Como en Ferguson y Nueva York, las protestas, la bronca y la 
violencia que se desató esta semana tras la muerte de un joven negro a 
manos de la policía no son un hecho aislado ni azaroso.
 Años de represión e impunidad policial y de connivencia política 
explican una nueva crónica de un estallido anunciado en Estados Unidos.
Como en Ferguson y Nueva York, las protestas, la bronca y la 
violencia que desató esta semana en la ciudad de Baltimore la muerte de 
un joven negro a manos de la policía no son un hecho aislado ni azaroso.
 Años de represión e impunidad policial y de connivencia política 
explican una nueva crónica de un estallido anunciado en Estados Unidos.
Las cicatrices más recientes en esta ciudad del noreste 
norteamericano, en la que más del 63% de sus habitantes son negros, 
datan de finales de los años noventa.
Baltimore importó el modelo de tolerancia cero del ex intendente de 
Nueva York Rudolph Giuliani, una política que ganó adeptos en todo el 
mundo, incluida Argentina, y que propone como parte de su estrategia 
masificar las detenciones, inclusive de personas que hayan cometido la 
más mínima infracción.
El entonces intendente demócrata de Baltimore, Martin O’Malley, 
defendió la estrategia como “la correcta para ese momento” y destacó que
 las cifras de asesinatos y crímenes violentos disminuyeron. Sin 
embargo, la ciudad le tuvo que poner fin después de siete años y de 
gastar millones de dólares en indemnizaciones.
En 2004, Baltimore pagó 6 millones de dólares a Jeffrey Alston, un 
hombre que quedó paralizado del cuello para abajo después de ser 
detenido por “tener olor a alcohol en el aliento” y trasladado a una 
comisaría.
Un año después, Dondi Johnson, un hombre de 43 años, fue detenido por
 orinar en la calle y después de un breve viaje en un patrullero terminó
 cuadripléjico, con la columna quebrada y desplazada. Murió un mes más 
tarde, y un jurado ordenó a la ciudad pagarle 7,4 millones a la familia 
de la víctima.
Finalmente, en 2006, dos organizaciones de derechos civiles acusaron 
al Estado municipal de cometer “abuso de poder” con las detenciones 
masivas y ganaron el juicio. El gobierno tuvo que pagar otros 870.000 
dólares y eliminó la política de tolerancia cero.
Las detenciones masivas terminaron, pero no la impunidad policial comprada con dinero público.
Según una investigación publicada por el diario Baltimore Sun en 
septiembre pasado, esa ciudad del estado de Maryland pagó más de 5,7 
millones de dólares en acuerdos extra judiciales desde 2011 para evitar 
condenas por brutalidad policial.
Estos acuerdos, además, garantizaron que las víctimas y sus familias 
no puedan hablar públicamente de sus arrestos injustos y de las golpizas
 que recibieron.
Entre las víctimas que destaca el matutino se encuentra un chico de 
15 años que fue detenido cuando andaba en bicicleta, una contadora de 26
 años embarazada que intentaba terminar una pelea callejera, una mujer 
de 50 años que vendía números para una rifa en su iglesia y una abuela 
de 87 años que había llamado a Emergencias porque su nieto había sido 
baleado. En la mayoría de estos casos, las víctimas eran negros.
Pero no todas las historias de brutalidad policial en Baltimore 
terminan con heridas graves y una indemnización. Algunas terminan peor.
Según un informe de la reconocida organización norteamericana de 
derechos civiles ACLU, publicado el mes pasado, 109 personas murieron a 
manos de policías cada vez más militarizados en el estado de Maryland 
entre 2010 y 2014, 31 de ellos en la ciudad de Baltimore.
De las víctimas fatales de la policía en esos cuatro años, un 70% 
eran negros (en un estado en el que la población afroamericana no 
alcanza el 30%) y más de un 40% estaban desarmados.
Pese a estas cifras, el único policía que fue procesado por la muerte
 de un civil en este período fue un agente de Baltimore que mató a un 
marine veterano en un bar, cuando no estaba de servicio.
La acumulación de estos antecedentes a lo largo de los años forzó a 
las autoridades de Maryland a presentar un paquete de medidas para 
aumentar la regulación y la fiscalización del accionar de las fuerzas 
policías.
Sin embargo, en el último mes el sindicato de policía consiguió 
remover algunos de los puntos más importantes de la reforma, como que 
todas las muertes causadas por agentes deban ser investigadas por 
fiscales del estado y no de la ciudad, y que los procesos sean civiles y
 no internos.
“Nuestro jefe no tiene un problema con disciplinar a los policías 
malos”, explicó el sargento Clyde Boatwright, presidente de la Escuela 
del Sindicato de Policía de Baltimore en una audiencia pública que se 
realizó el mes pasado para discutir la reforma y que reprodujo el portal
 de noticias The Intercept.
“Lo que estamos diciendo es que el sistema funciona”, agregó el 
oficial, reafirmando una vez más una creencia que comparten la mayoría 
de la dirigencia política del país y los grandes medios de comunicación 
estadounidenses pese a los sistemáticos y masivos estallidos de 
protestas y bronca que provocan la innegable discriminación y 
desigualdad que sufre la comunidad negra.
Telam
 

No hay comentarios:
Publicar un comentario