes de este Estado. En el alma y
 la vida del pueblo mexicano esta tragedia seguirá presente, 
irreductible, dolorosa y viva.” Véase Adolfo Gilly: “Ayotzinapa, el rayo
 que no cesa”, http://www.jornada.unam.mx/2015/04/27/opinion/005a1pol  
 [2] 
 Con gobiernos “progresistas” o “populistas”, a los cuales 
–desgraciadamente– al parecer se les está acabando su ciclo de vigencia,
 pues las condiciones geoeconómicas y geopolíticas que impone el 
capitalismo imperialista (por ejemplo: están haciendo mella a sus 
políticas reguladoras e intervencionistas) los está ahogando, semejante a
 lo que pasó con la URSS y el bloque llamado “soviético”. Véase Almeyra 
(2015: 16). Sin embargo, esta tendencia hacia al “ahorcamiento” de las 
economías políticas de dichos gobiernos, que va acompañada con toda una 
parafernalia imperialista que incluye cuestiones propagandísticas, 
ideológicas, diplomáticas e intervencionistas, está abierta, pues 
depende de condiciones y circunstancias tanto objetivas como subjetivas.
 
 [3]  Véase Adame, 2014. 
 

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