En un país con
múltiples fracturas sociales y donde los distintos actores políticos se
enfrentan con mayor virulencia, ha comenzado ya, como es habitual con
notable antelación, la campaña electoral presidencial para unas
elecciones que tendran lugar el martes 3 de diciembre de 2020. En esa
fecha se definirán además las gobernaturas en unos 15 estados, los 435
escaños de la Cámara y un tercio del Senado.
La semejanza entre
los partidos demócrata y republicano no impide que compitan
vigorosamente por empoderarse y hacerse con los cargos electivos y de
las sinecuras que ello conlleva. Para esos fines despliegan un
antagonismo retórico considerable.
Y se ha iniciado tambien el
forcejeo o el posicionamiento de las entidades y centros de poder del
sistema, y sus intentos para promover y lograr que salgan adelante los
políticos con aspiraciones presidenciales que cuenten con su visto
bueno, lo que lleva aparejado el apoyo con grandes sumas de dinero para
sus campañas y una cobertura favorable de los grandes medios de
difusión.
Ya en 2016 se les habrían “colado” dos figuras que no
estaban en sus primeros cálculos: el senador independiente Bernie
Sanders y el empresario Donald Trump.
En los pasados dos años,
el Partido Demócrata se ha desenvuelto torpemente y con dificultad, no
ha articulado una visión alternativa frente al gobierno de Trump, y ha
impedido los esfuerzos para colocarse como una real fuerza de oposición.
Sin embargo se apresta con diligencia para intentar impedir el avance y
posicionamiento de figuras alternativas o progresistas, ajenas a las
élites de los partidos del sistema.
Alrededor de una docena de
aspirantes con distintos perfiles, mayormente personajes políticos poco
conocidos a nivel nacional ya han anunciado su pretensión de obtener la
postulación presidencial demócrata. Lo hacen en el marco de una entidad
cuya estructura nacional y su maquinaria electoral están controladas
desde hace mas de dos decadas por una camarilla neoliberal en la que
sobresalen, y se reparten cuotas de poder, los ex presidentes Bill
Clinton y Barack Obama, la esposa del primero, Hillary, y otros con
vínculos privilegiados en Wall Street y el mundo empresarial.
En
la conducción del partido el peso del sector financiero es enorme, y en
consecuencia en su núcleo dominante priman los partidarios de la
desregulación de la banca, y pragmáticos conservadores que apoyan el
gasto militar y una política exterior agresiva.
Esos estratos
dirigentes, en su mayoria, se han venido alejando paulatinamente o han
relegado sus vínculos con sectores tradicionales de la vieja coalición
demócrata que se forjó en los años ´30 del pasado siglo, como son el
ahora debilitado movimiento obrero, o la llamada minoría
afroestadounidense, los latinos, diversos movimientos sociales y otros.
No obstante, por supuesto, esas instancias políticas mantienen hacia
ellos su habitual retórica engañosa y de falsas promesas.
Bajo
el predominio del duopolio partidista y del concepto de “optar por el
menos malo”, se ha considerado que millones de sus potenciales votantes
no tienen a donde ir, ni otra opción que dar su voto “al menos malo”
entre los dos candidatos del sistema. Máxime cuando este ha mostrado
gran capacidad para absorber, e incluso dar cabida en su seno
distorsionándolos, las demandas y movimientos en pro la igualdad y los
derechos sociales.
Por el momento, ni siquiera una tercera
opción, uno de los llamados “terceros partidos”, resulta para las
mayoría una alternativa de “voto util”, con posibilidades de éxito,
según el sistema se encargaria de demostrarlo..
El régimen de
monopolio por dos partidos que se turnan en el gobierno ha sido una base
fundamental de la estabilidad de la política nacional. Ese rejuego
entre demócratas y republicanos ha sido elemento esencial para la
repartición de las cuotas de poder entre los sectores dominantes y marco
para la solución negociada expresa o sobrentendida de los conflictos o
contradicciones de intereses entre dichos grupos.
Numerosas
trabas y regulaciones existen para garantizar el rejuego y la
exclusividad bipartidista; ni los demócratas ni los republicanos quieren
a nadie estructurando partidos al margen del duopolio bipartidista.
Para eso han construido un complejo laberinto de leyes discriminatorias y
onerosas.
Ello ha empujado a figuras con posiciones
alternativas o avanzadas, como Jesse Jackson y Bernie Sanders, a lanzar
sus desafíos desde el interior del Partido Demócrata y con la
pretensión, que ya antes ha resultado inalcanzable, de cambiarlo desde
dentro.
Aunque la directiva de este partido casi impuso a
Hillary Clinton* como su candidata en las pasadas elecciones, Sanders
logró inmenso apoyo en las bases demócratas, a la vez que desató el
entusiasmo entre millones de jóvenes y sectores independientes a tal
punto que se le considera como el político más popular del país.
Esas bases populares y las estructuras que operaron durante su campaña
en 2016 se han mantenido activas e influyeron para que Sanders haya
anunciado un nuevo intento para disputar y obtener la candidatura
demócrata, que tampoco en esta ocasión le resultará fácil.
Nótese que, desde hace semanas, por distintas vías se ha intensificado
la campaña para intentar desacreditar a Sanders por su edad, o al
calificar sus posiciones como “extremas” y divisivas, o con otros
infundios. O como el propio Trump trató de descalificarlo: alguien “que
ya perdió su oportunidad".
Los sectores dominantes del partido
vuelven a enarbolar como viable solo una supuesta política centrista y
“responsable”, que enajena y pierde la posibilidad de atraer y motivar a
los jóvenes y buena parte de sus bases, como ya ocurriera en las
pasadas elecciones.
Las élites políticas y mediáticas han
logrado en buena medida constreñir el discurso público electoral en
marcos estrechos que invariablemente refuerzan el status quo, aun cuando
el electorado actual se muestra decepcionado de la política y de los
políticos convencionales.
Se hace evidente que, para parar a
Sanders o restarle votos, promueven a varios de los políticos que han
anunciado, o están en vías de anunciar, su aspiración presidencial.
Ello incluiría, entre otros, a Joe Biden, ex vicepresidente y senador
por Delaware por más de 30 años; el exalcalde negro de Newark y senador
por New Jersey, Cory Booker, y un joven y carismático político de Texas,
el exrepresentante Beto O´Rourke, todos con aparentes vínculos con las
esferas políticas que controlan Clinton, Obama y compañía, y por tanto
con evidentes posiciones pro-empresariales, respaldos financieros, así
como con capacidades para usar con efectividad un lenguaje demagógico.
Entre los que se presentan como opciones alternativas y de diferente
color que intentan también obtener la postulación por ese partido están,
entre otros, la senadora de centroizquierda Elizabeth Warren, de
Massachusetts; y mucho más a su izquierda la joven congresista Tulsi
Gabbard, de Hawái.
En esta fase de la campaña, los aspirantes
articulan sus discursos y estrategias, tantean el ambiente y arman sus
conexiones con los grupos de poder local, con las estructuras nacionales
del partido y, según el caso, con los líderes de los movimientos
sociales y/o con los donantes que les van a resultar claves.
Mientras que en las esferas tradicionales y las directivas partidistas
se estima que para derrotar a Donald Trump debe primar la moderación, el
compromiso y a una agenda dirigida a las “clases medias”, varios de los
aspirantes más progresistas señalan que la clave está en lograr
sintonía con las demandas de distintos sectores populares, tratan de
estimular el entusiasmo de las bases y de obtener la confianza de la
gran masa de posibles votantes que generalmente se quedan en casa (y que
constituyen casi la mitad del electorado).
Por el lado
republicano, a pesar de todos sus problemas y adversarios, el presidente
Trump parece tener la mayor probabilidad de aspirar a su reelección el
próximo año.
Es una etapa muy temprana y en el camino seguramente habrá no pocas sorpresas.
Nota:
[*]
En la campaña presidencial de 2016, Hillary Clinton recibió donativos
por parte de multimillonarios del país por una cifra superior a todos
los demás candidatos juntos.
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