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miércoles, 20 de abril de 2011

Un año antes de la invasión de Irak, el Gobierno británico apalabró contratos con petroleras

Ministros del Gobierno británico y grandes compañías petroleras hablaron sobre planes para explotar las reservas petroleras de Irak el año anterior que Reino Unido tomó el papel principal para invadir el país.

Los documentos revelados plantean nuevas preguntas sobre la participación de Reino Unido en la guerra, que dividió al gabinete de Tony Blair y su intervención fue votada sólo después de sus afirmaciones de que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva.

Los informes de una serie de reuniones entre ministros y altos ejecutivos petroleros están en desacuerdo con la negación pública del interés propio de compañías petroleras y gobiernos occidentales en aquel momento.

Los documentos no fueron ofrecidos como evidencia en la “Averiguación de Irak” (también llamada Averiguación Chilcot) por la participación del Reino Unido en la guerra de Irak.

En marzo de 2003, justo antes que Reino Unido fuera a la guerra, Shell denunció los informes de que sostuvo conversaciones con Downing Street sobre que el petróleo de Irak es “muy impreciso”.

BP negó que tuviera algún “interés estratégico” en Irak, mientras Tony Blair describió “la teoría de la conspiración petrolera” como “lo más absurdo”.

Pero documentos de octubre y noviembre del año anterior pintan un cuadro diferente.

Cinco meses antes de la invasión de 2003, la Baronesa Symons, que entonces era la ministra de Comercio, le dijo a BP que el gobierno creía que a las firmas de energía británicas se les debería dar una parte de la gigantesca reserva de petróleo y gas de Irak como una recompensa por el compromiso militar de Tony Blair con los planes de EEUU de un cambio de régimen.

Los documentos muestran que Symons acordó hacer lobby en nombre de BP a la administración Bush porque el gigante petrolero temía que estaba siendo “excluido” de los acuerdos que Washington estaba diseñando silenciosamente con los gobiernos de EEUU, Francia y Rusia y sus firmas de energía.

Minutas de una reunión con BP, Shell y BG (anteriormente British Gas) el 31 de octubre 2002, indicaban: “La Baronesa Symons acordó que sería difícil justificar que las compañías británicas pierdan en Irak en esa forma si el Reino Unido ha sido en sí mismo un seguidor visible del gobierno de EEUU en toda la crisis”.

La ministra entonces prometió “reportarle a las compañías antes de Navidad” sobre sus esfuerzos de lobby.

El ministerio de Relaciones Exteriores invitó a BP el 6 de noviembre 2002 a conversar sobre las oportunidades en Irak en el “cambio post-régimen”. Sus minutas afirman: “Irak es la gran posibilidad petrolera. BP está desesperado en entrar ahí y ansioso de que los acuerdos políticos no deberían negarles la oportunidad”.

Luego de una reunión en octubre 2002, el director para el Medio Oriente del ministerio de Relaciones Exteriores en aquel momento, Edward Chaplin, dijo: “Shell y BP no podrían darse el lujo de no tener una participación en Irak por el bien de su futuro a largo plazo… Estábamos determinados en obtener una rebanada justa de la acción para las compañías del Reino Unido en una Irak post-Saddam”.

Mientras que BP insistía públicamente de que no ‘tenía interés estratégico” en Irak, en privado le dijo al ministerio de Relaciones Exteriores británico que Irak era ‘más importante que cualquier cosa que hemos visto en mucho tiempo”.

BP estaba precupado que si Washington permitió mantener el contrato existente de TotalFinaElf con Saddam Hussein luego de la invasión, haría del conglomerado francés la compañia petrolera líder del mundo.

BP le dijo al gobierno que estaba dispuesto a tomar “grandes riesgos” para obtener una parte de las reservas irakíes, la segunda más grande del mundo.

Los contratos de 20 años firmados a raíz de la invasión fueron los más grandes en la historia de la industria petrolera. Ellos cubrieron la mitad de las reservas de Irak — 60 mil millones de barriles de petróleo, comprados por compañías tales como BP y CNPC (Compñía Nacional Petrolera de China), cuyo consorcio conjunto se erige para hacer 658 millones de dólares de utilidad por año del yacimiento Rumaila en el sur de Irak.

La semana pasada, Irak aumentó su producción de petróleo al más alto nivel en casi una década, 2.7 millones de barriles diarios — visto especialmente como importante en el momento, dada la volatibilidad y pérdida de la producción libia. Muchos opositores de la guerra sospechan que una de las principales ambiciones de Washington en invadir a Irak era asegurar una fuente abundante y barata de petróleo.

El experto en política petrolera irakí, Greg Muttitt, cuyo libro será publicado la próxima semana, dijo: “Antes de la guerra, el gobierno se esforzó mucho para insistir en que no tenía interés en el petróleo irakí. Estos documentos proporcionan las pruebas que desmienten las alegaciones”.

“Vemos que el petróleo fue de hecho una de las consideraciones estratégicas más importantes del gobierno, y secretamente operó con compañías petroleras para darles acceso a ese gran premio”.

La ministra Symons, de 59 años de edad, luego ocupó un puesto de asesor con un banco comercial del Reino Unido que cobró en contratos de la reconstrucción de Irak. El mes pasado ella rompió enlaces como asesora no remunerada de la Junta Nacional de Desarrollo Económico de Libia luego que Gaddafi presuntamente comenzara a disparar a manifestantes. BP y Shell se negaron a hacer comentarios.

The Independent (Traducción de Ivana Cardinale)

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