Por Anubis Galardy
Bogotá,
17 oct (PL) La paz es el norte que rige la vida de los colombianos,
cuyas expectativas están puestas en Oslo, capital de Noruega, donde los
equipos negociadores del gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias
de Colombia-Ejército del Pueblo se relacionan entre sí.
El ansia de una vida sin sobresaltos, en la que se tengan en
cuenta los derechos humanos esenciales, deviene la aspiración de vastos
sectores populares. Yo quiero un futuro de paz para mis nietos y las
generaciones futuras, afirma un trabajador informal mientras recorre
las calles bogotanas con un tablero ofreciendo a los posibles clientes
sus mercaderías.
Quiero un país libre de la corrupción y los
manejos turbios, sin guerras, dijo a Prensa Latina Paula Páez Herrera,
una recién graduada que deambula con su currículo y su título
universitario a cuestas por cuanta convocatoria de trabajo circula en
la ciudad.
El resultado siempre es el mismo, asevera: filas
interminables y la misma frase retórica: "la llamaremos". Una llamada
que nunca llega, asegura, mientras los puestos se distribuyen entre
"recomendados" que llegan a última hora a quienes se les entregan en
bandeja de plata puestos que casi nunca ejercen en la práctica.
Solo aparecen a fin de mes a cobrar su salario, recalca la joven desempleada.
Día trascendente para Colombia, afirman comentaristas radiales. Incluso
a uno de ellos, la víspera, se le escapó un comentario que salió al
aire en sordina durante la transmisión noticiosa de una emisora de alto
nivel de audiencia.
Cuando el ministro del Interior, Fernando
Carrillo, anunciaba un posible retraso en las conversaciones de paz,
por problemas de logística en el desplazamiento hacia Oslo, se le
escuchó decir en voz baja tras un chasquido de contrariedad audible:
"vamos a ver si esta gente se acaban de poner de acuerdo y salen de una
vez para Oslo".
Hay consenso en que las condiciones actuales
permiten esperar un resultado favorable, por lo menos es lo que subyace
en el ánimo de la mayoría de los colombianos, en especial en las capas
menos favorecidas, aunque también en niveles instituciones,
organizaciones civiles e incluso entes gubernamentales.
Las
FARC-EP avanzan en pos de esa paz en lontananza, con la voluntad de
llegar a una solución política del conflicto armado, que traiga consigo
una tranquilidad ciudadana cimentada en las reivindicaciones sociales,
como lo han expresado sus líderes.
Una paz con soberanía,
justicia social y democracia que ponga fin a las inequidades y
marginaciones de las grandes mayorías abocadas a niveles de pobreza
extrema, a quienes toca ahora construir la paz como un proyecto
colectivo, sostienen las FARC-EP.
El presidente Juan Manuel
Santos, por su parte, afirma, que su gobierno está buscando la paz con
decisión "desde que anuncié al país, el pasado 4 de septiembre,
procurar el fin del conflicto armado a través de las conversaciones que
comienzan esta misma semana en Oslo".
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