Luis Almagro fue 
canciller del gobierno de Mujica entre 2010 hasta el l de marzo de 2015.
 Por su trayectoria fue apoyado por Mujica en la propuesta para 
Secretario General de la OEA. Almagro fue elegido en el cargo el 18 de 
marzo de 2015, prometiendo, en sus primeras palabras, trabajar para 
acercar la organización a la nueva realidad del hemisferio y así 
contribuir a garantizar la democracia, más seguridad y más prosperidad 
para todos. Quién podría adivinar que el personaje que parecía un 
timonel consecuente de la política exterior de un gobierno progresista y
 de un mandatario revolucionario como Mujica, se convertiría pronto, en 
apenas unos meses, en un virulento y contumaz opositor del gobierno 
bolivariano de Venezuela. Cambió tan rápido y en forma tan evidente que 
uno no puede preguntarse otra cosa que ¿cuándo lo compraron, o cuándo se
 puso en subasta?
 El comportamiento de Almagro como Secretario 
General parece conducir inexorablemente a la OEA a su autodestrucción 
por desgajamiento de su membresía, con lo cual no se perdería nada 
valioso, o revivir pasadas etapas, que es lo que ha ocurrido en su seno 
en la reciente reunión del Consejo Permanente, en que el poder imperial 
de Estados Unidos convoca a un grupo de países siervos y serviles para 
echarlos contra uno a quien trata de quitar del camino porque no 
responde a sus intereses. Esta vez la víctima anunciada fue la República
 Bolivariana de Venezuela. Y por supuesto, más que unir, polarizó dos 
grupos enfrentados en torno al asunto puesto en discusión. Prepararon 
también la coartada que consiguieron el número indispensable de votos 
para activar la llamada Carta Democrática y estaban tan apresurados y 
seguros que obtendrían el objetivo de condenar a Venezuela de la peor 
forma siguiendo los procedimientos amañados, que todo el mundo pudo 
observar que cantaron victoria por adelantado. El resultado final no fue
 el que proclamaba Almagro ni el que promovían algunos países alineados a
 la conjura, ya por voluntad propia o forzados por determinadas 
circunstancias de presiones. Hay más de un “¡ay!”, de dolor y pena, por 
ver la actuación y palabras de algunos de los representantes de estos 
países. Pero, en fin, que cada cual cargue con el fardo pesado del 
deshonor.
 Almagro, carcomido por odio enfermizo contra la 
Revolución Bolivariana y el Presidente Maduro, ha actuado, más que como 
un funcionario equilibrado de la OEA, como un agente apasionado de la 
oposición venezolana y, por supuesto, un agente velado del gobierno 
norteamericano y de otros intereses de la oligarquía internacional. Su 
papel mercenario ha quedado a la luz pública y hoy el descrédito corroe 
su anterior y presente ejecutoria.
 Almagro pretendía que la OEA 
en esta reunión reeditara la Resolución VI adoptada el 31 de Enero de 
1962 en la Octava Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones 
Exteriores, mediante la cual se excluyó al Gobierno de Cuba de su 
participación en el sistema interamericano, olvidando que 47 años 
después esa misma OEA, con una composición diferente y con un cambio de 
época de por medio, en el trigésimo noveno período ordinario de sesiones
 de la Asamblea General, realizada del 1 al 3 de junio de 2009 en  San Pedro Sula 
 (Honduras), en su Resolución AG/RES. 2438 (XXXIX-O/09) señala que la 
Resolución VI adoptada el 31 de enero de 1962 en la Octava Reunión queda
 sin efecto en la Organización de los Estados Americanos; y por tanto, a
 partir de esa fecha quedó sin efecto dicha exclusión. 
 Pero la 
historia de la OEA es demasiado terrible para que actos de mea culpa 
puedan limpiar tanta sangre, atropellos y muertes en nuestra América, al
 servicio siempre del imperialismo norteamericano. Y Cuba por supuesto 
cumplió su palabra de que jamás regresaría a “ese Ministerio de Colonias
 yanqui”. Y también con lo expresado entonces por el presidente cubano 
Osvaldo Dorticós en el seno de la OEA: 
 “[...] Si lo que se 
pretende es que Cuba se someta a las determinaciones de un país 
poderoso, si lo que se busca es que Cuba capitule, renuncie a las 
aspiraciones de bienestar, progreso y paz que animan su revolución 
socialista y entregue su soberanía, si lo que se intenta es que Cuba 
vuelva la espalda a países que le han demostrado una amistad sincera y 
un respeto cabal; si, en una palabra, se intenta esclavizar a un país 
que ha conquistado su libertad total después de siglo y medio de 
sacrificios, sépase de una vez: Cuba no capitulará. [...] Vinimos 
convencidos de que se tomaría una decisión contra Cuba pero eso no 
afectará el desarrollo de la Revolución. Vinimos para pasar de acusado a
 acusador, para acusar al culpable aquí, que no es otro que el gobierno 
imperialista de Estados Unidos. [...] la OEA se hace incompatible con la
 liquidación del latifundio, con la nacionalización de los monopolios 
imperialistas, con la igualdad social, con el derecho a la educación, 
con la liquidación del analfabetismo [...] y en ese caso Cuba no debe 
estar en la OEA. [...] Podremos no estar en la OEA, pero Cuba Socialista
 estará en América; podremos no estar en la OEA, pero el gobierno 
imperialista de los Estados Unidos seguirá contando a 90 millas de sus 
costas con una Cuba revolucionaria y socialista [...]”.
 Si se 
aplicó entonces a Cuba separación por una razón inventada previamente, 
su adhesión al marxismo-leninismo, ahora con Venezuela se ensayaba un 
nuevo libreto a la luz de la llamada Carta Democrática, preparada 
convenientemente en el 2001 para lo que pudiera suceder. Ahora las 
razones son todas las esgrimidas por la oposición venezolana, 
reaccionaria y vendepatria. En realidad lo que no les gusta en Venezuela
 es el proceso revolucionario que se desarrolla en el país.
 Han 
fracasado ahora y esperemos que el proceso sea irreversible. Pero la 
reacción ni el imperialismo descansan en su acoso a los pueblos que se 
liberan de sus ataduras. Volverán una y otra vez a utilizar traidores y 
los comprarán al precio que convengan en la vendeja existente en 
cualquier escenario. Veremos cuando anuncian una nueva subasta en el 
mercado político de la OEA.
 
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