Análisis de los resultados electorales
Elecciones marcadas por el dinero y la apatía
Ha sido una campaña sin tensión, marcada mayoritariamente por la
apatía, al menos dentro de los sectores más progresistas de la sociedad
norteamericana. Lejos quedó el afecto eufórico provocado por el “yes we
can” y otras promesas difíciles de creer en aquel momento en el que la
maquinaria electoral y publicitaria de Obama hacía imposible a quiénes
éramos escépticos expresar ni las más mínima sombra de duda sobre el
futuro utópico que nos esperaba. Dos anécdotas pueden ejemplificar lo
que quiero decir:
Hace un par de semanas participé en una ronda de
visitas a casas en la ciudad de Ann Arbor, Michigan. Silvina Yi, una
activista del sindicato GEO, en el que yo mismo milité en mi época de
estudiante de doctorado, me invitó a participar en estas típicas rondas
de movilización política para promover la Propuesta 2, una iniciativa
de múltiples grupos sindicales para inscribir el derecho a la
negociación colectiva en la constitución del estado y evitar así lo que
ha pasado en Wisconsin.
Mientras nos dividimos en grupos y nos dan los
materiales, una mujer anuncia que debemos decir que formamos parte de
la campaña de Obama. Comienzan los murmullos. Una activista de GEO
explica que nosotras no vamos a mencionar ni una sola palabra sobre
Obama, que el acuerdo es sólo para defender la Propuesta 2. Este es el
sentir de muchos grupos progresistas: apoyo a iniciativas puntuales,
pero al margen de la batalla y el circo electoral, ¿Con qué cara
promovemos a un presidente que, entre otras cosas, ha deportado a medio
millón de Latinas y Latinos?
Una noticia satiírica del New
Yorker explica que Rommey, con el apoyo y el dinero del magnate de los
casinos Sheldon Adelson, ha lanzado desde un avión dos billones de
dólares en billetes de 5 y 10 dólares para convencer a los votantes
indecisos de Ohio [1]. Varias personas me reenvían la noticia como si
fuera cierta, yo mismo dudo de su veracidad. Lo importante no es si si
es cierto o no, sino el síntoma, el subconsciente colectivo sabe que
lo que decide quién gana las elecciones es el dinero de las
corporaciones privadas que, gracias a la sentencia “Citizens United”,
son ahora personas legales. Tal vez por eso la tónica dominante hoy de
todo el día es de apatía, en marcado contraste por ejemplo, con la
euforia vivida no hace poco en Caracas en torno a la victoria electoral
del presidente Chávez.
Los debates, antaño organizados por la
League of Women Voters, una organización independiente de mujeres
sufragistas, están ahora en manos de una corporación privada que
controlan los dos partidos mayoritarios y que, por lo tanto, excluye
preguntas incómodas y terceros candidatos. La calidad democrática de
este país no ha sido probablemente muy alta nunca, pero está
deteriorándose a marchas forzadas y, por ello, no deja de ser más
irónico que nunca que los Estados Unidos se erijan en defensores y
promotores de la democracia a nivel mundial.
Lo básico sobre los resultados
Rommey tarda en aceptar su derrota. Alrededor de las ocho de la tarde
la mayoría de los medios dan por vencedor a Obama con los votos de
Ohio. Una hora después, el equipo de Rommey y Fox News, su medio de
desinformación masiva y propaganda, famoso por otros pelotazos
electorales, cuestionan el recuento de Ohio. Alguien en MSNBC afirma
que, como hombre blanco rico, Rommey no está acostumbrado a que le
digan que no. Hacia las 10 de la noche, hora de California, Rommey
acepta la derrota. El discurso es como él, acartonado y artificial:
dios, patria y fueros; parece un carlista mormón o debe ser que es
tarde y yo no me entero.
Lo paradójico es que haya llegado
tan lejos un candidato que tiene conexiones más que aparentes con los
paramilitares salvadoreños (algo de lo que no se ha dicho nada), un
candidato al que agarran en video diciendo que desprecia al 47% más
vulnerable de la población de este país, un candidato que probablemente
tiene dinero en paraísos fiscales, que ha destruido millones de empleos
como ejecutivo de Bain Capital y que, en general, exuda privilegios por
los cuatro costados.
Obama celebra su victoria en Chicago,
pero en un escenario mucho más sobrio que el del 2008, miles de
personas, la mayoría bastante jóvenes y mucho más diversos racialmente,
bailan cancioncillas pop felices y agitan banderitas de los Estados
Unidos. Son una versión mucho menos casposa de “La gran familia”
Rommey, pero ya se ha dicho que por debajo de las estéticas fluyen
políticas muy parecidas. “Four more years” se convierte en el grito de
la masa cuando por fin aparece Obama en el escenario. El dicurso es un
Obama clásico: sueño americano a tope, da igual que seas blanco,
afroamericano, asiático, rico o pobre, nuestros mejores días todavía
están por llegar, estoy con las clases populares, voy a tenderle la
mano a los republicanos mañana mismo, Michelle te quiero mucho, Sasha y
Malía, qué familia tan guay somos. Y lo peor, los militares luchan en
todo el mundo por nuestro derecho a tener esta gran democracia. Todo
esto dicho con la mejor retórica de un Martin Luther King y con la
música de Bruce Springsteen de fondo.
El corazón industrial
del país –Michigan, Minnesota, Wisconsin, Ohio, Iowa— votó
mayoritariamente por Obama. La mayoría de los analistas coinciden en
señalar que es a causa del rescate de la industria automovilística,
pero tal vez también influya el trabajo a regañadientes de las
organizaciones sindicales y la conciencia entre la clase obrera de que
al fin y al cabo Rommey trabajó para una de esas compañías que se
dedica a exportar sus trabajos a remotos lugares del planeta. De
cualquier forma, si es así, muestra dos cosas una buena y otra mala.
Que el Estado debe intervenir en la economía contra el dogma neoliberal
(la medio buena) y que en este país la insostenible y destructiva
industria del motor sigue siendo LA INDUSTRIA (la mala).
En
la mayoría de los Estados más disputados (Ohio, Iowa, West Virginia,
etc.) hay una división muy marcada entre zonas rurales y zonas urbanas.
Las zonas rurales mayoritariamente dominadas por megaiglesias,
telepredicadores, Fox News y el Ku Kus Klan, votan en masa por Rommey.
Esta masa de blancos pobres ha sido abandonada por los sectores
progresistas y educados del país, son una clase en si, pero para sí. Es
un problema.
A pesar de la violencia racial y del deterioro
de las condiciones de vida de la mayoría de la población de color, un
80% de los no-blancos han votado por Obama, mientras que el voto de los
blancos por Obama pasa del 43% al 40%, a pesar de este video delirante
del cómico afroamericano Chris Rock [2].
Claire McCaskill derrota a Todd Akin
en Missouri, el tipo que dijo las mujeres tienen mecanismos
biológico/teológicos para no quedarse embarazadas cuando las violan y
que hay tal cosa como “violaciones legitimas”. En su discurso afirma,
“la conquista de la felicidad viene de dios todo poderoso y no del
gobierno todo poderoso”, somos una nación de gentes temerosas de dios
que aceptan lo que el destino les depare, sean huracanes, violaciones o
las siete plagas. Evangelismo fascista de rancio abolengo, ¿quién dijo
que la religión no era el opio del pueblo?
Otra mujer interesante, Elisabeth Warren
gana su plaza en el senado por Massachusets. Warren, profesora de
Harvard, es experta en la deuda privada y feroz defensora de la
necesidad de regular Wall Street y los mercados financieros. La
pregunta es si será capaz o la dejaran hacer algo en Washington. En el
discurso de aceptación afirma: “we are gonna hold the big guys
accountable”, que los millonarios y billonarios paguen impuestos. Los
ataques contra Planned Parenhood, las violaciones benignas y los
insultos de Rush Linbaugh exigiendo a Sandra Fluke, una estudiante pro
aborto, que pusiera sus videos manteniendo relaciones sexuales si el
Estado le pagaba los anticonceptivos, no reditúan en las urnas.
Los estados de Maryland, Maine y Washington votan sí al matrimonio
homosexual, un cambio en una larga lista de derrotas en la conquista de
los derechos civiles para las minorías sexuales. Tammy Baldwin, una demócrata abiertamente gay gana en Wisconsin. Un poco menos de homofobia no está nada mal.
Los demócratas mantienen control en el senado y los republicanos se
quedan con el congreso. Obama gana el voto popular por un extrecho
margen.
Pero independientemente de la victoria de Obama, el
problema que tenemos sigue siendo el mismo en todas partes. El
movimiento Occupy y otros movimientos insurgentes no han desaparecido,
pero han sido severamente reprimidos por las fuerzas de seguridad del
Estado. Como la hidra hay que volver a levantar múltiples cabezas
contra la represión. No podemos confiar nuestras esperanzas en Obama ni
en ningún otro presidente elegido en un país donde la capacidad de
influencia de la industria privada, el capital financiero y el complejo
industrial militar es hiperbólica, ¿cuántos demócratas necesitamos que
nos traicionen para dejar de apostar por ellos?
Pase lo que
pase, de norte a sur, de este a oeste, necesitamos una fuerza –un
partido, un clima, una insurgencia-- que aglutine a las clase populares
por encima del racismo estructural y contra todas las formas de
opresión que nos acosan dentro y fuera del país. Hay que seguir
profundizando en la democracia horizontal y participatoria, pero como
me dijo un obrero en la escuela popular de Occupy Los Angeles, solo
quienes tienen el estomago y el futuro solucionado pueden decir “vamos
despacio porque vamos lejos”. Ellos –el dinero y sus presidentes—van
deprisa y ya están aquí, en todas partes.
Notas:
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