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De la propia confesión de Rupert Murdoch, el octogenario que utilizó felonamente el inmenso poder del mayor imperio multimediático de la historia –en asociación con sus probables mentores: los banqueros esclavistas Rothschild (Financial Times dixit)–, su emporio encubre el designio del control geopolítico de los hidrocarburos y, sobre todo, la propaganda sobre el petróleo de esquisto bituminoso (shale oil) abundante en Israel (Bajo la Lupa, 24/7/11).
Como han sido (ex)puestos en la picota, los multimedia de News International en el mundo entero (incluyendo México) tienen propósitos que superan la inocua transmisión de noticias.
Se trata(ba) de toda una propaganda logística de guerra multidimensional mediante la globalización de la desinformación
  bien montada por el oligopolio multimediático global de la dupla  Rothschild-Murdoch, a la que se sumaron Dick Cheney y los  neoconservadores straussianos (fanáticos de Israel), para persuadir a  una opinión pública deliberadamente desinformada con el fin de controlar  los hidrocarburos del mundo árabe, como demostró el montaje  hollywoodense de las armas de destrucción masiva
 que nunca existieron y llevó a la invasión anglosajona para el beneficio último de Israel y del financierista sionismo jázaro.
La incursión de lord Jacob Rothschild en los multimedia no es nueva: a escala personal, desde The Economist hasta BSkyB y, a escala colectiva, en su alianza con el otro oligopolio multimediático de George Soros.
Aplicado a las superestratégicas telecomunicaciones, el modelo  neoliberal desregulado –sin vigilancia gubernamental ni ciudadana–  permitió el florecimiento de la globalización de la desinformación
, como se asienta en el caso flagrante de Fox News, The Wall Street Journal y el londinense The Times,  los iconos del seudoperiodismo del desagüe anglosajón para demoler sin  misericordia a sus rivales globales y locales: armas desinformativas de guerra sicológica
  para, primero, propiciar y, luego, apuntalar las invasiones militares  de las múltiples guerras de la primera década del siglo XXI –Afganistán,  Irak, Hezbolá, Hamas, Georgia, Yemen, Somalia, Libia y Pakistán by the time being– de la santa alianza de EU, Gran Bretaña e Israel.
En las guerras citadas, todas las sucursales sin excepción del imperio global de los Murdoch (además de sus pestilentes tabloides y pasquines) desde Nueva York pasando por Londres hasta Sidney azuzaron desvergonzadamente los desnudos intereses de la alianza de EU-Gran Bretaña-Israel con el fin de controlar las materias primas y las redes de telecomunicaciones de los países invadidos.
Se genera así una influyente sinergia entre banca, hidrocarburos y  telecomunicaciones mediante el control mental de los ciudadanos: la globalización de la desinformación
.
El poder multimediático es desproporcionado a su efectividad y control global de las mentes en su mayoría desinformadas. Las concesiones multimediáticas son exageradamente selectivas, oligopólicas y totalitaristas gracias a su flagrante colusión con los pusilánimes políticos hiperinfectos.
La relativa magra inversión vale la pena. De los 42 mil millones de dólares en que se cotiza el imperio de los Murdoch, éstos sólo poseen 12 por ciento de las acciones y, además, ejercen un férreo dominio autoritario y discrecional sobre el resto de los inversionistas sin voz ni voto (Financial Times, 20/7/11).
 
          en Nueva York, el viernes pasadoFoto Ap
En su reciente conferencia en Chatham House sobre el nuevo orden multipolar, el ministro británico Jeremy Browne confesó sin tapujos que mediante la tripleta del Financial Times, The Economist y la BBC, Gran Bretaña imponía su agenda al resto del mundo (Chatham House, 20/7/11). No es ningún secreto: falta que lo asimilen los ignaros gobiernos esclavizados.
Más allá de la posesión por los Rothschild de un suculento paquete de acciones de la revista británica The Economist –la importancia de los medios
 para los fines
  geopolíticos de control de las materias primas y las  telecomunicaciones–, ha sido poco divulgado su control de la  trasnacional depredadora British Petroleum, que causó el peor desastre  ambiental en la historia del Golfo de México –escamoteado por los  oligopolios multimediáticos, varios de los cuales forman parte de su  propiedad para cerrar el círculo vicioso.
Parafraseando a Clausewitz, los multimedia israelí-anglosajones de la dupla Rothschild-Murdoch representan la continuación de la guerra multidimensional mediante las armas de la desinformación globalizada.
No hay que equivocarse de las dimensiones y proporciones: los Soros y/o los Murdoch son unos vulgares pigmeos, relativamente nuevos ricos
,  frente al poder desproporcionado que han ejercido ininterrumpidamente  los banqueros esclavistas Rothschild desde Waterloo, en el siglo XIX,  tanto a los dos lados de La Mancha como a los dos lados del Atlántico.
En Waterloo, los Rothschild jugaron simultáneamente a los dos bandos. Cualquiera de entre franceses y la coalición de ingleses y prusianos podía perder, pero uno de los dos Rothschild, apostado en cada bando, era el seguro vencedor de la desgracia ajena. Esto no ha variado, como se desprende de sus permanentes hazañas delictivas financieras y petroleras (y ahora en las telecomunicaciones).
Los Rothschild, gestores de la creación de la teocracia del Israel  moderno, no aparecen siquiera en la hilarante clasificación de la  revista neoliberal Forbes (donde colabora el cordobista Zedillo) que solamente exhibe a los ricos más pobres
 del planeta entre los anónimos trillonarios de verdad.
La globalización de la desinformación
 ahora pretende  convencernos que los conserjes, como los Soros y/o los Murdoch, son los  dueños de los rascacielos que vigilan. El poder siempre ha sido y será  vertical.
La grave crisis multidimensional ha servido, entre otros factores, a develar la agenda ya nada oculta de las pretensiones de control global israelocéntrico en varios rubros convergentes de las inversiones globales de los Rothschild y su red de prestanombres y/o asociados a los dos lados del Atlántico y centralizados en la matriz operativa de Israel: desde la banca y los hidrocarburos pasando por el cine (Hollywood) hasta las telecomunicaciones y las redes sociales.
La sinergia entre banca, hidrocarburos y telecomunicaciones que epitomiza la dupla Rothschild-Murdoch en sus inversiones en Israel mediante Genie Energy Corporation –que arropa a IDT Corporation, Israel Energy Initiatives Ltd y American Shale Oil Corporation (Bajo la Lupa, 24/7/11)–, exhibe toda una geopolítica multidimensional que desea imponer un supragobierno mundial paralelo o, en el peor de los casos, un supraestado sectario trasnacional dentro del emasculado estado primigenio. ¿Quién los detendrá?
 
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