
Andrei Fediashin (RIA NOVOSTI)
El  Senado de los Estados Unidos recientemente dio un paso hacia la  ratificación del nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas  (START), firmado por el presidente ruso, Dmitri Medvédev y su homólogo  estadounidense, Barack Obama.  
Por lo tanto, parece que vamos a conseguirlo. Lo que no se sabe, es cuándo. Ni con qué condiciones, porque aunque sólo se refieran al presidente de EEUU afectarán también a todo el régimen del Tratado.
El pasado  16 de septiembre, el Comité del Senado para Asuntos Exteriores aprobó  una resolución que recomendó la ratificación del mencionado acuerdo por  el pleno del Senado.
Esto no significa en  absoluto que el tratado será ratificado en lo que resta del año. Entre  los republicanos hay bastantes escépticos acerca de la "sinceridad de  los rusos", y son todavía más numerosos aquellos que no desean  concederle al presidente Obama una victoria tan fácil en una esfera tan  importante como lo es el desarme nuclear, sobre todo en vísperas de las  elecciones al Congreso a celebrarse el próximo mes de noviembre.
La  resolución fue aprobada por 14 votos a favor y 4 en contra, y entre los  que votaron a favor, había cuatro representantes del partido  Republicano, incluido el respetable y miembro más antiguo del comité,  Richard Lugar.
Todo estaría en perfecto orden  si la correlación de fuerzas que se dio en el comité se repitiera en el  Senado y si no pesaran sobre Estados Unidos y su Congreso las inminentes  elecciones a la Cámara de Representantes y el tercio del Senado.
Si las circunstancias hubieran sido otras, el tratado podría haber sido ratificado, quizá, a principios de septiembre.
En  un principio, no hay ninguna razón que dificulte la ratificación: por  una parte, el documento es fruto de largas negociaciones y, por otra, no  representa un avance radical en la reducción de los arsenales  nucleares.
Se prevé la reducción del número de  ojivas hasta 1.550 y de las lanzaderas de misiles hasta 700, un recorte  que no es demasiado dramático. Cifras semejantes o más bajas todavía se  habían mencionado con anterioridad. Así que, técnicamente, el START es  un tratado fácil de ratificar, si no fuera por que hay muchos "peros".
El  próximo 2 de noviembre se reelegirá a la totalidad de los miembros de  la Cámara de Representantes y a un tercio del Senado. Actualmente los  demócratas disponen de la mayoría de escaños en ambas Cámaras: 257  contra los 157 republicanos en la Cámara Baja, y 59 contra los 41  escaños republicanos en el Senado.
No obstante,  nadie garantizaría que, después de las elecciones, se mantengan esas  cifras, y mucho menos hay seguridad de que permanezca la mayoría  demócrata en el Congreso.
En juego están 40  escaños de "estados que están dudando si vale la pena seguir apoyando a  los demócratas" y entre esos hay estados que seguramente optarán por  apoyar a los republicanos.
Por otra parte, si  esto ocurre tampoco será un desastre. A diferencia de Europa, la  tradición política en Estados Unidos puede superar bastante bien esos  períodos de transición.
En EEUU es frecuente  que el presidente pertenece a un partido y la mayoría en el Congreso  representa al otro. En la última etapa del gobierno de Ronald Reagan,  que era republicano, la correlación de fuerzas se inclinó a favor de los  demócratas.
Sin embargo, nadie le dará al  Presidente Obama el gusto de salir ostentando una importante victoria en  la política internacional, visto que en el proceso de arreglo de  Oriente Próximo no va a haber ningún éxito.
Por  otra parte, tampoco deberíamos suponer que el START esté condenado  después de que se celebren las elecciones y los republicanos aumenten su  presencia en el Congreso. En absoluto. Lo más probable es que sea  ratificado por el Senado para finales de año, aunque el proceso también  podría verse frenado hasta el año que viene.
En  una situación poco ventajosa, es decir, falta de mayoría o una minoría  insignificante, todo acuerdo en estudie el Congreso suele pasar por un  regateo. Este principio común para todos los parlamentos del mundo, en  el Congreso de Estados Unidos roza la perfección de un mecanismo de  mercado. Y, por lo tanto, todo dependerá de lo que el Presidente Obama  pueda ofrecer a los republicanos a cambio de la ratificación del START.
Para  una decisión positiva se necesitan dos tercios de los votos, lo que  supone que los 69 demócratas deberían convencer a 8 republicanos de que  les presten su apoyo. Después de las elecciones el número de aquellos  que "necesitan ser convencidos", sin lugar a dudas, irá en aumento.
Así  que, no habría que esperar una ratificación rápida del tratado. Sin  embargo, si será ratificado, pero... el futuro y lo eficiente de la  aplicación del START podrían depender también de las condiciones que  pongan los senadores al proyecto de ley sobre la ratificación.
Aunque  no tienen derecho a introducir enmiendas y sólo "dan su visto bueno a  que el Presidente firme el documento", en la resolución de ratificación  pueden aparecer cláusulas, capaces de atarle al presidente de pies y  manos.
En este caso el tratado puede quedar  devaluado. El último procedimiento de revisión del START por el Comité  para los Asuntos Exteriores nos permite adivinar de qué condiciones  estamos hablando.
Lo más importante es que no  se debe obstaculizar la realización de los programas de modernización de  los arsenales nucleares estadounidenses que se están quedando obsoletos  ni de los programas de mantenimiento del estado operacional de los  arsenales existentes.
Primero se planeaba  incluir en la resolución 15 "enmiendas", que posteriormente se redujeron  a 3 imprescindibles: primero, el presidente debe informar al Congreso  en caso de reducir el volumen de la financiación de los programas de  modernización nuclear por debajo de un límite establecido. Segundo, las  partes firmantes deberán empezar negociaciones para alcanzar el  equilibrio en el número de cabezas nucleares tácticas (Rusia dispone de  ventaja en este tipo de armamento). Tercero, Estados Unidos seguirá  desarrollando sistemas de misiles intercontinentales instalados en  submarinos dotados de cabezas convencionales.
En  caso de una escasa financiación de los programas de modernización, EEUU  se reservará el derecho de rescindir el tratado de manera unilateral. Y  esta parece la condición más difícil de cumplir, porque en condiciones  de una colosal deuda pública del Gobierno Federal, que ha superado con  creces el billón de dólares, la insuficiente financiación de algún  programa es una cosa rutinaria.
La Casa Blanca  insiste, sin embargo, en que semejantes argumentos carecen de  fundamento. En Estados Unidos se está realizando un programa de  modernización de los arsenales nucleares y de su infraestructura  previsto para 10 años y con un coste de 80.000 millones de dólares.  Tampoco es una cantidad desorbitante, sobre todo teniendo en cuenta su  asignación a lo largo de un período de tiempo tan prolongado.
Además,  los defensores del START insisten en que el tratado vuelve a abrir las  puertas a un completo y escrupuloso control mutuo de los arsenales  nucleares. El pasado 5 de diciembre expiró el tratado START anterior por  lo que el régimen de verificación de los objetivos, y de inspecciones  inesperadas se interrumpió.
Hace una semana,  más de 30 antiguos Secretarios de Estado, Consejeros para Asuntos de la  Seguridad Nacional, así como militares y políticos estadounidenses se  pronunciaron a favor de la ratificación del Tratado. Entre ellos estaban  George Shultz (republicano), Madeleine Albright (demócrata), Colin  Powell (republicano), el Ministro de Defensa Frank Carlucci  (republicano), el Consejero de Seguridad Nacional Sandy Berger  (demócrata).
Por lo tanto, parece que vamos a conseguirlo. Lo que no se sabe, es cuándo. Ni con qué condiciones, porque aunque sólo se refieran al presidente de EEUU afectarán también a todo el régimen del Tratado.
 
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