
Jamaica y México se disputaron la corona de Miss  Universo 2010, un concurso que, en palabras de la presidenta del  Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres),  Malú Micher,  “trata a  las mujeres como reses”
¿Es casualidad que de unos años a la fecha , tan  solo figuren representantes de países del Tercer Mundo y, en contraste,  Inglaterra, España, Suecia, Canadá, Holanda, entre otros, hayan cesado  gradualmente su participación?
En efecto, no es casualidad, sino un mero  resultado civilizatorio que le da la razón a Micher. Donald Trump,  magnate estadounidense  y dueño del certamen está coaligado con los  gigantes mundiales de los massmedia para la reproducción del sorteo en  las regiones donde aún es rentable comercial, pero sobre todo,  políticamente.
No es un acto de pura providencia que entre las  finalistas se hayan contado Miss Irlanda, Albania, Filipinas, Jamaica,  México, Ucrania, Puerto Rico, Sudáfrica, Guatemala y Australia; todas,  provenientes de naciones devastadas por los efectos del capitalismo,  donde la violación discriminatoria y el sexismo permanecen por  enajenación cultural de Estado.
El telón de Jimena Navarrete entristece por su representación, tanto, que hasta parece burda maniobra Bicentenaria
 
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