
Según las encuestas, el voto de la población de origen latino fue determinante para la destitución del republicano Pierce, pero lo más interesante es que la opción para sustituirlo era Jerry Lewis (no confundir con el actor cómico), otro senador del mismo partido, pero cuya agenda migratoria es más moderada. Se opuso a la ley SB1070, y apoyó la propuesta Dream Act como vía para que los estudiantes indocumentados puedan conseguir la ciudadanía estadunidense. En su campaña, Lewis dijo que no se podía resolver el problema migratorio con campañas de odio, como lo hizo Pierce. Lo exhibió como lo que es: un extremista intolerante que le está haciendo gran daño a la imagen del estado de Arizona y, por tanto, a su economía.
Los medios locales advirtieron que los latinos demostraron que  también pueden votar por candidatos republicanos cuando estos están  dispuestos a respetar sus derechos humanos y entienden el importante rol  que juegan en la economía del país. Tal actitud debería ser una llamada  de atención para el presidente Barack Obama, que no sólo ha olvidado su  promesa de luchar por una reforma migratoria en la que se incluya un  capítulo para regularizar la situación de los indocumentados, sino que  en su administración se ha instrumentado una política mediante la cual  se deportó a 400 mil personas tan sólo el año pasado. Por supuesto que  ese hecho ha calado hondo en las familias latinas, más aún por la  jactancia de las autoridades de migración que han celebrado ese logro
  como muestra de su eficiencia en la captura y deportación de  indocumentados. En ese sentido, tampoco se puede pasar por alto que esa  política ha sido la causante de que más de 40 mil niños hayan sido  separados de sus padres y ahora vivan bajo la tutoría del Estado. El  gobierno ha ordenado la revisión de los expedientes de miles de personas  que están en proceso de ser deportadas, lo que es sintoma de su  preocupación por rectificar una política evidentemente equivocada.
Ya está claro que el próximo año el presidente Obama necesitará el apoyo de todos los que hicieron posible su elección en 2008, entre ellos 80 por ciento del voto latino. Dada lo apretada que se perfila la votación, si esos electores cambian su decisión o se abstienen pudiera representar el margen que el Presidente necesita para relegirse. A sabiendas de lo difícil que en estos momentos se promueva una reforma migratoria, es el momento de que, por lo menos, se exija una política menos agresiva en contra de los indocumentados.
 
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