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jueves, 15 de septiembre de 2011

ALEPH: Demasiados reflectores

Carolina Escobar Sarti 
¿Cómo se hace descifrar unas elecciones que nos dejan como saldo el símbolo de un pasado oscuro y el arquetipo de un tenebroso y posible futuro? Se necesita luz artificial, muchos reflectores. Por suerte, todo estaba fríamente calculado. Solo faltó la alfombra roja. Por lo demás, la ceremonia del Óscar, llenó a cabalidad los requisitos del espectáculo “Elecciones 2011”. Es más, cuando el delegado representante de cada centro de votación bajaba las escaleras para entregar los resultados oficiales era aplaudido por una emocionada multitud. Es de suponer que, a falta de monarquía, la sustituya la clase política.

La luz del salón desde el cual se transmitieron los primeros resultados era cegadora, y la obvia inversión de miles de dólares en mullidas salas desde donde se transmitieron algunas entrevistas, absurda. Pero para nada alejada de lo que sucedió en estas elecciones de manera inédita: la hipermediatización de la política. A lo largo de la campaña, algunos medios fueron dejando clara su postura en apoyo a determinado partido, lo cual hace necesaria no solo la ansiada reformulación de la Ley Electoral y de Partidos Políticos, sino una revisión honesta a lo interno de los medios que levantan como bandera la independencia y la objetividad. 

Esta campaña fue el afiche de una película de larga duración. La relación histórica de poderes que define nuestra ficción democrática, se expresó con todo su peso y desde todos los desbalances del aparataje ideológico-cultural de siempre. Tenemos pendiente una conversación como sociedad a partir de preguntas como: ¿de qué manera permean los poderes fácticos una campaña electoral? o ¿cómo es que hay desalojos de tierras “invadidas”, pero permitimos que la ideología dominante invada nuestras casas y nuestro subconsciente de manera abusiva y sistemática? De novedoso en esta campaña no hubo más que los absurdos pronunciados por uno de los dos candidatos punteros; lo demás reflejó que la presencia dominante fue empresarial, criolla, ladina, masculina, militar, y, por supuesto, la del capital del crimen organizado y el narcotráfico.

En contraposición, hay dos cosas que me parecen positivas: hay más madurez ciudadana en términos de la participación política y del ejercicio del voto consciente, lo cual es a su vez preocupante de cara a los resultados obtenidos. Por otra parte, el voluntariado es cada vez mayor en distintos ámbitos, y el político no es la excepción. La democracia se construye, no es de surgimiento espontáneo. Con el voto no inicia y termina la democracia, pero a partir de la conciencia que ponemos en ese momento de elección, sí fortalecemos nuestra condición de ciudadanía.

En este día de la “independencia” que llega en medio de momentos de crisis y transformación profunda, nuestro presente se está jugando entre dos oscuridades y a mí, como ciudadana, me queda el abstencionismo como la posibilidad más digna de cara a la democracia que se anhela y en total concordancia con lo que dijera una amiga: “Qué bien que esta crisis ‘ciudadana’ se viva cada cuatro años. Qué mal que sus consecuencias las padezcamos toda la vida”.

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