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jueves, 11 de julio de 2019

La historia de América Latina para entender el presente histórico

Prensa Latina


El auge de las ciencias sociales en América Latina se produjo en las décadas de 1970 y 1980. Con ellas se superó el ensayo como instrumento bastante generalizado para tratar los temas más importantes de la región. Y apareció una vasta producción, con una amplia gama de autores que hicieron época en casi todos los países. Prestigiosas editoriales latinoamericanas, pero además europeas, contribuyeron a esa difusión de las ciencias sociales de la región.

La historia fue la ciencia vertebradora en aquel auge. La intelectualidad de la época se caracterizó por acudir a ella con el propósito de afirmar las investigaciones y sustentar las interpretaciones. Si se examina obras y autores de los que fueron más renombrados, se comprobará lo que afirmo.

Entre esas obras de enorme influencia están los tres tomos de la Historia de América Latina que publicó Siglo Veintiuno Editores, como parte de su colección “Historia Universal Siglo XX”. 

El primer tomo (1971), a cargo de Laurette Séjourné, trató las “Antiguas culturas precolombinas”; el segundo (1972), de Richard Konetzke, “La época colonial”; y el tercero (1985), de Gustavo y Hélène Beyhaut, “De la independencia a la segunda guerra mundial”.

Séjourné, nacida en Italia (1914), era de nacionalidad francesa. Fue arqueóloga en el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México y contaba con una vasta experiencia y una voluminosa obra intelectual. Konetzke era profesor de historia ibérica y latinoamericana en la Universidad de Colonia, con notable dedicación a las fuentes en el Archivo de Indias de Sevilla. Gustavo Beyhaut fue profesor en la Universidad de París III (Sorbonne) y también en universidades de Montevideo, Buenos Aires y Santiago de Chile; en tanto Hélène participó como investigadora en el Centro de Estudios de las Relaciones Internacionales de París.

El libro primero tuvo un trato singular: comenzó por un capítulo introductorio sobre el “descubrimiento” y la “conquista”, para dar cuenta de la “América” que habían encontrado los invasores y destructores. Entonces pasa la obra a revisar las culturas aborígenes, como queriendo presentar una fotografía de las que existieron al momento del “descubrimiento”; además, analiza las fuentes; y se concentra en las culturas del Perú y de Mesoamérica.

El libro segundo comienza por pintar a los “indios americanos”, sus culturas y su actitud frente a los “conquistadores blancos”, para discutir enseguida los títulos de la conquista y proseguir con el desarrollo de la organización estatal, la iglesia y sus misiones, y, sobre todo, la explotación económica, concentrada en los imperios coloniales español y portugués.

El libro tercero distingue varios momentos: el primer período corresponde a las luchas por la independencia; el segundo, a la “europeización y expansión económica inducida”; y el tercero, “el comienzo de la crisis”. La lógica argumental es muy importante: el impacto del capitalismo industrial europeo está en las raíces de las economías exportadoras latinoamericanas; la modernización de los transportes y la expansión extractiva en algo modernizan a la región; la inmigración integra la estructura social; desde luego, se enfoca el caudillismo, el militarismo, el bandolerismo, las oligarquías, la búsqueda del orden, las políticas internacionales; pero hay un capítulo especial sobre la “europeización” impuesta en los países, que recuerda en mucho a la visión hegeliana de la historia. El tercer período se inicia con la afirmación del “imperialismo norteamericano”, para luego pasar revista al medio siglo XX, destacando las estructuras económicas y enfocando los cambios sociales y los del poder.

Los tomos que destaco siguen siendo fuentes obligadas para conocer la trayectoria de América Latina. Hoy contamos con nuevos trabajos de investigación, que evidentemente avanzan mucho más de lo que se logró hace varias décadas y sobre los que haré referencia en otras oportunidades.

Lo que por el momento debería quedar en pie es que la reflexión y el análisis sociales merecen reforzarse con el examen de la historia pasada, pues hay una conexión entre pasado y presente que enriquece la comprensión precisamente del presente. Es el fundamento que encontró la ciencia social latinoamericana hace varias décadas y que ya fue motivo de examen de los filósofos de la historia del siglo XVIII, y en la concepción dialéctica que introdujo G.W.F. Hegel en el campo de la filosofía idealista.

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