Cuando los resultados de las elecciones pasadas se dieron a conocer y supimos que en la silla presidencial se sentaría un militar, las sospechas se convirtieron en certeza. Una semana después marchaban por las calles citadinas representantes de varios grupos afines a militares implicados en crímenes de lesa humanidad durante la guerra que se vivió en Guatemala. No importó si las personas que marcharon eran afines o no al presidente recién electo, lo que importó fue su afinidad con una visión militar de mano dura. A eso le llamamos el peso de lo simbólico.
Carolina Escobar Sarti.
Apenas un cuarto de siglo después del inicio del primer gobierno civil de Vinicio Cerezo, volvía un gobierno de corte militar a ocupar la primera magistratura del país guatemalteco. Y con ello, simbólicamente, dimos un paso atrás en el trazado de nuestra historia. No lo dimos por la persona que llegaba a asumir el cargo presidencial, que ni siquiera sabíamos entonces si se desempeñaría bien o mal en su gestión, lo dimos por lo que esa persona significaba en el imaginario social de un país cruzado de norte a sur por la guerra, el autoritarismo y la violencia. Hoy, lo simbólico cuenta, y mucho.
En contraste, ese peso se vive de otra manera en algunas partes del continente latinoamericano, específicamente en el sur. Escuchando el discurso del presidente uruguayo Mujica en la reciente Asamblea de Naciones Unidas, pronunciado hace dos días, cabe pensar que, si bien su gestión podrá no ser la más osada o la más acertada, políticamente hablando, sí representa una carga simbólica importante en el balance continental. Angustiado por el porvenir que no verá y por el que se ha comprometido, José Mujica cree que “sí es posible un mundo con una humanidad mejor, pero tal vez hoy la primera tarea sea salvar la vida”.
Salvar la vida en medio de una civilización que se ha casado con la muerte es toda una propuesta política, y tiene su peso simbólico. Quizás no la que estamos acostumbrados a escuchar, sobre todo desde la plena conciencia de la realidad de un continente atravesado por la impunidad, la corrupción, el crimen organizado, el militarismo, la desigualdad y la colonización. “Aturdidos, huimos de nuestra biología que defiende la vida por la vida misma como causa superior y la suplantamos por el consumismo funcional a la acumulación”, dice Mujica.
El peso de lo simbólico es fuerte, tanto si apostamos por la vida como si apostamos por la muerte. Salir de la prehistoria y archivar la guerra como recurso cuando la política fracasa, “esa es la larga marcha y el desafío que tenemos por delante, y lo decimos con conocimiento de causa. Conocemos las soledades de la guerra”, dice Mujica. (…) Es posible crear estabilidad y será posible a generaciones venideras si logran empezar a razonar como especie, no solo como individuo, llevar la vida a la galaxia y seguir con ese sueño conquistador que llevamos en nuestra genética los seres humanos. Pero para que todos esos sueños sean posibles, necesitamos gobernarnos a nosotros mismos o sucumbiremos, o sucumbiremos, porque no somos capaces de estar a la altura de la civilización que en los hechos fuimos desarrollando”.
cescobarsarti@gmail.com
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