La distancia que el FMLN se empeñó en exhibir con respecto al Presidente ahogó su caudal de votos
Por Víctor Flores García (*)
MEXICO DF - Los resultados de las elecciones legislativas y municipales comprobaron que el voto duro de la izquierda tradicional del FMLN no puede conquistar a un 60 por ciento de la población salvadoreña que votó en contra.
Los números comprueban además que la conquista de la Presidencia lograda en 2009 por el abanico de las izquierdas, luego de tres derrotas al hilo en la posguerra, se debió al caudal de votos que atrajo un candidato externo, una jugada audaz con apelaciones a un voto de centroizquierda de corte socialdemócrata que otorgan las capas medias, moderado y moderno: Mauricio Funes y su popularidad de teflón.
La distancia que el FMLN se empeñó en exhibir con respecto al Presidente ahogó su caudal de votos y hundió el sueño de sucesor en la Presidencia rojo-rojito “el verdaderamente nuestro”, como palabreaban sus dirigentes.
Algo similar puede decirse de la derecha tradicional: ARENA no alcanzó el 40 por ciento de votación; no obstante que puede celebrar sonoras victorias en San Salvador y la conquista de la bancada más grande en la Asamblea Legislativa, algo que no tenía desde 2005. Pero, a diferencia del FMLN, la derecha ya tiene candidato a la grande de 2014.
Los papeles se invirtieron y la ventaja de 35 a 32 curules a favor del FMLN lograda en 2009, ahora será de 33 a 31 escaños a favor de ARENA; sin embargo, en conjunto, ambas formaciones juntas perdieron terreno: bajaron de 67 a 64 el tamaño del pastel de las 84 diputaciones.
Esa dupla de carpas políticas que han polarizado la vida pública salvadoreña durante 20 años de posguerra civil, FMLN-ARENA, se quedan con alrededor de 39 y 37 por ciento de la votación respectivamente.
Ese resultado abre el juego para que un nuevo centro opere, en la Asamblea Legislativa y en la sucesión presidencial, como el fiel de la balanza en la segunda mitad del mandato de Funes y en la elección presidencial de 2014. El poder de ese segmento del abanico político oscila con matices de izquierda o derecha y capta casi la cuarta parte de la simpatía electoral.
Ese centro que se distancia de los polos dominantes amanece con un partido que debuta en el poder Legislativo: GANA, del ex presidente Antonio Saca, con un 13 por ciento del pastel legislativo (11 diputados); y deja el otro 11 por ciento (nueve curules) a los pequeños partidos tradicionales del centro, con un derrumbe notable del centroizquierda (dos solitarios representantes) y un predominio en ese campo del indisoluble camaleón del viejo clientelismo de derechas del siglo pasado que ahora se llama Concertación Nacional, que se amarró a siete asientos.
El FMLN, en poder de la vieja guardia comunista mezclada con la ortodoxia conservadora y radical desde 1992, sufrió una derrota que se origina de la crónica incapacidad de su dirigencia para modernizar su liderazgo, su programa, su imagen y sus colores, para los nuevos tiempos democráticos. Cosecha lo sembrado con la sorda disputa con un Presidente, que sigue imbatible en su popularidad y montado en la búsqueda de nuevos paradigmas –mirando hacia Brasil y Chile- y profesa un pragmatismo eficaz sin lastres ideológicos en el ejercicio del poder, a quien le regatearon el liderazgo.
La dirigencia del FMLN mostró sus límites: lo que parecía una audacia al abrir la candidatura a un outsider independiente en 2009, fue apenas un primitivo cálculo electoral y no una convicción política profunda para reformarse y buscar la formación de una nueva coalición gobernante plural y multicolor.
El FMLN le ha negado a Mauricio Funes la redefinición de las coordenadas ideológicas de las izquierdas democráticas para abandonar los radicalismos estériles, se mira en los espejos de Hugo Chávez y Daniel Ortega; y ahora tiene a la vista su resultado: una derrota sin atenuantes. Y para ser justos, tampoco los operadores políticos del mandatario han podido revertir ese trinquete.
Norman Quijano, que sale de esta elección convertido en el nuevo líder de derecha y próximo candidato presidencial en las elecciones que están a tiro de piedra, tampoco puede cantar victoria con su grito fácil de “así seguiremos hasta 20114”. La conquista de la elusiva cuarta parte de la ciudadanía salvadoreña que ejerce el voto de equilibrio no será fácil. No se sabe aún quien tomará ese bono que recibe la escisión de GANA que debuta como nueva tercera fuerza electoral: Tony Saca o Will Salgado. Ellos venderán caro su amor, pero no sus electores.
Es indudable que la imagen derrotada de un doble de aquel comandante de barba blanca y anteojos que firmó los Acuerdos de Paz al final de la guerra civil en 1992, su hijo, es la confirmación de que la dirigencia del FMLN no pudo, no quiso, diseñar desde hoy a un sucesor de la audaz movida de 2009 con Funes. Sin más vueltas: en marzo de 2012, la derecha ya tiene candidato presidencial y la izquierda no, de lejos. El FMLN fue incapaz de utilizar el evento electoral con ese fin en una era donde la campaña es permanente.
Lleno de dudas y malos augurios antes del domingo pasado, el máximo dirigente del FMLN, Medardo González, apenas balbuceó: No nos enredemos con el tema del candidato a 2014: “No nos enchibolemos”, dijo coloquialmente, a lo salvadoreño. Y así amanecieron: enchibolados.
En cualquier país democrático esa dirigencia presentaría su dimisión hoy mismo, y abriría las puertas para que una nueva generación tome la estafeta y el desafío de 2014. No lo harán.
(*) Corresponsal y analista de ContraPunto en México
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