20 Junio 2010 

Niños indígenas, cuyas comunidades  se encuentran en la frontera entre Argentina y Bolivia, mueren  por hambre. Se trata de indígenas que por décadas no mejoran su  situación. Por e contrario, la miseria se agudiza cada  vez más y las políticas de gobierno son insuficientes  e inadecuadas
Elena Corvalán / IPS-Voces de la  tierra
Buenos Aires, Argentina. La  muerte de un niño indígena desnutrido, ocurrida el pasado 14 de abril,  llamó la atención sobre las altos índices de desnutrición infantil que  históricamente registra el extremo norte de Argentina, en la frontera  con Bolivia.
Esta zona está comprendida en la  provincia de Salta, el estado argentino que tiene la mayor cantidad de  pueblos originarios reconocidos oficialmente: nueve etnias que  sobreviven, en su mayoría, en situación de pobreza extrema.
El deceso del niño, de apenas un  año y medio, oriundo de la comunidad del Pueblo Wichi Misión Cañaveral,  en las cercanías de la localidad fronteriza de Santa Victoria Este, en  el límite con Bolivia y Paraguay, despertó una polémica en la que  funcionarios del gobierno salteño se esforzaron en demostrar que la  muerte no fue causada por la desnutrición. Sin embargo, el propio  gobierno de Salta confirmó que 40 mil niños de entre uno y seis años de  edad están sufriendo desnutrición o corren riesgo de caer en ella.
La información fue brindada por  el Plan de Nutrición del Ministerio de Salud Provincial y el Plan  Provincial Alimentario, subprograma Nutrivida, del Ministerio de  Desarrollo Humano de Salta, a través de los cuales se entregan  nutrientes a los niños en los que se detecta una alimentación  deficiente.
El informe oficial da cuenta que  56 niños salteños tienen un déficit nutricional grave. El total de 40  mil se alcanza con chicos desnutridos recuperados, niños con déficit  nutricional leve y moderado; chicos en “riesgo nutricional” y aquéllos  que están “en riesgo social de desnutrición”.
Aunque el gobierno no discriminó  cuántos de estos niños pertenecen a comunidades indígenas, el registro  histórico da cuenta que el mayor grado de desnutrición, o riesgo de  padecerla, se concentra en el Chaco Salteño (comprendido en el Gran  Chaco, que comparten Argentina, Bolivia y Paraguay), cuyos habitantes  son, en su mayoría, pueblos originarios, sobre todo del pueblo wichi, y  criollos campesinos.
Las comunidades indígenas y  criollos practican una economía de subsistencia, seriamente amenazada en  los últimos años por el avance de los desmontes masivos y la frontera  agrícola (para la siembra de soya principalmente). La mayoría vive ahora  del asistencialismo, en zonas donde es difícil el acceso a los  servicios educativos, de salud, de provisión de agua potable y de medios  de comunicación, entre otros.
Según el médico Patricio  Fleming, gerente del Hospital Zonal de Santa Victoria Este, que tiene a  su cargo la atención de los habitantes de la frontera, la mayor  dificultad para atender la salud de los habitantes de la zona radica en  los malos caminos, que en temporadas estivales hacen imposible el acceso  a los parajes más alejados, y la barrera del idioma, dado que la mayor  parte de los indígenas no habla castellano, y los médicos y enfermeros  destinados a esos lugares no hablan las lenguas originarias. “Ellos no  se comunican bien con el médico por su idioma, o con el enfermero, con  el agente sanitario se comunican más porque yo trato de tener agentes  sanitarios aborígenes en las comunidades aborígenes, pero uno de los  grandes problemas que yo tengo acá es la falta de comunicación y la  falta de confianza que hay con los centros de salud o el hospital base”,  sostuvo el médico.
Desnutrición crónica
El pequeño de un año y medio que  falleció el 14 de abril había sido internado días antes en el Hospital  de la ciudad de Tartagal (la más importante del extremo norte  argentino); pero, tras una hospitalización de más de 10 días, se le  envió a casa. Según se informó oficialmente, fue tratado y a sus padres  se les proveyó de la leche y demás alimentos que debían proporcionarle.  Pero en su casa, en la paupérrima comunidad indígena Misión Cañaveral,  le salieron llagas en la boca y no quiso comer. Dos días estuvo en esta  situación.
Cuando lo trajeron nuevamente al  Hospital Zonal de Santa Victoria Este, ya estaba en estado grave. El  médico gerente del Hospital, Patricio Fleming, pidió un avión sanitario  para trasladarlo de urgencia a un hospital de mayor complejidad.
La jefa de guardia del Hospital  Materno Infantil, la médica Susana Balcarce, confirmó que el niño estaba  “desnutrido” y “en muy malas condiciones”. Había ingresado al hospital  con un cuadro infeccioso y tenía también “un trastorno metabólico  importante”. El cuadro infeccioso que padecía sirvió para que, días  después, el subsecretario de Gestión de Salud de Salta, el también  médico Alejandro Gravanago, asegurara que la causa de la muerte no había  sido la desnutrición, sino la infección.
En contradicción con su superior  jerárquico, el director del Hospital Zonal sostuvo que el fallecido era  “un chiquito con desnutrición crónica al que lo veníamos siguiendo  desde hace mucho tiempo”.
 
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