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sábado, 4 de enero de 2014

ALEPH: Fe y mercado

La guerra guatemalteca tuvo mucho que ver con el recambio de papeles que se dio entre las iglesias de distintas denominaciones, y entre las religiones y los llamados “avivamientos” como el pentecostalismo. Al ritmo de la tierra arrasada, fueron “sembrándose” en el área rural pastores y misioneros, importados de Estados Unidos principalmente, que fueron influyendo en el imaginario de lo sagrado de las poblaciones masacradas. Cristianismo, protestantismo, pentecostalismo, neopentecostalismo, teología reformada, todo fue calando en el ámbito de las creencias y lo sagrado, mientras el catolicismo se estrechaba.
CAROLINA ESCOBAR SARTI
Pero no solo la guerra tuvo que ver con el hecho de que ahora contemos los pastores por miles y los sacerdotes católicos por cientos, a la inversa de lo que sucedía hace 50 años en nuestro país. Toda esta resiembra tuvo también mucho que ver con otros factores. La base teológica que sirve a estos avivamientos y religiones es la del calvinismo, al que se le suele atribuir la preparación ideológica para el último desarrollo del capitalismo en el norte de Europa. Max Weber estudia bien la ética protestante y su relación con el espíritu del capitalismo, que pasa necesariamente por el mercadeo y la comercialización de los bienes de salvación.
En tiempos de espectáculo y desasosiego como los actuales, los medios de comunicación, en especial la radio y la televisión, junto con la megaestructura piramidal que sostiene estos movimientos religiosos, han sido parte fundamental de su éxito. Esto va de la mano con la ideología neoliberal y el modelo económico imperante de oferta y demanda, de libre mercado y de la primacía del individuo sobre la colectividad, que se implanta fuerte a partir de los años de 1960 y aún pervive. Prosperidad, riqueza y salud son parte del nuevo cuerpo doctrinario que lleva a algún telepredicador a preguntar qué carro es mejor para Dios, si un Mercedes o un Toyota. La ecuación entre-más-cerca-de-Dios-más-riqueza define la fe de muchos y deja a millones de pobres fuera de la gracia y la salvación. Ya no hay conflicto entre la propia prosperidad y un Dios que dice que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre al reino de los cielos. La culpa por tener en vez de ser se borra, porque Dios y el dinero están al mismo nivel.
Claro que la Iglesia Católica, como institución, también sabe de jugosas fortunas y patrimonios de larga data, en medio de la moral relajada de algunos de sus representantes, que contrasta con la rigidez de los dogmas que predican. Es solo que ahora le toca el turno a quienes han sabido capitalizar no solo las demandas de los nuevos tiempos, sino también los deseos de seguridad, espectáculo, prosperidad y riqueza de tantos, mercadeando y ofreciendo bienes de salvación a cambio de dinero. Esta complicidad se produce porque unos buscan la verdad y creen en su propia salvación y otros sostienen que tienen las respuestas para ambas cosas, en medio de un orden conveniente a las reglas de la fe y el mercado. No cuestiono las creencias de nadie, el problema lo sitúo en que, en esencia, es un intercambio comercial que se lleva al ámbito de la fe. ¿O no hay contadores que saben los salarios mensuales de la feligresía; cobradores que apuran a los morosos y camiones que transportan el dinero de la ofrenda directo del culto a la bóveda del banco?
Unos manipulan y mercadean los bienes de salvación, otros quieren ser perdonados y redimidos. Esta relación es ideológica y cambia a una sociedad. Por ello, hay que saber que detrás de los púlpitos se paran verdaderos líderes o imitaciones de ellos, y ambos mueven masas; su función es social, pero también cada persona que los sigue construye con ellos una historia de amor y devoción. Vaya responsabilidad (o irresponsabilidad). Georges Sorel decía, a propósito: “Si te colocas en el campo de los mitos, eres inmune a la refutación crítica”. Así, sigue siendo conveniente esto de mezclar fe y mercado, porque desde el dogma ningún fiel cuestionará si eso es Dios o si Dios está en otra parte.
cescobarsarti@gmail.com

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