La celeridad con que Donald Trump decidió hacer realidad algunos de sus más agresivos propósitos de campaña se ha encontrado con una resistencia proporcional a la gravedad de las medidas dictadas. A las protestas civiles que se han hecho presentes desde el primer día de su mandato y la renuncia de personal clave en el Departamento de Estado se ha sumado una oleada de reacciones al decreto emitido el viernes pasado, mediante el cual el mandatario republicano prohibió por 90 días el ingreso a Estados Unidos de los ciudadanos provenientes de Irán, Irak, Libia, Somalia, Sudán, Siria y Yemen, además de frenar por 120 días las solicitudes de refugio de personas musulmanas.
Entre las principales respuestas adversas al decreto islamófobo de Trump deben citarse: el repudio de decenas de universidades contra una medida que afecta a sus estudiantes y plantas académicas; el pronunciamiento conjunto en el cual los procuradores generales de 16 entidades se comprometen a combatir el veto a los ciudadanos de los países mencionados; la demanda presentada por el estado de Washington contra la administración federal; la protesta de un número indeterminado de diplomáticos por conducto de un mecanismo oficial del Departamento de Estado conocido como Canal de Disenso; la decisión de varias ciudades santuarios de desafiar judicialmente la orden de entregar a los migrantes requeridos por autoridades federales, e incluso las declaraciones realizadas ayer por el vocero del ex presidente Barack Obama, según las cuales el anterior mandatario demócrata considera que los valores de Estados Unidos se encuentran bajo ataque.
A todo este abanico de oposición interna deben añadirse expresiones de condena internacional como la de la canciller alemana, Angela Merkel, quien señaló al mandatario estadunidense que la lucha contra el terrorismo no justifica la persecución contra un grupo a partir de sus creencias o su origen, o el recordatorio por parte de Irán de que este tipo de medidas únicamente contribuyen a alentar el extremismo islámico y facilitar el reclutamiento a los grupos terroristas.
La amplitud y diversidad de las oposiciones generadas por Trump en poco más de una semana dejar ver que el empresario encontrará más dificultades de las previstas para aterrizar su programa de campaña. Por si no bastara con las complicaciones en el plano migratorio y de derechos humanos, debe recordarse que en el aspecto comercial también hay actores que cuestionan el impuesto propuesto a las importaciones de productos mexicanos como forma de financiar el muro fronterizo en que el magnate se encuentra empeñado.
En suma, el mundo asiste a los primeros choques del estilo aparatoso y bravucón que atrae a los simpatizantes de Trump con la realidad de la complejísima urdimbre jurídica y política de Estados Unidos, en la cual se incluye una extensa autonomía de las entidades que lo componen y su consiguiente capacidad para frenar, desde instancias locales, decisiones generadas en el ámbito federal. Paradójicamente, se trata de la misma complejidad de procedimientos institucionales del país vecino que fue aprovechada en su momento por la derecha y el Partido Republicano para impedir que Obama llevara adelante la mayor parte
de su programa de gobierno.
El desenlace de estas confrontaciones resulta incierto, pero está claro que la posibilidad de revertir el giro conservador en Estados Unidos será crucial para la configuración del escenario internacional a corto y largo plazos.
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