Carlos Fazio /II
La Jornada
Desde 2005, a partir de
la experiencia acumulada tras los errores tácticos cometidos en el
breve lapso transcurrido desde la llegada de Hugo Chávez al gobierno:
golpe de Estado, lockout patronal, sabotaje petrolero, guerra
mediática y otras argucias desestabilizadoras para un cambio de régimen
en Venezuela, la Agencia Central de Inteligencia y el Pentágono tenían
sobre del terreno, no obstante, los recursos humanos necesarios para
desarrollar una guerra híbrida contra la revolución bolivariana: la
combinación de manifestaciones de masas estudiantiles para una
revolución de colores(golpe suave) con milicias armadas para una guerra no convencional (golpe duro).
Dos años después, Yon Goicoechea, Freddy Guevara, Carlos Graffe,
David Smolansky y Juan Guaidó, los estudiantes entrenados en Serbia y
autonombrados la Generación de 2007, eran alabados por el entonces embajador de Estados Unidos en Caracas, William Bronwfield, como los
líderes emergentesque desafiaban al chavismo.
Para entonces, los cinco activistas y otros estudiantes también
reclutados en la Universidad Católica Andrés Bello −cuyo rector era el
jesuita Luis Ugalde, una de las fuentes principales de los libelos
antichavistas de Enrique Krauze−, habían asistido a los cursos de
formación de cambio de régimen de Gene Sharp en el Instituto Fletcher de
la Universidad Tufts, en Boston, EU.
El movimiento estudiantil había sumado fondos del Instituto Cato de
los hermanos Koch en Washington, DC, del Instituto para una Sociedad
Abierta deGeorge Soros, de la Fundación Konrad Adenauer del partido
democristiano alemán (el de la señora Merkel) y la fundación FAES, del
neofranquista José María Aznar, y eran los cuadros que debían impulsar
en Venezuela la llamada
revolución caléndula, símil de las revoluciones
rosa(Georgia, 2003),
naranja(Ucrania, 2004) y
tulipán(Kirguistán, 2005).
Con ese cometido, Goicoechea, Guevara, Guaidó et al participaron en 2007 en las violentas manifestaciones callejeras (guarimbas)
antigubernamentales derivadas de la no renovación de la concesión de
espacio radioeléctrico a Radio Caracas Televisión (RCTV), por
vencimiento del plazo legal (la estación privada había participado de
manera activa en el golpe de Estado de 2002, llamando incluso al
magnicidio de Hugo Chávez en franca violación de la Constitución).
En esa coyuntura, el movimiento estudiantil
manos blancasllevó a las calles venezolanas las tácticas indirectas del paradójico
caos sistémico organizado y dirigidodel Instituto Albert Einstein de Gene Sharp y el grupo Otpor, utilizando incluso un logotipo similar al de la organización serbia, que incluía la palabra Resistencia y una mano (símbolo utilizado también por Felipe Calderón en su campaña electoral de 2006 contra Andrés Manuel López Obrador, bajo la consigna
AMLO, un peligro para México).
Con otro elemento afín a todas las
revoluciones de colores: la guerra de cuarta generación, que incluye como armas operacionales y estratégicas acciones sicológicas clandestinas y campañas de (des)información televisadas, así como la guerra social en red (vía plataformas como Facebook y Twitter) como la forma más eficiente para diseminar y
viralizarel mensaje para la administración de las percepciones y el control invisible de la sociedad objetivo.
Ante los reiterados fracasos de sus planes desestabilizadores, en
noviembre de 2010, ya con Barack Obama en la Casa Blanca y con la
bendición del ex embajador de EU en Caracas, Otto Reich −experto en
propaganda negra del reaganismo e implicado en el tráfico de cocaína del
escándalo Irangate para financiar a la contra
nicaragüense que adversó al gobierno sandinista−, círculos de la
inteligencia estadunidense organizaron una reunión de activistas
estudiantiles venezolanos en un hotel de la Ciudad de México.
En el encuentro, denominado
Fiesta Mexicana, participaron miembros de la Generación 2007 (Goicoechea, Guevara, Smolansky, Guaidó) y dirigentes estudiantiles como Gaby Arellano, Daniel Ceballos y Amílcar Fernández, además de
dos generales retirados. De la reunión, que contó con el apoyo político del ex presidente mexicano Vicente Fox, surgió un plan para derrocar al presidente Chávez generando caos a través de prolongados espasmos de violencia callejera.
Dirigido a generar un golpe suave en Venezuela, el complot
Fiesta Mexicanasería combinado a partir de 2012 con el desarrollo de una infraestructura de apoyo clandestino y la formación de un grupo subversivo capaz de realizar una guerra de guerrillas (rural y urbana), ejecutar acciones terroristas y sabotajes estratégicos contra las fuerzas del gobierno e infraestructura crítica, diseminar propaganda, traficar contrabando y reunir información de inteligencia, según el manual de la guerra no convencional del Pentágono (Special Forces Unconventional Warfare, también conocido como TC 18-01).
A partir de entonces, la combinación de las técnicas de una
revolución de colores(golpe suave) con las de la guerra no convencional (golpe duro), sumergió a Venezuela en una guerra híbrida que llega hasta nuestros días, cuyo objetivo es fragmentar al Estado y hacer colapsar al gobierno constitucional y legítimo de Nicolás Maduro. Con la Casa Blanca (primero Obama, luego Trump) ejerciendo un liderazgo velado.
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