Después de Snowden
eldiario.es
Las revelaciones de Edward Snowden han puesto en marcha una reacción en cadena que acabará por cambiar el mundo. Ya nada será lo mismo, porque los cambios se han iniciado ya. ¿Para bien o para mal? |
Lo que estamos viendo a cámara lenta tras las
sucesivas publicaciones de los materiales recopilados por Edward Snowden
(y aún hay más) es el fracaso de un sueño geek.
Lo que quiso hacer la NSA bajo el general Alexander fue automatizar el
espionaje, reemplazando las complejidades y dudas del mundo real por las
puras matemáticas.
Con un sistema de
recogida tan eficiente como Internet, con los matemáticos y técnicos
informáticos de mayor calidad del planeta, con cantidades ingentes de
dinero y sin limitación moral o legal apreciable, la NSA podría acumular
el mayor pajar de información del planeta.
Y luego ya verían cómo encontrar y sacar las agujas; era cuestión de
echarle ordenadores y programas hasta resolver el problema.
El elemento humano quedaba, nunca mejor dicho, fuera de la ecuación. Y
el error que ha acabado con todo, lo que ha iniciado la cadena que
acabará por destruir el programa ha sido, como siempre, humano: la
conciencia de un hombre. Porque Snowden ha puesto en marcha un proceso
imparable que tiene ya consecuencias, y tendrá muchas más en diferentes
ámbitos e interactuando unas sobre otras. Para comprenderlas, lo más
eficiente es ir enumerando cada una de las partes ofendidas y cuáles
pueden ser las consecuencias que surjan de cada una.
El público en general (fuera de EEUU):
Desde luego que afecta, y desde luego que se siente afectado. Pero
mucha sorpresa no es que muestre la gente, dado que al menos las partes
más interesadas en este tipo de temas sospechaban algo así desde hace
décadas. La mano terriblemente dura que siempre han mostrado los poderes
con los hackers, incluso con los que no tenían intenciones aviesas y apenas eran capaces de algo más grave que travesuras, y
los numerosos indicios de la querencia del aparato militar
gubernamental de espionaje estadounidense por acaparar enormes
cantidades de información eran hechos probados.
Y existía el temor de que algo de este tipo se materializara; ya lo habían intentado alguna vez.
De hecho, en la reacción a las revelaciones de Snowden se puede
detectar un cierto 'cansinismo' en los sectores más implicados, un
inevitable aire de ‘ya lo sabíamos, y os lo dijimos’. Habrá quejas, y
presiones, sobre los Gobiernos locales. Obviamente, el aparato de
seguridad (estadounidense y local) alegará razones de seguridad, pero,
dados los abusos ya conocidos y la flagrante intromisión que representan
las últimas revelaciones, y que fuera de los EEUU la gente se siente
mucho más violada que protegida, la indignación es real. Y también está
el tema de las leyes locales ignoradas, que siempre escuece.
Consecuencias: habrá presión política sobre los dirigentes locales para que ‘se haga algo’, como veremos más adelante.
También aumentará la conciencia de que es necesario protegerse y, con
ella, crecerán la demanda y el uso de programas y sistemas de protección
online. A más demanda, mayor oferta. El mercado de este tipo
de protecciones aumentará y, si bien es dudoso que se llegue a
generalizar un nivel de protección que pueda garantizar seguridad al
cien por cien contra un atacante decidido y sofisticado como la NSA, la
extensión de sistemas de protección acabará por dificultar hasta la
ineficacia; es el tipo de masiva recolección de datos que ahora se
practica.
Las empresas (fuera de EEUU):
Muchas de ellas, las más grandes y dependientes de los datos, ya eran
conscientes del problema. Los bancos, por ejemplo, no pueden estar
felices sabiendo que los datos del sistema de transferencias
internacional SWIFT han sido espiados por la NSA y, de hecho, han hecho
tan patente su infelicidad que hasta el Parlamento Europeo ha protestado seriamente.
Pero después de Snowden, la cosa es pública y notoria: los EEUU espían a
discreción, y nunca ha habido una muralla china entre los secretos de
índole estratégica y los comerciales. Mucho menos, en el confuso mundo
del espionaje estadounidense, donde se entremezclan organismos oficiales
y contratistas privados que tienen negocios a su vez con otros sectores
económicos.
Las empresas dependientes de datos, o sea, cada vez más todas, ya no
pueden negar que se encuentran en inferioridad de condiciones
comerciales al competir con sus contrapartes de EEUU si éstas cuentan
con información secreta. Por tanto, las empresas no
estadounidenses habrán comenzado ya a reforzar sus defensas en el
ciberespacio. Y a no usar productos provenientes de EEUU, que han de
darse todos ellos por comprometidos. Esto implica la aparición de nuevos
mercados de productos tecnológicos en los que se pueda garantizar que
no están preparados para aceptar el espionaje estadounidense.
La simple oferta de cumplir de verdad con la legislación de la Unión
Europea, mucho más protectora con la privacidad y los datos,
representará una ventaja competitiva para las empresas de Internet de
fuera de EEUU. Además, habrá presión sobre los dirigentes políticos para
que los mecanismos del Estado trabajen para proteger las ventajas
comerciales frente a la competencia desleal.
Consecuencias: cabe prever una fuerte tendencia hacia el nacionalismo digital –redes propias, almacenes de nube nacionales
y, en general, protección con estándares locales de la información
local–. En los casos más extremos, se crearán redes nacionales (aunque no sin polémica)
pero, como mínimo, habrá una reorientación estratégica hacia leyes,
protocolos y sistemas de protección de datos nacionales, en la que
empresas y Estados irán necesariamente de la mano. Esto tendrá
consecuencias políticas, pero también económicas, como veremos después.
Los servicios secretos (fuera de EEUU):
Las cloacas de todos los Estados aliados de EEUU deben de estar ahora mismo que fuman en pipa.
No sólo la NSA ha desarrollado un topo que ha hecho públicas todas las
componendas y enjuagues subterráneos del espionaje sin que hayan podido
pararlo, sino que, para justificarse, el director de la Agencia de
Seguridad Nacional de EEUU ha dejado en bolas a todos sus aliados y en público.
Al comunicar que en realidad han sido los servicios secretos de sus
aliados (franceses, españoles, etc.) quienes les han servido los datos,
los espías estadounidenses han cometido un pecado imperdonable en el
mundo del espionaje: dejar en ridículo a un servicio hermano.
Pasarán años antes de que se recuperen las relaciones de confianza
viales para el tipo de intercambio de información que se llevaban a cabo
anteriormente. Además, los servicios aliados recibirán órdenes por
parte de sus autoridades políticas para que tomen un papel mucho más
proactivo en la defensa de las redes nacionales y, en especial, de los
activos estratégicos y gubernamentales, con singular hincapié en sus
antiguos aliados.
Así que las agencias secretas no
anglosajonas se verán obligadas a desarrollar sus propios sistemas de
análisis, una actividad que antes subcontrataban a la NSA, y a proteger a sus administraciones, empresas y ciudadanos de cualquier intrusión, incluidas las intrusiones de su querido aliado. La presión política desde abajo y desde arriba será fuerte; tendrán que actuar.
Consecuencias: esperen contrataciones de matemáticos, físicos e informáticos por parte del CNI y servicios de este tipo en Europa.
También el estrechamiento de lazos y el refuerzo de infraestructuras
comunes entre los servicios secretos españoles, franceses, alemanes,
italianos y, en general, no anglosajones. Habrá cambios
estratégicos en las relaciones entre servicios secretos y empresas
tecnológicas y de telecomunicaciones. Tenderá a haber menor cooperación
con los espías anglos. La época de cederle el control del ciberespacio a
los estadounidenses porque sí se habrá terminado.
Los dirigentes (fuera de EEUU):
Aquí vemos un genuino cabreo que acabará por generar acción, con nuevas
leyes, protecciones o garantías. Porque se juntan tres fuerzas que
animan a los afectados a actuar. Por un lado, está la indignación
popular y la de los poderes económicos, que ya hemos comentado; real e
innegable. Por el otro, hay una cierta sensación de
violación personal, dado que a algunos dirigentes de los países aliados
se les ha nombrado personalmente como receptores de las atenciones de
la NSA.
Y por mucho que un presidente sea
consciente de que le pueden espiar, y por muy dentro de las reglas del
juego que esté el asunto, no hace gracia. Sobre todo cuando no sólo te
han violado las comunicaciones, sino que lo sabe todo el planeta: la
humillación pública es poderosa en política. Incluso si el espionaje a
sus ciudadanos se ha hecho con la connivencia del aparato local de
poder, el hecho de que se conozca les deja en una posición muy
desairada. De modo que, por muy cómplices que hayan podido ser (cuanto
más cómplices hayan sido), tendrán que tomar medidas visibles. El
bochorno les impulsará a ello. De hecho, ya está sucediendo; se están
despertando las muy populistas fuerzas del nacionalismo ofendido.
Consecuencias:
pueden esperarse endurecimientos de la legislación de protección de
datos en aquellos países que hayan resultado afectados. Además,
los poderes del Estado reforzarán sus defensas y en la estrategia
nacional se incluirá una mayor capacidad de supervivencia y protección
contra este tipo de ataques. En combinación con las empresas
nacionales afectadas, nacerá una poderosa tendencia a la nacionalización
estratégica de activos digitales. Si hasta ahora el coste era el factor
clave para tomar decisiones, a partir de ahora habrá que tener en
cuenta el riesgo de escuchas irregulares y la protección de datos.
Algunos países, como Brasil, están considerando la posibilidad de crear
redes nacionales cerradas a otros países, fragmentando así la Internet
mundial o, al menos, ofreciendo espacios nacionales protegidos. Otros,
como Venezuela, abogan por crear sus propias redes sociales, como ya ha
hecho China. Los intereses comerciales, la estrategia nacional y el
orgullo herido se alían. Tal vez los días de una Internet única de libre
y abierta navegación para todos se estén terminando.
El público en general (en EEUU):
El público estadounidense se indigna poco por la violación de las libertades ajenas; quizá algo más ahora que es patente que también se violan las suyas. Pero no cabe esperar una fuerte reacción: el 11S aún ejerce una fuerte influencia en el pensamiento del estadounidense medio,
justificando casi cualquier cosa que se diga que se hace por su
seguridad. Ahora bien, al público acabarán llegando las quejas de las
empresas, que veremos después.
Y no faltará quien destaque que a los daños económicos que ha provocado todo esto y al destrozo de las relaciones de confianza con los aliados
se une una notable falta de eficiencia desde el punto de vista
económico. El presupuesto anual de la NSA supera los 10.000 millones de
dólares, a cambio de lo cual tienen muy poco que mostrar (aparte de
alianzas dañinas y desastres económicos).
Ellos
afirman haber detenido unas decenas de ataques terroristas, pero no
pueden (ay) dar detalles. En realidad, da la impresión de que aparte de
detener crackers de poca monta con ansias de atención, como Laurie Love,
el efecto de semejante dineral es más bien escaso. Si, los dioses no lo
quieran, se produjera otro atentado en suelo de EEUU, eso demostraría
la falta de eficacia de todos estos programas, a pesar de su elevado
coste y de los daños colaterales a la industria y a las relaciones
internacionales del país. Quizás en ese caso podría acabar generándose
una verdadera presión política para cambiar algo, que alineada con la
presión empresarial...
Consecuencias:
en el mejor de los casos, un lavado de cara a gran escala con despidos
selectivos de algunos responsables (que ya están en marcha; Alexander está de salida) y algunas modificaciones legislativas para incrementar la supervisión de este tipo de programas.
Las empresas (en EEUU):
En general, las compañías estadounidenses también están molestas.
Algunas de ellas se han visto obligadas a cooperar con las agencias de
inteligencia, quisieran o no, a través de leyes que hasta les impiden
reconocer si es el caso, algo que no le gusta a nadie. Pero es que las
revelaciones de Snowden les dejan en una posición muy comprometida de
cara a sus clientes, y van a terminar impactando en sus cuentas de
resultados. Donde ya no hablamos de moral, si no de dinero, y hasta ahí
podíamos llegar.
Las empresas del Silicon Valley especializadas en servicios de Internet, como el almacenamiento en nube,
van a tener ahora una dificultad añadida para vender sus servicios:
convencer a sus potenciales clientes de que sus datos están a salvo de
depredadores subterráneos. Lo mismo ocurrirá con las empresas
que vendan equipos o programas, porque automáticamente todo el mundo va a
sospechar que vienen precomprometidos y que no son fiables para su uso
con datos sensibles.
Por el mero hecho de venir de
donde vienen, los productos de la industria de EEUU serán sospechosos.
El viraje estratégico del resto del mundo hacia un nuevo proteccionismo
digital acabará por pasarles factura: las empresas estadounidenses ganan
con la globalización y perderán con el retorno al nacionalismo de
datos. De hecho, ésta puede ser una de las peores consecuencias a largo
plazo del asunto Snowden: una pérdida global de confianza en la
tecnología ‘Made in USA’, al menos para aplicaciones delicadas, y todo
lo que eso conlleva.
Consecuencias: pérdidas para las empresas de los EEUU, en términos estratégicos y de confianza. En igualdad de condiciones, las compañías estadounidenses tendrán un hándicap de desconfianza añadido.
Su peso en la determinación de estándares tecnológicos quedará también
muy reducido; cualquier cosa que quieran incluir dará lugar a la
sospecha de que es un caballo de Troya de la NSA.
A
la larga, esto puede dañar algo mucho más precioso que las cuentas de
resultados: la hegemonía tecnológica estadounidense en el ámbito
digital. Queda claro que los intereses tecnológicos e incluso
estratégicos del país se han puesto en riesgo a cambio de una escasa
ventaja a corto plazo. Muchas industrias de EEUU perderán dinero e
influencia en sus mercados, lo que generará presión sobre los políticos
por parte de la comunidad empresarial. Y cuando la pasta habla, los
políticos (allí y aquí) escuchan.
Los servicios secretos (en EEUU):
A estas alturas deben estar esperando recibir mayor supervisión y
nuevas reglas. El escándalo puede acabar provocando una investigación
como la del Comité Church
en 1975 sobre las actividades de la CIA, que estableció límites y
controles a sus actividades. Por supuesto que lo habitual es que los
espías acaben encontrando formas de saltarse los controles y doblar, si
no quebrar, las normas; no es éste el mayor problema que sufrirá la NSA
en el futuro.
Su verdadero quebradero de cabeza es que la amenaza Snowden no ha terminado; todavía hay miles de sysadmins en la estructura tecnológica de la agencia, muchos de ellos recientemente contratados y, como ha explicado Charles Stross,
cada uno de ellos es un potencial problema de seguridad. Se trata de un
problema de mentalidad: no se puede confiar en que los jóvenes actuales
tengan los estándares de lealtad y patriotismo con los que opera una
agencia de espionaje. De ahí, los Snowden y los Manning y, de ahí, que
cualquier miembro de la NSA sociológicamente cercano a este tipo de
persona sea una amenaza en potencia.
La agencia estadounidense tendrá que remodelar las redes internas,
añadiendo controles de seguridad para limitar el acceso e impedir que un
único contratista o analista pueda arramblar con camiones de datos; y
esto a su vez conlleva menor eficacia, mayor coste y mayor complejidad, lo que conduce a la aparición de problemas técnicos (en una organización que ya los ha tenido, graves y recientes).
Pero, además, tendrá que implementar un control más estricto sobre el
personal, lo que significa más gente dedicada a control interno,
aumentando costes y reduciendo aún más la eficacia; y lo que es peor, un
sustancial deterioro del ambiente de trabajo. Ésta es quizá la amenaza
más grave en este ámbito porque dañará la capacidad de la NSA de fichar a
los mejores técnicos y ofrecerles buenas perspectivas profesionales: un
ambiente de paranoia no es el más agradable para trabajar (habiendo
alternativas), y el patriotismo tiene un límite como motivador.
Consecuencias: nuevas normas de control interno, incluido un mayor control sobre el personal, peores condiciones de trabajo, reducción de la efectividad, aumento del coste de operación,
probables complicaciones tecnológicas, pérdida de atractivo como opción
profesional para matemáticos e informáticos de alto nivel.
Los políticos (en EEUU):
Tendrán que hacer algo, quieran o no quieran (y no quieren), porque el escándalo es demasiado ruidoso. Y porque
demasiada gente está quejándose: los Gobiernos aliados, las empresas de
dentro y fuera del país, parte del público local, incluso el público de
países aliados. Poco importan, la verdad, la mayor parte de
esas voces, pero la del dinero se escucha; y son conscientes (por muy
patrioteros que sean) de que el disgusto de los aliados tiene
consecuencias, también económicas. Casi todo lo que se hace en el nombre
de la seguridad cuela en el grupo dirigente estadounidense, pero hay límites.
Y a no ser que la NSA pueda demostrar (en petit comité) que el dineral y
los daños a la imagen y a la industria nacionales han merecido la pena
en términos de protección real del territorio nacional, sus enemigos
(que los tienen) actuarán. El resto de los
servicios, desde la misteriosa y casi desconocida NRO a la CIA, las
fuerzas amadas y el departamento de seguridad nacional estarán
encantados de bajarle los humos a los chicos de las computadoras.
Las revelaciones de que los propios ciudadanos estadounidenses han resultado espiados, vía uso de servicios en nube
como los de Yahoo! o Google, dañarán la defensa de la agencia, porque
son (aquí, sin paliativos) técnicamente ilegales. Habrá comités de
investigación mirando las cuentas y las prácticas de la NSA, y algunos
dirigentes serán castigados. Y sus sucesores intentarán hacer lo mismo,
pero se encontrarán con un panorama sensiblemente cambiado y más
complejo.
Consecuencias:
se puede esperar un comité de investigación y, tal vez, la implantación
de nuevas leyes que limiten las acciones más descaradas de la NSA y las
sometan a mayor control. Además, el escándalo ha, como mínimo, acelerado la marcha de su principal responsable, el director de la NSA, el general Alexander,
quien puso a la agencia en el camino de conseguir el sueño tecnológico
de la transparencia mundial, pero fue incapaz de evitar que un
contratista veinteañero se convirtiera en un obstáculo insalvable.
Podrían incluso rodar más cabezas, porque alguien debe pagar por el
bochornito, por los platos rotos y por el desaguisado en general.
La comunidad 'techie' (fuera y dentro de EEUU):
Especialmente sensibilizada con este tipo de temas, y especialmente
preocupada por las consecuencias que puede tener un Estado-espía
imperial sin límites, la reacción de la comunidad tecnológica será intensa y radical. Probablemente, la que a la larga tenga mayor peso. Ya se está viendo una parte de esta reacción: los organismos rectores de Internet ya han mostrado su intención de cortar los últimos lazos que unen la gestión técnica de la Red con el pasado,
cuando esta gestión dependía del Gobierno de EEUU: las voces que
siempre han apoyado la independencia de Internet ganarán mucho peso.
No sería extraño que en breve la sede de ICANN pase a estar en Ginebra o
Reikiavik. Pero la otra parte tardará más en llegar, y será un cambio
mucho más profundo: perdida la inocencia, los techies empezarán a desarrollar sistemas tecnológicos de protección y a instalarlos masivamente, como ya está haciendo la iniciativa Dark Mail para desarrollar un protocolo de correo que encripte no sólo el contenido de los mensajes, sino también los metadatos.
Como ya se pudo ver en el caso de Napster, este tipo de reacciones de la comunidad tecnológica son devastadoras a medio plazo:
cuando la industria de la música acabó con el sistema de intercambio
P2P centralizado, la respuesta fue una explosión de sistemas P2P
descentralizados e imposibles de bloquear. La próxima generación de
herramientas 'Open Source' es probable que incluyan de serie
sofisticados sistemas de protección de la seguridad en las
comunicaciones. Y será esto, más que ninguna otra cosa, lo que a la
larga haga imposible el tipo de vigilancia masiva que ha estado llevando
a cabo la NSA, dificultando de paso el trabajo legal y necesario de las
fuerzas de orden público.
Consecuencias: cabe esperar a medio plazo
el desarrollo de toda una caja de herramientas de protección de la
privacidad y de la seguridad en las comunicaciones, muchas de ellas
incorporadas a programas de uso cotidiano. La comunidad
tecnológica dará una respuesta tecnológica y distribuida, que es lo
mejor que sabe hacer. Y esa respuesta es la que, en el fondo, más
cambiará el mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario