Carolina Escobar Sarti
Son las 12 horas del día 6 de diciembre de 2011. En Montevideo, Uruguay, la AFP emite la siguiente noticia: “El comandante en jefe del Ejército uruguayo, Pedro Aguerre, aseguró ayer que ‘no tolerará ni encubrirá a homicidas en sus filas’ y sostuvo que ‘si ha existido o existiera’ un pacto de silencio en torno a los delitos de la última dictadura (1973-1985), ordena su ‘revocación inmediata”.
Son las 12 horas del día 6 de diciembre de 2011. En Montevideo, Uruguay, la AFP emite la siguiente noticia: “El comandante en jefe del Ejército uruguayo, Pedro Aguerre, aseguró ayer que ‘no tolerará ni encubrirá a homicidas en sus filas’ y sostuvo que ‘si ha existido o existiera’ un pacto de silencio en torno a los delitos de la última dictadura (1973-1985), ordena su ‘revocación inmediata”.
Estas declaraciones nada usuales y más bien inéditas, continuaron así: “El Ejército Nacional no es una horda, malón o algo similar. El Ejército no aceptará, tolerará, ni encubrirá a homicidas o delincuentes en sus filas”. Todo surgió porque, la semana anterior, luego de un análisis de restos hallados en un predio militar, se determinó que los mismos eran de un maestro detenido y desaparecido en 1977, muerto de un disparo en la cabeza tras padecer torturas. Hurgando en la memoria, no creo haber escuchado algo similar en las últimas décadas latinoamericanas, y según la nota de prensa, “se trata de la primera vez que un comandante del Ejército realiza una declaración de este tipo”.
Sé que es un absurdo generalizar y que no podemos decir que todos los militares, todos los curas, todos los abogados, todas las mujeres o todos los hombres son iguales. Por suerte, siempre hay gente en cada espacio humano que hace una diferencia significativa y trascendental. Pero ello no impide desconocer la naturaleza de las instituciones y los roles que juegan dentro de un sistema social determinado. En el caso del Ejército es imposible desligarlo de sus mandatos fundacionales que son la defensa y el ataque, aunque cada nación defina para su Ejército una estructura propia. El Ejército está, esencialmente, para la guerra, y la guerra es el instrumento político de un Estado. Así, el Ejército es el que hace sonar el instrumento de la guerra en los territorios de la lucha de poder. El 93% de responsabilidad por las muertes y desapariciones que los informes de la guerra interna guatemalteca le adjudican al Ejército de este país, confirma lo anterior.
Luego del siglo de las dos guerras mundiales, del horror nazi y de las guerras civiles en distintos países del mundo, especialmente en América Latina, lo que ha privado son los pactos de silencio alrededor de hechos de horror cometidos por los Ejércitos. Se partió de que en la guerra todo se valía, como si todos los ejércitos fueran equipotentes y equivalentes, como si no hubiera una estrategia y una intencionalidad desde el poder, como si las ideas diferentes justificaran la tortura, como si la dignidad y la decencia no fueran requisito humano. Superado este engaño, Pinochet pudo ir a la cárcel, aunque por las razones equivocadas, y luego en Argentina y otros países del sur de América Latina, se ha procedido a romper el silencio y la impunidad.
“Quien les habla comete errores y faltas a diario, como todo ser humano, pero hoy estamos hablando de delitos, y esa es una línea que este comandante y su Ejército no traspasarán”, dijo Aguerre en Uruguay cuando asumió el cargo recientemente, y concluyó: “El Ejército Nacional actúa acorde a los Convenios de Ginebra y La Haya, los Protocolos adicionales y demás acuerdos relativos”, todos tratados internacionales que consagran los principios humanitarios fundamentales del comportamiento en las guerras.
Sun Tzu, en su Arte de la Guerra dijo que esta es el mayor conflicto de Estado, la base de la vida y la muerte, el Tao de la supervivencia y la extinción, y que, por lo tanto, era imperativo estudiarla profundamente. Dan ganas de sacar a la guerra guatemalteca del olvido y ponerla, con justicia, en la memoria de esta nación como todo pueblo civilizado ha hecho. Dan ganas de tener Historia, así con mayúscula, y de darle paso a voces que rompan los oscuros pactos del silencio, para pactar ya de otra manera. Se antoja salir de este ensordecedor silencio de la impunidad y la injusticia que se ha pactado en nuestra sociedad. Dan ganas de tener futuro.
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