 
   Entrevista de Bárbara Schijman a David Harvey, Profesor de la City University of New York (CUNY) y Miliband Fellow de la London School of Economics (LSE).
David Harvey
David Harvey es uno de los geógrafos académicos más citados, así como  también un referente indiscutido a la hora de desentrañar la naturaleza  cambiante que subyace a las crisis del sistema capitalista y el modo en  que ellas despliegan sus alas para moverse geográficamente. En una  entrevista con Debate, Harvey explicó el origen de la crisis financiera  actual, sus consecuencias, los distintos modos de afrontarla, y los  beneficios ocultos de la misma para sectores minoritarios del poder  global. Asimismo, Harvey advierte sobre la posibilidad de haber previsto  el devenir de los acontecimientos y reivindica la necesidad de buscar  alternativas al sistema capitalista tal cual opera hoy. Para ello,  propone “mudarnos a una economía de crecimiento cero”, y echar mano a la  imaginación humana para lograr el “desarrollo de las capacidades y los  poderes humanos”, cuestiones estas últimas “ignoradas por la dinámica  del capital”.
¿Cuáles son los rasgos centrales de la crisis financiera mundial?
En toda crisis, lo interesante es observar el modo en que ella se  mueve. Cuando parece que un problema se resuelve, otro surge enseguida.  Por ejemplo, pareciera que se ha resuelto el problema de los bancos,  pero entonces apareció la crisis fiscal. Al mismo tiempo, la crisis se  mueve de otro modo. Las tendencias a las crisis circulan también  geográficamente. Esta es la naturaleza de las crisis. La crisis previa a  la actual se resolvió de diversas formas. Una de las soluciones que se  desarrolló, durante los años noventa en particular, tuvo que ver con  localizar la procedencia de la demanda. Así fue que se comenzaron a  impulsar préstamos y se alentó a la gente para que pidiera tarjetas de  crédito. De este modo, los préstamos financieros comenzaron a utilizarse  para hacer frente a los problemas que se derivaban del hecho de que la  gente no ganaba lo suficiente y, por consiguiente, no había poder de  consumo. Ahora, nos encontramos con el problema del consumo masivo, pero  también con el problema de la deuda.
¿Es factible identificar el comienzo de la crisis?
En este caso puntual, el origen de la crisis se localizó en los  mercados de vivienda, sobre todo en algunos lugares de los Estados  Unidos, como California, Arizona, Nevada, Florida y Georgia; los centros  principales de la crisis. Esta última se manifestó también en España,  Portugal, Irlanda; lo que evidenciaba que la crisis contenía una  dimensión urbana. Por ello, se debería considerar a las relaciones  existentes entre la urbanización, la formación de la crisis y la  resolución de la crisis. En lineras generales, la crisis se trasladó al  mundo a través de actividades financieras. China salió rápidamente de la  crisis, lo mismo India. Es claro que una parte del mundo está creciendo  rápidamente mientras que Europa, Estados Unidos y Japón están  bloqueados. La cuestión geográfica es muy complicada; hoy el mundo está  dividido entre quienes orientan sus relaciones hacia China, que está  creciendo a pasos rápidos, y quienes lo hacen mirando a Estados Unidos y  Europa, que están completamente estancados.
¿Hubiera sido posible anticiparla?
Sí, fácilmente. Podría haber sido prevista por quienes miran el  funcionamiento de la economía. En Estados Unidos, por ejemplo, estaba  claro que algo andaba muy mal al final de los noventa: quebraron Enron y  WoldCom, y creo que cualquier persona que estuviera algo atenta podía  notar que algo estaba yendo mal, pero fue disimulado y tapado con este  boom en el mercado de la vivienda. En 2003, uno podía encontrar gente  que decía que esto no podía ser cierto, que no podía durar, gente  proveniente de las corrientes principales del poder y con influencia.  Pero nadie escuchó.
Porque no era conveniente…
Exactamente, no convenía escuchar. Algunos estaban percibiendo mucho dinero a raíz de lo que estaba sucediendo.
¿Está ocurriendo lo mismo hoy?
Sí. Hubo un increíble aumento en el número de multimillonarios en el  mundo en los últimos tres años. La crisis es un buen momento para  concentrar grandes riquezas. Por ejemplo, en la Argentina de diciembre  de 2001, quienes tenían su dinero en dólares eran muy ricos. Tres meses  después, ese pequeño sector que tenía todo su dinero en dólares en  alguna cuenta en Miami, se volvió extremadamente rico. Esa gente tenía  información, puso su dinero en Miami y salió muy favorecida. En India,  un país muy pobre, tres años atrás el número de millonarios era algo así  como de 35, en este momento es de 69.
¿Cree que el surgimiento de cada nueva crisis tiene consecuencias más alarmantes que su predecesora?
Sin duda. El capital permite mantener activa la crisis y transformar  su naturaleza. Entre otras cosas, en este momento se está tratando de  volver la crisis a una cuestión laboral. Por eso, ahora también se  vivencia en Europa y Estados Unidos un gran conflicto con el empleo,  sobre todo en el sector sindical y el poder del trabajo en el sector  público. En los setenta, esto ocurría en el sector privado, pero ahora  están tratando de salir atacando nuevamente al trabajo, implementando lo  que el Fondo Monetario Internacional (FMI) hizo a todos los países en  el mundo, esto es, diciendo que los sacarán de sus problemas de deuda  siempre y cuando reduzcan la calidad de vida de sus trabajadores. Esto  le ocurrió a México y a la Argentina, entre otros países. Por eso, la  complicación en todo esto tiene que ver con que las crisis están  acostumbradas a moverse geográficamente.
¿Puede ampliar la idea respecto de la naturaleza cambiante de la crisis?
El capital puede atravesar dificultades de diferente índole. Por  ejemplo, dificultades relacionadas con la escasez y el suministro de  recursos. Por otro lado, aparecen problemas en torno al empleo, que  pueden surgir por la escasez de mano de obra. Se presentan también  dificultades con la organización misma del capital. Luego, hay  cuestiones relacionadas con la demanda final, y surgen dificultades que  tienen que ver con si hay o no mercados a los cuales vender y dónde  están. Y luego hay una cantidad de cuestiones geopolíticas que entran  también a jugar, como la rivalidad entre Estados Unidos y China, o entre  Estados Unidos y Japón. Existe un gran abanico de bloqueos posibles y  en un momento dado, por lo general, uno de ellos se vuelve dominante.  Por ejemplo, en la década del setenta, el mundo del capital el trabajo  era muy poderoso. La crisis de finales de los años sesenta y comienzos  de los setenta fue de trabajo. Más tarde, en la década de 1980 y 1990,  el problema era el mercado y su localización. Ahora, el problema es a  quién vender.
¿Qué opina de las políticas de estímulo?
En Estados Unidos nunca fueron suficientes, y en Europa tampoco. En  cambio, en China sí funcionaron, y logró reimpulsar su economía.
¿Qué tipo de medidas deberían tomarse?
Si uno observa lo que está haciendo China, ve que al menos intenta  mantenerse a salvo. Tiene mejores condiciones que otros países,  fundamentalmente porque posee grandes reservas de divisas, un gran  superávit; a diferencia de Estados Unidos, que tiene un gran déficit. Al  mismo tiempo, es cierto que China se está topando con otro problema,  que se registra también en América Latina. Si se toma una vía  expansionista, se suele generar inflación, por lo que la inflación se  convierte en el problema. La inflación es una ruta muy interesante; la  gente le teme pero, en realidad, representa una de las formas para  deshacerse de la deuda.
¿Cómo es eso?
Una de las formas de deshacerse de la deuda es “inflarla”, pero nadie  quiere ser lo suficientemente honesto y decir que eso es lo que se  podría hacer. Hay un problema de inflación unido a lo que está haciendo  China, grave, pero que sería un mejor camino a tomar si el capitalismo  quiere sobrevivir como sistema.
Y la ampliación de la expectativa de vida complica la situación…
Claro, los cambios demográficos, el envejecimiento de las  poblaciones, etcétera, ejercen una presión enorme sobre los servicios  médicos, las pensiones, existen algunos problemas reales allí. Pero se  nos dice que ya no lo pueden afrontar. Por supuesto que lo pueden  afrontar, si se está preparado a cobrar impuestos a las clases altas.
¿Qué efectos cree que pueda tener la crisis sobre América Latina?
Depende de dos cuestiones. Por un lado, de la orientación externa que  un país determinado le dé a su economía. En función de cómo y hacia  dónde reoriente su economía va depender de lo que sucede en esa parte  del mundo, sea China, Estados Unidos o Europa. Por el otro, depende  también de su política interna, esto es, en qué medida se escuchan las  ideas del FMI o las ideas sobre austeridad y la necesidad de aplicarlas.  En general, América Latina es una región con una fuerte oposición a las  políticas neoliberales del FMI y tiende a ser expansionista de varias  maneras.
Entre las diversas formas de encarar la crisis, ¿cree que existe una suerte de manejo cultural de la crisis?
No creo que se pueda argumentar a través de simples explicaciones  culturales. Sí creo que existen preferencias culturales respaldadas por  fuerzas económicas y que están muy involucradas en ello. Sin ir más  lejos, los argentinos están acostumbrados a la crisis; tuvieron una  crisis inflacionaria, una crisis de desempleo. En Estados Unidos, en  cambio, la gente no está preparada. En este momento, la gente está muy  enojada y no sabe cómo manejar su realidad. La primera respuesta que  aparece es: “esto no nos debería suceder a nosotros; esta es la clase de  cosas que le suceden a la Argentina, Brasil o México, pero no a  nosotros”. Creo que la suposición acá, en la Argentina, es que se pueden  tener años buenos, pero casi seguro que habrá algún otro “ya hemos  pasado por esto”.
¿Estas crisis son inherentes al capitalismo?
El capitalismo fue siempre propenso a las crisis y, de hecho, las  crisis son necesarias en la historia del capitalismo como una forma de  reorganizar el sistema para que pueda sobrevivir.
En este sentido, ¿qué diría acerca de las alternativas al capitalismo?
Habría que entender primero la necesidad de encontrar una  alternativa. El capitalismo empezó siendo muy creativo y constructor.  Podemos decir que lo queremos cambiar por las grandes desigualdades que  provoca. Sin embargo, existieron períodos en la historia del capitalismo  en los cuales la sociedad se volvió mucho más igualitaria. Así que no  hay razón para pensar que el capitalismo no pueda ser más igualitario.  De hecho, a nivel mundial lo es cada vez más.
¿Entonces?
Entonces, ¿por qué queremos cambiar eso? ¿Por qué no proponer,  simplemente, reformarlo? A este respecto, mi respuesta es que el  capitalismo se trata de crecimiento, y siempre fue sobre crecimiento.  Por lo tanto, cuando el crecimiento es bajo cero -y en este momento está  cercano a cero en Europa y Estados Unidos-, la gente define la  situación como crisis del sistema, porque no está creciendo como se  supone que debe suceder con el capitalismo. La posibilidad de  crecimiento real es cada vez más difícil de mantener y una de las  consecuencias de ello es que se empiezan a crear estos mercados  ficticios, con inversiones en renta, y con una creciente especulación.  Empezamos a crear un mundo ficticio donde no hay crecimiento real en  absoluto.
Y ahí aparece otro problema, el de la especulación…
Se especula con la propiedad; se les da dinero a los capitalistas,  pero, ¿lo destinan a producir o compran tierras con ese dinero? Si se  observa lo que estuvo ocurriendo en América Latina y África, muchos de  los capitalistas están comprando tierras. Entonces, ¿qué está pasando  con la crisis de la tierra? Ahora, ¿eso es productivo? Las cosas están  yendo muy mal desde todas estas perspectivas. Por eso, quisiera tratar  de diseñar una razón por la que tenemos que pensar en mudarnos a una  economía de crecimiento cero. Y si se habla de una economía de  crecimiento cero, eso significa que se trata de una economía no  capitalista; no es posible tener capitalismo con un crecimiento cero,  porque el capitalismo es crecimiento, y debe incrementarse para  sobrevivir. Entonces, si no aumenta, hay crisis.
¿Y cuál podría ser esa alternativa?
Hay que notar la gran diferencia entre crecimiento y desarrollo;  distingo y separo ambas cuestiones. Creo que el desarrollo de las  capacidades humanas no requiere crecimiento. Siempre se nos dijo que sí,  pero no es cierto. Y creo que el proyecto global debe apuntar al  desarrollo de las capacidades humanas sin crecimiento económico. Lo que  vemos ahora es que en realidad el desarrollo de las capacidades y los  poderes humanos -lo que Marx llamó la prosperidad humana-está siendo, en  efecto, negado por el capitalismo, aunque parezca increíble. Esta es  otra razón de peso para buscar alternativas. La dinámica del capital  ignora estas cuestiones, aún cuando produce bienes y materiales ligados a  la riqueza que bien podrían contribuir a ello. Y nos llevó a una  posición en la que podríamos utilizar esas capacidades que el capital  genera para promover y apoyar un proyecto global completamente  diferente. Es muy importante tener un poco de imaginación acerca de lo  que el mundo podría ser, y el desarrollo humano siempre tuvo que ver con  un mundo imaginario.
Pensar sobre lo que no existe.
Exacto. Creo que es elemental pensar sobre aquello que hoy no existe  para trabajar en la creación de alternativas. La imaginación humana fue  tremendamente significativa en esto. Sin ir más lejos, en la literatura  suele aparecer una enorme galería acerca de los anhelos humanos de un  mundo diferente. Si hicimos del mundo lo que es, hicimos de Buenos Aires  lo que es, entonces podemos rehacerlo. Y rehacerlo en torno a un  imaginario diferente, donde las relaciones sociales sean más  igualitarias, más ecológicamente sensibles; podemos imaginar la  reconstrucción de una ciudad, por ejemplo, como un proyecto político, en  función de la creación de un mundo a partir de nuestros fuertes deseos.
Las medidas de austeridad¿Qué piensa de las medidas de austeridad que  se están implementando en Estados Unidos y Europa?No creo que sean la  salida a la crisis, al contrario, creo que la profundizan aún más. Si la  crisis es fundamentalmente un problema derivado de la falta de demanda  en el mercado afectado, la austeridad reduce la demanda efectiva, y  ahonda la crisis. La dificultad radica en estimular la demanda efectiva  sin aumentar la deuda. La austeridad no es una política sensata en estos  momentos, a no ser desde la perspectiva excepcional de las clases  altas. Es decir… En síntesis, la austeridad es una opción totalmente  equivocada. Antes que nada, porque el impacto sobre las clases sociales  es muy distinto. Las clases más vulnerables suelen ser las más  perjudicadas, como en este caso. Pero más allá de esta última cuestión,  lo cierto es que las clases más bajas gastan su dinero; y las clases  altas, en cambio, lo utilizan para generar más dinero, y no siempre con  fines productivos. A través de estas medidas los costos de la crisis se  cargan, no sobre las clases altas, sino sobre quienes consumen servicios  del Estado. Ocurre lo que siempre ocurrió, y de aquello sobre lo que se  trata el FMI -y ha tratado siempre-, esto es, salvar a las  instituciones financieras y destruir la calidad de vida de la gente.
Las medidas de austeridad
¿Qué piensa de las medidas de austeridad que se están implementando en Estados Unidos y Europa?
No creo que sean la salida a la crisis, al contrario, creo que la  profundizan aún más. Si la crisis es fundamentalmente un problema  derivado de la falta de demanda en el mercado afectado, la austeridad  reduce la demanda efectiva, y ahonda la crisis. La dificultad radica en  estimular la demanda efectiva sin aumentar la deuda. La austeridad no es  una política sensata en estos momentos, a no ser desde la perspectiva  excepcional de las clases altas.
Es decir…
En síntesis, la austeridad es una opción totalmente equivocada. Antes  que nada, porque el impacto sobre las clases sociales es muy distinto.  Las clases más vulnerables suelen ser las más perjudicadas, como en este  caso. Pero más allá de esta última cuestión, lo cierto es que las  clases más bajas gastan su dinero; y las clases altas, en cambio, lo  utilizan para generar más dinero, y no siempre con fines productivos. A  través de estas medidas los costos de la crisis se cargan, no sobre las  clases altas, sino sobre quienes consumen servicios del Estado. Ocurre  lo que siempre ocurrió, y de aquello sobre lo que se trata el FMI -y ha  tratado siempre-, esto es, salvar a las instituciones financieras y  destruir la calidad de vida de la gente.
Revista Debate  
 
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